lepquezada Eduardo Quezada

La tierra fue casi destruida, la humanidad y la vida en general casi se extinguió, pero hay un joven que aún tiene esperanzas. Su tío fue raptado y el decide buscar a la única familia que le queda y en el camino, conocerá, descubrirá y se dará cuenta de muchas cosas. Las bestias mutadas, el calor intenso y la muerte constante serán los más fieles amigos de Cero. ¿Salvará a su tío? O ¿Morirá en el intento?


#24 em Ficção científica #5 em Distopia Para maiores de 18 apenas. © Reservados

#peleas-epicas #destruccion #amor #horror #experimentos #monstruos #poderes #muerte #traiciones #peligro-solar
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Capítulo I: ¡Es Imposible!

Recuerdo que, en mi ciudad, la Ciudad Z. la señal de peligro solar se activó dos horas antes de que el sol, mandara una enorme onda de calor masiva, el cual acabo con la gran parte de la población viva del planeta. A mí y a mis padres nos trasladaron a un bunker, donde supuestamente, podríamos pasar la tormenta de calor hasta que el clima se normalizara. Sin embargo, el calor penetro el bunker y el oxígeno se calentó demasiado, lo cual provocó el colapso de algunas personas.


Los militares que nos trasladaron me cubrieron con una manta, de esa que usaban los bomberos. También me dieron una mascarilla conectada a un tanque de oxígeno. Respirar ese fresco fue muy tranquilizante. Vi cómo la gente intentaba acercarse a mí para quitarme el tanque, pero los militares me defendían por alguna razón que, en ese momento no lograba comprender. Intente ver un poco más, mis padres evitaron que lo hiciera y solo me dijeron:
—Lucha —mi padre.
—Sobrevive, a toda costa —mi madre.
El calor se hacía cada vez más intenso. También me era difícil moverme con mis padres evitando que me pasara algo, pero sentí que sus cuerpos obtuvieron más peso al cabo de un rato. Poco después, no mucho, el silencio gobernó el bunker, fue entonces que, comprendí algo que me cambiaria para siempre: todos habían muerto.


No me quité el tanque ni la manta, ya que tenía miedo de que me pasara lo mismo. Poco después escuche una voz fuera del bunker, luche contra el peso de mis padres y me moví, me saque la manta, desee no haberlo hecho; las personas, incluidos mis padres, estaba en el suelo, con los ojos hinchados y rochos, su piel se veía roja, como si se hubiesen hervido desde dentro y algunos estaban en charcos de sangre, algo se les había desecho. Fue algo horrible, muy horrible, más que nada, porque lo presencie a la edad de diez años, fue muy traumante.
Las voces abrieron el bunker y muchos hombres entraron, vestidos con trajes blancos, los cuales emanaban un vapor muy espeso.
—Así que, si sobrevivió, que sorprendente —dijo el hombre que se acercaba poco a poco a mí—. Los experimentos dieron resultado.
Se sacó el casco del traje y me miro a los ojos. Los suyos eran café claro, me miraban intensamente, pude verme reflejado. Cuando se apartó vi en su rostro una cicatriz que recorría todo el rostro, de arriba abajo. Otro hombre me rodeo y se acercó a mis padres, algo me hizo sentir odio hacia él, sentí que algo le iba a hacer al cuerpo inerte de mi madre. Lo seguí; él ya se había quitado el traje por completo.
— ¿Sabes? Tu madre la chupaba muy rico —dijo el acariciando la mejilla de mi madre—. También era la mejor puta del campamento y sabia mover ese enorme culo con una diosa.
— ¡Aléjate de mi madre! —exclame con odio puro. Sentí que algo recorría mi cuerpo, una especie de electricidad, algo muy distinto a la adrenalina.
EL hombre me miró y me sujeto de los hombros.
—Mira niño pedazo de mierda, ahora estas con nosotros y, te guste o no, tendrás que obedecernos, así que cierra la puta boca o tendré que cocértela —dijo. Sus ojos brillaban como una perla.
Lo sujete de los brazos desnudos y el comenzó a estremecerse, no decía nada, solo se retorcía, de pronto, sus ojos dejaron de brillar y tanto el iris como la pupila, se desvanecieron, dejando sus ojos en un blanco total. El Cuerpo cayó al suelo como un costal de papas, inmóvil, petrificado.
—Perfecto, ya no tendré que lidiar con ese idiota —dijo un hombre detrás de mí—. ¡Llévenlo al auto, pero tengan mucho cuidado, que no les vaya a tocar la piel! —ordeno el hombre después de ponerse de pie. Se acercó a mi madre y escuche lo que dijo—: Oh hermana, cómo pudiste terminar así, todo esto es mi culpa, lo siento mucho, ahora yo cuidare de André, lo criare como si fuera mi hijo, estará a salto, te lo juro.
Se levantó y nos siguió.
—André, ahora serás mi hijo y cuidare de ti, ambos acabaremos con este estúpido régimen, debemos matar a los líderes del mundo —dijo el hombre quien se hacía pasar por mi padre.
— ¿Quién eres? —pregunté.
—Soy el líder de la resistencia —dijo—. Lo que paso con el sol, no fue el sol, fue un ataque masivo con una nueva arma que los líderes mundiales crearon hace media década, y acabaron con casi toda la vida del planeta, ahora es nuestro deber ir a Ciudad A, para así poder acabarlos —agregó.
En ese momento no entendí nada, pero con los años, entendí a qué se refería, entendí que era lo que quería hacer, entendí, que yo era la clave para salvar al planeta entero y evitar la extinción humana y animal.

Los años pasaron y ellos continuaron experimentando conmigo, usándome como conejillo de indias par algunas pruebas que resultaban muy dolorosa, otras no tanto. Cumplí veinte años y, mi tío, el Sargento Oliver, me entrego un arma, una escopeta Benelli M4. Cuando paso el tiempo, dos años después de que me llevaran, me ocurrió un accidente y después de eso no recuerdo nada, hasta que me regalaron el arma, sin embargo, no la recibí de manos de mi tío, era una caja entregada por un hombre que jamás había visto en mi vida.
—Es de parte de tu tío, solo que ahora está demasiado ocupado como para poder entregártela el —había dicho el hombre.
Acepte el arma y el hombre se marchó. Un día decidí escapar apara conocer un poco de lo que me rodeaba, porque con el paso del tiempo, después del ataque, todo a nuestro alrededor cambio.
Al regresar, dos días después, encontré el campamento destruido y en llamas, habían sido atacados. Unos militares me sorprendieron e intentaron capturar, por suerte, no llevaban protección en el rostro, lo cual me vino bien. Me la ingenie para tocarlos a todos y así poder librarme de ellos. Justo cuando iba a terminar uno de los militares, dijo algo sobre mi tío.
— ¡No me mates por favor! —pidió hincado.
—Dime una razón por la cual no deba —dije acercando mi mano.
—Tu tío, se dónde está —dijo—. Creo que te puede interesar.
—Habla entonces —dije.
El me miro y se relajó un poco, me miro y hablo:
—La última vez que lo vimos, iba de camino con los líderes, según sabíamos, él tenía un arma moral que podría acabar con todos nosotros con tan solo tocarnos, ahora que te he visto, supe que tenía razón —se puso de pie lentamente con las manos en alto. Me daba mal presentimiento—. Nuestros líderes nos mandaron para acá, querían esa arma, pero no creí que fueras tan efectivo como ellos decían. Tu tío fue capturado poco después de nuestra partida.
— ¿Dónde? —pregunte acercándome al hombre.
—Ciudad A —respondió con seguridad. Su tono cambio, se hizo más engreído.
—Gracias —dije sin dejar de mirarlo.
— ¿Puedo irme? —pregunto con la misma seguridad.
—No —respondí y lo sujeté del cuello. Cuando su cuerpo se hizo pesado lo deje caer—. No podría dejarte ir, la vida de mi tío depende de que nadie sepa que lo busco.


Entre todo el escombro de las instalaciones busque mi habitación y todas las cosas que llegaría a necesitar en mi viaje hasta Ciudad A. Me podría tomar meses e incluso un año llegar hasta allá sin transporte, solo avanzando con mis pies. Por algún motivo, no me empeñe en apresurarme, quizás porque sabía que, si querían esa arma, ósea yo, debían mantener con vida a mi tío, y si no lo hacía, acabaría con ellos, lo cual haría si mi tío no estuviera con vida.

Comencé mi viaje una noche, después de a ver recogido todo lo que me era importante en la habitación, también decidí vestirme como un militar, pero con la cara tapada, no quería que si quiera vieran mi cara, ya que, por alguna razón, las mujeres del campamento me veían y me seguían mucho, cuando ellas me querían abrazar, al contacto con mi piel morían, era algo que no me gustaría volver a ver.

Camine y camine, día tras día, lluvia tras lluvia, viajando solo de noche, para evitar el intenso calor de cincuenta grados centígrados, que por la noche descendía a treinta y tantos grados. Pocos días después, encontré un termómetro de eso que usan para medir el calor del habiente.
A los pocos días encontré una entrada a lo que parecía uno de los viejos bunkers a los que mi padre me llevaba de paseo, donde experimentaban conmigo. Me acerque para tocar la puerta y saber si había alguien quien pudiera regalarme un poco de agua. Llevaba tres días sin beber una gota de agua y ya comenzaba a sentirme cansado, con calor, seco.
— ¿Quién es? —preguntaron del otro lado de la puerta.
Me quede en silencio sin saber que decir, no podía decir mi nombre, no podía decirles quien soy en realidad.
—Soy Cero —respondí.
— ¿Qué buscas aquí? —preguntó el hombre. Este sonaba rudo, serio, sin intenciones de dejarme pasar. Yo tampoco la haría si supiera quien soy, de que soy capaz.
—Solo un poco de agua, tengo tres días sin probar una gota —respondí como normalmente lo haría.
— ¿Quién viene contigo? —preguntó y una ventanilla larga se abrió en la puerta.
—Nadie, solo yo —dije.
— ¿Armas?
—Solo una escopeta sin balas —dije. Las alas las use una de las veces que personas extrañas y mutadas por la radiación que causo la explosión de casi todas las plantas nucleares del mundo, algunos nos hicimos inmunes a esa radiación.
—Tendrás que dejarla junto con tus cosas en la puerta, para que sean revisadas para saber si traes algo que pudiera afectar nuestra armonía ¿estás de acuerdo? —dijo.
—De acuerdo totalmente.
La puerta empezó a hacer ruidos, entendí entonces que estaban quitado los seguros que ellos mismos colocaron en la puerta, así podían evitar que alguien más entrara. La pesada puerta se abrió poco a poco, dejándome ver a una persona vestida en traje militar negro y una gran arma de asalto.
—Pasa —ofreció con una mano estirada sin sostener su arma.
—Gracias —dije y entregué mi mochila y mi arma a la persona que me pedía las cosas.
—Podrás quedarte aquí un par de día en caso de que llegases a necesitarlo —dijo el hombre que recibió mis cosas.
—De nuevo gracias.
Una chica apareció y me pidió que la siguiera. Ella bajo las escaleras por las que había subido, termino de bajar y me espero a que yo lo hiciera también por completo, ella se adelantó un poco y se volvió para mirarme.
— ¿Qué sucede? —pregunté.
Ella no dijo nada, solo se me quedó mirando. Solo la mire y ella acerco su mano hacia mi mascara.
—Oh, entiendo —dije.
Me quite la máscara y la sujete a mi cinturón, ella intento tocarme el rostro, como todas lo llegaron a intentar. La detuve y ella salió del trance extraño que mi rostro les ocasiona.
— ¿Qué sucede? —pregunto una chica de cabellos morados, supuse que teñidos, vestía en traje de baño, también llevaba muchos tatuajes de cosas que vi cuando tenía diez años.
—Iba a tocarme la cara, no puede nadie hacer eso —dije, la miré a los ojos y ella rio un poco—. No es porque no me gusta, es porque no se puede.
—Entiendo lo que sientes —dijo mirándome—. Elena yo me encargo de él. Sígueme, tengo que hablar contigo, así como lo hago con todos los nuevos que entran a nuestro bunker.
—Entiendo, te sigo —dije. La chica se movió hacia el lugar donde dice que habla con los demás y yo la seguí.

Llegamos a su oficina o habitación, no supe con certeza que era en realidad y ella se sentó detrás de una mesa. Me ofreció la silla frente a ella con la mano, yo acepté.
—Bueno te traje aquí porque quiero hablar contigo sobre algo que está sucediendo —dijo la chica—. Hace unos meses, se escuchó un rumor acerca de un tipo que anda por la vida matando gente en los bunkers de refugiados, y creo que debo investigarte antes de dejarte andar libre ¿estás de acuerdo?
—Por supuesto, no veo problema en eso, pregunta lo que quieras —dije mirándola directamente a los ojos, ella me sostuvo la mirada, pero no soporto mucho. Se sonrojó
—Bien, la primera pregunta que hago es: en caso de un ataque de dicho tipo, ¿Qué harías? —dijo sin dejar de mirarme, pero de nuevo aparto la mirada.
—Ayudaría a enfrentarlo, defendería el lugar que me acogió —dije.
Era verdad, no podría permitirme perder un lugar que me dio refugio, no de nuevo.
—Muy bien, me gusta tu respuesta —dijo. Escribió algo en su libreta para después observarme de nuevo, yo estaba distraído observando todos los arreglos que tenía en la habitación. Había algunos cuadros de videojuegos que llegue a jugar cuando niño—. ¿Te gustan?
—Me traen recuerdos —dije—. Recuerdo ese, el Minecraft, lo jugaba con mis padres cuando tenía diez, antes de que todo esto pasara —ella frunció el ceño con algo de confusión—. Este otro, el Watch Dogs, me gustaba mucho, era tan bueno que lo pase tres veces.
—Oye, no quiero sonar extraña —dijo, me miro y se acercó—. Esos juegos son de hace cuarenta años.
La mire atónito ante lo que había dicho. Eso era imposible, lo que paso con el sol, o mejor dicho con los gobiernos paso hace diez años, no pueden ser juegos de hace cuarenta años.
—Pues sí que suenas extraña, yo los jugaba hace diez años, antes de que todo pasara.
—Toda la devastación por el calor, ocurrió hace cuarenta años —dijo.
Mi corazón comenzó a acelerarle. Ella noto mi preocupación. Comencé a sudar, las manos me temblaban, no podía ser cierto. Mi visión se tornó borrosa. Me puse de pie y caí, ella se me acerco.
— ¡No me toques! —exclamé.
Ella retrocedió.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó. Su voz sonaba distante, algo encajonada.
—Eso creo —dije. Me puse de pie y me llevé la mano derecha a la frente—. Creo que algo no está bien. Debo irme.
— ¡No, espera! —exclamo la chica sujetándome del brazo. La tela de mi traje militar evito su muerte—, por favor no te vayas, necesito hablar más contigo.
Mire sus ojos, denotaban intriga y curiosidad, era algo extraño, poder leer los sentimientos de una persona con solo ver sus ojos. Además de eso, podía ver que sentía algo de afecto, pero no era como el que la chica que me recibió sintió cuando vio mi rostro.
ME ayudo a sentarme de nuevo para seguir con las preguntas.
— ¿Quieres algo de beber? —preguntó, hasta que por fin lo preguntó.
—Un poco de agua me vendría bien, tengo tres días sin probar una gota —dije.
—Eso no es verdad, nadie sobrevive tanto sin agua ni comida con este calor, incluso viajando de noche —dijo.
—Bueno, solo necesito tomar agua cada cierto tiempo, la comida no me es necearía del todo —dije. Tome el vaso con agua que me entrego. Vi que de los cajones de su escritorio saco un vaso, una jarra llena y me sirvió—. Digamos que fui una modificación genética de un grupo del gobierno para así, lograr la mejor arma.
—No entiendo a lo que te refieres —dijo mirándome con más curiosidad.
— ¿Alguien aquí, tiene “poderes”? —pregunte acercándome a ella.
—Sí, más de uno. Los que nacimos hace veinte años, tenemos algunos poderes, pero nadie tiene más de uno —dijo.
— ¿Qué clase de poderes tienen?
—Yo puedo mover cosas con mi mente —dijo moviendo mi vaso hacia mi mano derecha.
—Interesante, puedo hacer lo mismo —dije devolviendo el vaso vacío.
—Supongo que somos iguales —dijo sirviendo más agua.
—No, no somos para nada iguales, te lo aseguro —dije mirándola servir el agua—, Ustedes solo tienen un poder, de los cuales son diez.
—Sí, ¿Qué intentas decir? —preguntó.
<<Me alegro que preguntaras, puesto que, yo poseo todos los poderes>> dije en su mente.
Ella escupió el agua que acaba de tomar.
— ¡Eso es imposible! ¿Quién eres?
—Me llaman…, Cero.

25 de Junho de 2022 às 08:37 5 Denunciar Insira Seguir história
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Alejandro Aquino Alejandro Aquino
Quizá un consejo que pueda brindarte consiste en dedicar un mayor empeño a la ambientación de tus narrativas, así como a cultivar un lenguaje más refinado. Sin embargo, más allá de tales consideraciones, tus relatos resultan intrigantes, manteniendo a la audiencia inmersa y proporcionando deleite, que es, en última instancia, la razón de ser de quienes nos entregamos a la pluma. Te felicito y te insto a perseverar en este noble camino. Permíteme ofrecerte un ejemplo más preciso que pudiera ilustrarte. Cuando decides enmarcar un escenario, como un jardín, ¿Qué elementos lo componen? No insistiré en la necesidad de describir el verde del césped, mas tal vez se deba prestar atención a ciertos detalles, como una maceta de tonalidad terrosa, un pino añejo o el césped sin segar, donde uno podría tropezar. Los aromas, ya sea la tierra húmeda o reseca, y las sensaciones, aunque triviales, enriquecen nuestra facultad de imaginar. Asimismo, no subestimes la importancia de los olores. Son estas minucias las que, aunque insignificantes en apariencia, enriquecen nuestro mundo imaginario. Continúa así; tu estilo me agrada de sobremanera. Dentro de mi obra principal, quizá halles algún ejemplo que pudiere servirte de guía, siempre y cuando decidas incorporarlos, por supuesto. Es una obra de densa envergadura, no me aventuraré a solicitarte que la leas, jajaja, pero tal vez puedas echar un vistazo ocasional, pues mi pericia se centra en este aspecto. Te envío un cordial saludo, de dimensiones considerables.
September 25, 2023, 01:52

  • Eduardo Quezada Eduardo Quezada
    Muchísimas gracias. Son consejos que valoro y pondré en práctica en mis próximos relatos September 25, 2023, 02:29
Leonardo Nin Leonardo Nin
Excelente primer capítulo 👏👏👏👏👏
January 23, 2023, 08:00

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