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Arqueolgía

Sonó el timbre de las 10:40 y el patio interno se llenó de adolescentes. Las aulas se drenaban de ellos para que terminaran formando varias rondas de distintos tamaños a lo ancho de todo sum. Era un escenario que se repetía tres veces en la mañana y tres en la tarde; y sin embargo, nunca carecía de personalidad.

No se había cumplido ni un minuto de receso y los triángulos y dobleces que constituían un avioncito de papel volaron desde el sum hasta el pasillo. Una vez que el avión aterrizó, resbaló un poco más de un metro, y Mateo lo levantó antes de que se detuviera. Dio unos largos pasos hacia adelante y con un profesional movimiento de brazo lo escupió nuevamente hacia el sum. El viento que entraba por las puertas del patio exterior hizo que la artesanía subiera exponencialmente hacia el techo, clavando su punta entre una viga y la madera.

Mateo se rió del hecho, apreciándolo unos momentos, y luego se integró a uno de los círculos.
El avioncito lo veía todo desde lo alto del sum.


Al terminar los diez minutos de recreo, el avión observó como todos los alumnos volvían a entrar a sus aulas.

Pasaba el tiempo y él, inmóvil, no tenía otra opción que presenciar la naturaleza del colegio que hace tan solo unos momentos había conocido.

Debajo de él, rondas se armaron y se desarmaron durante mucho tiempo. Hubo risas, hubo peleas, hubo actos y hubo actividades. Se jugó, se corrió, se estuvo sentado, se escuchó música, se sacaron fotos, se confiscaron celulares. Hizo calor y cayó nieve. La escuela estuvo cerrada y también volaron muchos aviones de papel. Se pusieron adornos para actos, se cantó el himno, se proyectaron videos, se leyeron textos.

Mateo se egresó. Cambiaron los alumnos. Cambiaron los maestros, los directivos. Y él nunca se movió de ahí.


Eran las 10:45 cuando Galileo le pregunto a Simón hace cuanto creía que estaba ese avioncito ahí clavado. Simón respondió trescientos noventa años y Gali se lo quedo mirando sin regalarle una mueca de gracia. Se propusieron sacarlo y luego de varios lanzamientos con la zapatilla de Simón, pudieron hacerlo caer.

Celebraron el hallazgo arqueológico mientras el avioncito caía y Gali logró agarrarlo en el aire. Le sopló la capa de polvo que tenía, y descubrió que en la parte posterior de sus dos alas estaba escrito "puto el que lee”.

2 de Junho de 2021 às 04:58 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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