christina48 Cristina Blanco

Una ciudad como Buenos Aires es la protagonista de esta historia de amor,traición y búsqueda de la justicia en los años 30 del siglo XX.Hay mucho de glamour pero también de amargura.


Romance Romance adulto jovem Todo o público.
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Creando vínculos

Buenos Aires.1934.

Una densa niebla cubría el norte de la ciudad. El sur se desdibujaba en áreas residenciales. Los obreros ya habían proyectado su hambre en barrios alejados, rincones exquisitos para un artista, miseria y sólo miseria para el mundo.

Apenas eran las doce de la mañana y el día se había abierto como un abanico español incluso haciendo llegar también su pequeño mensaje. A través de las palomas, de los sueños, del silencio….

Larry fumaba su tabaco de liar con cierta ansiedad, sentado en uno de los cafés más lindos de Buenos Aires. No se daba cuenta de que estaba siendo observado desde la otra punta del local. Una mujer visiblemente hermosa se había fijado en él y se dijo que hasta podría describirle con la siguiente “radiografía”:hombre no mayor de 40 años ni menor de 27, cabello ondulado, un hoyuelo daba un toque “Kisch” a su rostro marcado por algunas arrugas y un bigote bien cuidado, su semblante serio sugería que todo sería diferente con una sonrisa. Sus ojos eran un poco rasgados.

Iba impecable con un traje que parecía de estreno. Ni muy alto ni muy bajo, de mirada serena y también de alma perturbadora hundido en una soledad no elegida”.

Helena advirtió que él se había percatado de que le estaba mirando. Miró hacia otro lado y bajó la cabeza. El periódico era una buena excusa para hacerse el sueco al menor pretexto. Y metida en las crónicas nacionales que siempre desgarraban algún espíritu o incumplían alguna promesa, su propia vida parecía un cuento de hadas.¡Quién sabe! Quizás lo era….

Helena deseaba estar lejos de allí, de cualquier cosa que le recordara lo sucedido. No sabía si éso era lo correcto o no pero decidió que el mandato de su corazón debía ser atendido.

El dueño del café se acercó a ella poco a poco mientras Helena seguía con sus pensamientos. Al tocar su hombro, se irguió nerviosa para después suspirar.

-Buenos días, señorita.¿Un café?-Le sugirió una voz envuelta en cognac.

-Sí, gracias. Solo, por favor.

Levantó el periódico e hizo ademán de que no quería compañía.Para su desesperación, el hombre misterioso del hoyuelo se había puesto en pie y se dirigía hacia ella movido sin duda por la curiosidad y la fascinación. Sus pasos eran firmes y se detuvo junto a ella esperando que no ignorase su llegada.

-Espero no molestarla. Me llamo Laurence aunque por acá me dicen “Lorenso” .¿Está usted sola?-El humo que desprendía el tabaco la adormilaba.

-¿Usted qué cree? Le contestó indignada.

-Bien, entonces espero que no le causará disgusto mi compañía.

Helena volvió a tomar el periódico entre sus manos.

-No soy “un cabecita negra” dijo con una sonrisa improvisada.¿Fuma?

-No y ahora que lo dice ,su tabaco me está molestando desde que ha venido.

-Lo lamento, entonces lo apagaré.

-No lo haga- será suficiente con que se aleje de mí. Su orgullo le impedía reconocer que sentía una impagable curiosidad por aquel tipo. Una dama –se dijo- siempre tiene que mantenerse inflexible en el primer encuentro-se rió al recordar esta sentencia de su abuela. “Nunca hacen caso, te perseguirán hasta el fin…” Para su sorpresa, Larry se alejó hacia su mesa, apuró su café y se despidió del dueño dejando unas monedas en un platito pequeño. Cuando quiso detenerlo, él se había esfumado.

Larry cerró el café dando un portazo lamentando haberle dado conversación a aquella desconocida.”Con los problemas que tengo, ¡cómo he podido ser tan estúpido! Y mientras se juzgaba las calles se iban quedando atrás y atrás, lejos, muy lejos hasta que los nombres de los locales y las avenidas eran apenas un adorno.

El caso es que había algo en esa mujer que le devolvía al lado más hermoso de la vida. Casi pelirroja, con la melena castaño rojiza suelta, las pecas que se deslizaban por el entrecejo y sus mejillas, sus ojos rasgados, claramente sus facciones no eran latinas y parecía que “la clase” se hubiera inventado para ella.Lo que él desconocía era su origen latino. Ella, ni siquiera sabía su nombre. Aún estaba en su recuerdo la nitidez de sus manos temblorosas sujetando el periódico.

-Y qué más da- se dijo –si no volveré a verla.

Se dispuso a correr. Eran las siete y media. Se había citado a las ocho con el prestamista .Cuando se detuvo frente a él, fue consciente de que no había marcha atrás. Por fortuna, el sitio era discreto-según lo prometido-un parque con dos madres paseando a sus hijos y en la lontananza un policía acariciando el perro de una anciana.

-Buenas tardes. Usted es Laurence ,¿ verdad? espero no haberme dado el paseo en balde. Yo soy Manuel Cifuentes. Encantado de conocerle, sr. Middleton.

-Ojalá yo pudiera decir lo mismo. Es evidente que estoy en dificultades y por eso mismo está usted aquí.

El prestamista se mojó los labios. No se habían citado para hablar del tiempo.

Larry se sacó de la chaqueta un collar de perlas y unos pendientes, el objeto de aquel encuentro. Eran las joyas más queridas de su madre y si pasaban a otras manos sólo se debía a su carácter impulsivo e irresponsable.

- Son buenas ,vaya que si son buenas, una verdadera pena que tenga que desprenderse de ellas. Se acercó unas lentes para apreciar los detalles.

- ¿Cuánto me daría?

- Unos 800000 pesos aproximadamente.

- ¿Está seguro? me siento como si le estuviera vendiendo mi alma…yo creo que valen más..

- De acuerdo pero me aceptará un cheque, ¿verdad?

- Sí pero me acompañará al banco a cobrarlo.

- ¿No se fía de mí?

- Francamente no.

Se echó las manos a la cabeza. Su poco sentido común y las malas compañías le habían conducido a esta situación. Sólo podría salir de ella con otra operación arriesgada. Quedaron en verse lejos de su negocio para que no hubiera nadie que lo supiera, en estos casos cualquier indiscreción puede llevar al desastre su reputación-le dijo el prestamista frunciendo el ceño.

En apenas dos horas, las joyas se habían convertido en vil metal y Larry se había ido hacia la estación. Su tren partía a las diez de la noche.

En las taquillas, empezó a sentirse mejor. La culpabilidad se había transformado en cierto alivio y el alivio dio paso a un optimismo contenido. AL fin y al cabo, el mal ya estaba hecho-pronto estaría en un barco camino de Londres y tenía todo el tiempo a su favor para imaginar una historia creible y que su encanto natural hiciera el resto…..

Para Helena, la noche había llegado de improviso. Abandonó el café sin mirar atrás volviendo a sus pensamientos el tipo del tabaco de liar. Era apuesto-pensó en voz alta- pero sin duda tenía mucha prisa, a lo mejor se trataba de un delincuente o de un barbazul…. Ella debía volver a casa y pensar en el futuro. El de los Jiménez.

Luna llena. La noche cayó sobre la ciudad como un reloj de Dalí desplomándose sobre la tierra y creando así un surrealismo cuanto menos sugestivo. La brisa acariciaba a los transeúntes y la mayoría acudía de vuelta de sus empleos a sus respectivos hogares.

Helena entró en la mansión de sus padres. No había indicio de presencia alguna. Le sorprendió no encontrar a nadie en su interior ni siquiera a Pepita, el ama de llaves. Llegó al imponente salón oyendo sus propios pasos consolidando un ritmo aterrador. Tiró el periódico sobre el sofá de influencia japonesa que lo presidía.

Se recostó en el sofá como si fuera a dormir allí su última noche y el sopor la invadió. Se quedó profundamente dormida, ni siquiera reparó en que no había comido nada desde las cuatro de la tarde. Entre sueños todo parecía diluirse en el vacío.

Helena se incorporó con lentitud tratando de recordar qué pasos había dado hasta llegar a casa. Estuvo en ese maldito café y luego anduvo, sí y cogió un taxi en la Plaza de España. Cuando ingresó en la mansión se dio cuenta de que no había un alma en la casa.

Le dolía mucho la cabeza,¿realmente había dormido allí? se sentía como si hubiera pasado la noche en un refugio antiaéreo.

-Sta. Helena.¿está bien?-le habló su ama de llaves en un tono bajo y sumiso.

-Buenos días, Pepita. ¿Me traerás un vaso de leche fría y unas galletas, verdad?

-Por supuesto.

-Escucha, ayer no había nadie en la casa, ¿qué ,qué ocurrió exactamente?

-Nada que pueda preocuparla. Sus padres tenían una cena con el Embajador de Costa Rica y me dieron el día libre igual que se lo dieron al jardinero y a su profesora de inglés.

-¡Oh, sí, el embajador!-exclamó aturdida-¡cómo pude olvidarlo!

Subió la escalinata de caracol hasta acceder a su dormitorio. Se dio una ducha y con su albornoz puesto tomó su desayuno con apetito.

-Otra estúpida tarde se ha ido sin que haga algo importante.

-Usted ya hace cosas importantes. Va a trabajar pronto con su papá en sus asuntos….

-No se trata de eso, Pepita. Tú no podrías entender…

Su vida era desde hacía meses tediosa y simple y si confirmó que iba a trabajar en la empresa de calzado de su padre era para acallar de momento sus acusaciones de parasitismo. Pero Helena sabía que no se trataba de eso, había algo más.

Londres, primavera de 1935

Desde el silencio de su habitación, las campanas de la Iglesia Protestante sonaban a auténticos ultimátum.

Esa noche no había podido conciliar el sueño, se quedó en un duermevela un tanto absurdo a la par que inevitable. Al incorporarse sus miedos pasaron a un segundo plano y sus ojos se vieron sorprendidos por una mañana especialmente luminosa.

-Buenos días, Michael. –dijo Larry al verlo entrar por la puerta-¿en qué puedo ayudarte?

-Me conformo con que no vuelvas a pisar un casino.

-Creía que eso estaba olvidado.

-¡Diantre! ¡Cómo quieres que olvidemos algo así? vendiste las joyas de mamá por un puñado de libras. Estabas arruinado,¿recuerdas?

Larry abandonó la cama. su semblante había cambiado. Su hermano estaba dispuesto a comenzar el día con una discusión.

-No volverá a ocurrir algo así. Me dejé llevar por los encantos de Buenos Aires.

-Y por las malas compañías.

-Sí y por las malas compañías. Pero recuperaré el collar y por eso no puedo permitirme perder el tiempo.

Su hermano le miró con cierto escepticismo pero se marchó a otro lugar a rumiar sus propias obsesiones.

Larry se vistió y en un instante salió por la puerta de atrás .Sabía que su padre Edward le esperaba para una conversación pendiente pero la aplazaría una y otra vez si pudiera. Él podía esperar y sus quejas también.

Se encaminó hacia Oxford Street. Allí le aguardaba su prometida, Ruth Stacey sentada en un banco .Se había prometido con ella en primavera cumpliendo la voluntad de su padre y apaciguando en parte el desastre que había originado la pérdida de las joyas. Sin embargo, pensaba que por mucho que se esforzara nunca llegaría a quererla.

Miró una y otra vez su reloj,disponía de poco tiempo para decirle a Ruth Stacey la verdad sobre su relación.

-Qué te ocurre? Parecés nervioso…-le confesó sin vacilar.

-Sí es que debo ser sincero contigo Ruth.-Le temblaban un poco las piernas.Siempre había sido un cobarde,no un poco sino el hombre más cobarde que había pisado Londres .No sabía cómo plantear las cosas para que todo fuera más fácil.

-No sé si debemos seguir adelante con este compromiso Ruth.El rostro de su prometida palideció.

-¿Por qué?

-Es que… no te quiero Ruth,no como tú esperas que lo haga.

-Pero si decías que estabas loco por mí…

-Decía lo que mi padre me había obligado a decir.

-Estás-dijo vacilante-enamorado de otra?

-No,no se trata de eso querida.Quiero salir ,viajar para encontrarme a mí mismo.Estoy confuso y creo que si algo te debo es la franqueza aunque ahora mismo sea muy doloroso para ti.

Ruth se incorporó y allí le dejó .Corrió sin mirar atrás pero Larry pudo ver su ojos llorosos y rostro desencajado.

La verdad era que se había enamorado hasta el cuello de aquella pelirroja del café de Buenos Aires aunque ni él mismo era consciente de hasta que punto lo estaba.Una mujer con clase,bella y difícil de conquistar.-no había podido olvidarla.Helena era todo cuanto él buscaba en una mujer.El único problema es que se encontraba a miles de kilómetros e ignoraba por completo sus sentimientos.

Mientras volvía a la casa pensó que la reacción a su ruptura no iba a hacerse esperar.

16 de Março de 2021 às 18:29 0 Denunciar Insira Seguir história
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Conheça o autor

Cristina Blanco Licenciada en Historia del Arte en 1996.Con vocación literaria desde niña, he publicado en diversos medios especializados. Me gustan los retos y en breve comenzaré la escritura de una novela con una trama interesante y original. Me gusta escribir pero me gusta aún más que me lean. ¿Os animáis?

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