sade_221 SADE

✨ Especial San Valentín ✨ Park Jimin conoce a Yoongi desde niño, no recuerda con exactitud como, pero lo que sí sabe es que, desde que tiene uso de razón, Min Yoongi ha sido para él más que un amigo. Pero hay amores que aunque estén destinados a permanecer juntos por la eternidad, no lo estarán; Jimin y Yoongi son uno de esos amores. 𝐵𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑚𝑖́ 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒́𝑠 𝑦, 𝑠𝑖𝑛 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎𝑟 𝑎 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑙𝑒 𝑑𝑒𝑠 𝑒𝑙 ℎ𝑜𝑛𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑠𝑢 𝑎𝑚𝑜𝑟, 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑎́𝑚𝑒. . . . Yoonmin OS. YUANFEN= principio que define esos amores predestinados. •Desamor/amor, amistad, dolor.


Fanfiction Bandas/Cantores Todo o público.

#drama #amor #inkspiredstory #bl #gay #fanfic #parkjimin #BTS #Yoonmin
Conto
7
477 VISUALIZAÇÕES
Completa
tempo de leitura
AA Compartilhar

Park Jimin

Cuando tenía diez años soñaba con muchas cosas, soñaba con ser el primer astronauta en pisar Saturno, y para mí eso era algo posible si le metía todo el empeño; soñaba también con volar... Oh, cuántas veces me quedé observando el azulado cielo imaginándome ahí flotando como un gorrión, también hubo un tiempo, cruzando los once, que aspiraba a ser el mayor de los superhéroes nunca antes existido. Mi infancia se basó en sueños, unos fantásticos y otros menos, como ese donde mi madre, la que falleció poco después de darme a luz, me despertaba una mañana para prepararme unos sabrosos panqueques.


Nunca conocí a mi madre, en serio aveces no sabía si era mejor haberla conocido porque si así que nunca antes la había visto, le lloraba, ahora imagínate si lo hubiera hecho. Mamá era como un recuerdo lejano inexistente, pero era uno al que me aferraba porque la quería, la necesitaba como un hijo necesita una madre. Ella era la imagen de afecto a la que me aferré toda mi infancia, a la que le lloraba cuando no recibía ese abrazo que en silencio añoraba y, ridículamente, a la que me aferro ahora a mis treinta años de edad.


¿Por qué?
Por él.


Crecí dentro de un orfanato desde que tengo uso de razón, no recuerdo haber vivido en un lugar diferente, o con personas que no fueran los niños y adolescentes de aquél lugar que me brindó refugio hasta los diecisiete donde, yo y mi mejor amigo Min Yoongi, decidimos escapar sin mirar atrás. Dejándolo todo a nuestras espaldas, sin importarnos el futuro, nos marchamos con unas prendas viejas, y una sonrisa de felicidad en los labios.


El orfanato era bueno, nos alimentaban y nos permitía sobrevivir, y si bien ahí dentro teníamos un par de amigos, no era vida; al menos Yoongi y yo nunca la consideramos tal. Éramos jóvenes, tontos también, nosotros queríamos saber lo que había fuera de esas paredes, lo que era vivir sin reglas y permisos, en pocas palabras queríamos descubrir el mundo. Pero vaya que me equivoqué cuando, contrario a lo que yo pensé por ese entonces, Yoongi lo quería descubrir por cuenta propia.


Min Yoongi... Si tan solo hubieras sabido comprender las palabras en mis miradas.


Yoongi era como el pequeño famoso del orfanato, era la estrella del centro social entre los chicos del lugar. Es que Min, a diferencia de cada uno de nosotros, había nacido ahí dentro, o así decían, incluso algunos llegaron a especular que la madre de Yoongi trabajó allí, y que había muerto después de su parto. Igualmente nunca lo supimos, Yoongi y yo tratamos de investigar como los Sherlock Holmes que éramos de niños, pero nadie lo sabía y las ancianas que sí lo hacían, nos lo ocultaban. Quizá ellas se lo hubieran dicho a Yoongi en su mayoría de edad, obviamente nunca sucedió porque ninguno quiso esperar.


La amistad que compartíamos en ese entonces era fantástica, digna de esos cuentos de amistad infinita; sonreímos a cada rato sin importar lo triste de la situación, compartíamos abrazos de amistad eterna, conocíamos la magia que había en cada uno, si el silencio se hacía presente en uno de nosotros, el enfado o el llanto, ninguno necesitaba preguntar el porqué, la conexión era digna de una sola mirada para comprendernos.
No necesitábamos exclamar nuestros nombres para tener la presencia del otro, con mis risueños ojos él venía desde kilómetros y yo, al igual que Yoongi, venía también. Fuimos dos diamantes en bruto que cada uno se esforzó en pulir; yo a él, mi mejor amigo, y él a mí, su mejor amigo.


—¿Tengo que pedirte ser mi mejor amigo con palabras o gestos?


La pregunta tonta de Yoongi nunca dejará mis recuerdos, está ahí presente cada segundo que lo recuerdo. Ese día de verano, sobre el campo de girasoles y pasto verde, él me miró con su sonrisa toda dientes amarillos y ese rostro sucio de tierra, y me lo había preguntado; quería ser mi mejor amigo, lo sabía porque el rumor no había tardado en esparcirse por todo el orfanato. ¿Acaso Yoongi nunca se dio cuenta que él ya era el mejor de mis amigos?


—¿Por qué preguntas si quieres ser algo que ya somos?


Yo tenía once, él tenía diez, éramos dos chiquillos tontos y sonrientes, despreocupados de lo que nos deparaba el futuro. O quizá solo era yo el único despreocupado, el único entre los dos que sentía todo si de estar a su lado se trataba. Era... ¿Cómo explicarlo? Él era mi vicio culposo al que desde pequeño me acostumbré, desde que era un niño dónde lo tenía a mi lado, hasta ahora donde no había pista de él.


Nunca antes tuve un arrepentimiento tan fuerte como el que tuve a los diecisiete años, fue apresurado, una acción digna del más soñador de los soñadores; pensar que Yoongi estaría siempre a mi lado, como las historias de amor sin fin, sin duda ha sido el sueño más fantasioso en toda mi existencia. Los dos, por la madrugada, salimos corriendo del orfanato, sudando cómo dos desquiciados al final de una maratón. Corrimos por el bosque, nos tropezamos, nuestros brazos fueron rasguñados por las ramas sobresalientes de los árbole, y nuestros corazones latieron sin freno con la adrenalina de algo que nunca habíamos vivido: la libertad. Nuestras sonrisas en el largo camino de tierra jamás se borró, ellas estaban ahí amplias como las alas abiertas de un gorrión en vuelo, intocables porque nuestras manos unidas no permitían tal barbaridad, porque el calor de su mano junto a la mía en la escapatoria nos reconfortaba, los dos sabíamos que éramos los dos o ninguno. Y al final del camino, al límite de nuestras emociones, la libertad nos sonría muy lejos de nuestra vieja vida; yo sentí que era el comienzo de algo magnífico, pero tonto fui porque, contra mis propias sospechas, ignoré lo que en realidad se sentía como el final de algo, ese algo éramos nosotros.


Una amistad para tí, el más grande amor para mí.


—Es hermoso, ¿no crees?


Sé que esa noche, mientras desde la colina tu mirada se disparaba por los altos edificios y por las luces de colores de la ciudad, tus ojos brillaban con algo llamado curiosidad. Pero los míos, a pesar de estar igual de emocionado, brillaban de esperanzas.


Mirándote, susurré: —Es perfecto.


Los días pasaron, vivíamos cómo dos vagabundos por las calles, escondidos de la ley porque ninguno de los dos se quería arriesgar y volver de dónde tanto trabajo nos tocó escapar. ¿Un año? Talvez poco después de dos fue el tiempo que pasamos de casa en casa, usándolas como nuestras cuando en realidad eran casas desocupadas a la espera de algún adquiriente. No importaba, éramos felices así porque aún recuerdo como, noche tras noche, encendías la hoguera de "nuestro" hogar, como limpiabas los rincones polvorientos y, sin importar que me negara, robabas para alimentarnos.


Nunca te lo dije, pero por las noches te observaba dormir, y cuando lo hacías yo le agradecía a Dios por darme la vida que quería. Estúpido, lo sé, sin embargo tenerte todos los días conmigo conviviendo era el sueño culposo que nunca había podido dejar atrás. Parecíamos una familia, tú el hombre que traía a casa el dinero, y yo el hombre que esperaba para agradecer tu sacrificio con dulces palabras, o con ese platillo enorme de espaguetis que era tu comida preferida.


Es... es la primera vez cocinando, espero que al menos se pueda comer.


Pero esa noche mis nervios se convirtieron en satisfacción total al escuchar tal alago.


Oh, Jiminshi, este de ahora en adelante es mi platillo gourmet.


Yo aún recuerdo tu boquita sucia de salsa de tomate, ¿Acaso recordarás tú mi mirada enamorada?


Soy tonto, lo sé, después de tanto tiempo, aún cuando tengo esta invitación entre mis manos, sigo soñando como un niño inocente.


Si tuviera que enumerar lo eventos que se han llevado una parte importante de mí, hasta hace media hora el haberme abandonado estaría en primer lugar. ¿Me abandonaste siquiera? Claro que no, solo fuiste tú marchándote en busca de esa aventura de la que tanto me hablaste de pequeño, esa donde tú eras el aventurero y el mundo la aventura. Puedo recordarlo como si fuera ayer, es más, como si hubiera sucedido hace solo minutos. Tu rostro sonriente, tu expresión emocionada porque sabías que era ahí, justo ahí, donde las cosas irían más allá de lo que siempre soñamos; viniste a mí ese día exclamando contento porque una chica, tan caliente como el verano, tan misteriosa como el invierno, y tan cálida como el otoño, se había unido contigo en una amena conversación. Ella ruborizada por tu presencia se confesó ante ti, confesó sentimientos y deseos que nadie antes te había contado, danzando con tu mirada en un erotismo único y, para mi desgracia, que tú también correspondiste. Lo recuerdo tan bien porque la cicatriz de una daga así de profunda no cicatriza fácilmente.


Pero hubo algo, un detalle enorme, que no pude pasar por alto pese a lo superficial que fue de mi parte. Ella era millonaria, o al menos tenía a su disposición dinero suficiente para sacarte de la mierda de calle a la que nos habíamos acostumbrado. ¿Y yo qué podía haber hecho como tu mejor amigo? Exactamente como el estúpido que siempre he sido, darte tres palmadas en la espalda, darte un beso de la suerte en la frente, y aconsejarte como debías comportarte para no hechar el amor de una chica a perder. Llámame egoísta, Min Yoongi, pero en lo único que estaba pensando era en ti y solo en ti, y en como el amor -dinero- de esa chica podría ayudarte. Si mis lágrimas cayeron como cascadas esa noche, y creíste cuando declaré que eran de felicidad, estaba mintiendo, eran lágrimas de derrota, porque las últimas esperanzas que quedaban en mí se habían encinerado con el fuego de tu felicidad.


Ella es estupenda, Jimin. En serio, deberías ver lo bien que me trata...


“Como si yo no hiciera lo mismo”


—...No le importa que estatus social tenga, dice que le importa un carajo. ¡Dios, estoy tan contento!


—También lo estoy, campeón.


Un año después nosotros no compartíamos más nuestras casas deshabitadas de los barrios ricos, era solo yo quien las buscaba, las habitaba unos cuantos meses, alguien llegaba a reclamarlas, y me tenía que marchar como un indigente. Venías de vez en cuando a visitarme, ofreciéndome todo tipo de trabajo, hogar, comida, incluso citas inútiles que yo rechazaba. Lo vuestro era oficial, y yo era la pieza de puzzle que estorbaba, y aunque tu huída de mí fue lentamente, días sí y días no, yo notaba el distanciamiento que día tras día se iba incrementando, hasta hacerse una costumbre, porque tú presencia pasó de ser parte de mí, a estar conmigo para, finalmente, desvanecerse.


Faltaste un día a nuestro hogar -irónico-, luego el segundo y el tercero, pero volviste el cuarto. Pasé hambre y frío porque era un inútil que se había acostumbrado a esperarte, no sabía como tomar el mundo con mis manos para tomar un poco de su piedad. Pero te esperaba tontamente aún sabiendo que probablemente no volverías tampoco esa noche, y en efecto, la quinta noche no volviste, ni la sexta... Pero volviste a la décima. Los días cada vez se hacían más largos, y lo largo de los días terminaron en ser meses.


Cuando te vi luego de casi dos meses eras un Yoongi que nunca había tenido el honor de presenciar. Tú mandíbula cincelada, tu mirada altiva, y esa sonrisa torcida que ponía mis pelos de punta estaban delante mío. Confieso algo que nunca admitiré a voz alta, en ese momento, cuando te vi luego de tanto tiempo, extrañé tus dientes opacos (falta de productos bucales), y es que esa sonrisa de dientes blancos, casi superficial, se veía rara en tí. Estoy seguro que si lo supieras te darías cuenta de lo raro que soy, tan raro que, para mí, cualquier defecto tuyo te rendían único, incluso tu preciosa sonrisa amarillenta favorecía tu majestuosidad.
Tu cabello peinado de una forma que nunca habías llevado, y ese traje de la alta clase habían hecho mi mandíbula caer. Sorprendido no era la palabra, mínimamente estaba sorprendido. ¿Sabes, Min Yoongi, lo que sentí realmente en ese momento?


Sentí envidia.


Envidia porque sonreías como nunca antes, envidia porque no eras tú, eras alguien mejor, como un Fénix renacido bañado en perfección. Enviada, egoísmo, porque me habías olvidado, te habías olvidado de Park Jimin quien, en la pobreza y desdicha, te apoyó siempre; más envidia porque yo, que te di amor incondicional, nunca logré lo que ella había logrado contigo. ¿Es cierto lo que dicen del dinero? Que compra incluso el amor, ¿me habrías amado entoces?
Te odié tanto ese día, la odié a ella, los odié a los dos, pero sobretodas las cosas, odié a Park Jimin, al inútil Park Jimin que creía en el amor a ojos cerrados, el tonto niño para el cual nunca existió un género, solo una persona a la que amar.
Quizá... ¿Porque era hombre?


No sé, nunca lo supe con exactitud, nunca demostraste desprecio hacia mis obvias muestras de cariño, o tal vez solo eras un chiquillo inocente que no leía la palabra amor en mi mirada. Es raro pensarlo de esa manera, porque siempre intenté lo posible para demostrar cuánto era el amor detrás de cada gesto y acción, aveces tú parecías percatarte porque notaba tu sonrisa escondida detrás de esa expresión risueña. ¿Lo imaginaba todo? Yo en serio pensé que nosotros podríamos haber sido un verdadero e infinito nosotros.


Pero ahora, de pie detrás de la vitrina donde docenas de panes están expuestos a la clientela, puedo darme cuenta la verdad tras toda la farsa fantasiosa de mi cabeza. Escucho como la campanilla de la panadería suena lejanamente, como si estuviera lejos kilómetros, cuando apenas se encuentra a metro y medio. Oigo la voz insistente de una anciana que busca mi atención, ella quiere comprar, es obvio, pero la ignoro importándome poco perder mi puesto de trabajo que conseguí hace más de un año y que, para suerte mía, es el que me permite pagar un penoso alquiler. No puedo oírla, ella es un eco lejano para mí, si voz luego se vuelve silenciosa, veo como sus labios de mueven y su ceño se frunce preocupada. ¿Estoy llorando? Por supuesto, me doy cuenta que estoy llorando desconsolado cuando las gotas humedecen el papel entre mis manos.


Ni siquiera abro el papel que tengo entre mis dedos, no es necesario hacerlo para descubir la invitación que encontraré dentro. El nombre Min Yoongi, en letras doradas y cursivas, y un nombre femenino que no quiero leer, están en el centro del papel. Min se va a casar... Me cuesta digerir la información, y cuando lo hago, minutos después, la invitación a caído de mis manos luego del ruido ahogado de un gemido mío.


Por supuesto que no asistiré, y por supuesto que me odiará más de lo que ya hace, porque él nunca se enteró del porqué de mi distanciamiento. No importa, en tantos años me he acostumbrado al dolor del rechazo, el valor que tuve para seguir adelante puedo recomponerlo ahora que él formará familia, no importa si yo en silencio seguiré de él torpemente enamorado, no me importa porque mi corazón, disimuladamente, late desenfrenado ante su felicidad.


Y lo imagino hermoso esperándola en el altar, con su sonrisa torcida y sus zafiros brillantes recorriendo su vestido blanco. Con un smoking de la alta moda, rodeado de personas de alta clase, entre fragancias costosas y personas avariciosas... Él le sonreiría cuando su delicada figura estuviera cerca, y justo ahí, tan cerca como sus cuerpos se los permite, él alzaría su velo... Entonces estoy yo, mi rostro sucio, mi olor a basurero porque me he metido a cada tacho en busca de comida, mis dientes manchados de placa porque casi nunca consigo pasta dental, pero mi sonrisa ancha y colma de felicidad; y estarías tú, tomando mi cintura entre tus brazos fuertes, dándome dulces mimos, y guiándome para bailar un suave jazz en una casa que no es nuestra, susurrándome al oído: ¿Quieres casarte conmigo?


Sí quiero, ¿que tonta pregunta es esa?


Entonces me estarías dando un feo anillo de juguete que guardaría como una valiosa joya.


Mi corazón se niega a aceptar que debo salir del país de las maravillas en el que estoy atrapado. Y sé que no será fácil, pero seguiré el camino de la aceptación para que, si Dios quiere, yo pueda aceptar que Yoongi siempre estará dentro de mi corazón, pero jamás de mi vida.


.
.
.


AfflictionLustLove


YUANFEN=principio que define esos amores que nacieron predestinados.


7 de Setembro de 2021 às 21:59 0 Denunciar Insira Seguir história
4
Fim

Conheça o autor

SADE En Wattpad me encuentras como: sade_221 En Instagram como: sade_libros

Comente algo

Publique!
Nenhum comentário ainda. Seja o primeiro a dizer alguma coisa!
~