me hace ruido blanco.
En él dialogan bufones y doctores,
a los primeros les sangran los zancos.
Del cielo bajaron las aves peregrinasa
enjaular su canto por semillas de oro,
conmovieron almas dóciles y libertinas
por encargo de diestros en el indecoro;
el silencio y el vacío de la incertidumbre
nunca habían sido tan bellos como ahora.
Estáticos en medio de una encrucijada,
¿a qué precio la vida, al acecho las horas?
Y aunque era necesario este encierro,
las montañas que vi como rubor
reflejado en un velo de novia,
hoy las encuentro cortina de hierro.
Mi habitación es un reloj de arena
horizontal, un azul obnubilado
hace a mi claridad. Su voz serena
extraño y quiero que esté a mi lado,
pero en las tierras del olvido está,
cual viuda triste su patria me aparece.
Mi lágrima es una camelia rosa
bajo el manto negro que acontece;
he soñado con aguas turquesas
y mis esperanzas llegando a sus pies.
Recuerdo que le hice una promesa:
que así sea con remos por ella me iré.
¿Qué más? Me río para tapar los miedos.
Aparentar un día más que estoy tranquilo…
hasta que empiecen a flaquear horneros
por taparles la puerta del nido.
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