Dicen que las matronas tenemos fama de ser gordas, tetudas y con muy
mala leche. Y posiblemente sea verdad; aunque en mi caso falla la
cuestión de los órganos mamarios superiores que no son demasiado
abundantes. Ni siquiera puedo decir que sea una circunstancia
hereditaria puesto que mi madre y sus hermanas son todas generosas en
ese aspecto; debe ser que la anteriormente aludida mala leche ha
conllevado el que se reduzcan unos órganos tan relacionados con la
buena leche.
El caso es que nos ha sido encomendada, o la hemos elegido nosotras,
la misión de traer, mejor ayudar a traer, a los nuevos seres que recibe
este mundo. Es muy posible que a juzgar por la posición de salida del
recién llegado, la primera jeta con la que se encuentre un recién nacido
sea la de una de nosotras. Con lo que es de imaginar que el pobre o la
pobre ya se vaya haciendo una idea de lo que le espera en este valle de
lágrimas.
Mucha gente se preguntará el porqué una misión que, aparentemente, es
tan linda, produce ese tradicional humor de perros rabiosos de que
solemos hacer gala las matronas. Nadie lo podría explicar; aunque es
muy posible que todo se deba a esa mala costumbre que tienen las
parturientas en general de llegar al desenlace final a altas horas de la
madrugada; también es posible que sea porque nos tragamos los
momentos malos del proceso junto con la parturienta sin que hayamos
disfrutado de ninguno de los buenos momentos que generaron esas
criaturas; es posible que tan solo se trate de una cuestión de
remuneración insuficiente para un trabajo que conlleva tanto estrés;
hasta, en muchos casos, se puede tratar exclusivamente de una cuestión
de carácter: ¡tenemos mala leche y ya está!.
¡Y no digamos nada si encima hay luna llena! Por eso las matronas
solemos ser enemigas irreconciliables de la luna llena. Y cuando eso se
produce, inexcusablemente sacamos la escoba y, en vez de ponernos a
volar por ahí, nos dedicamos a darle escobazos al primero que asoma
las narices por la sala de partos; generalmente el marido o la madre de la
parturienta.
Es curioso lo de la luna llena; algo que nunca nadie ha logrado explicar.
Pero lo cierto es que cuando hay luna llena parece que hay toque de
arrebato y al grito de "mariquita el último”, los niños se apresuran a nacer
en esas fechas.
Dicen que las mujeres embarazadas sienten una especial atracción por
ese especial periodo de la luna; dicen que la luna llena tiene mucho que
ver con la fertilidad. La mitología tradicional achaca a la luna el control
del ciclo fisiológico de la mujer. Los sabios tradicionales han vinculado a
la luna con la fertilidad, la regeneración periódica, el tiempo y el cambio.
La mítica lunar relaciona la fertilidad con el movimiento de las aguas;
aquí entra el concepto de regeneración que nos sugiere las mareas
rompiendo contra las costas; el agua llegando y barriendo toda la
suciedad que encuentra a su paso. Del agua nos viene el origen de la
vida en este planeta; cuando las mareas llenan una porción de tierra, la
vida vuelve a florecer y los llantos de los recién nacidos rompen a la luz
de las salas de partos. Eso dicen
¡Vaya usted a saber! El caso es que las noches de luna llena, las
matronas nos tenemos que poner los patines porque hay un curre de
muerte. Yo creo que la luna llena pone a la gente de mala leche; y las
embarazadas, cuando eso sucede, son especialistas en hacer la
puñeta.... Al marido, a la suegra, a la madre y, por supuesto y quizá
especialmente, a las matronas.
Claro que no todas las mujeres dan a luz coincidiendo con la luna llena.
El embarazo es todo un proceso, que explicaré con más detalle más
adelante, que cumple supuestamente una serie de plazos. Aunque, así
en confianza, las teorías sobre cuando se cumple el ciclo del embarazo
son bastante variadas y, en muchos de los casos, un poquito peregrinas
y sin mucho fundamento.
Como el tocólogo ese que cuando las embarazadas le preguntaban que
cuando creía él que podría ser la fecha del parto que parecía inminente,
este les respondía sistemáticamente a todas que el viernes próximo. Y es
que sostenía una teoría un tanto “suigeneris”, ¡que vaya usted a saber si
es correcta!, y es que como los viernes es el día que ponen la película
porno en la tele, ese es el día en que se engendran los niños, por norma
más general; entonces el alumbramiento se va a producir el mismo día
de la semana en que fue engendrada la criatura.
¡Y esta gente necesita no menos de diez largos años de estudios para
esto! Seguramente esta no es una apreciación muy objetiva; porque ya
se sabe que los grandes enemigos, ¡a muerte!, de las matronas no son,
como se podría llegar a pensar por nuestro trato hacia ellas, las
embarazadas, sino los tocólogos quienes, y francamente no es pos ser
parte interesada en el tema, nos hacen la vida imposible.
En fin, efectivamente, los viernes por la tarde y, especialmente, los
sábados por la mañana es el periodo de la semana en que más partos se
producen; aunque la causa nada tiene que ver con la programación
televisiva.
Pero dejémonos de boberías y vamos a explicar cuanto dura ese maldito
embarazo y cual es su proceso; porque si hay algo que preocupa a las
embarazadas, sobre todo cuando llevan ocho meses y medio de
gestación, es saber el tiempo exacto que dura el proceso de gestación.
Hay muchas cosas del proceso del embarazo y el parto que son un
auténtico misterio incluso para los profesionales del ramo; por eso los
cálculos son siempre aproximados y rara vez suelen acertar a la fecha
exacta, por eso no es buena idea pedirle a un ginecólogo que fije la fecha
de una boda. Porque bien el novio o la novia llegaran a la ceremonia con
tres o cuatro días de retraso.
Está casi unánimemente considerado como duración de un embarazo un
periodo de 40 semanas. y lo que parece poco probable es que un
embarazo dure menos de ese tiempo.
Aunque todo podría ser; en ese caso estaríamos hablando de un parto
prematuro, los famosos “sietemesinos” que tantas reputaciones han
salvado en momentos determinados.
El problema es lograr precisar cuando se cumplen esas cuarenta
semanas; porque tenemos que empezar a contar desde que se produce
la primera falta en la regla. Y las mujeres, en general, son malas en los
temas relacionados con los números; y las embarazadas no digamos...
“ Bueno, me tenía que venir hace cuatro semanas... ¡No, espere, espere;
hace seis semanas ¡ Porque recuerdo que era el santo de mi cuñada
Pilar”
“¡Pero, oiga es que el Día del Pilar fue hace siete semanas!”
“¡Pues entonces hace siete semanas que me falta la regla; justo eso,
siete semanas!
Pues será; pero si no tenemos la referencia de su cuñada Pilar, a ver
como se calculaban las semanas que llevan de gestación. Eso, que en
muchos casos se puede precisar con bastante precisión, concretamente
en los embarazos preparados y programados, que alguno hay, en el caso
de los embarazos que llegan así, de sopetón, es bastante más
complicado. Además, justo, las mujeres que suelen tener este tipo de
embarazos suele ser, casualidades de la vida, las mas despistadas y/o
desorganizadas.
Aunque me resisto a definir a un embarazo como una enfermedad, hay
que ver lo saludables que lucen una gran parte de las embarazadas, si
que es evidente que se está produciendo en la fisiología de la mujer unos
cambios considerables. Eso hace que los cuidados que reciban, y que se
tomen, las embarazadas deben ser similares a los que se da a los
enfermos.
Esto quiere decir, comidas sanas, vida saludable y tener la mente,
especialmente, y el cuerpo relajados, sin excesivas preocupaciones y
alejados lo más posibles de las tensiones y alteraciones que se producen
en trabajos y similares. Esto no quiere decir que tengan que dejar de
trabajar; sino más bien que las broncas del jefe (si es que se producen,
que seguramente no) hay que tomárselas con filosofía oriental y que las
prisas y presiones hay que posponerlas hasta después del parto.
¡Vida sana! Especialmente a la hora de las comidas. Y no podemos
hablar de una vida sana ejemplar cuando nos ponemos a comer para dos
sin que ese “dos” lo necesite de una manera especial. Seguramente con
una centésima parte de lo que las madres ingieren en función de que
tienen que dar de comer a un ser que llevan dentro de sí, el susodicho
ser tendría bastante.
El noventa por ciento restante son calorías que van a parar al cuerpo,
fundamentalmente barriga, tetas y culo, de la embarazada. Así que no le
echen la culpa a la pobre criaturita que el no ha pedido ningún tipo de
alimento, por el momento. Porque por mucho que se quieran convencer
de lo contrarios a los embriones no les gusta los donuts de chocolate,
las bambas de nata y los bocadillos de queso fundido con bacon.
Es evidente que el decir cuanto es el peso que tienen que ganar las
embarazadas es algo temerario, y es que todo debe ir en función de
pesos, metabolismos, situación en que se encuentre la futura mamá,
etcétera, etcétera.
Pero lo recomendable para no pasarse en el peso es ganar no más de un
kilo .por mes, de forma que se note la barriguita, pero que los michelines
no generen la impresión de que van a ser trillizos. Todo lo demás es
signo evidente de que el menú tiene una cantidad considerable de
calorías superfluas y de que atracamos la nevera con más frecuencia de
la que sería de desear y de la que queremos confesar.
El sobrepeso siempre es un inconveniente a la hora de llevar un
embarazo; esto origina una pesadez e hinchazón de los tobillos que, si lo
que queremos es seguir estando aceptablemente, dentro de las
posibilidades, guapas para nuestros maridos, no es una apariencia
estética que vaya a ayudar mucho. Además que el sobrepeso genera
una serie de dificultades a la hora del momento de la verdad, el parto,
que dificultan su normal desarrollo. Y también está, claro, las famosas y
temidas estrías. Más adelante hablaremos de ellas.
Porque, lo que si es cierto, es que resulta imposible encontrar una
embarazada que se pase con la dieta. Eso dicen ellas; todas juran y
perjuran que huyen despavoridas cuando, de forma casual y sin hacer
nada especial para ello, se acercan por la zona de la nevera y/o la
despensa. ¡Cuánto dinero se podría sacar chantajeando a las
embarazadas que siguen una dieta espartana, pero de las que existen
fotos en la cafetería de “El Corte Inglés” atiborrándose a tortitas con nata!
Pero cuando engordan seis, siete, ocho kilos en un mes, es imposible
que admitan esos kilos son fruto de hacer siete comidas al día y, de ni
ninguna manera, que son un síntoma más de un feliz embarazo.
Hay una excepción, que casi siempre es bien conocida por las personas
que controlan el embarazo, matrona y tocólogo, se trata de la temida, en
todas las épocas de la vida pero muy especialmente en el periodo del
embarazo, diabetes. Esta enfermedad hace que se genere un
considerable sobrepeso en la madre y en el niño.
En este caso hay que llevar un especial cuidado, y sin coñas marineras,
en la alimentación, medicación caso de ser necesaria y ponernos por
entero, y a lo largo de todo el embarazo, en manos de un tocólogo de
confianza.
Como ya he dicho antes, vamos a hablar ahora de las temidas estrías;
una de las múltiples razones por las que no interesa estirar la funda
hasta límites tamaño “king size”. Luego, al intentar volver la piel a su ser
normal se queda arrugada y como de pasa tamaño grande.
Evidentemente no es el paradigma de la estética en las mujeres a las
que les ha quedado esta marca, en la mayoría de los casos producidas
en la época de embarazo. Si se sigue el ritmo al que antes hacíamos
referencia, un kilito por mes, es difícil que se generen estrías. Pero, por si
acaso, un buen remedio para corregir estas malditas estrías, sería el
siguiente:
Utilizar cremas que hidraten (hidratar quiere decir que la piel tiene que
recibir una cantidad suficiente de liquido). Es posible que en muchos
casos, las pieles normales y en mujeres que no estén entraditas en años,
el ducharse con frecuencia pueda servir como elemento hidratante
suficiente.
Pero, por si acaso, no estaría de más que las embarazadas se
pertrecharan, además de otras muchas cosas, de unas buenas cremas
hidratantes.
Y no solo la crema hidratante en si; el masaje que se da a la barriga con
esta crema supone una actividad altamente estimulante que puede
convertirse, llegado el caso, en un estimulo sexual que puede ser muy de
agradecer en esos momentos en que hay una serie de cosas que
producen un cierto reparo.
De cualquier forma, ya hablaremos un poco más adelante del tema de
las relaciones sexuales que no están prohibidas, ni mucho menos. Así
que, en ese aspecto, tranquilas.
La espera suele hacerse larga, normalmente mucho más larga para la
madre, que al fin y al cabo va cargando con el bombo, que para el padre.
Dicen que suele ser un periodo muy bonito, cargado de ilusión y en el
que las parejas suelen vivir momentos de una especial compenetración,
que automáticamente queda borrado en cuanto los niños se empeñan en
dar malas noches y de afinar los nervios de los padres a bases de
demostraciones pulmonares.
Lo cierto es que por muy bonito que sea ese periodo, se hace largo y es
menester amenizarlo con algunos de los antojos, míticos ya por otra
parte que las embarazadas tienen a su alcance y que se encargan de
restregar sin ningún pudor por la cara de cuantos se acercan por sus
alrededores, fundamentalmente el marido.
Decir que esto tiene una explicación científica sería mentir como una
bellaca. Y eso de las manchas... Si, ya saben; eso de que si la
embarazada tiene antojo de fresas y no se le atiende este capricho, la
criatura nace con una mancha en forma de fresa en la pierna o cualquier
otra parte de su cuerpo. Pues, lo cierto es que para nada eso tiene una
explicación que podamos llamar racional; pero, por si acaso, si su mujer
tiene antojo de fresa, haga un esfuercito y salga a conseguir una
docenita de fresas por ahí. Ni que decir tiene que, si de lo que tiene gana
su mujer es de algún tipo de actividad sexual...
Aunque, eso es verdad, hay antojos ciertamente peregrinos de los cuales
se pueden contar muchas cosas. Es posible que algún estudioso del
tema hasta podría llegar a ofrecernos una explicación científica del
porqué se producen esos antojos, seguro que la hay. Pero lo cierto es
que, en la mayoría de los casos, los antojos no pasan de ser caprichos
de niñas malcriadas que quieren aprovecharse de su situación de estado
de buena esperanza para seguir explotando al pobre marido.
Pero que no se preocupen los maridos que gustan de estar soportando
esta situación; cuando acabe el embarazo y el postparto, seguirán
encontrando múltiples excusas, todas ellas sobrecogedoras, para seguir
consiguiendo que el pobre marido les haga su santa voluntad.
Las típicas anécdotas de antojos, las que van desde las fresas para que
no les nazca el niño con una mancha en forma de fresa, hasta las que
hablan de que cuando a una embarazada le apetezca comer manises,
mejor dárselos para que al niño, suponiendo que sea varón, no le salga
el pitito con el tamaño de un maní.
Para mí, tal y como he dicho antes, esto tiene una explicación científica y
racional; y esta no es otra que a las embarazadas les gusta sobremanera
llamar la atención (¡como si no la llamaran ya lo suficiente con la barriga
al aire!). Si ya hay muchas personas a las que les gusta, que disfrutan
enormemente, cuando tienen pendientes de sus caprichos a todo el
personal que habitualmente está a su alrededor; a las embarazas este
sentimiento de disfrute les sube un par de puntos.
Aparte de este afán de llamar la atención, no hay nada que justifique el
mito de los antojos en las embarazadas. ¿Ni liberación de hormonas, ni
necesidad de alimentar al feto, ni gaitas!
Nueve meses es mucho tiempo para según que cosas y muy poco para
otras. Estarán ustedes de acuerdo conmigo en que una de las cosas
para lo que se hace un periodo de tiempo interminable es para echar un
“kiki”. ¿Quién aguanta nueve meses sin volver a sentir (está claro que en
este caso se trataría de volver y no de hacerlo por primera vez) lo que es
darse un buen revolcón?
Pues hay gente que lo hace. Y es que en cuanto empieza a asomar la
barriga ya da como un irremediable pavor a dañar a esa criaturita que
llevamos dentro. Así que, no digo yo los nueve meses, pero siete si que
hay parejas que se han tirado sin darse una alegría p´al cuerpo. Con el
paso del tiempo, para algunas parejas este periodo llegará a ser normal y
hasta corto. Porque en unos cuantos casos, con el tiempo descubriréis,
queridas amigas, que eso que en el periodo de la gestación os parece
que es producto del repelús al que antes hacíamos referencia, se va a
convertir en un periodo entre acto sexual normal y hasta corto con el
paso de los años. Y es que no en todos los casos el vigor de juventud al
que antes hacíamos referencia, se manifiesta en actividad sexual.
Pero lo lógico es que cuando se es joven y tiene todo su vigor sexual en
plena ebullición, estar todo este tiempo sin echar un “mantecao” es
mucho tiempo y crea una mala uva que luego lo puede pagar la criatura
que viene al mundo. ¡Hombre para los muy remilgados, los hombres me
refiero, hay una solución que no vamos a entrar a exponer aquí porque
no es cuestión! También tenemos remedios manuales en los que
tampoco es necesario detenerse.
Pero lo cierto es que el sexo en el embarazo no es ni bueno ni malo, sino
todo lo contrario. Es decir, en nada influye al normal desarrollo del
embarazo el seguir con una vida amorosa normal (y aquí no debemos
entrar en enjuiciar que es lo normal, porque en esta cuestión pocas
actitudes son normales para los demás; me refiero a la actividad sexual
normal que se estuviera siguiendo antes del embarazo).
Aunque es importante tener en cuenta unas premisas, pocas, que si son
importantes. La primera, que la postura del misionero es posible hacerla
hasta los tres o cuatro meses del embarazo; hasta que la barriguilla es
notoria, vamos. A partir de ese momento se puede dañar al bebé. Sobre
todo si la pareja es talla XL
A partir de ese momento, la postura queda a la imaginación de cada uno.
Así que no me digan que no es un momento altamente excitante para la
relación sexual de la pareja (¡Inventarse posturas!); con un poco de
suerte hasta se pueden patentar y pasar a los anales de la creación
erótica de este país.
Yo se que con esto estoy matando las teorías que los seguidores de la
“Cofradía de Mínimo Esfuerzo” y algunas otras sectas de características
similares tienen con respecto al sexo, y más en estas circunstancias.
Pero que le vamos a hacer.
Las cosas son como son y no como a uno le gustaría que fueran. Es
más; si a lo largo del embarazo se indica que existe la posibilidad de
hacer el amor sin ningún tipo de peligros, siempre que se sigan las
normas anteriormente explicadas, en los momentos finales del embarazo
es casi una obligación.
Fundamentalmente si el parto se retrasa, el ginecólogo, salvo que sea
del Opus Dei, recomendará hacer practicas sexuales de forma no tan
moderada; ya que este sano y de los más antiguos ejercicios que se
conocen sirve para lubrificar la vagina y excitar la dilatación tan
necesaria para el momento del embarazo.
Si de paso, podemos darle dos o tres alegrías al cuerpo, pues mucho
mejor. Así que, por si acaso, más vale que el marido empiece a tomar
vitaminas desde el séptimo mes.
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