ascary Ascary Escarcega

RETO DE ESCRITURA En La Luz de las Almas Perdidas un grupo de viajeros naufraga en una isla misteriosa donde una luz fantasmal emana de un antiguo faro. A medida que descubren una maldición ancestral y enfrentan decisiones morales, una traición inesperada revela la verdadera naturaleza de la oscuridad que los rodea. #ElFaro


Paranormal Lúcido Todo o público.

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Llegada a la isla maldita

La noche rugía con furia mientras los elementos castigaban la pequeña embarcación que llevaba a bordo a un variopinto grupo de dieciséis pasajeros. Las olas chocaban contra el casco, y el viento aullaba como un lobo hambriento. Elena Morgan se aferraba a la baranda, mirando con ojos preocupados el torbellino de agua y oscuridad que la rodeaba. A su lado, William Turner mantenía la mirada fija en el horizonte, su rostro curtido por la experiencia.

—¡Maldita sea, esto no parece tener fin! —gritó Isabella Ramirez, la científica escéptica del grupo, mientras luchaba por mantener su equilibrio en la cubierta resbaladiza.

En medio del caos, un grito se elevó por encima del rugido de la tormenta. Emily Thompson señaló hacia el horizonte y, a través de las lágrimas que se mezclaban con la lluvia, el grupo alcanzó a divisar una isla en la distancia.

—¡Tierra a la vista! —anunció Oliver Thompson, su voz llena de esperanza.

La embarcación se dirigió hacia la costa de la isla misteriosa. A medida que se acercaban, la tensión en el aire se volvía palpable. La única luz visible en la negrura era una tenue y fantasmal luminosidad que provenía de un faro en ruinas en lo alto de un acantilado rocoso. La luz parpadeaba de manera intermitente, como un suspiro en medio de la oscuridad.

Con el agua salpicando sus rostros, los pasajeros finalmente desembarcaron en la orilla. El alivio de estar en tierra firme se mezclaba con la inquietud que sentían por el ambiente opresivo que los rodeaba.

—¿Qué demonios es este lugar? —preguntó Samuel Grey, un anciano sabio que había compartido algunas historias inquietantes sobre la isla durante la travesía.

—No tengo idea, pero al menos estamos a salvo de la tormenta —respondió Elena, observando cómo la lluvia comenzaba a disminuir.

Los pasajeros se refugiaron en una cabaña abandonada cerca de la orilla. Mientras se secaban y se calentaban, las miradas se volvieron hacia el faro en lo alto del acantilado, que seguía emitiendo su luz fantasmal.

—Esa luz... ¿qué será? —murmuró Isabella, su mirada analítica clavada en el faro.

La llegada a la isla marcaba el comienzo de una serie de eventos escalofriantes que los pasajeros no tardarían en olvidar. A medida que se establecían en la cabaña, la luz del faro comenzó a parpadear intermitentemente. En cada parpadeo, alguien del grupo desaparecía en el aire, dejando a los demás llenos de pánico y confusión.

—¡Dios mío, ¿qué está pasando?! —gritó Emily cuando su hermano, Oliver, desapareció en un destello de luz.

Las acusaciones y sospechas se volvieron parte de la dinámica del grupo. Los pasajeros intentaban encontrar una explicación lógica para las desapariciones, pero la situación se volvía cada vez más surrealista.

En medio del caos, Samuel Grey permanecía en silencio, observando los acontecimientos con una expresión enigmática. A medida que las desapariciones continuaban, Elena, William e Isabella se acercaron a él en busca de respuestas.

—¿Qué está pasando aquí, Samuel? —preguntó William, con los puños apretados.

El anciano exhaló profundamente antes de hablar.

—Esta isla... está maldita. Cada parpadeo de la luz del faro está atrayendo a las almas perdidas. Son arrastradas hacia aquí y quedan atrapadas en el faro, alimentando su luz etérea.

La lluvia continuaba cayendo en una lúgubre sinfonía mientras los pasajeros absorbían la historia de Samuel Grey sobre el oscuro pasado de la isla. El fuego crepitaba en la cabaña, iluminando los rostros tensos de Elena, William e Isabella mientras se aferraban a cada palabra.

—Es difícil creer que algo tan sobrenatural pueda ser cierto —comentó Isabella, buscando en la expresión de Samuel algún signo de burla.

—Lo comprendo. Pero estas tierras tienen secretos que van más allá de la comprensión humana —respondió Samuel, con una seriedad que no dejaba lugar a dudas sobre su sinceridad.

Los pasajeros escucharon atentamente la historia de Seraphina, la sacerdotisa cuya vida había sido destrozada por la llegada de los piratas. La condena de Seraphina a un rito oscuro resonó en sus mentes, mezclándose con el estruendo de la tormenta fuera de la cabaña.

—Así que, en esencia, las almas atrapadas en el faro son el resultado de una maldición que afecta a la isla —murmuró Elena, tratando de asimilar la información.

—Exacto. Estas almas, atrapadas entre el mundo de los vivos y el de los muertos, son arrastradas hacia el faro. Su luz etérea es la única esperanza para ellos, una señal que busca atraer a nuevos navegantes a la isla para liberarlas —explicó Samuel.

La gravedad de la situación comenzó a asentarse en la mente de los pasajeros. Los diarios y objetos personales que habían encontrado esparcidos por la isla contaban historias de viajeros anteriores que habían caído víctimas de la maldición.

—Estas historias son aterradoras... —murmuró William, su mirada perdida en el fuego.

—Son recordatorios de la tragedia que ha asolado esta isla durante generaciones. Las almas atrapadas en el faro buscan liberación, pero solo podemos ofrecerles un camino a través de nuestras decisiones —dijo Samuel, mirando fijamente a los demás.

Algunos pasajeros creían que debían enfrentar la maldición y liberar a las almas, incluso si eso significaba poner en riesgo sus propias vidas. Otros estaban más preocupados por su supervivencia y querían escapar de la isla sin involucrarse en lo que parecía ser una situación sobrenatural.

Los pasajeros se reunían alrededor del fuego, discutiendo sus opciones. La moralidad y el peso de sus elecciones resonaban en cada conversación. Algunos compartían historias personales de remordimientos y deseos de redimirse, mientras que otros se enfrentaban a sus propios demonios internos.

Con el tiempo, un grupo se formó, liderado por Elena, William e Isabella. Estaban decididos a enfrentar el desafío de liberar a las almas atrapadas y romper la maldición, aunque eso significara sacrificar sus propias vidas en el proceso.

—Espero que esta elección pueda finalmente poner fin al sufrimiento que ha consumido a esta isla por tanto tiempo —dijo Elena en una noche oscura, mientras las estrellas titilaban en el cielo.

Mientras los pasajeros se preparaban para el acto final, Samuel Grey se mantuvo en la sombra, observando con una mezcla de respeto y preocupación. Sabía que la decisión que enfrentaban era monumental y que su elección definiría el destino no solo de las almas atrapadas, sino también de sus propias almas.

La noche final llegó envuelta en una quietud inquietante. La luna llena se alzaba en el cielo, bañando la isla en una luz plateada mientras los pasajeros se reunían alrededor del faro. Sus miradas se encontraron en una mezcla de determinación y temor mientras enfrentaban la elección que habían postergado.

—Hoy, enfrentamos lo desconocido juntos —dijo William con voz firme—. Nuestras decisiones tendrán un impacto no solo en nosotros mismos, sino en todas las almas atrapadas en este faro.

Las palabras de William resonaron en el aire mientras los pasajeros compartían abrazos y apretones de manos, conscientes de que sus elecciones definirían su destino. Con el faro como testigo silencioso, el grupo se preparó para el acto final.

Uno por uno, los pasajeros se adelantaron, compartiendo sus motivaciones y miedos antes de emprender el acto de liberación. Cada uno eligió un camino único, un testimonio de sus propias luchas internas y deseos de encontrar redención.

Maria miró fijamente la luz del faro, su rostro bañado por su fulgor fantasmal. Con lágrimas en los ojos y una sonrisa triste, dio un paso adelante y se entregó al abrazo de la luz. Su figura se desvaneció en el destello, dejando atrás el eco de su valentía.

William tomó una profunda inspiración antes de avanzar hacia la luz del faro. Cerró los ojos y dejó que sus pensamientos lo llevaran lejos, liberando sus remordimientos y esperanzas en ese momento. Su forma se disolvió en el brillo, llevándose consigo una parte de la oscuridad que había atormentado su alma.

Isabella enfrentó la luz con una expresión decidida. En sus ojos brillaba un resplandor de comprensión mientras se enfrentaba a su escepticismo y a su necesidad de encontrar significado en lo desconocido. Su figura se desvaneció en un destello brillante, dejando atrás la sabiduría y la valentía que había compartido con el grupo.

Uno por uno, los pasajeros emprendieron su último viaje hacia la luz, dejando atrás su carga emocional y su dolor. El faro brillaba con una intensidad creciente, como si absorbiera sus historias y sus almas con cada parpadeo.

Sin embargo, mientras los pasajeros se entregaban al faro, Elena tuvo una revelación. En un destello de lucidez, entendió que había sido engañada. Giró hacia el faro y lo miró con ojos llenos de horror.

—¡Espera! —gritó, pero ya era demasiado tarde. El faro brilló con una luz cegadora mientras la envolvía.

La luz del faro se desvaneció, dejando solo oscuridad. Cuando los ojos de Elena se ajustaron al cambio, su mirada cayó sobre el capitán, que emergió de las sombras con una sonrisa retorcida.

—Elena, querida, eres la última pieza del rompecabezas —dijo el capitán con una voz gélida—. No es una maldición, es mi plan maestro para mantener esta isla bajo mi control.

Elena retrocedió, su mente luchando por comprender la traición que se revelaba ante ella. El capitán explicó cómo había orquestado todo, cómo había creado la ilusión de la maldición para atraer a los pasajeros y alimentar su propio poder.

—Tus amigos perdieron la vida por nada, querida Elena. Y tú eres la última pieza del rompecabezas. La luz del faro continuará alimentándose por muchos años más —dijo el capitán con una sonrisa siniestra mientras se acercaba a ella.

Elena se quedó sin palabras mientras enfrentaba la cruda verdad. Había sacrificado a sus amigos y compañeros por una mentira macabra. La traición se aferró a su corazón, mezclándose con la ira y el dolor.

El capitán se acercó a ella con pasos lentos y calculados. La expresión de Elena se endureció, y su mirada se volvió desafiante.

—No ganarás —dijo con coraje—. No importa cuánto poder creas tener.

En el mismo instante, el faro volvió a parpadear, llevándose consigo como víctima la última alma en la isla. Mientras tanto, Elena desapareció en los confines de la mentira y aquella isla.





13 de Agosto de 2023 às 13:54 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

Conheça o autor

Ascary Escarcega Me presento, soy un escritor que siempre ha preferido expresarse a través de las letras. Soy alguien que se siente cómodo en la soledad de su habitación, rodeado de libros y hojas de papel en blanco. Espero tener la oportunidad de compartir mis historias con ustedes.

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