George-Little George Little

NORAH POTER ES UNA CHICA NEOYORQUINA UNIVERSITARIA DE ROCHESTER CON UN TRASTORNO DE SOLEDAD Y DESEOS DE SER AMADA. SU INMENSA BELLEZA HA SIDO UN TROPIEZO PARA ELLA. EL PRIMER AMOR DE SU VIDA QUE CREÍA SINCERO Y DURADERO, SOLO ACABO CON LA PUREZA DE SU CORAZÓN Y ARRUINO SU ESPIRITUALIDAD. TRAS ESTE MAL AMOR: POR CORAJE Y DESPECHO COSECHO MALAS EXPERIENCIAS CON OTROS AMORES DESTRUCTIVOS. A PESAR DE TODO, RENACE EL DESEO DE CAMBIAR SU VIDA PARA SU PROPIO BIEN, Y DECIDE REFUGIARSE SOLA DURANTE LAS VACACIONES DE VERANO EN NEW YORK PARA REFLEXIONAR Y RETOMAR LOS BUENOS VALORES. ELLA HA PERDIDO LAS ESPERANZAS DE UN AMOR VERDADERO; PERO EN SU VIDA SE CRUZA UN MODESTO JOVEN PASEADOR DE PERROS EN CENTRAL PARK; EL AMOR LLEGA INESPERADAMENTE A SU CORAZÓN DE UNA FORMA DISTINTA. ELLA SE PREGUNTA: ¿ACASO ÉL SERÁ EL VERDADERO AMOR QUE TANTO HE DESEADO? ¿POR QUÉ LA FELICIDAD TIENE QUE DEPENDER DEL AMOR DE UN BUEN HOMBRE?



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NORAH PORTER NEW YORK

Capítulo 1



El viaje a New York




No puedo dejar de recordar esa vida virtuosa que tuve en mi tiempo de paz mental, cuando era temerosa de Dios, y seguía un propósito eterno que me daba esperanza. Pero ahora mi vida es tan desastrosa y vacía; embargada por la soledad. ¡Oh, Dios... Me he hecho tanto daño!

Luchar por la renovación de mi vida espiritual no ha sido fácil. Lo intenté una vez y fracasé, y haré mi segundo intento por recuperarla, aunque tenga que pasar por una disciplina en la congregación donde asistía.

Mi nombre es Norah Porter, tengo 22 años, neoyorquina universitaria de Rochester. Curso en medicina en el prestigioso lugar que se encuentra a unos tres kilómetros al sur de la ciudad de Rochester, Estado de Nueva York, en una curva en el río Genesee, donde mi vida gira en este entorno la mayor parte del año.

Y ante un día soleado sobre un cielo azul —despejado de cualquier nube blanca—, hoy es mi último día de clases que casi termina; mis vacaciones de verano empezará por tercera vez fuera de esta universidad.

Mientras divago en mis pensamientos de lo que haré para ajustar mi desordenada vida inmoral... el pequeño grupo de alumnos escucha al maestro en el gran aula, quien habla sobre los buenos deseos para este verano.

Cuando todo finaliza (sentada en la tercera fila, junto al pasillo), soy la primera en ponerse de pie y salir del lugar sin una sonrisa que asomara en mi rostro.

Camino por unos de los amplios pasillos ante la presencia de estudiantes que están de pie aquí y allá en pequeños grupos, o que caminan de un lado para otro. Algunos chicos los veo torcer el cuello para seguirme con la mirada traviesa, pues mi belleza física suele enbobarlos, admirándome de pies a cabeza. Muchas veces pienso que ha sido una maldición ser demasiada bella, contagiada por la vanidad y que me ha traído demasiados tropiezos a mi vida.

Ignorando lo que hay a mi alrededor, me concentro conmigo misma; y en un momento dado, cierro mis ojos por un instante y trato de respirar profundamente. Mi primer pensamiento que se me viene a la cabeza es la ciudad del cual todo el mundo conoce de alguna forma: New York.

Una vez más, será mi refugio de purificación desde el primer día de vacaciones... en el edificio residencial One57, el más alto de la ciudad, situado en el número 157 West de la calle 57 de Manhattan. Allí, en el piso 72 está el lujoso apartamento de mis padres, donde hay una espléndida vista frente a la zona sur de Central Park. En este período especial de mi vida... solo quiero aislarme de todos mis amigos de quienes han influido en mi conducta para mal.

Sería la segunda vez consecutivo que lo haría completamente sola en aquella cómoda y amplia estancia: un rincón tan privilegiado en las alturas. Donde tendré la libertad de meditar y relajarme sin que nadie se interponga en mis mejores intenciones; pero esta vez habré de hacerlo de la forma correcta en todos mis sentidos.

En los últimos minutos en el aula, estuve absorta en mis pensamientos, con un mal día de depresión; cuando salgo de allí, olvidé por un momento a dos de mis amigas cercanas de la universidad, sentadas a varias hileras de asientos detrás de mí: la bella Cathy y Angie; ellas me alcanzaron tras mis pasos, con sus móviles de última generación en sus manos y que nunca soltaban fuera de clase; una de ellas tomó la iniciativa en quejarse primero:

—Vaya...sales a piernas largas como una gacela y nos dejas atrás, Norah. ¿Porqué no nos esperaste? —me dice Cathy con una expresión de extrañeza.

—Lo siento, estoy muy distraída —respondo con algunas palabras simples que la conformaran. Pero aquella respuesta no pareció satisfacerlas.

—¿Algo malo pasa contigo, Norah? —pregunta Cathy algo preocupada.

—Nada serio, solo que estoy apurada, tengo muchas cosas que empacar, solo eso.

—¿Y tanta prisa por eso... para tener que haber salido sin nosotras? —dice ahora Angie, algo despechada.

—Esta bien, admito mi error, debí esperarlas, lo sé, ¡ódienme por esto! —les dije sin más remedio.

—Oye, tranquila, todos podemos ser descuidados en una cosa o otra, nadie es perfecta. Estemos contentas, chicas: tendremos un par de semanas de vacaciones. Es mucho tiempo para hacer muchas cosas juntas, ¿no creen? —dice ahora Cathy.

—Sí, ¿pero acaso olvidaron que mañana a temprana hora me iré a New York? –les recordé.

—Entonces, ¿hablas en serio?, ¿siempre te irás de nuevo a New York? —pregunta Angie algo seria.

Me detengo por un instante al salir del edificio, al refrescante exterior, y miro a Angie tras una pausa de silencio; a ella parece impresionarle mis ojos de color azul brillante que resaltaban ante la luz del sol; siempre fue su envidia tener unos ojos así, pues sus ojos no eran más que un simple color marrón.

—Sí —le respondo—, me hará bien estar allí, tengo muchas cosas que meditar.

—¿Pero porque tienes que irte sola? Yo al menos estoy dispuesta a ir contigo, sería divertido ir a New York —dice Angie.

—Igual yo, me apunto—escucho decir a Cathy.

—No lo tomen a mal chicas, yo las amo, pero esto es un caso especial, y necesito ir sola. Ustedes saben el motivo a todo esto de mi viaje —les dije a ellas con toda la pena del mundo.

—Pero ¿por qué habrías de confinarte en ese hermoso departamento para redimirte y luego volver a lo mismo? —replica Cathy, recordando mi fracaso de conducta cuando regresé de New York el año anterior.

—Lo intentaré una vez más, y esta vez va en serio —le dije con resolución; respiro hondo y sigo caminando. Ellas siguen mis acelerados pasos.

—Por Dios Norah, olvídate de tonterías y quédate esta vez y divirtámonos a lo grande este verano..., mira que será divertido como siempre lo ha sido —me anima Cathy.

Sin detener mi marcha, le respondo:

—No, Cathy, quiero dejar esta clase de vida. Porque fui educada de otra manera. En verdad quiero cambiar... Tengo que hacerlo por mi propio bien; solo quiero estar en paz conmigo misma, y tener una conciencia tranquila —le dije sin tambalear.

—Norah, dime con total franqueza: ¿Todo esto tiene que ver con alguna religión, o algo parecido?—me pregunta Angie.

—No es algo que te importe, Angie—le respondo.

—Pues eso parece... Es raro ver en estos tiempos a una chica tan hermosa como tú, y que quiera cambiar su vida de una forma tan radical solo para ser una santurrona —dice de pronto Angie.

—Ustedes dos no lo comprenderían —respondo sin remedio de que ellas entendieran mi postura.

—Bueno, al menos irás a la fiesta esta noche; y no te resistas a ello; solo tómalo como una despedida a todo esto: a lo que tú llamas pecado —me dice Cathy un poco sarcástica, ambas siguiéndome en las afueras del campus.

Yo me detengo por un instante y la miro a ambas.

—En cuanto a esa fiesta no he cambiado de opinión, les dije a todas que allí estaría..., pero será la despedida a todo eso —le dije sin mucho ánimo, sintiendo un dolor de conciencia que pesaba sobre mí al asistir aquella fiesta donde siempre terminaba mal; pero enfaticé—: Pero mi vida cambiará a partir de que esté en New York.

Cathy se conformó con una amplia sonrisa como si aquello fuera la felicidad que da satisfacción a muchos jóvenes. Pero para mí ya no lo era, solo empeoraba y oscurecía más mi vida.

Entonces Angie cambió de tema sobre un nuevo pretendiente que tenía, y Cathy la inunda con preguntas curiosas sobre el chico, una charla que yo no presté mucha atención; todas nos encaminamos rumbo al edificio de las habitaciones, con una resolución en mi interior: cambiar mi vida a partir de mañana.

Ahora que puedo decir de mi padre... él siempre viaja mucho tiempo en el extranjero por negocios, y mamá siempre le brinda su compañía. Tampoco tengo hermanos, soy hija única. Y para llenar ese vacío de soledad, me había rodeado especialmente de amigas universitarias y que muchas veces me hicieron compañía; algunas ocasiones solo para hacer vergonzosas locuras.

Tras mi último día de clases, preparo mis cosas en una de las residencias del campus, próximas a las aulas y a todas las instalaciones deportivas y culturales de la universidad; echaré de menos mi pequeña habitación privada, compuesta por una cama individual, un mesa con su silla, un armario, una estantería, un tocador y una papelera; así como un pequeño televisor de plasma smart para mi tiempo de ocio. Y en mi estrecha habitación hay una pequeña ventana con una preciosa vista que alegra mi entorno; puedo decir que aquí es algo cómodo, y tengo básicamente las cosas que necesito mientras estudio mi carrera universitaria.

Pero en este día, tengo que alojarme en la mansión de los padres de Cristie cerca del centro de la ciudad de Rochester; ella comentó, quien es una más de mis mejores amigas, estudiante de ontología..., que sus padres no estarían por unos días, y que sin consentimiento de ellos, ella se había tomado la libertad de organizar una pequeña fiesta de despedida en nuestro tercer año de vacaciones. Quiere que le ayude con algunos preparativos. Allí estarán todas ellas, mis mejores amigas, casi inseparables, incluyendo otra amiga: Ashley. Y en la fiesta de esta noche, algunas de ellas estarán con sus respectivos novios, y yo esta vez, simplemente estaría sola; he rompido un par semanas antes con mi novio, Elliott, un chico considerado por muchas chicas como un ángel caído del cielo por su gran belleza masculina.

Mi vida amorosa ha sido muy complicada y lastimosa. La última relación que tuve con Elliott terminé por simple celos y capricho. Y en mis recuerdos... aún me añora de forma amarga el primer hombre que tuve en mi vida al entrar en primer año en la universidad, cuando un chico llamado Brayan apareció ante mi vista tras el trascurso de las primeras semanas, durante mi etapa de inocencia, timidez y pureza. Había sido un amor a primera vista; me sentía la mujer más afortunada de tener al chico más guapo que habían visto mis ojos; y mi entrega total hacia a él... fue sincera, de quien confié toda mi vida y corazón.

No obstante, con el recuerdo amargo y el dolor que me dejó aquel pasado sobre un amor tóxico: fui cegada por sus encantos y su popularidad... El me había hecho sentir importante y amada. Pero fue que poco a poco me había utilizado para mal, donde aprendí a corromperme ante la suciedad y las locuras que él seguía como a muchos jóvenes que se entregaban a meros placeres. Con el tiempo, ese primer amor que tuve, me fue desleal ante mis propios ojos de manera desvergonzada y sin escrúpulos. ¡Qué tonta e ingenua fui al creer en sus melosas palabras! Mi vida había cambiado totalmente desde que ese chico apareció en mi camino. ¡Que estúpida fui!

Los tres fugases novios restantes que tuve, fue solo un juego para mí... por coraje, orgullo y placer, sin tomar nada con seriedad; estaba totalmente herida y decepcionada de todos los hombres; todo lo hacía solo para llenar el hueco de mi soledad por diversión; pero lastimosamente, todo caía en saco roto, y al final, terminaba vacía; llena de cicatrices con una tormentosa alma y una conciencia lastimosa que me condenaba constantemente y que muchas veces me llevaba a las lágrimas.

Salgo con mis cosas a uno de los estacionamientos del campus, y me acerco a mi auto de lujo BMW color rojo; y en la cajuela coloco todo lo que llevo en mis manos. Al subir al auto, miro una nota blanca de una hoja de cuaderno atorado en el parabrisas, y lo tomé y lo desplegué y lo leí:

«Norah, no nos falles... Te necesitamos para que nos ayudes sin falta a prepararlo todo. Haremos una buena fiesta esta noche. Tu amiga Cristie.»

Dejo la nota y me pongo unos anteojos oscuros contra el sol. Luego tomo el volante de mi auto y acelero para salir del lugar. Mi amiga Cristie ya se ha adelantado en su auto, y me esperaba para que pudiera ayudarle para la ansiada fiesta. Aunque en realidad, yo no tenía muchas ganas de ir, pero me siento obligada; muchas de ustedes las mujeres, sabrán lo que es tener la presión de nuestras mejores amigas; y cuando se le adoran, somos muy complacientes. Así que nada perdería estar una sola noche con todas ellas..., al fin al cabo, tendría después mis largas vacaciones: completamente sola en una gran ciudad.

La noche de la fiesta se tornó como siempre, loca, con varios universitarios presentes: mujeres y hombres. Yo en verdad, desde el fondo de mi corazón, esa noche no quería terminar tan mal, pero sentí una ansiedad por despedirme de todo aquella suciedad y empezar de cero al día siguiente. Es un razonamiento vicioso y común: cuando dices que solo faltan unas horas para las 12 de la mañana, y dices que no estaría mal despedirte de todo aquello que te gusta antes de que termine el viejo día, como comer lo que te engorda o cualquier cosa que te hace daño; pero quieres despedirte de todo ello y empezar un nuevo día, limpio de todas esas cosas que contaminan tu cuerpo. Mi pensar era esa.

La fiesta había transcurrido de forma colorida, divertida, y sin límites. Tomo conciencia del tiempo, miro el reloj: faltaba diecisiete minutos para la media noche; ya estaba algo borracha y media drogada con cocaína; acompañada de un chico guapo que me pretendía y que me acariciaba un poco... más allá del límite de mi ajustada ropa, atreviéndose a besar mis carnosos labios que tenía en la forma de un corazón.

Que avergonzada me sentía al envolverme una vez más en tal conducta desagradable. No fue así como fui educada por mi madre quien me inculcó buenos principios desde que era niña y durante la difícil etapa de la adolescencia. Pero en una situación como esta... mi corazón se desembocaba tan fácilmente, como una loca adolescente. ¡Soy una idiota y vil pecadora que no merece la vida eterna!

Miro de nuevo el reloj de pared en la amplia sala desde el balcón; faltaba ocho minutos para la media noche, así que dije "basta"y me voy a una de las seis recámaras de la casa... tengo que madrugar a causa del anhelado viaje.

Al día siguiente, muy de mañana, el taxi que había pedido un día con antelación, llegó a la hora exacta, 6 am, estacionándose frente al portal de la casa. Tal vez debí haber reservado con tiempo un vuelo en avión que me llevaría menos de una hora en llegar a New York, eso resultaría mucho más cómodo; pero me pareció algo complicado por la fiesta, debido a que terminaría muy adentrada la noche. Yo necesitaba irme lo más temprano posible y el taxi era el adecuado en tales circunstancias; lo tendría hasta la puerta de la lujosa casa. Y es así como el taxi estuvo allí; y tocó el claxon anunciando su llegada.

No pude darme cuenta de su sonido, ni aún en su tercer intento. El taxista tuvo que resolverlo con una llamada telefónica a mi celular, del cual había facilitado a la compañía para asegurar mi viaje. Contesto la llamada a duras penas y dije que me esperara, no tardaría en salir. Miro el reloj de mi celular; había dormido pocas horas. Apenas pude levantarme con tanto esfuerzo y con una resaca tan desagradable. No pude evitar vomitar en la taza del baño: que asco.

«¿Te das cuenta Norah lo que pasó contigo?» me dijo mi apartada conciencia, con mi cabeza adolorida y asqueada por mi estupidez de la noche anterior. Una vez más había perdido el control.

Me desnudo con rapidez para echarme una rápida ducha caliente; mis ocultos tatuajes en mi despampanante cuerpo que siempre los cubría con mi ropa... se hacia evidentes; y luego de lavarme los dientes, me visto tan rápido como puedo, no había mucho tiempo que perder. Ya tenía lista mi maleta grande de ruedas con toda la ropa que necesitaría, y con la computadora portátil en la mano. No podía despedirme de mis amigas, porque ellas aún dormían; una de ellas con su apuesto chico a su lado en una de las recámaras; seguramente se habían desvelado más tarde que yo.

Poco después, me dirijo a la puerta principal de la casa, y estando a punto de salir, me pongo mis lentes oscuros para ocultar mis ojos azules aún adormilados. Y caminando en el exterior de la bella residencia, vi mi hermoso auto rojo estacionado; confío en que Cristie se encargará de cuidarlo mientras regreso de mi viaje; ya que así fue en el año anterior.

Entonces subo al taxi; el chófer era de carácter jovial, de unos 63 años, él por fin me llevaría a New York. Me coloco el cinto de seguridad; y luego me pongo los pequeños audífonos en los oídos para escuchar algo de música desde mi celular, en volumen bajo, con el fin de hacer más ligero mi viaje. Pero en el trayecto en la autopista que llevaría un poco más de seis horas en llegar, me quedo dormida de nuevo, en el asiento trasero del auto; y ya no sentí más la noción del tiempo.

Cuando finalmente el chófer me despierta, ya estaba en las calles de New York. Me quito los audífonos y los anteojos, y contemplo con serenidad la hermosa ciudad y su gente.

Finalmente el taxi se ha había estacionado frente al hermoso edificio en pleno centro de Manhattan. Bajo del taxi, y el chófer se dispuso abrir la cajuela y baja mi pesada maleta de ruedas para colocarla sobre la acera de la calle; le pagué 675 dólares y se retira con una ligera sonrisa. Me quito por un momento mis lentes oscuros, y me pongo a observar a lo alto, aquel inmenso edificio de vidrio de noventa pisos, con una altura excepcional de 306 metros, y que se yergue por encima entre los edificios clásicos de la ciudad. Por fin había llegado a mi destino.

Enfoqué mi vista al pie de la gran torre, y en una de las entradas principales, hay un letrero que dice: Park Hyatt New York... Es el hotel de cinco estrellas que ocupa los primeros 39 pisos. Por otro lado, está una entrada independiente al del hotel; allí están uno de los elevadores que lleva a todos los apartamentos residenciales.

Cuando me adelanto hacia la entrada con mis anteojos puestos, uno de los porteros me reconoce y sale, un joven negro formal y afable; me saluda amablemente por mi nombre... Me da la bienvenida a New York. El portero sabía que venía de Rochester y se ofrece en ayudarme con la maleta hasta uno de los elevadores.

Tal vez mucha gente que me conoce piense, que mi vida es muy privilegiada e envidiable por lo que tengan mis padres o por todo los lujos que me han dado. Pero no es así, no es lo que parece. Yo realmente me siento tan sola y sucia desde que cambie mi vida para mal; ahora mi vida no tiene color, mi vida es simplemente gris.

"¿Por qué la felicidad tiene que depender de un amor verdadero en nuestra vida?" Ese anhelo de querer encontrar a un hombre bueno que llene mi vida de color... Eso era lo que siempre susurraba en mis momentos de soledad dónde quiera que estuviera en mis noches de desasosiego y ansiedad.

Y si pudieran imaginar mi rostro de una manera negativa a la vida, es la sombra de infelicidad en mi propia alma misma.

Yo simplemente, finjo ser una mujer normal neoyorquina, aparentemente feliz; muchos seguramente no son felices; cada uno debe tener su triste historia... Ésta es una de las mías.

3 de Maio de 2017 às 09:28 1 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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George Little George Little
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October 02, 2018, 23:32
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