juliestrongwhite Julie Strongwhite

Harmony es el local más famoso de música jazz de la ciudad. Fundado por la famosa Rose Vanderwall, una mujer enigmática al igual que encantadora, el local de jazz será el centro de varias disputas románticas que irán trasvasándose entre el pasado y el presente. ¿Será Rose capaz de perdonar a su antiguo amor, William Davies? ¿Será James quién se interponga en su amor? ¿O serán Mariah, la ex esposa de William, o Charles, el actual amor de Rose, quienes lo hagan?


#80 em Romance Todo o público.

#suspenso #romance #erótico
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Capítulo 1

Rose


Caminaba por la acera a la luz de las farolas. Las sirenas y los motores de los coches se escuchaban en segundo plano, el sonido de mis tacones en primero. Giré a la derecha en la calle y enseguida vi la larga cola para entrar al local. Pasé de largo hasta la puerta, donde el guarda de seguridad, Paul, se cruzaba de brazos y miraba a la gente a través de sus gafas de pasta y cristal negro. Cuando capté su atención me sonrió y se hizo a un lado para que pudiera entrar. Le sonreí de vuelta y empujé la puerta. Dentro el espectáculo cambiaba. El sonido del exterior se reemplazaba por la música jazz en directo que tocaban unos músicos en un escenario. La gente vestía elegante, con colores serios. Avancé hasta la barra y saludé a Martin.


-Lo de siempre, cariño -le dije con sutileza antes de apartar la vista a la pista de baile.


Esta era amplia, con cuadrados blancos y negros dibujados en el suelo, reemplazando la madera de las otras partes del local. Las parejas se movían al ritmo de la música, balanceando sus cuerpos con compenetración.


Martin puso mi copa delante mío y me guiñó el ojo. Le sonreí y me lleve el cristal a los labios. Vino del que a mí me gustaba, ese italiano que solía beber con Christine.


-¿Me permite? -se acercó un joven dejando un par de billetes en la barra.


Martin lo miró y se rió antes de devolverle el dinero.


-Yo no pago, caballero -ladeé la cabeza mirándolo a los ojos.


Eran azules, de ese tono que te deja ensimismado. Su pelo castaño descansaba en su cabeza engominado hacia atrás. Complexión delgada pero semblante maduro.


-¿Quién eres? ¿Rose Vanderwall? -ironizó mirando hacia otro lado avergonzado.


-En persona -sonreí de lado.


El joven me miró de arriba abajo, sus ojos abiertos de par en par.


-Me la esperaba algo más…


-¿Vieja? -lo interrumpí. Negué con la cabeza mientras sonreía.


-No, bueno, tal vez -se encogió de hombros.


-¿Te preocupa que una mujer de veinticinco años haya fundado el, seguramente, local de lujo más importante de la ciudad? -alcé una ceja.


-En absoluto -negó de inmediato. Yo le di un sorbo a mi copa y luego removí su contenido-. Me parece algo muy digno de admirar. Necesitamos más mujeres como usted.


Asentí complacida. Iba a separarme de la barra cuando me cogió de la muñeca.


-¿Puedo preguntarle algo? -habló mirándome a los ojos. Mi silencio fue respuesta suficiente- ¿Cómo se describiría a usted misma?


La pregunta me cogió desprevenida pero no dejé que se me notara.


-Autosuficiente, autodidacta e independiente -contesté yo.


-¿Es que nunca se ha enamorado?


-¿A qué viene esa pregunta?


-Te has descrito con adjetivos que solo te incluyen a ti -frunció el ceño-. No has dicho cariñosa, ni amable, ni bondadosa…


-¿Preferías que te mintiera?


-En absoluto, tan solo siento curiosidad.


-¿Sabías que la curiosidad mató al gato? -repliqué suspirando con impaciencia.


Él se quedó en silencio unos segundos.


-¿De verdad nunca se ha enamorado?


Resoplé.


-Estar enamorado está sobrevalorado, a mí no me va -y me marché con la copa en la mano.


James


La observé marcharse y volví a girarme hacia el tipo de la barra.


-¿Algún consejo, amigo? -me mordí el labio.


-Sí -se acercó a mí-, déjate de rollos del amor, y de esas preguntas raras sobre describirse. En conclusión, déjala en paz.


-Pero ¿por qué?


-Ella nunca se fijaría en ti -negó con la cabeza-. Tú eres cariñoso y empalagoso.


-No lo soy -arrugué el ceño-. Simplemente soy escritor.


-Bueno, son sinónimos.


Resoplé mirando hacia otro lado.


-Dame algún consejo, por favor -volví a mirarlo.


Él secaba un vaso con un trapo. Lo dejó a un lado y apoyó las manos en la barra.


-No sirven los consejos con Rose Vanderwall -habló alguien a mi lado.


Giré la cabeza y vi a un chico de pelo negro y ojos grises. Tenía los hombros rectos y la espalda ancha. Era alto, bastante alto.


-¿Y quién eres tú? -pregunté mirando al chico del otro lado de la barra.


-William Davies -me tendió su mano. Yo se la estreché-. Las mujeres son como un puzzle, señores, pero con ella las piezas son redondas.


-¿Cómo sabes tú eso?


-Porque fui su primer amor.


William


El joven abrió los ojos sorprendido. El que atendía la barra expresaba lo mismo.


-¿Y qué pasó? ¿Tú le rompiste el corazón? -me interrogó el último.


-Algo así -contesté indiferente-. Oye, ¿me traes algo para beber? Lo más caro que tengas -le pedí antes de girarme hacia el chico de mi izquierda-. ¿Y tú cómo te llamas?


-James -habló él-. James Chat.


-James, a ver cómo te lo cuento… -me acaricié el mentón para hacerme el interesante- No tienes posibilidades, lo siento.


-¿Por qué?


-Porque está rota, James.


-¿Tú la rompiste?


Tragué grueso, suspiré.


-Yo la abandoné, cuando ella pensaba que le iba a pedir matrimonio yo le dije que no quería saber más de ella-miré hacia otro lado.


-¿Y por qué?


-Porque me entró miedo, James, no sabes lo difícil que es estar enamorado -negué con la cabeza-. Tenía a la mujer más importante de la ciudad en mis manos y yo no la supe valorar. Y desde entonces -la visualicé a la lejanía, hablaba con unas chicas en uno de los sofás del fondo- no ha vuelto a amar.


-¿Y tú? ¿Tú has vuelto a amar a alguien?


-¿Como ella? No -negué-. Como ella no he sido capaz de encontrar a nadie.


El chico se quedó en silencio, yo volví a hablar.


-Siempre la he estado vigilando, atento a que ella estuviera bien -lo miré a los ojos-. Necesito que hagas algo por mí, James.


-¿El qué?


-Métete en su vida, infórmame más de cerca de todo lo que le pase.


-¿Qué? ¡No!


-Por favor James -insistí más de lo que pretendía.


-¿Qué gano yo con esto?


Mierda. Miré hacia otra parte, pensativo, y cuando volví a mirarlo ya no estaba. Miré hacia la barra y luego, como acto reflejo, me giré hacia Rose. Y allí estaba, el estúpido cretino yendo hacia ella. Empecé a maldecir y fui hacia la entrada para salir del local.


Rose


-Mi anterior suegra era un horror -se reía Christine, a quien había encontrado en el local por casualidad. Yo ya sabía esa historia, pero Laurel no-. ¿Verdad Rose? Ambas la odiábamos.


-Era una vieja quisquillosa -añadí yo antes de soltar una carcajada tirando la cabeza hacia atrás.


Christine estaba borracha, bastante borracha. Había venido con su novio del momento, Romero, un joven español de piel bronceada. Estábamos las tres sentadas en unos de los sofás que estaban colocados paralelamente uno frente al otro en el fondo del local.


-Yo una vez tuve una suegra que me miraba con una cara… -habló Laurel antes de callarse de repente. Miraba a un punto de detrás mío. Christine, que estaba a su lado, me miró como quien acaba de ver a un famoso.


-Chico guapo se acerca… -canturreó.


Rodé los ojos, intuyendo quien se acercaba, y me giré.


-Tú otra vez -lo miré a los ojos.


-Rose, tengo que advertirte -se sentó a mi lado sin invitación, con cara de tener prisa-. Hay un tipo que quería que te espiara, no sé cómo se llama pero decía ser tu primer amor y yo qué sé qué cosas más…


El corazón se me detuvo. Miré al suelo.


-¿Cómo era el chico? -preguntó ella, apoyando sus manos en su regazo.


-Alto, muy alto -habló él-. De pelo negro y ojos grises.


Mis ojos recorrieron el local y se detuvieron en Christine.


-Es él -dijo por mí ella.


-¿Él quién? -preguntó Laurel.


Ambas la miramos.


-Es una historia muy larga -me levanté del sofá apresuradamente-. Tengo que encontrarlo y pedirle que se vaya otra vez.


-¿Otra vez? -repitió Laurel.


-Laurel, borracha eres un incordio -le soltó Christine riendo.


Rodé los ojos y cogí al chico del brazo.


-Tienes que decirme por dónde estaba -le hablé mientras caminábamos.


-Estaba en la barra, apareció justo después de tu marcha -explicó-. Ahora… -se detuvo para mirar a su alrededor- ya no lo veo.


-Mierda -maldije.


Lo dejé allí y me dirigí hacia la puerta principal. Cuando salí al exterior el viento impactó en mi cara.


-¿Cuándo se ha levantado este viento? -le pregunté a Paul.


-Hace unos minutos, Vanderwall.


-¿Has visto a un chico alto, de pelo negro y ojos grises? -pregunté poniendo mi mano para tapar el viento que me venía a la cara.


-He visto a muchos con estas características, lo siento.


-Da igual, gracias Paul.


Caminé hacia la izquierda por la acera, pasando por el callejón que anteriormente me había servido de atajo. Tenía que encontrarlo, tenía que pedirle, aunque fuera de rodillas, que se fuera.


William


Y la vi. La vi de nuevo pasando por al lado del callejón en el que yo estaba retomando el aire. Su vestido rojo bailaba al son de sus caderas, que se balanceaban de lado a lado con una feminidad inigualable. Siempre había sido ella, por mucho que me costara admitirlo.


Palpé en los bolsillos de mis pantalones y mis manos sacaron el paquete de cigarrillos que estaba a punto de acabarse. Me lo encendí con el mechero, ese que había comprado en Francia, y me lo llevé a los labios. Eso consiguió relajar mis tensos músculos. Cuando hube terminado, allí bajo la oscuridad, me descubrí y dejé que las farolas me enfocaran. Enseguida supe que había sido un error.


-William Davies -habló una voz a mi espalda, tan autoritaria como la reconocía.


Detuve mis pasos, que iban en sentido contrario que el local, y me giré. Allí estaba, Christine Brown. Su pelo rubio teñido, coartado por la barbilla y siempre bien peinado, descansaba en su cabeza como si fuera una peluca, contrastando con sus ojos grises y su tez pálida.


-¿Qué se supone que haces aquí? Teníamos un acuerdo -se cruzó de brazos-. ¿Quieres que te recuerde el por qué?


-Christine, no puedo vivir apartado de ella -confesé acercándome-. Todo lo que hice y cómo lo hice fue un error, pero ahora está todo solucionado y quiero volver.


-Pues resulta que ella está perfectamente sin ti, Will -se encogió de hombros-. Lo siento hermanito.


Sus palabras me hicieron pensar.


-¿Es que ha encontrado a otro?


Christine me miró a los ojos.


-Eso no te incumbe, Will -negó con la cabeza.


¿Cómo podía ser? La había tenido siempre vigilada, por mis amigos o por mí. ¿Cómo se me había podido escapar tal cosa?


-¿Cómo es? -me torturé a mí mismo preguntando- ¿La trata bien?


-No está casado, Will, eso ya es mucho -dijo dándose media vuelta.


Miré cómo su silueta cada vez se iba haciendo más pequeña hasta que volvió a entrar en el local.


William: 3 años atrás


Nunca había ido a ese sitio. Christine me guiaba, cogida de mi brazo, y avanzamos entre la gente hasta llegar a unos sofás que había en el fondo del local. La gente bailaba en una pista de baile, la música sonaba perfecta, tocada por unos músicos que descansaban en un escenario bastante grande. Nos sentamos en el sofá, yo puse una pierna encima de la otra, como una T. Enseguida vino un camarero para que pidiésemos nuestras bebidas. Christine escogió por mí mientras yo miraba a mi alrededor. Todo fue sustituido por una figura femenina, alta, de tez clara y pelo castaño cayendo en ondas hasta sus hombros. Balanceaba sus caderas con un arte difícil de ver y sonreía a cualquiera que la saludase. Era la mujer más bella que había visto. Nuestros ojos se encontraron, ella no perdió su sonrisa y se acercó.


-¡Rose! -se levantó mi hermana para abrazarla con ímpetu. Luego ambas se giraron hacia mí, que ya estaba de pié- Él es William, mi hermano.


Rose se acercó a mí y, con una mano en mi espalda, me dio un beso en cada mejilla.


-Encantada, William -dijo. Adoré cómo sus labios pronunciaban mi nombre-. ¿Ya habéis pedido?


Carraspeé antes de contestar.


–Sí -asentí. Busqué algún argumento para seguir la conversación y dije lo primero que me vino a la mente:-. ¿Vienes mucho por aquí, Rose?


Rose y Christine se miraron y empezaron a reírse. Yo no entendía nada.


-Will, ella es la dueña de todo esto -me aclaró mi hermana.


Mis ojos se abrieron de par en par. No podía hablar, las palabras se me atascaron en la garganta. Ellas volvieron a reír. Observé que Rose se tapaba la boca con sutileza cuando lo hacía.


-¿Te sorprende, William? -dijo.


Oh Dios, cuánto adoraba cómo pronunciaba mi nombre.


-Pensándolo mejor, no es que me sorprenda -me expliqué-, es que siento devoción por saber cómo has llegado a conseguir todo esto -hice un gesto con la mano abarcando toda la estancia.


-Entonces para conseguir eso tendrás que conocerme más -me sonrió sensualmente.


-Encantado lo haría -cogí su mano y me la llevé a los labios.


Rose soltó un suave suspiro y se dio media vuelta para ir en dirección a la barra. La observé mezclarse entre la gente. Era una mujer sin igual, hasta a miles de kilómetros de distancia se la podría diferenciar. El fuerte agarre de Christine en mi brazo me sacó de mi ensimismamiento.


-¿Qué se supone que estás haciendo, Will? -susurró con ferocidad- Eres un hombre casado, ¿tengo que recordártelo?


-Tan solo me divierto, hermanita -sonreí burlón.


-Como le hagas daño te enterarás -me advirtió.


Resoplé rodando los ojos y fui a sentarme en el sofá.


William: actualidad


Debí hacer las cosas mejor, ahora entendía las advertencias de mi hermana. Rose, en el fondo, era una persona sensible y cariñosa. Por fuera parecía dura de roer, pero dentro tenía un corazón gigantesco.


A veces hay que errar para hacer las cosas bien, por eso existen las segundas oportunidades.


18 de Janeiro de 2023 às 11:30 3 Denunciar Insira Seguir história
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Julie Strongwhite Amante de la lectura, la escritura y los gatos :)

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Armando Leger Armando Leger
Me fascinó la estructura de la obra, original y dinámica de una forma única. Increíble.
May 16, 2023, 15:23
Trinidad Dekenó Bosoka Trinidad Dekenó Bosoka
Hermosa historia, es tan interesante
March 13, 2023, 18:17
Unalazy !! Unalazy !!
Una genialidad, lo sigo!!!
February 03, 2023, 14:33
~

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