Conto
0
1.8mil VISUALIZAÇÕES
Completa
tempo de leitura
AA Compartilhar

La mitología guarda secretos

Seguramente nadie lo habría creído si lo hubiera contado, pero, ¿A quién le importa? Mi altanera forma de actuar solo es fruto de una desgraciada e injusta vida que yo no decidí tener.

Nadie tenía fe en mí y las únicas palabras que, con el paso del tiempo acabé creyéndome, siempre eran las mismas: esta achacosa mocosa no sirve de nada.

Probablemente fue en mi decimocuarto cumpleaños que mi vida cambió drásticamente, y todo ello por un único motivo: Funny.

Sí, es cierto, el nombre no es muy creativo. Yo tampoco. Funny es ¿Cómo decirlo? Un cuélebre. Ya sé que el nombre es muy poco propio de una criatura gigante, escamosa y que según lo pintan, se alimenta de humanos, pero él es fantástico.

El día que lo encontré no era un día soleado ni lleno de mariposas y pajaritos, tampoco un día lluvioso y apesadumbrado, era simplemente, un día normal.

No sé si soy una especie de Ayalga maldita que es custodiada por un cuélebre o si solamente sigo siendo esa mocosa achacosa que por casualidades de la vida se encontró una especie de dragón entre los árboles. Pero era feliz.

Funny desprendía un aura de total convicción cuando me miraba, como si esperase algo y estuviera seguro de que yo iba dárselo en cualquier momento. Aquello parecía absurdo pero he de reconocer que en aquellos momentos solo tenía un gran temor en mi vida: Vivir sin Funny.

Como criatura maldita que espera día a día la aparición de su príncipe azul, yo esperaba a cada instante el reencuentro con él. Pero como en toda historia, llegó el momento crucial, la peor parte.

Lo escuché aún a dos kilómetros de distancia, un chillido desgarrador que me atravesó el corazón y me provocó un espasmo. Llegué enseguida y juro por mi vida que desearía no haberlo hecho.

El príncipe había llegado para atravesar la garganta de mi guardián con una espada. La alzaba orgulloso de haber vencido a aquella atroz criatura, ensangrentada y deslumbrante la sostenía con fuerza mientras me dirigía una petulante y orgullosa mirada.

¿Y yo debía de sentirme alagada? En esos instantes mi mente cliqueó y se olvidó de él, prestando toda la atención y con ella mis cinco sentidos, a Funny, quien seguía agonizante en el suelo.

Una de mis diminutas manos se posó sobre su hocico y pude apreciar que me miraba. Con una total incredulidad apoyé mi frente sobre él y pude escuchar sus gemidos cargados de dolor. Comencé a llorar, acompasada por sus sollozos y pude observar como una lágrima le resbalaba colándose entre las escamas diminutas.

“Los cuélebres no pueden llorar” e instintivamente alargué mi mano y le limpié la lágrima.

Su contacto fue ¿Extraño? ¿Especial? Una mezcla de diversos sentimientos increíbles e imposibles de describir para mí. Solo hubo un sentimiento que entendí con total claridad: Amor.

Funny estaba enamorado de mí y un estúpido príncipe azul de cuento se lo había llevado.

23 de Setembro de 2022 às 19:47 0 Denunciar Insira Seguir história
0
Fim

Conheça o autor

Comente algo

Publique!
Nenhum comentário ainda. Seja o primeiro a dizer alguma coisa!
~

Histórias relacionadas