sara-padilla-1999 Sara Padilla

Santiago tuvo como objetivo ser la peor persona del mundo y ser castigado por El Altísimo, de quién tanto le hablaba su madre.


Conto Todo o público.

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El Altísimo


Santiago estaba a punto de ser castigado por El Altísimo después de cometer los crímenes más terribles atribuidos a la humanidad. Ahí, boquiabierto y exaltado, sería desheredado del reino de Dios, como lo había planeado desde hacía tanto tiempo.

—¿Qué está haciendo ese niño ahí?

—Su padre dijo que le daría una moneda por cada hoja que recogiera del árbol. Claro que como no especificó que se refería a las caídas, Santi se ha montado para arrancarlas.

—Apenas seis añitos y ya tiene ese ingenio, al menos el dinero de tu marido estará en buenas manos cuando lo herede esa criatura.

Santiago dejó sin sombra buen pedazo de jardín, no por el interés al dinero que le prometió su padre, sino por la ambición a ser bribón. Decidió ser la peor persona del mundo apenas supo lo que eso significaba. Ya desde su nacimiento se asomaba el carácter y, de tener alguna, la maldad que anidaba su alma pequeña; nació de un tamaño superior al promedio, para tormento de su madre, aunque al crecer quedó fino y débil, fastidiando al padre.

Con el objetivo de perfeccionar el arte de ser una mala persona, Santi decidió buscar en los libros como lo haría su héroe de St. Petersburg, sin embargo, como los libreros de la casa carecían de literatura sobre piratas, decidió encontrar las respuestas en el libro preferido de su madre. Le tenía particular cariño a un personaje: El Altísimo. Su madre le advertía que si no dejaba de hacer travesuras sería castigado por él y no podría escuchar el cantar de los ángeles; como a Santi poco le interesaba la música y había sido reprendido tantas veces, qué más daba si eso resultaba verdad.

—¿Qué hace mala a una persona? —se preguntó mientras tomaba aquel libro.

La señora Raquel decía que las frutas están malas cuando huelen a metal y que la leche hace daño cuando se torna amarilla. ¿Y la gente? Abrió al azar el cúmulo de hojas y obtuvo algo: robar, matar, estafar, mentir, ser idólatra, jurar en vano, decir malas palabras.

Encontró la labor perfecta para comenzar: “No hurtaréis, ni engañaréis, ni os mentiréis unos a otros”. Había que encontrar una víctima: la vieja vagabunda que dormía en las puertas del teatro, al lado de la iglesia.

—¿Qué quieres niño? —preguntó la mujer con la boca llena al ver a Santiago.

—Discúlpeme, quisiera saber, ¿quién le ha dado esa comida?

—¿Por qué?

—Bueno —dijo Santiago con seguridad por haber ensayado el diálogo en casa—, muchos reyes en la historia han sido envenenados al ingerir alimentos de sospechosa procedencia. Es por eso que contrataban a catadores, quienes probaban su comida y se aseguraban de que fuera segura. Es muy peligroso que usted se ponga a comer todo lo que viene a darle un desconocido, se pone en riesgo.

—Mira, niño, no soy una reina y si he de morirme primero será de hambre que por comer.

—No podré con mi conciencia si a usted le pasa algo, creo que será mejor que me deje probar su próximo plato antes que usted.

—Como quieras —dijo la mujer harta de discutir—, ahí tengo ese arroz que me ha dado un hombre, pruébalo y deja de molestar.

Santiago quedó maravillado por su avance, iba a robar comida a una vagabunda con su puro ingenio. Tenía en mente llevarse todo a la boca y salir corriendo, pero al ver el plato de arroz sintió un golpe en la garganta y apretó su nariz tratando de no percibir el olor. No podía retroceder, tomó un poco con la punta de los dedos, se lo llevó a la boca sin respirar y tragó sin masticar.

—Bien —dijo la mujer—, ahí tienes.

Santiago se alejó algo asqueado, prometiendo no volver a comer arroz nunca en su vida. Al menos —pensó—, le he quitado un poco de comida a esa mujer y para un vagabundo ese poco es mucho. Se sintió satisfecho y regresó a casa.

Siguió incrementando sus habilidades malhechoras y comenzó a mostrar progresos grandiosos: robó algunas monedas del bolso de su madre, quemó hormigas con un espejo y fingió ser un niño inválido para que le cedieran el paso. Una tarde, mientras urdía cómo secuestrar a una abeja reina, con el tormento de las obreras en mente, un hombre pasó dando las noticias en voz alta. Santiago quedó helado al escuchar el informe: la vieja vagabunda del teatro había fallecido. Él la había matado, era evidente que aquel arroz fue el causante de su muerte; ella había confiado en su catador y él no le advirtió que aquella comida estaba putrefacta.

Santiago salió corriendo por la calle principal que lleva al teatro, tenía un nudo en la garganta, sentía una presión sobre el pecho, percibía el calor del esfuerzo físico y la sangre le corría helada. Vio cómo una nube negra se formaba sobre su cabeza, seguro lo alcanzaría y terminaría por consumirlo. No, no podía detenerse ahora, había prometido ser la peor persona del mundo y hasta la maldad tiene palabra.

Entró a la iglesia, jadeante y con el corazón casi de fuera. Ahí había sido desprendido del pecado original y tenía que recuperarlo. Sabía que el agua de la pila bautismal había purificado su alma, sólo debía devolver ese líquido para rescatar la malicia que le habían arrebatado al poco tiempo de nacer. “¿Cómo podré deshacerme de ella?” se preguntó al tiempo que un cosquilleo recorrió la parte baja de su torso. Eso era. Santiago arrastró una silla para lograr direccionar correctamente y no dejar una gota fuera, tomó impulso y comenzó a devolver el elemento que le había limpiado el alma hacía algunos años.

A la mitad del acto apareció un hombre gigantesco, blanco y viejo. Lo reprendió con tal fuerza por la barbaridad que estaba cometiendo que lo dejó llorando, en parte por el golpe que recibió, en parte por haber interrumpido su tarea y dejarla a medias. Las lágrimas comenzaron a caer una a una sobre la pila bautismal, al abrir los ojos y darse cuenta de ello, Santiago no pudo menos que reír por la felicidad, había logrado el cometido de su vida: El Altísimo lo había castigado, se revirtió su bautizo y volvió a tener el pecado original, las lágrimas eran el verdadero líquido que debía regresar, era, en definitiva, la peor persona del mundo. Saltó de la silla en la que estaba, dio las gracias a El Altísimo por todo y se fue bailando porque nunca escucharía el cantar de los ángeles.


Sara Padilla

[email protected]


10 de Junho de 2021 às 17:25 3 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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Sara Padilla Escritora Mexicana 🌿🌹 Redes sociales: @sarapadilla1999

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AA Ahiezer Aguilar
Muy interesante la historia, me a gustado muchísimo. De verdad te admiro, soy tu fan!!! muchísimas felicidades, espero poder leer más cuentos tuyos
February 11, 2022, 05:20
IO Icxtlil Ortega
Me gusta la estructura en la que presentas tus historias, debes de poner especial atención a una frase o suceso que generalmente colocas al inicio, para así darle a tu final esa conexión que lo hace interesante. Sigue así!
June 14, 2021, 22:00
Víctor Meza Víctor Meza
Me encantó, en verdad creí que se quería consagrar, y era lo contrario!!
June 10, 2021, 21:34
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