sccaurmo I'm Ok

En medio de una de las peores experiencias de su vida al quedar atrapado en una helada cima, Ezequiel, un escalador se encuentra con una desconocida criatura humanoide. Al borde de la muerte por hipotermia, lejos de causarle temor su extraña compañía, despierta en su interior emociones y sentimientos que nunca se había permitido a sentir. Este relato es un viaje por ese momento en que nos damos cuenta que estamos conscientes de nuestro encierro, en negación de algo como nuestra sexualidad como es el caso expuesto, y no hacemos nada para salir de ahí. Espero se tomen el tiempo de pasarse por aquí y más aún que les guste.


LGBT+ Impróprio para crianças menores de 13 anos.

#fantasia #ángel #371 #310 #gay #sobrenatural #juvenil #347
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Consciente, Varado y Congelado.

Él era un ángel, uno del infierno, la gran cantidad de hemoglobina en su sistema provoca en su dorada piel detalles bronce como ramificaciones bajaran por sus extremidades, pequeñas manos y pequeños pies, demasiado delicados, de estatura promedio baja, delgado pero marcado cuerpo, como para tomarlo entre las manos pero también para definir pieza por pieza sus relieves a caricias por toda la extensión; fino rostro demasiado simétrico, sus ojos ovalados un tanto grandes pero lo correctamente hundidos para crear esa sombra inhumana que los rodea, su nariz delgada y perfilada, sus labios abultados y notorios aun cuando casi desaparecen cuando sonríe mostrando su dentadura afilada como para destrozar piel y hueso al mismo tiempo.


A simple vista es humano, sin embargo la ondulada maraña de su cabellera blanquecina esconde la evidencia intrínseca de su naturaleza, desde su frente emergiendo de su cráneo como un delfín sale del agua, una estructura ósea, cuernos que acaban en la base de su cabeza, adorable y curioso, sin embargo letal si se lo propone, paso demasiado tiempo antes de dejar salir a la vista una quinta extremidad frente a él, un apéndice delgado y ágil, de más de un metro de largo con una punta capaz de destrozar cualquier material, suave cuando te acaricia con él, una cola por así decirlo.


—¿Quién eres? —le preguntó la primera vez que le vio.


—Él que llega después es el que posee el deber de identificarse —fue su respuesta.


A kilómetros de altura, en la oscura noche con cada centímetro de su cuerpo en congelamiento, cuando aquel ser se adentro a la cueva, al principio, el alpinista no supo a que se refería, luego entendería que él se refería a la existencia, él era eterno y un simple hombre siempre llegaría después.


Con miedo aquel día se acerco, a gatas pues el equipo de rescate nunca había llegado, la comida había faltado mucho después de que su respiración fuera lenta, sentía la necesidad de tocarlo para saber si era real. La criatura se agacho a su altura y su cálida mano acabó en su rostro en una caricia que aliviaba el frío.


—¿Cuál es tu nombre? —preguntaba la criatura cayendo de rodillas dejando a él desplomarse sobre si apoyando su cabeza sobre sus piernas —. Yo soy Cin, y tranquilo, te cuidare —afirmó.


Su voz era calmada, baja y algo carrasposa, pero al escalador le provocaba pura y efímera calma, como si se entregara a los brazos de la muerte se hundió en un profundo sueño.


En la oscuridad, su acompañante era una sombra, una silueta oscura, sin embargo al abrir los ojos de día, con la luz siendo reflejada por el hielo le vio, y quedo prendado con su aspecto. Cin era una criatura de miles de años, tantos como el universo, vivía solo en esa alta montaña jamás escalada por esa zona pero conocía todas las respuestas. El escalador tenía como nombre Ezequiel, el otro le llamaba Izzie porque sonaba mejor, a veces era aniñado, otras se veía sumido en una eterna tristeza. A partir de su llegada aunque no había comida ni fuego para dar calor, ya no había frío ni hambre, no había dolor o sufrimiento.


La primera vez que Cin le sonrió Ezequiel dio un brinco alejándose de él, a pesar de su exótica piel, la verdad nunca había notado lo alejado de la humanidad que su compañero se encontraba. En ese entonces comenzó a tratarle con recelo, sin embargo el día que una sombrías criaturas, altas de largas extremidades con garras enormes que destrozaban el hielo y gritos agudos que provocaban derrumbes llegaron él lo defendió destrozándolas en su totalidad, era increíble como un día podía acabar lleno de negruzcas vísceras y al otro asustarse por los fuertes resplandores de los relámpagos acabando acurrucado entre los brazos del otro. Las noches más tranquilas solo veían las estrellas.


—¿Por qué te gustan las estrellas? —preguntó una vez Cin.

Ezequiel siempre insistía en verlas.


—Están muy alto, siempre he querido llegar a ellas —explicó.


La criatura haría una mueca de desagrado —. Lo más alto no es bonito —al fin dijo.


—¿De allá vienes? —apoyándose en su codo para verle desde arriba preguntó.

—No puedo decirte —respondió viéndole a los ojos.


Ezequiel suspiró y llevo su mano a acariciar la mejilla del adverso —Lo sé, pero... —era tan cálido y suave su piel que solo deseaba estar más cerca de él —¿Qué te trajo aquí? —necesitaba respuestas.


Respuestas que Cin no podía darle, con sus manos la criatura le acercó juntando sus frentes, allí lo vio todo, como “Cin” era abreviatura para el numero “cinco”, que era parte de la identificación arcaica “5P”, que era al mismo tiempo “SP”, un perfecto antagónico de una entidad eterna que se guardaba.


—Estoy aquí para ti, para mantenerte a salvo, para... —sus palabras se frenaron.


El escalador siempre se caracterizaba por hacer lo que nadie había hecho, no quería saber más por lo que tan solo le calló de la manera más espontánea haciendo lo que nadie hacia, le besó. Sus labios eran tan suaves como su piel, tenía un sabor diferente no era dulce pero era vicioso; siguió besándolo durante más de un minuto, se separó solo por la extrañeza del asunto.


Por primera vez en días sentía pesada su respiración, pero no era sofocante, al contrario.


—Siento eso —murmuró Cin.


Ezequiel ladeó su cabeza confundido —No entiendo ¿Por qué te disculpas? —cuestionó.


—Yo lo quería demasiado y pasó ¿No funciona así? —era la primera vez que el ser que todas las respuestas tenia sacaba una duda.


Él hizo una mueca divertida —¿Lo hace? —terminó por sonreír, casi riendo, eso no importaba —. Yo lo quería, eres el ser más hermoso que conozco —admitió.


Cin sonrió dejando de lado enseguida el gesto, no borraba de su mente como le había aterrado —No soy como tu —solo dijo.


—Lo sé, por eso lo digo, me encanta lo diferente que eres —para callarlo solo volvió a unir sus labios.


Era totalmente sincero, no le importaba sentir con sus manos cada centímetro de él notando que era recíproco; frases sinceras los llevarían a cada vez más frecuentes besos, roces que no parecieron indebidos al estar en la soledad, y como buen explorador se hundió en lo que nunca había sido explorado descubriendo cada vez mas del maravilloso ser que tenía como acompañante.


Aunque hubiese invasores no deseados o pasaran solos los enteros días, siempre acababan recostados uno al lado del otro, solo disfrutando del calor conjunto. Aunque nunca había estado con algo, o alguien, como él era demasiado sencillo acostumbrarse; chocar con sus cuernos entre caricias, eso siempre a Cin molestaba, que la cola ajena con confianza se enroscase en su pierna o que en medio de un beso acelerado sus dientes diesen con sus labios y le cortase llenándoles del salado sabor. Era feliz en ese lugar recóndito.


El final fue más oscuro y raro que cualquier experiencia anterior.

—Actúas raro —soltó el alpinista al notar que estaba distante —¿Todo bien? —cuestionó.


Le abrazaba por la espalda y le llenaba de besos suaves, cargados de afecto.

—Izzie, nunca has querido bajar ni subir —no fue una pregunta, fue una extraña afirmación.


Contrariado miró primero al cielo, la cima era visible luego miró a la deriva, era la nada misma.


—Me siento bien aquí —murmuró inseguro.


Para ese punto muchos días habían pasado, si Ezequiel intentaba contarlos podía llegar a ser un años o mas; Cin no lo iba a admitir, pero había hecho lenta su estadía luego de que ciertas cosas se presentaran, nunca había pasado nada como eso en toda su existencia, pero sabiendo que no estaba bien el tiempo de ambos se agotaba.


—¿Crees que es bueno qué estés aquí? —cuestionó dándose vuelta abrazándole por su cuello.


A su estatura fácilmente podía el más alto besar la frente del mas bajo sin decir nada.


—Para alguien que siempre quiso alcanzar las estrellas, no has llegado muy lejos —sus palabras le dolían.


Que sus ojos se humedecieran parecía imposible por la temperatura pero pasó, escondió su rostro contra su cuello dejándose hundir en su aroma.

—¿Por qué siempre te ha gustado la soledad? —seguía con sus preguntas —¿Quien es ella? —se le escapó.


Que la penúltima pregunta sonara como una voz diferente a la que debería le daba sentido a la siguiente, se extrañó pero también se dio cuenta que desde que él había llegado no pensaba en el pasado, ni en su familia; Ezequiel había perdido a sus padres, justo el día que murió su padre había decidido comenzar a escalar, la única persona que se quedó a su lado cuando comenzó a alejarse fue, Marie, quien a pesar de que pasaba dos escasos días en tierra, como mínimo le llamaba.

—Mi hermana —le respondió.


Ya quebraba en llanto en contra el ajeno, el solo le acariciaba manteniendo el calor —¿Por qué alejarse? —cuestionó Cin.


Él sabía bien porque, daba la excusa de ‘Conocerse a sí mismo’, sin embargo era más un ‘Alejarse de sí mismo’. Su padre había muerto por ello y simplemente alejarse era más sencillo.


Se alejó adentrándose a la cueva, prefería sentir frío a seguirse sintiendo así. Terminó acurrucado abrazándose a sí mismo en el centro del orificio en el hielo que llamaba cueva.


—¿Estoy muerto? —le preguntó al verle entrar tras él.


Cin bajo la mirada sentándose en el piso frente a él dejando sus pies, dorados cobrizos descalzos frente a los ajenos con gruesas botas para escalar.


—¿Caminarías conmigo de la mano en la plaza a dos cuadras de la casa de tu niñez? —cuestionó viéndole, por primera vez sus ojos no eran dos agujeros negros, ahora eran dorado brillante —. Con ella no te molestó —lo último fue un murmullo.


Ezequiel no entendía como esta hermosa experiencia se tornaba tan nublada como su mente había sido tantos años fuera de ahí.


—Camine con Elie por esa plaza, era mi prometida —confesó en voz baja.

Cin intentaba acercarse a él para calentarle pero recibía rechazo.


—¡No me toques! Ahora no —decía continuando luego su predicamento —A Elie, la quería pero ¿Es justo casarte con alguien que te quiere como quiere a su hermana? No para ella —temblaba.


En la mirada de la criatura se veía preocupación, se veía como sufría como el otro lo hacía.


Tragó grueso antes de preguntar —No fue mi pregunta —reiteró.


El humano rió enseguida —Es que ¿En serio? Eres... Pareces un demonio —soltó.


Enseguida se sintió arrepentido de sus palabras cuando notó que le había caído muy mal su comparación, que le había ofendido. El ser dorado se levanto y se alejó, no pudo evitar seguirle.


—Eres como un ángel, luminoso, pero demoníaco... Eso tampoco sonó bien, eres... —No pudo hablar.


La sorpresa le había dejado sin palabras.


Frente a él había un joven de tez morena, con hermosos rulos rubios, era él; era como un él humano, tan hermoso como Cin pero no un ser no identificado.

—¿Y así? —volvió a preguntar.


Ezequiel inconsciente negó con su cabeza ligeramente. La mirada del ser bajó casi sollozando esta vez, el alpinista no lo sabía pero era su dolor reflejado lo que Cin sentía. No sabía si funcionaria pero se acerco al ser y acunando su rostro en sus manos unió sus frentes soltando un suspiro a la calidez.


Le quería mostrar su peor miedo, su peor error, y la razón por la que estaba mejor solo; semanas después de terminar su compromiso su padre le exigió una visita, seria la última vez que tocarían sus manos el pomo de esa puerta y que el visitaría la casa de su infancia. Su padre preguntó “¿Por qué?”, después de mucho insistir lo soltó, un hombre tradicionalista, de fe, que crió a sus hijos con tradición y fe, no soporto la impresión. Su rostro de decepción se volvió desesperación y aunque en apuros lo puso en manos de las personas indicadas, no hubo nada que hacer, nunca más se permitió decir esas palabras que habían llevado tres metros bajo tierra a su progenitor.


—¿Por qué sigues así? —cuestionó viéndole a los ojos, estos en esta forma se tornaban ambarinos.


Le miraba fijamente —¿No te gusta? —murmuró.


Ezequiel no pudo evitar besarle, sus labios sabían igual, se sentía igual de bien hacerlo. Cin le separó.


—Izzie —murmuró su nombre acariciando su pecho.


El explorador sonrió —Me gusta, pero me gusta más como eres en realidad —admitió acariciando sus mejillas.


—Porque nadie debe cambiar quien es por complacer a otro —reiteraba haciéndole asentir ligeramente —Dime Izzie, ¿Por qué te odias? —cuestionó, Ezequiel negaba sin parar —. No mereces sufrir, no mereces estar sólo, por eso estoy aquí —confesó.


Volvió a besarle y él volvió a apartarle —No lo diré, te irás si lo digo —apoyaba su frente en la ajena.


—Izzie —solo le reprendía.


Un suspiro, forzándolo se separó, el frío volvía a ser un problema, entumecía su cuerpo con facilidad.


—Te amo —soltó Ezequiel.


Cin se frenó, ya se había tornado lo mas lejos de lo humano que conocía; solo le observaba y paso que él intentaba dar adelante, él lo daba atrás.


Negó con su cabeza —¿Y se siente mal amarme? —cuestionó Cin.


En un punto el alpinista arriesgó todo para abrazarle.

—Es lo mejor que he sentido —admitió.


No vio de otra que dejarse rodear con sus brazos, sin embargo le guió a lo más adentro de la cueva; terminaron sentándose en el duro piso, uno junto al otro. Internamente Cin festejaba que supiese amar.


Un murmullo —¿Y por qué es malo? Soy un ser nada influenciable, capaz de razonar y decidir —la expresión de Ezequiel era de contrariedad, no había dicho que era malo —. Nunca había conocido a nadie que se odie por amar —explicaba la criatura.


Cin callaba cuando se acurrucaba entre sus brazos, en ese cálido lugar podía apreciar su aroma y le gustaba, sabía que a este punto si se alejaba un segundo el congelamiento le alcanzaría al ajeno; sombras, esas criaturas los acechaban, se veían fuera de la cueva.


—Ese es tu punto ¿No? —comentó al fin Ezequiel.


Aunque no las dijera, sabía a qué se refería; Cin casi intentó detener sus palabras pero ¿Qué sentido tendría? Asintió con su cabeza viendo por última vez su perfil de reojo.


—¿Sabes? A veces pienso en bajar —decía al alpinista en su tenue voz carrasposa —, pero si aquí arriba es el reflejo de allá abajo, no se ve bonito —murmuraba de manera personal.


El otro rió en un bufido pues no entendía como lograba sonar tan infantil e inocente cuando sabía bien que no lo era. Era de día, aunque durante todo esa noche reinaba la oscuridad, ahora Ezequiel notaba que había salido el sol; la criatura se ponía de pié, el escalador no sentía energía para levantarse.


Como el primer día, a gatas intentaba llegar a él —Espera —le pedía, él le miraba desde la entrada de la cueva —Existen personas buenas que no temen, que no se alejan; no quiero volver a alejarme —intentaba convencerle de quedarse con él o quizá de ir con él.


“¿Ezequiel?” Escuchó a la lejanía.


El entumecimiento de sus miembros era atroz, su respiración era casi nula, como si estuviese en medio de una tormenta la nieve de días le cubría frenando le sus pasos, siguió intentando acercarse. Se decía que él no podía ser un demonio, era demasiado hermoso, demasiado perfecto, era cono un ángel en medio de la desolación que se encontraba mucho antes de quedar solo; su esfuerzo se quebró al caer quedando boca arriba.


De entre la enceguecedora luz un rostro familiar —Marie —su voz casi no salía, pero lo hizo.


El rostro de su hermana estaba rodeado de preocupación, pero sonrió, le abrazó —Todo estará bien, estas a salvo —le decía ella antes de gritar al equipo de rescate.


Ya no recordaba en que parte de su mente el subir por esa arriesgada ruta solo era lógico, ni el quedarse tanto en una cueva; los rescatistas le sacaron, seguía viendo todo en blanco, todo dolía y al mismo tiempo era como si no sintiese nada.


—¿Cual es su nombre? —Preguntó el paramédico a bordo del helicóptero.

Sabía bien que Marie no le dejaría —Ezequiel —respondía ella.


—Izzie, ya todo está bien, pero necesito que te mantengas consciente, ¿Puedes hablarle? —lo ultimo iba de nuevo con la preocupada chica.


Ella no encontraba que decir, miraba al profesional algo en shock, nunca pensó que de verdad su hermano se arriesgó de esa manera, ella era quien siempre se preguntaba porque se empeñaba en alejarse.


—Concéntrate en mi voz ¿Si? —comenzaba a decir el hombre —. Nunca me ha gustado este lado de la montaña, demasiado variable, demasiado empinado con ángulos imposibles; nunca he sacado a nadie sin vida de ella pero hasta mi madre se quedó varada, colgando en uno de sus picos... —decía.


Su voz se escuchaba lejana, Ezequiel abría y cerraba sus ojos, no había forma que no respirase ahora, una afluente constante de oxigeno entraba a sus vías, normalmente en ese punto podía ver, pero su mente estaba en otro lado, en otra persona de maneras intermitentes.


—... Su equipo falló, igual que el tuyo; yo no había nacido, decidió escalar para despejarse, había sufrido una perdida, había perdido un bebé, y sentía que mi padre le culpaba. Cada quien tiene sus motivos para subir ¿No? El frío le afecto mucho, aun anciana afirma que nunca estuvo sola arriba, que un niño, un pequeño y raro ser le acompañó... —tuvo que frenar su relato cuando el alpinista cerró sus ojos —. No, no, despierta Izzie —pedía pasando una luz por sus ojos para que retomara la consciencia.


Volvió a abrirlos, esta vez veía a los sobre-abrigados tres acompañantes, era borroso; los rescatistas habían pasado tanto buscándolo que algo de su equipo se volvía obsoleto para ayudarle y debían llevarle a un lugar mejor.


—¿Qué era él? —soltó la baja pregunta.


Marie no alcanzó a escuchar, pero el paramédico a centímetros de sus vías respiratorias asegurándose de su estabilidad si.


—¿Cómo? —no había entendido hasta que recordó la historia —. Oh, bueno... Mi madre sufrió perdida de oxigeno en el cerebro, fue una ilusión —el explorador, en medio de su dolor, ya sintiéndose lejos del congelamiento negó —. Nunca me dijo que era, pero me dijo que calmó su sufrimiento, en un segundo su cuerpo no se sentía mal, en horas, tampoco su alma —un sonido estruendoso, la verdad, la presión del aterrizaje sobre sus sensibles oídos —Ya llegamos, todo estará bien, Izzie. —decía mientras le bajaban en la camilla.


Todo se volvió borroso, Ezequiel solo pensaba en lo difícil que debió ser para Cin curar su alma destrozada por experiencias, inseguridades y prejuicios, agradecía ser tan terco y odiarse tanto, pues le había dado una de las experiencias más hermosas que guardaría.


Al despertar en la cama del hospital estaba herido, lleno de quemaduras por frio al parecer había perdido un par de dedos y la falla instrumental le había fracturado la tibia de su pierna izquierda, sentía que no podía moverse del agotamiento físico inminente, incluso su garganta sufría, sin embargo no era suficiente dolor como para acallar la voz de Marie que ya no se tornaba amorosa y preocupada, le reprendía en regaños lo que había hecho era idiota e imprudente, lo sabía, se lo habían advertido.


—Ya estas consciente señor temerario —escuchó.


Ese rostro lo conocía, lo había visto en la cueva cuando Cin era humano, pero no había sido la primera vez que lo veía.


Estaba seguro que lo había visto en el hotel —Es el paramédico, y no es el primer rescatista que viene a ver si estás vivo —seguía Marie diciéndole lo tonto que fue.


—Lo siento —murmuraba ronco Ezequiel —, la cabaña... —calló al toser.


Marie se extrañó, el chico solo se mostró sorprendido; no dudo en apoyarse en la cama a la altura de los pies del maltrecho.


—En un principio pensé que te habías alejado huyendo de mi invitación —sugerente y directo —, pero ya se que decir que ‘Era una locura subir con ese clima’ fue incitarte a hacerlo —decía de manera hilarante.


En realidad la razón por la que había decidido subir si había sido su insinuación; ese día a pesar de la tormenta había llegado a buena hora al hotel, sin embargo no había hospedaje, fue entonces que conoció a aquel rescatista, hablaron durante horas, no recordaba su nombre, y en términos generales con todas las tonalidades posibles, le había invitado a su cabaña al caer la noche, y el querer aceptar le había aterrado.


Marie no entendía hasta que su hermano habló —Quería aceptar, incluso la copa y hasta el baño caliente —admitió sonriendo un poco.


—Ezequiel —ella interrumpió sorprendida.


Él sonrió, para el alpinista su sonrisa era hermosa, había quedado grabada en su mente antes de subir, incluso había maldecido al aire por ese chico.


Volvía a toser —Climb —dijo algo inentendible.


—Ese soy yo, y ya tendremos tiempo para todo —quitando su guante el rescatista llevó el calor de su mano a la del otro —Ahora solo tienes que sanar ¿Si?

16 de Novembro de 2021 às 20:24 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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I'm Ok Escribir como a muchos me libra de cargas emocionales. Mi lema: La mejor forma de descargar tus demonios es hacer algo creativo. ¿Les gustaría acompañarme en mi variedad de historias? La mayoría son cortas para los lectores con poco tiempo como yo, no son nada perfectas pero son mías.

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