Cinco horas habían transcurrido sin la llegada de los encargados de la Fiscalía promoviéndose la rigidez cadavérica, proceso natural en ese cuerpo que en vida... fue mi padre.
Alguna cirugía ? masculló el "quincy", medico joven no inexperto.
Lo destapa, ausculta su abdomen, su espalda y deteniéndose en sus pies, comenta en forma técnica:" pie equino varo".
Ya muerto y repetida por última vez la mención que soportó toda una vida.
La mirada furtiva, el comentario imprudente, el apodo lesivo, la frase seudo-lastimera: cojito, chapín, chueco, torcido o técnicamente sin afección ni sentimiento, como lo citó el forense :"pie equino varo".
Un oscuro pasadizo, de diez a trece pasos, con olor a orín gatuno; olor de frio de ausencia, de alquiler barato, un tanto de estrechez, de ausencia de comodidad no sentida. A la izquierda una puerta que daba origen a otro aroma, por donde ingresaba, al menor descuido, el gato a observar su amigo inerte, el cual nunca más lo llamaría: Micifuz.
Traspasando la puerta un conejo de proporciones de liebre, frente a el un lecho, donde una niña con trisomía del veintiuno, ausente de la situación, se balanceaba repetidamente, ojeando por enésima vez, los jirones de una vieja revista balbuceando frases indescifrables.
La única habitación contigua, más bien continua por la ausencia de puerta o dintel mostraba en la pared del fondo 4 medios pliegos con oraciones impresas a dios y sus respectivas imágenes cristianas; bajo estos una cama doble (donde hacia ya algunos lustros el deseo había dado vida a sus tres nietos, hijos de una tenista y un estríper).
Una mesa de noche (nochero en idioma Caleño) con facturas que nunca más serían revisadas; una cajetilla de cigarrillos Belmont con catorce y otra con cenizas y las seis colillas restantes, ya finitas que constituyeron las últimas aspiraciones (literal) de su vida.
Bajo la cama una bacinilla limpia que evocaba su dura, continua y humilde tarea de tintinear y contener fluidos; junto un par de botines cafés, de cuero rudo que tantas veces maltrataron sus pies, conteniendo trozos de tela roja, que buscaban facilitar su caminar.
A la izquierda del nochero, una cama para una persona, donde dormía su último vástago, de unos trece años, su motivo, su razón, que tampoco valió para posponer su partida.
Era la hora, la misión estaba cumplida, una vida mas ya había sido vivida.
En la cama doble, él yacía con su mano derecha, entre sus piernas, bajo las cobijas y la izquierda frente a él, doblada contra su muslo por el lado contrario a su palma.
Viéndolo allí inerme, parecía un fantasma de sí mismo.
Yacía derrotado por la vida (o tal vez ¿ por la muerte?), como en algún lugar y en cualquier momento todos estaremos.
No había más, no fue más, no sería más …
Su cuerpo tibio aún tras las horas de espera, por cada cinco grados de reducción de temperatura, parecía se incrementaba su peso y rigidez.
Inerme, abandonado de sí mismo, muerte, silencio; no tengo un recuerdo claro de haberle visto durmiendo, alguna vez y ahora lo estaba viendo dormido y para siempre.
"Fue un hombre afortunado en la vida: nada le fue fácil ".
Sigmund Freud.
Fer-writer.
Obrigado pela leitura!
Podemos manter o Inkspired gratuitamente exibindo anúncios para nossos visitantes. Por favor, apoie-nos colocando na lista de permissões ou desativando o AdBlocker (bloqueador de publicidade).
Depois de fazer isso, recarregue o site para continuar usando o Inkspired normalmente.