Una mañana, cuando ya llevaba meses allí, conseguí escaparme. El hombre que me vigilaba se había ausentado unos segundos y aproveché para irme corriendo bosque adentro. Caminé durante horas sin zapatos entre encinas, enebros, cornicabras y un constante perfume de helicriso, mientras desde el cielo me acechaban unos cuervos imperiales. No tenía ni idea de donde me encontraba. Aquello parecía un bosque que podía encontrarse en cualquier parte del mediterráneo. Llegado a la primera aldea, le pedí ayuda a una anciana. Pronto me vi rodeado por mujeres y niños que me hablaban en un dialecto italiano extraño y que no comprendía. Me dieron agua y algo de comida. Poco después aparecieron los hombres del pueblo, que resultaron ser mis propios secuestradores. Al parecer, toda la economía del pueblo se basaba en los secuestros de grandes emprendedores, sobre todo extranjeros como yo. Antes del anochecer, me llevaron a otra cueva. Pasé allí otros siete meses encerrado. Hasta que mi familia ya no podía pagar más dinero. Entonces me dejaron libre. Me soltaron en el cruce entre dos carreteras rurales. Vino a buscarme un coche con dos agentes y un cura que resultó ser la persona que había hecho de mediador entre la policía y los secuestradores. Después de aquello, no he vuelto nunca más a Cerdeña. Es como si siguiera enfadado con esta isla por haberme robado todo el año 1984.
Obrigado pela leitura!
Podemos manter o Inkspired gratuitamente exibindo anúncios para nossos visitantes. Por favor, apoie-nos colocando na lista de permissões ou desativando o AdBlocker (bloqueador de publicidade).
Depois de fazer isso, recarregue o site para continuar usando o Inkspired normalmente.