satorimasae Satori Masae

¿Cuanto puede cambiar la vida de una persona en tan solo 6 meses? Esa es la pregunta que la pequeña chio se hace mientras viaja en tren de vuelta a casa tras un traumático suceso acontecido en su nueva escuela.


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De vuelta a casa


Habían pasado unos meses desde que dejó aquella ciudad, más todo en ella había cambiado abismalmente y no hizo más que bajar su menguado ánimo.

- Hyaaa. - Soltó un largo y nostálgico suspiro. Entretanto seguía subiendo por aquella inmensa colina la cual, a diferencia del resto de la ciudad, no parecía haber cambiado en absoluto.

Finalmente llegó a la cima de la colina, donde fue recibida por una gélida brisa. - Hubiese sido mejor venir en verano y no en invierno. - Pensó para sus adentros la pequeña, más si reflexionaba en la situación en que se encontraba, actualmente como fugitiva, no estaba en posición de quejarse.

- Ah, cómo me hubiera gustado ver a aquellos dos de nuevo. - Soltó vagamente mientras se imaginaba la cara de sorpresa que pondrían al contarles que había cometido un delito muy grave, y que ahora está prófuga de la justicia y que inclusive su familia le había dado la espalda.

Habían transcurrido tan sólo 6 meses desde aquel festival de verano donde Ryuji se le declaró en aquella misma colina, un día antes de partir a Tokio, y aún recordaba lo nerviosa e insegura que estaba, pues nunca se había sentido demasiado a gusto usando yukatas, más aquel "enserio que se ve muy bien en ti" que él exclamó la alegró enormemente.

¿Qué pensaría de ella cuando se enterara de lo que hizo? ¿Acaso, a diferencia de su padre, podría creerle él a ella? Cuanto más lo pensaba más sentía que le daba más vueltas la cabeza.

Desde que llegó a Tokyo había tenido muy mala suerte pues debido a su acento de provincia, a diferencia de Kanagawa, se le hizo casi imposible hacer amigos en su nueva escuela, siendo víctima de bullying de algunas compañeras de clase. Sin embargo, lo más traumático de esa situación no fue eso, sino el descubrir a su padre saliendo de un hotel con otra mujer. Sabía que algo no estaba bien entre sus padres y, a partir de ese encuentro, la situación se había vuelto insoportable en su familia, pues después de ese día su padre no le volvió a dirigir la palabra. Hasta ese fatídico día en que él la llamó monstruo.

Aún cuando, esos tres días, había repasado cientos de veces la escena, todavía no alcanzaba a entender cómo había llegado a esa situación en la cual, sin saber cómo, acabó sosteniendo entre sus brazos a una de sus compañeras de clase, aquella que atacaba sin cesar día tras día, agonizante, con una mortal lesión en el estómago. Por más que trataba de cerrar la herida no podía parar el descontrolado flujo de sangre. En frente de ella se encontraba su padre con una mueca de terror que nunca antes había visto en él, con el rostro completamente pálido, tratando de encontrar la manera de reaccionar ante tan macabro espectáculo.

- ¡Papa! - Dijo, levemente, tratando de encontrar ayuda en su progenitor, a la vez que trataba de evitar que la secreción del mortal líquido siguiera fluyendo a través de la herida de su compañera. Sentía cómo la chica trataba de poner presión en la misma herida al tiempo que balbuceaba unas palabras. - Mamá. - Dijo, con un tono de voz tan bajo que apenas era audible, mientras unas cuantas lágrimas recorrían aquellos vacíos ojos, y sintió como si el cuerpo de esa chica acabase de perder un poco de peso.

Aquella imagen le hizo retorcerse ligeramente, y agradeció no haber comido nada en esos 3 días de viaje. De otra forma lo más seguro es que hubiera devuelto ahí mismo todo ello.

- ¡Tienes que creerme, Hitsugi! ¡Sólo está mintiendo! - La discusión de una pareja la distrajo levemente de sus pensamientos. Fue entonces cuando recordó que aquella colina era frecuentada por parejas, debido a la bella vista que se tiene de la ciudad desde ahí.

Un leve rubor rojo atravesó su rostro al pensar que todas las personas que debían estar ahí eran parejas, y que ella era la única chica solitaria ahí.

- ¿Qué pensarían todos ellos si supieran que esa niña solitaria era, en realidad, una asesina inmisericorde que apuñaló y abandonó a su compañera de clases desangrándose? - Una malévola voz en su mente leyó sus pensamientos en un tono más bien sarcástico y, lejos de pesarle, extrañamente le hizo sentirse un tanto aliviada.

- Tú eres la única persona en el mundo que me importa. - Aquellas palabras la volvieron a sacar de su incipiente locura a causa de la ansiedad y el hambre de los últimos días y, aunque aquella pareja estaba a contraluz y no podía verse claramente, la silueta y la voz familiar de ambos no daba lugar a dudas sobre su identidad.

- Así que así es esto. - Soltó, con voz y ojos apagados, mientras su cabeza agachada sólo alcanzaba a ver unas hojas marchitas juguetear a sus pies, arrastradas por el gélido viento del invierno.

- ¡Chio! - Gritó la pareja, al unísono, mientras trataba de recuperar la compostura después de aquel apasionado beso.

- ¿¡Qué haces aquí!? - Soltó Hikari, de manera escandalosa, lo cual atrajo la atención de las demás parejas que se encontraban en el lugar.

- Yo... sólo... er... - Titubeó y, de pronto, se sintió como en aquellos días en que los tres jugaban juntos por las calles de aquella ciudad que parecía, tras haberse ido ella, haberla olvidado junto con las memorias, penas y alegrías que habían vivido los tres durante 12 años.

- A decir verdad, tuve unos problemas con mis papás y yo... - Trató de aclararse la voz. - Sólo... se me ocurrió venir aquí. Sí que soy una tonta... - Dijo, al tiempo que intentaba sonreír mientras lágrimas brotaban de sus ojos.

- ¡Chio, esto no es...! Yo, nosotros... - Balbuceó torpemente Hikari, intentando encontrar las palabras adecuadas para explicarle aquello a su mejor amiga, pero sabía que era imposible pues, al final, ella había sucumbido a sus sentimientos y terminó traicionando, no sólo a su mejor amiga, sino a sí misma.

- No importa, está bien. - Aquellas palabras hirieron aún más el corazón de Hikari que, incapaz de poder darle la cara a su mejor amiga, había bajado la cabeza. Preferiría que le hubiese gritado, reclamado o que le dijera que la odiaba por traicionarla.

- Desde aquí no parece que todo haya cambiado tanto como en la ciudad - Dijo, mientras daba la espalda a aquellos dos y contemplaba la vista de la ciudad que, alguna vez, fue su hogar. Muy en sus adentros pensaba que era egoísta de su parte el tratar de retener a Ryuji, más aún a sabiendas de que, por el crimen que había cometido, tendría que pasar varios años en la cárcel. Sin embargo, otra parte de ella se resistía a dejar las cosas como estaban.

- A pesar de todo, la vista sigue siendo muy hermosa - Dijo, a la vez que volteó a verlos por última vez, intentando contener las lágrimas. - Me alegra que sean felices - Exclamó antes de echar a correr colina abajo.

- ¡Chio, espera! - Gritaron ambos, al mismo tiempo que se apresuraron a correr tras ella, cuando una docena de hombres vestidos de negro se abalanzaron contra ellos y arrojaron contra el piso a su antigua amiga.

- ¿¡Pero qué está pasando!? - Reclamó Ryuuji mientras pensaba qué hacer para liberar a Chio.

- ¡Dejenla en paz! - Gritó fuerte y claro Hikari a la par que intentaba golpear a uno de esos mastodontes que, fácilmente, podían aplastar su cabeza con sólo cerrar su mano.

- Es mejor que se alejen de esa chica, ya que podrían salir heridos - Oyó una fría voz proveniente de una mujer de pelo corto y negro que se acercaba a ellos.

- Mamá... - Dijo Chio, casi sin fuerza en la voz, viendo una mirada en la mujer que nunca antes había visto. - Esta niña es un peligro para cualquiera, ha perdido su humanidad, así que les recomiendo que se olviden de ella - Dijo la mujer mientras ponía una inyección en el brazo de la chica.

Un frío súbito recorrió su brazo para luego causarle un gran dolor, el cual empezó a hacer que su cuerpo se retorciera de forma dramática en el piso, haciendo aún más grotesco aquel espectáculo para los presentes.

- ¡No se queden ahí parados! ¡Ayuden a sujetarla! - Gritó con un dejo de fastidio la mujer que, sin más, se había dado la vuelta y comenzaba a bajar la colina, cuando una camioneta negra se detuvo frente a ella.

- Tardaste mucho. - Dijo con desgana a alguien del interior de la camioneta, al mismo tiempo que la docena de sujetos luchaba por controlar a Chio, la cual yacía sobre el suelo, tratando de librarse de sus captores. Sin embargo, a pesar de esto, uno de ellos salió volando y casi cae del acantilado.

Ryuji y Hikari, que habían estado siguiendo los movimientos de Kana Megumi, habían olvidado por completo a su amiga tirada en el suelo, y sólo se habían dedicado a seguir con la mirada a aquella mujer. Fue como una segunda madre para ellos y, en muchas ocasiones, fue su cómplice en un sin fin de líos en los que se metieron. Siempre mediaba ante sus estrictos padres, por lo cual se les hacía imposible reconocer a esa fría persona que estaba frente a ellos.

- ¡Perdón, mamá! - Los gemidos y súplicas de Chio inundaron el aire, haciendo que sus amigos reaccionaran para tratar de ayudar a su amiga, cuando otro de los sujetos salió volando por los aires .

- ¡Cuidado! - Gritó Ryuji, al mismo tiempo que se abalanzó sobre Hikari y evitó que el sujeto la aplastase por poco.

- ¿¡Qué demonios está pasando!? - Se preguntaban todos en la escena, cuando de nuevo Kana regresó con otra inyección, esta vez con un líquido fosforescente en su interior.

- Si que te gusta causar problemas. - Dijo, sin emoción alguna, a la vez que inyectaba el nuevo líquido, el cual se evaporó levemente al contacto con la piel de la chica.

- ¡Arrgghh! - Gritó Chio, a la vez que intentaba soportar aquel intenso ardor en su interior.

- ¡Lo siento mamá, te juro que no lo volveré a hacer! ¡Te juro que voy a portarme bien! - Alcanzó a chillar, antes de que un frío espectral se apoderará de ella y comenzará a absorver sus fuerzas.

- ¡Chio! ¡Chio! - Escuchó que gritaron sus amigos, a la par que su mente se hundía lentamente dentro de una profunda oscuridad.

A pesar de todo, ellos aún se preocupaban por mí . - Pensó, para sus adentros. - Si que es una lástima... - Se dijo a sí misma. - No sólo Hikari había sucumbido ante sus sentimientos, sino también ella. La diferencia entre ambas era abismal, pues su amiga la había traicionado a ella para ser feliz con la persona que ella amaba. Por su parte, no pudo soportar la presión y terminó asesinando a una compañera, a causa de todos los sentimientos que tenía en su interior.

- Realmente odio AntroPort. - Balbuceó, mientras su consciencia se desvanecía en lo más profundo de aquella fría oscuridad.

24 de Janeiro de 2018 às 22:34 0 Denunciar Insira Seguir história
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