El despertador sonó como de costumbre a las 7:00hs de la mañana. Mi conciencia seguía dormida al igual que cada sector de mi cuerpo. Sin embargo aquel sonido tan molesto fue apoderándose de mí lentamente al ir penetrando en los profundos abismos de la inconsciencia.
Al cabo de dos minutos mi conciencia despertó, no así mi cuerpo. El sonido del despertador me taladraba los oídos. Máquina infernal. Abrí mis ojos para contemplar el techo de mi habitación; la oscuridad seguía reinando por doquier debido a la hora y a la estación del año. Era invierno y como todos sabemos, en esta época del año amanece más tarde.
Estiré mi brazo derecho hacia la mesita de luz para callar aquel infernal sonido. Cuando al fin lo conseguí parte del sueño había desaparecido y mi cuerpo comenzaba a despertar también. Suspiré algo frustrado ya que odiaba esa parte de la mañana. Cómo detestaba esa hora del día, pero tenía que comenzar con la rutina diaria.
No sin esfuerzo salí de la cama y comencé con mi aseo personal. Eran las 7:30hs de la mañana cuando estuve listo. Antes de ir al colegio tenía que pasar por su casa, ella siempre me esperaba. Contemplé mi aspecto físico final en el espejo de mi habitación. Mis ojos violetas todavía mostraban algo de cansancio. El uniforme del colegio estaba compuesto por pantalones grises, zapatos negros y medias grises. Camisa blanca, corbata verde y pullover cuello V verde oscuro también.
El desayuno estaba listo, mi mamá me lo había servido antes de irse al trabajo, tengo 14 años y vivo junto con mi madre ya que mi padre nos abandonó hacía bastante tiempo que ya no recuerdo su rostro; además mi madre se tiró todas sus fotografías.
Al terminar el desayuno me coloqué la mochila al hombro y salí de casa cerrando con llave la puerta principal. El viento helado golpeó mi rostro alborotándome el cabello, un estremecimiento se adueñó de mi cuerpo debido a la helada mañana. Las nubes estaban grises y parecían entrechocar entre sí. Seguramente llovería. Suspiré hondo, definitivamente detestaba el invierno y la lluvia.
Llegué a la casa de mi amiga de la infancia, Brenda estaba seguramente desayunando. Toque el timbre y tras unos minutos la puerta se abrió. Brenda estaba allí con su acostumbrada sonrisa, el uniforme femenino no favorecía en los días de invierno como hoy. Pollera gris, medias verdes y zapatos negros. Camisa blanca, corbata verde y pulover cuello V verde oscuro. Sus negros cabellos caían sueltos por su espalda, sedosos y brillantes. De grandes ojos celestes cada vez que ella me miraba tenía esa extraña sensación de ser traspasado como si me estuviera mirando mi propia alma.
Buen día Brenda - dije sonriendo
Buen día Uriel - respondió tan alegre como siempre - ¡Mamá, me voy! - dijo mirando al interior de la casa y cerró la puerta tras de si.
Nos encaminamos al colegio; de camino conversamos sobre los últimos acontecimientos de la tarde, los programas que vimos y los videos juegos que jugamos en la computadora. Siempre igual, entre nosotros había una confianza especial que había nacido en nuestra infancia y perduró a lo largo de los años.
Sin embargo últimamente Brenda conseguía ascelerarme, su esbelto cuerpo me ponía a mil. Era tan hermosa que difícilmente podía apartar mis ojos de ella. No importaba donde me encuentre o qué estuviera haciendo porque mi mente regresaba a ella.
Su imagen invadía mis pensamientos, por las tardes solía llamarla por teléfono y conversábamos durante horas. Pero ella...parecía no darse cuenta de estos cambios ya que seguía igual. En aquel momento me quedé en silencio meditando esas cuestiones pero ella interrumpió mis pensamientos al decir:
¿Qué te pasa hoy? - su voz resonó en mi mente alarmándome - Estás muy callado- la miré a los ojos buscando la forma de encarar mis sentimientos cuando ella sonrió iluminándosele el rostro mientras observaba al profesor de matemáticas bajar de su auto - Vaya - dijo al tiempo que se adelantaba ignorándome por completo - ¡Profesor, muy buenos días! -
Brenda se detuvo frente suyo mirándolo como si estuviese hipnotizada. Una fuerte furia fue adueñándose de mi al verla así.
Buenos días Brenda - contestó el muy maldito. Brenda volvió a sonreír mientras seguía observándolo embobada atravesar la puerta principal del colegio.
- ¿Podrías dejar de mirarlo así? Se te cae la baba - dije molesto y mis palabras lograron su efecto
- ¡¿Qué te pasa?!
- ¡No me gusta verte así! ¡Pareces idiota!
- ¡¿Cómo te atreves a decirme eso?! ¡Después de todo no es asunto tuyo! - luego se adelantó y entró al colegio antes que yo. Me quedé observándola atravesar las puertas principales con furia y desolación. Lancé un fuerte suspiro de furia frustrada. Dios, ella me volvía loco definitivamente loco. Pensaba, como de costumbre, en ella mientras entraba al colegio.
El murmullo del aula iba en aumento, pero yo me encontraba sumergido en mis pensamientos. Mis ojos buscaban a Brenda aunque me resistía a voltear la cabeza hacia ella. La furia seguía en mí ¿cómo podía mirar a ese tipo?
Ella entró al curso con su acostumbrada sonrisa que le iluminaba el rostro mientras charlaba con sus amigas. Se acercó a su asiento, situado junto al mío, y sentándose con elegancia dijo:
- ¿Seguís de mal humor Uriel? Jajajajaja cambia esa cara.
Suspiré hondo al oírla hablar tan despreocupada, vaya, Brenda no entiende nada. Me sorprendí a mi mismo observándola con una sonrisa:
- Solo tengo sueño - dije excusándome - No estoy enojado - vaya mentiroso soy - ¿Y tú?
El profesor de Lengua entró y la clase comenzó. Pero yo no presté la más mínima atención a lo que decía. Brenda me entregó un papel en el cual escribía " más tarde tenemos que ir al centro, acordate". Había quedado con ella en ir al centro para acompañarla a pagar algunas facturas que sus padres le encargaron. Los minutos fueron pasando aunque resultaron eternos, por fin el timbre del recreo sonó.
Así transcurrió la mañana junto a Brenda y mis locos celos. Cuando ya llegaba la hora de la salida algo en mí comenzó a agitarse. El corazón me latía más fuerte que de costumbre. Estábamos en el último recreo cuando un fuerte dolor atravesó mi cuerpo estremeciéndome por completo.
Casi pierdo el equilibrio, pero solo casi. Con esfuerzo llegué al curso segundos antes de que el timbre sonara. La última hora la pasé quieto y callado. El dolor seguía en mi cuerpo, era como si un millar de agujas me perforasen por dentro. Cuando el timbre de salida sonó todos se levantaron de sus asientos y guardando los útiles en las mochilas mientras hablaban entre sí. El profesor de inglés salió unos segundos luego, pero yo apenas podía moverme. Al intentar colocarme de pie el dolor se agudizó más.
- Uriel ¿qué sucede? - dijo Brenda, al desviar mis ojos pude ver la preocupación reflejada en su rostro - Estás pálido
- No es...nada... - contesté como pude y haciendo uso de mi voluntad me coloqué de pie. Ignoraba el terrible dolor que atravesaba mi cuerpo - ¿Ves? No me pasa nada - dije sonriendo pero lo cierto era que tenía la sensación de estar siendo literalmente partido en dos
Camine más lento de lo común, ella no pareció conformarse ya que siguió mi ritmo sin impacientarse ni apurarme. Como ambos vivíamos cerca del colegio llegamos pronto a mi casa.
- Llamame cualquier cosa - me dijo preocupada
- No te preocupes Brenda, nos veremos en dos horas - contesté. Ella siguió su camino y yo entré a casa. Mamá no estaba ya que salía tarde del trabajo. Al entrar tiré la mochila mientras intentaba respirar pero me resultaba cada vez más difícil. Transpirando por cada poro de la piel avancé un par de pasos más antes de que todo se vuelva oscuro y las fuerzas me abandonen por completo. Perdí el equilibrio y lo último que sentí fue el helado y duro suelo bajo de mí.
La luz del sol fue bañándome íntegramente, sus rayos de calor acariciaban mi rostro con intensidad. El viento se asemejaba a una leve brisa refrescante, sudaba por cada poro de mi piel. La conciencia fue regresando a mi lentamente, mi respiración estaba normalizándose.
Al abrir mis ojos lo primero que vi fueron destellos de luz pero estos provenían de algún sitio desconocido que pronto desaparecieron tras cerrar mis ojos y volverlos a abrir. Así la imagen se aclaró ante mi mirada, lo primero que pude ver fue el techo blanco, mi visión fue ampliándose hasta llegar a una finísima y hermosa araña de cristal cuya luz provenía del reflejo del sol que iba penetrando por las ventanas grandes situadas frente mío. Me incorporé repentinamente, la habitación era grande y lujosa. Una gran chimenea hecha de mármol se situaba a mi derecha, sobre la misma había un cuadro de un paisaje cuyas montañas reflejaban la luz del sol que en la pintura permanecía en lo alto del firmamento.
Un juego de living de color salmón se ubicaba junto a dicha chimenea, las cortinas del salón en donde me encontraba eran del mismo color que los sillones. Un par de esculturas de dos leones se situaban junto a la puerta, tenían el tamaño natural de dichas bestias.
¿Dónde estaba? Desconocía ese lugar, jamás lo había visto ¿cómo había llegado allí? Lo último que recordaba era haber llegado a casa tras salir del colegio, recordaba los fuertes dolores que atravesaron mi cuerpo y luego...nada. Oscuridad total. Me coloqué de pie casi de un salto, busque la puerta con mis ojos. Los dos leones parecían cuidar la entrada. Aún llevaba el uniforme del colegio, miré la hora en mi reloj.
- ¡¿Qué?! ¡¿Las 17:30hs?! ¡Brenda me va a matar! ¡Es tardísimo! - exclamé sorprendido, ya no sentía los dolores físicos de hacía unas cuantas horas atrás tan molestos. Al llegar a la puerta esta se abrió sorprendiéndome. Retrocedí dos pasos. Quien la había abierto entraba al salón en ese instante pero al verme se detuvo, justo en el umbral.
Era una joven de aproximadamente 20 años de edad, su negra cabellera caía por su espalda como una cortina de seda. Vestía únicamente un transparente camisón negro, debajo del mismo llevaba puesta ropa interior azul oscura. Sus ojos violetas brillaban con extrañeza, estaba descalza. Sus labios esbozaron una sonrisa inquietante mientras sus ojos parecían perforarme.
- Vaya - exclamó - ¿Te vas tan pronto? - ella entró al salón rodeando mi persona - Creí que te quedarías por más tiempo - no podía dejar de mirarla ya que era una mujer muy sensual, tenía la misma estatura que yo - No te vayas todavía - Esto último lo susurró acercándose a mi persona como una serpiente - - ¿Qué dices? - sentí sus manos acariciar mi cuerpo pero antes de que llegaran más abajo me alejé de ella sudando
Debo marcharme - dije sintiendo mi corazón latir como un tambor - Señorita yo...
- Bianca - me interrumpió ella - Llámame Bianca
- Debo irme - insistí retrocediendo
- Pero si acabas de llegar - dijo otra voz detrás de mí. Voltee nervioso y me encontré con otra joven de la misma edad que la anterior. Esta era pelirroja y llevaba un camisón similar al de Bianca solo que en esta ocasión era rojo, su ropa interior azul también - No pensarás dejarnos de nuevo ¿o si? - Ambas eran hermosas pero extrañas. La segunda joven entró al salón - Nos prometiste diversión -
- ¿Quiénes son ustedes? - dije mareado, pero algo en ellas cambió ya que sus miradas se endurecieron repentinamente. Como si hubiesen sido golpeadas con algo que resultaba invisible para mis ojos.
- Tienes razón - dijo la joven de negro - Debes irte y pronto.
- Te acompañaremos a la salida - comentó la joven de rojo; sin decir una sola palabra nos dirigimos fuera del salón. Bajamos por las escaleras y muy pronto llegamos a la puerta principal de calle. El lujo de aquella mansión, porque sin duda se trataba de una mansión debido a la cantidad de puertas, grandes pasillos, me deslumbró. Las puertas se abrieron y el ruido de la calle me golpeó atravesando mi persona junto con el intenso calor que contrastaba con la agradable frescura proveniente del interior de la mansión - Olvida todo muchacho - esto me mareaba más aún ya que desconocía lo que ocurría.
- Pero ¿qué sucede? ¿Quiénes son ustedes? - pregunté mareado y confundido
- Nadie - respondió la joven de negro - No somos nadie que debas recordar.
- ¿Cómo es que vine aquí? - la furia iba creciendo en mi junto a la impotencia - No soy ningún tonto
- No - dijo la joven de rojo muy seria - Nunca dijimos que lo seas. Adiós - Sin decir nada más me empujó fuera de la mansión y cerró la puerta.
Instantes luego comencé a caminar sin rumbo fijo ya que la confusión seguía en mí. Nada de lo que hubo sucedido tenía sentido, algo en mi interior se agitaba. Me detuve unos minutos después, voltee para contemplar la fachada de la mansión en donde desperté hacía unos momentos. Verdaderamente era sorprendente e impotente, nadie se desvanece debido a un dolor por más fuerte que sea fuerte, para luego despertar en un lugar desconocido, con personas extrañas. No tenía sentido alguno, meditaba mientras fruncía el ceño. Ellas sabían algo pero nunca me lo dirían por más que insista. Lo más extraño era que el dolor había desaparecido con la misma misteriosa rapidez con que hubo aparecido.
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