Gael
Bastardos infelices.
Es lo único en lo que pienso mientras corro buscando un lugar para esconderme.
No sé como pude caer tan fácil en su maldita trampa, lo tenía todo perfectamente calculado, esto no debería de haber terminado así.
Visualizo casas a lo lejos y apresuro el paso, no puedo permitir que me atrapen, los malditos no dudarían de meterme una bala entre ceja y ceja.
Solo espero que los chicos pudieran librarla, no me perdonaría si algo les sucediera, después de todo fui yo el idiota que se dejó engañar.
Llego al pequeño vecindario y de inmediato busco una casa en la que pueda ingresar fácilmente. Luego de unos momentos veo que alguien olvidó cerrar la ventana trasera y aprovecho para entrar.
La estancia está en completo silencio y no veo luces encendidas, -excelente- pienso, parece ser que no hay nadie en casa.
Miro por la ventana y no veo rastro de los sujetos que me seguían, así que decido ver si encuentro un botiquín, tengo una maldita bala enterrada en el brazo y ya e perdido mucha sangre.
Subo las escaleras e ingreso por una de las puertas. Me encuentro con una habitación en la penumbra así que busco el interruptor para encender las luces.
Tarde capto el movimiento a mis espaldas y lo último que siento es un fuerte golpe en la cabeza para luego sumirme en la oscuridad.
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