beyondlovefiction BeyondLove Fiction

Ashton Walker es un fotógrafo profesional. Introvertido y algo torpe en sus interacciones sociales, su idea del trabajo perfecto son paisajes naturales o agradables eventos donde su presencia pasa desapercibida por los demás. Actualmente desempleado y con deudas pendientes, suspira aliviado cuando descubre un correo para una nueva oportunidad, pero... lo último que esperaba ver eran las palabras "desnudo" y "juguetes sexuales" en la propuesta. Elliot Frost es un modelo erótico. En sólo dos años, ha formado una cantidad considerable de fanáticos con el número de fotos y videos que ha subido a su OnlyFans y su cuenta bancaria lo aprecia... bastante. Sin embargo, tras una experiencia aberrante con su anterior fotógrafo, no tuvo otra alternativa que buscar una rápida y eficaz solución. Y dicha solución tiene nombre: Ashton Walker. Dos hombres con personalidades muy distintas y con una brecha notable de edades, ¿cómo surgirá el amor en esta historia? Sogas y Encajes es una historia romántica, con temáticas significativamente picantes y subidas de tono, con muchos divertidos juguetes, un hurón y un final feliz asegurado. Se recomienda discreción. Todos los derechos reservados. No se aceptan adaptaciones ni distribución de ningún tipo, bajo ninguna excusa.


#11 em LGBT+ Para maiores de 18 apenas.

#romance #erotico #lgbtq+ #drama #+18 #contemporaneo #chicoxchico #bl #boyxboy #gay #romancegay #gayromance #gayboys
284
48.8mil VISUALIZAÇÕES
Em progresso - Novo capítulo A cada 30 dias
tempo de leitura
AA Compartilhar

Capítulo 1 - Acéptame

Observo con el ceño fruncido la pila de cartas apiladas frente a mis zapatos deportivos sucios y gastados, todavía sofocado y sudando en abundancia por mi carrera matutina, deseando tener el poder de disparar rayos láser con mis ojos para incinerarlas hasta que no queden más que cenizas. Todas tienen sellos rojos y palabras en mayúsculas, por supuesto, porque a eso se ha reducido mi vida en el último año gracias a la cuarentena y la repentina, pero devastadora aparición del virus innombrable. No hay nada mejor para comenzar el día que leer avisos de deudas no liquidadas y amenazas de evicción. Ni siquiera he tomado mi primera taza de café, maldita sea. Gruño, impotente y desanimado, inclinándome para levantarlas y arrojarlas sin cuidado en mi modesto comedor, subiendo las estrechas escaleras hacia mi habitación.

—¿Spaghetti? —llamo, porque no está en su cama, donde la dejé durmiendo pacíficamente esta mañana antes de salir a correr.

No me sorprendo cuando su cabeza peluda y blanca como la nieve emerge entre el bulto de mis sábanas oscuras, pestañeando adormecida y luciendo inocente. A pesar de que la he reprendido en varias ocasiones por saltarse las normas de espacio personal, no puedo evitar reírme y negar divertido por su descaro y que, además, tenga las bolas (u ovarios… porque los hurones hembra los tienen, ¿no?) para no importarle un carajo las consecuencias de sus travesuras. No me vendría mal contagiarme un poco de su actitud.

Compruebo que sus tazones estén llenos de comida y agua, limpio sus desperdicios de la caja y vierto más arena. La bolsa está casi vacía y hago un cálculo veloz, tratando de recordar mi balance bancario para determinar si me alcanza para comprar otra o si debo morirme de hambre esta semana también. Cierro los ojos y me centro en pensamientos alegres y positivos, porque es eso o llorar y me rehúso a caer en la desesperación que ha estado respirando en mi nuca como un pervertido cuando allá afuera, quizá, una oportunidad esté esperando por mí.

«Solo debo tener paciencia, eso es todo.». Repito por milésima vez en mi mente con frágil optimismo.

—Ya hemos hablado de esto, señorita —la recojo, acariciando su pelaje suave y espeso, colocándola con suavidad en su nido construido con un cojín blando y una esponjosa manta rosa con lunares negros—. Aquí es donde se supone debes dormir, sé una buena chica y quédate —la señalo, poniendo mi mejor expresión severa. Su respuesta es olfatear mi dedo con desinterés, para luego encorvarse en una bola y proceder a ignorarme.

Suspiro, asumiendo la derrota, nunca he podido ganarle en una discusión. Me desvisto, depositando mi ropa empapada en el cesto y me encierro en el baño. La ducha es breve, pero satisfactoria, barriendo la suciedad y la transpiración de mi piel y cabello. Me quedo bajo la cascada cristalina por unos minutos extra, analizando las alternativas de mi precaria situación. Mi anterior agencia tuvo que “dejarme ir” (así fue como lo manifestó el amable encargado de Recursos Humanos) debido al súbito declive de la economía en el país, pateando mi pobre y desprevenido trasero a la calle, sin un plan B o salvavidas. Fue duro, pero empeoró cuando lenta y agonizantemente mis bolsillos se fueron vaciando sin que pudiera hacer algo al respecto.

Buscando con urgencia una solución instantánea a tal catástrofe, descubrí páginas en Internet donde pude subir mis fotografías para venderlas o subastarlas, pero con ese penoso ingreso apenas tengo lo justo para sobrevivir y mantener a Spaghetti. Quién diría que los simpáticos ciudadanos californianos no son grandes aficionados de las imágenes con paisajes y panoramas naturales. Y qué lástima que precisa esa es mi área de experticia. Mis padres me han asegurado que puedo mudarme de vuelta con ellos cuando quiera, pero el simple hecho de imaginar sus constante invasiones a mi privacidad e interrogatorios intrusivos, aunque sean con las buenas intenciones que ellos alegan, me causa escalofríos y una jaqueca para la que no tengo analgésicos.

Amo a mis padres, pero la distancia presencial es una estrategia muy necesaria que he usado desde que tengo uso de razón para que la relación entre nosotros no muera o se marchite.

Cierro el grifo, decepcionado al no haber sido capaz de encontrar un arreglo a esta etapa que ruego sea temporal y obtengo una toalla del estante en la pared para secarme, atándola alrededor de mi cintura cuando termino. En mi clóset, me decido por un pantalón de chándal y una sencilla camiseta, descendiendo a la cocina para preparar mi desayuno. Un sándwich de pan integral con jamón de pavo y un vaso de leche descremada después, me siento en mi diminuto y tambaleante escritorio, encendiendo mi laptop para revisar mis redes y otras cuentas donde tengo mis obras en exhibición. Impido que la tristeza se instale en mis hombros al detectar los ceros en cada una de ellas, sacudiendo los brazos como si pudiera deshacerme corporalmente de los sentimientos dañinos y frustrantes.

Realizar capturas de la naturaleza no es lo único que hago, ya que también admito solicitudes para eventos recreativos, como bodas o celebraciones benéficas, pero siempre dudo en implicarme. Soy introvertido de nacimiento, prefiriendo la tranquilidad, el silencio y los ambientes relajantes donde puedo soñar despierto y ser yo mismo sin la ansiedad persistente por encajar y adaptarme. Mi idea de entretenimiento no son clubes exorbitantes, multitudes escandalosas, alcohol en exceso ni sexo con desconocidos. Todo lo contrario. Dame un libro, chocolate caliente con malvaviscos, horas de soledad y seré el hombre más feliz del planeta. Ahora, sin embargo, no me puedo permitir el lujo de ser quisquilloso o selectivo. Si me piden filmar un lanzamiento de paracaidismo, tendré que pasar por alto mi terror a las alturas y hacer el trabajo.

Me paso una mano por el cuello, masajeando los nudos allí producidos por el estrés, resuelto a no desilusionarme y entonces me desplazo a la bandeja de entrada de mi correo electrónico. Primero, surgen los usuales mensajes publicitarios. En Amazon son expertos en eso, enviándome recomendaciones de nuevas cámaras en el mercado a diario, provocando que la envidia revele su fea y verde cara porque no tengo dinero en abundancia, mucho menos para derrochar en caprichos pasajeros. Igual visito los enlaces porque, al parecer, soy un masoquista. Al seguir inspeccionando, hallo tres del banco que omito para preservar mi salud mental y uno de un remitente que no reconozco. Es de un tal FrostyCream96 (¿qué clase de ridículo seudónimo o alias es ese?) y el asunto lee: “Propuesta. Por favor, contestar con la mayor prontitud posible”.

—Huh —soplo, para nada asombrado. Aun así, una llama de esperanza y emoción hace chispas en mi pecho y me apresuro en abrir el e-mail. La inicial y superficial lectura que hago no me ofrece datos fuera de lo habitual. «Oh, gracias al cielo», pienso con alegría, el estruendo de una máquina tragamonedas reproduciéndose en mi cerebro. No obstante, cuando retrocedo y vuelvo a leer, esta vez con detenimiento, oración por oración, letra por letra, mi corazón ejecuta un salto triple, se aloja en mi garganta y me atraganto con mi propia saliva, casi mordiendo mi lengua en el proceso—. ¡¿Qué demonios?! —le grito a la pantalla cuando me recupero, estupefacto y avergonzado al mismo tiempo.

¿Por qué? Porque, Dios mío… ni siquiera sé cómo describirlo.


De: [email protected]

Para: [email protected]

Asunto: Propuesta. Por favor, contestar con la mayor prontitud posible.



“Sr. Ashton Walker, mi nombre es Elliot Frost.

He visto varias de las fotografías que ha publicado a través de sus medios sociales y debo admitir que estoy impresionado. Tiene un gran talento y me gustaría contratarlo, pero antes, debo advertirle que hay ciertos términos, condiciones y temas que debo dejar en claro para que no se generen malentendidos ni inconvenientes en el futuro, siempre y cuando se atreva a aceptar mi oferta.

Verá, soy un modelo. No uno… “convencional”, como a muchos les encanta categorizar. El contenido que le proporciono a mi audiencia es de carácter erótico. Fotos y/o videos en donde me muestro desnudo, probablemente utilizando juguetes sexuales, sogas, encajes, etc., por comisión. Concretamente: me pagan por compartir material explícito para adultos. Sé que usted no se especializa en este ámbito, pero le ruego no se precipite y preste atención a lo que puedo garantizar.

En caso de que esto sea demasiado y escoja no facilitar sus servicios: Por favor, envíeme su rechazo para que pueda continuar explorando opciones y no divulgue la información aportada en este correo.

En caso de que su réplica sea ‘sí’, deberá atenerse a lo siguiente:

—El contacto físico, bajo ningún motivo, excusa o justificación, está autorizado. Sin importar la índole de mi profesión, es un trabajo como cualquier otro, así que deberá respetarlo.

—Comentarios denigrantes, racistas, homofóbicos, etc., están estrictamente prohibidos. Si usted es un imbécil intolerante, por favor, váyase a la mierda porque yo no soy el problema y tampoco consentiré esa porquería en mi propia casa.

—Exijo puntualidad. Tengo una agenda ocupada y me fastidia tener que lidiar con retrasos.

—Si no puede asistir a una sesión, deberá notificarlo con uno o dos días de anticipación. Así podré aplazar y reorganizar mis compromisos.

—Si durante las grabaciones usted tiene una erección, tiene permiso para aliviarse en uno de los baños que dejaré a su disposición. Yo no, reitero: NO voy a “encargarme”. Si insiste, me veré en la obligación de llamar a la policía y presentar cargos por acoso/asalto sexual, si es que mi mánager no le patea el culo antes por propasarse.

—Mi número telefónico y otros medios de comunicación son exclusivos para cuestiones laborales.

—No toleraré, en absoluto, que me obsequie regalos o mercancía relacionada a mi trabajo para que los “pruebe”. Los encargos de mis clientes son en línea, así que, si quiere que haga un show para usted, deberá solicitarlo y pagar como los demás.

Si en algún momento uno de los requisitos anterior mencionados es violado o quebrantado, su despido será inmediato. Adjunto a este correo está el contrato, donde se especifica el pago y el horario que deberá cumplir. Discútalo con su abogado antes de firmarlo.

Si necesita que aclare algo, siempre tengo mi móvil a la mano. No dude en contactarme. Y, por cierto, mi usuario en OnlyFans es: FrostyCream.

Atte.: Elliot Frost”.



—¿Imbécil intolerante? —jadeo con perplejidad. Esto es tan insólito que me está costando creerlo—. Debo darle crédito, no teme ser directo —me susurro a mí mismo y eso es un eufemismo, claramente este tipo no tiene un filtro cerebro-boca funcional. Pese a todo, no puedo evitar admirarle.

Cliqueo el archivo anexo al mensaje, echándole un vistazo para comprobar la documentación que debo proveer, así como los otros lineamientos legales que él no expuso en la carta digital. Es entonces cuando, casi al final de la última página, el salario sale reflejado en negrita y oh, dulce bebé Jesús, mis ojos casi salen disparados de sus cuencas.

—¡¿Mil quinientos dólares por sesión?! —le grito a la pantalla de mi ordenador por segunda vez, pasmado e impactado, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua.

Me quedo petrificado en esa posición, mis dedos temblorosos flotando encima del teclado y el ratón, el pulso latiendo fuera de control por mis venas y, maldición, podría tener un orgasmo ahora mismo, en medio de mi sala de estar y sin haber tocado mi pene. Es la sorpresa más espectacular que he obtenido en años, pero… ¿quién diablos es este sujeto? ¿Cómo demonios tiene tanto dinero? ¿Y qué exactamente le llevó a ponerse en contacto conmigo sabiendo de antemano que fotografiar a personas desnudas y realizando actos sexuales explícitos no es mi actividad profesional?

Inundado de curiosidad, investigo. Las cuentas con su nombre real están privadas, por lo que escribo FrostyCream en el navegador. Accedo primero a su Twitter e Instagram, examinando las fotos. La mayoría son bastante insinuantes: muslos desnudos, el arco de sus tobillos, pecho cubierto con una camisa tan translúcida que sus pezones castaños son perceptibles. ¿Algo que todas tienen en común? No muestra su rostro. Ni siquiera un indicio coqueto de su barbilla o perfil. Nada. Trago grueso, ingresando finalmente en su OnlyFans, sólo para decepcionarme, porque todas las publicaciones están bloqueadas, el sistema invitándome a subscribirme con una membresía mensual de treinta y cinco dólares para transmitir el contenido.

Las cifras que puedo ver son sus seguidores: dos punto seis millones.

La cantidad de “me gusta”: uno punto ocho millones.

Fotos: dos mil trescientas.

Videos: ochocientos cuarenta.

Siento a Spaghetti frotarse contra mis piernas. La cargo y acaricio con aire ausente ese lugar sensible detrás de sus orejas que causa que sus párpados caigan somnolientos y agite la cola con regocijo.

—Buenas noticias, bebé — anuncio con un nudo de nervios revolviéndome el estómago, pero sonriendo tan duro que mis mejillas duelen.

Ella sólo resopla y me ignora de nuevo.

7 de Janeiro de 2022 às 22:54 3 Denunciar Insira Seguir história
53
Leia o próximo capítulo Capítulo 2 - Conóceme

Comente algo

Publique!
Swimix • Swimix •
Me encantó lo de: "Si usted es un imbécil intolerante, por favor, váyase a la mierda porque yo no soy el problema". Fui tipo: GRITALO REY 🛐 Admiradora de Elliot desde ya ✌️✨
January 10, 2022, 06:01
KF Kym Freak
Señor Jesús, apiadate de mi, que Yogurt me va a matar.
January 08, 2022, 06:28
Cherry Blossom Cherry Blossom
Esto se viene fuerte jajajajaja desde ya amo a Elliot, y parece que Ashton será un terroncito de azúcar todo tímido 🥺.
January 08, 2022, 02:44
~

Você está gostando da leitura?

Ei! Ainda faltam 21 capítulos restantes nesta história.
Para continuar lendo, por favor, faça login ou cadastre-se. É grátis!