celia-perez-leon1635581119 Celia Pérez León

Conectados sigue la historia de personajes diversos que experimentan el amor, en todas su formas. El primer amor, el amor que nos prohibimos, el amor imposible, el amor que sana. En esta novela todos los personajes son LGBT, y todos son libres de amar y ser tal y como son. Pero sobre todo, están conectados. Porque, si no le importamos a nadie, ¿realmente existimos?


LGBT+ Todo o público.

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Doce y media del medio día

Lo habitual sería pensar que aquel día es distinto, pero lo cierto es que el viento no sopla más fuerte y nada diferente está pasando. El sol sale por la mañana y se pone por la noche, sin percibir ningún cambio en el continuo espacio-tiempo, sin que el efecto mariposa levante ningún tornado sobre la casa de Alejandro. Nada. Quizá por eso todo empieza aquel día, a las siete de la mañana. Como cada mañana. Ese voraz domingo invernal. Ese día estático, antiestético y aburrido hasta la saciedad. Aquel día, Alejandro, se da cuenta de que tiene la vida más aburrida del mundo. Es tan simple y mortal que ni siquiera tiene carencias. No es que no haya vivido. Ha tenido novio, tiene amigos y no le ha faltado oportunidad de experimentar los placeres de la vida adolescente. Pero es que aquello es lo más normal, aburrido y carente de sentido de todo.

Su vida es absolutamente común, y por alguna razón, aquello comienza a asfixiarlo. No hay ningún pensamiento concreto. No hay ningún motivo de peso, pero el aire no le alcanza. Los pulmones arrancan bocanadas agrietadas de su garganta sedienta de oxígeno. Como si de repente, todo el peso de su aburrida y normal vida reposara sobre su pecho.

Es un ataque de ansiedad, de eso no hay duda. Conoce los síntomas, puede recitarlos porque su ex los tenía a menudo. Pero, ¿él? Nunca. «Tiene ataques de ansiedad», enumera en su cerebro, añadiendo una cosa más a su lista de similitudes como la inmensa y desbordante mayoría de la humanidad. «Quiere ser especial». Vuelve a contar.

Domingo. Intenta concentrarse en la palabra. Domingo. ¿Qué significa un domingo? Rutina. Como cada uno de los días de su vida. Rutina y Domingo. Que hermosa pareja harían. Suele levantarse a las siete de la mañana y tras no tener la desgarradora sensación de estar siendo parte de una obra de teatro macabra y tremendamente aburrida en la que parece ser el protagonista, sale a trotar una hora. A las ocho vuelve a casa, listo para el reparador desayuno. Pero aquella mañana, por primera vez desde que ha comenzado a aplicarse en su rutina, no puede salir a correr. Lo que la lluvia y el frío nunca han logrado, lo ha conseguido un ataque de ansiedad. Porque hiperventilar después de correr es normal, pero empezar a correr hiperventilando es algo más complicado. ¿Y cómo se frena aquella bestia colosal que no deja de aplastarlo? Su cerebro va tan rápido que es incapaz de apreciar el silencio que lo rodea. Bañándolo, arropándolo en la preciada soledad que ostentan los domingos a las siete de la mañana.

El agua fría de la ducha no ayuda. El café caliente tampoco (recuerda, demasiado tarde, lo que por defecto genera la cafeína). Intenta concentrarse en el libro de biología y se siente más inútil que nunca. Esto último desencadena el “ataque total”. Sus pulmones se cierran de golpe. «Soy un inútil». Está paralizado. Completamente paralizado.

No. Puede. Estudiar. ¿Y si no se le pasa nunca? ¿Y si a partir de ahora, cada mañana al despertar le asola aquella maldita idea de que su vida es absolutamente prescindible y común, y el aire huye de sus pulmones como un gato del agua? ¿Y si nunca vuelve a ser el cabal Alejandro, Dios de la rutina y el orden? ¿Y si todo se va al garete por un ataque de ansiedad que no ha despeinado al mundo? De repente la cámara lo enfoca a él. Deja al sol amaneciendo a su aire, al mundo durmiendo en pleno domingo y a él, estallando en mil pedazos sin que el día o su vida hayan cambiado lo más mínimo. Porque sigue siendo irremediablemente común y aburrido. Porque su única opción en la vida, destacar en los exámenes y convertirse en alguien, está saliendo de sus pulmones bocanadas de incapacidad en forma de ansiedad. Ahora mismo no solo es común y aburrido. Está condenado a nunca ser nada más que eso.

Todo pasa unas horas después, cuando el cuerpo no aguanta más y se rinde al sueño. Después de varias pesadillas, Alejandro se despierta devastado, a las doce y media del mediodía. «Doce y media del mediodía». Saborea su sonoridad intentando no entrar en pánico de nuevo. «Doce y media del mediodía». Hace por lo menos cinco años que Alejandro no se levanta tan tarde un domingo. «Doce y media del mediodía



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30 de Outubro de 2021 às 18:24 0 Denunciar Insira Seguir história
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