evel-sytrani1556817120 Evel Sytrani

¿Qué ocurriría si dios descendiera y amenazara a la humanidad? Aún más, tú eres una elegida a quien no se le puede dañar. ¿La sociedad cómo respondería? Cloudy Mäkinen fue alguna vez una joven actriz y activista; valorada y reconocida en el mundo por su trabajo, pero el posible legado que pudo dejar después de su trágico accidente fue borrado por un privilegio que pocos poseen. Uno que la coloca en la mira de los más fervientes opositores de dios quienes la consideran un arma que pondrá fin a la humanidad. Mini historia de personajes del libro en desarrollo -- Creador de Vida --


Pós-apocalíptico Impróprio para crianças menores de 13 anos.

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Capítulo 1 - Protegida

¿Quieres conocer mi historia? No sé por qué. No cambiará nada. Hice lo que tú puedes apreciar y no tuve oportunidad de cambiarlo. Me convertí en eso que la gente temía, que la gente atacaba. Sus gritos enfurecidos eran palabras que presagiaban lo que estaba a punto de suceder. Soy esa figura fantasmal en la oscuridad, ese acechador en una calle solitaria, esa historia que cuentas a los niños para obligarlos a portarse bien. Nada de lo que diga cambiará lo que sucedió aquel día que nos conocimos. Nada devolverá aquello que arranqué de tus manos y pecho. Si tuviera el poder de arreglarlo, habría muchas heridas que desearía sanar. Muchas vidas que desearía devolver. No es así, no puedo hacer más por ti que acompañarte en este difícil momento…

—¡No mintieron! —Gritó Jihan al descender desde la punta del risco, trayendo consigo cientos de litros de arena y vegetación muerta.

Buscó refugio junto al resto exhalando aire y continuó.

—¡Está ahí! Karxane, la vi, no puedo estar equivocado. Los caminantes dijeron la verdad. Tienen que subir y verla. No puedo describirla, Allah no me consagró el habla suficiente.

Nos miramos especialmente aterrados, todos tumbados sobre lo rocoso del terreno, con el sol ardiente sobre nosotros y la arena profanando nuestro ropaje, apenas logrando conseguir sombra en nuestra trinchera. Erdelan me miró, con su viejo rifle en mano y su uniforme desgastado.

—Mujer —inició—. Te seguiremos ahí donde tú nos guíes.

Al igual que todos los presentes, el temor de encontrar un templo construido por dios, creaba ansiedad y pena. Más eso no detendría la guerra y el avance de sus rûh sobre los pueblos Kurdos. Tragué saliva y ordené escalar la cordillera rocosa y mirar desde ahí. El grupo obedeció y nuestra trinchera fue abandonada al completo, montando a sus espaldas los explosivos que hemos traído para derribar tan abominable creación. Escalar el suelo rocoso y resbaladizo no se compara con toda la travesía que vivimos hasta llegar a estos páramos desolados donde la flora consigue sobrevivir con pocas lluvias al año. La cima de la cordillera nos recibió con el viento elevando aquella tierra que el terreno seco deja escapar. Nos tumbamos al suelo y de inmediato dimos uso a los binoculares y mirillas en los rifles.

—Está ahí, es inmensa. Somos nada ante su presencia. —Dijo Erdelan atreviéndose a no parpadear pese a la arena insultando sus ojos.

—¡Es una tontería! —gritó Hejar abandonando su lugar para ocultarse de todo peligro detrás nuestro— No vine para morir así.

Nadie lo hizo, pensé, pero el criadero de rûh se mostraba ante nosotros. La estructura era difícil de describir, la sostenían muchos pilares de puntas finas, su forma era la de un caparazón destellando miles de colores. Sobre esta base se ubicaban dos chimeneas, en una ingresaban lo que aparentaba ser la materia prima para la creación de esos demonios, en la otra, los liberaba al cielo y estos desaparecían en portales ocultos bajo los ennegrecidos nubarrones. Su trabajo no tomaba descanso alguno y cada segundo que dudábamos, eran creados más rûh. Mismos que llegarían a las ciudades.

Volvimos pasos atrás donde el terreno nos permitió descansar y obtener cobertura. Los soldados mostraban temor, la angustia se reflejaba en sus voces y rostros.

—Somos nada para esos gul, nos masacrarán si bajamos ahí. Los ejércitos en nuestras ciudades fueron derrotados por cantidades menores de rûh, nosotros no lo lograremos. —Comentó Jihan con miedo en la voz.

—Podemos hacerlo, hermano, ¡Podemos hacerlo! —intentó animarlo Erdelan— Nadie vigila. Con Allah de nuestro lado, ningún ifrít o gul podrá con nosotros.

—¿Allah? ¿Oyes tus palabras? —cuestionó Hejar— Cuando ese otro dios profano descendió del cielo, destruyó toda creencia. Las religiones se quedaron sin bases, los profetas sin argumentos. No nos elevaremos al yanna, no habrá gloria ni ḥūrīyah para ninguno porque no existe nada de eso. Moriremos aquí sin el jardín prometido.

—¡Blasfemo! Impera víbora que escupe su veneno entre los corazones de tus hermanos. —Respondió Erdelan, enojado, fastidiado por el débil temple de su compañero.

—¡Basta! —grité— Hejar, no pertenezco a tu religión, no sé si mi dios tendrá un paraíso para mí o sólo será muerte y el final, pero esa karxane sigue liberando demonios que devastarán a nuestro pueblo. La gente ahí depende de nuestras acciones aquí, nuestras familias y compañeros de armas, ellos esperan que triunfemos. Si no destruimos ese templo, el dios profano que mencionas, habrá ganado.

—Es fácil para ti decirlo, eres una protegida, esas bestias no te dañarán.

—Esa karxane es un sitio construido por dios, si él me encuentra, retirará el escudo que me dio y con eso llegará todo el dolor que he acumulado en estos años luchando a su lado. Corro el mismo riesgo que ustedes. Los he dirigido hasta aquí porque tenemos una guerra que no ha terminado. Ustedes fueron testigos de los actos de los rûh en todos los pueblos alcanzados. Esos gul no descansarán hasta que cada niño, mujer o anciano esté muerto. Si destruyendo ese templo, podemos impedir su avance o dar la oportunidad de que los civiles evacuen, valdrá la pena arriesgarse por ello. ¡Están conmigo!

—¡Arriba guerreros de Allah, el yanna nos espera! —gritó Erdelan— ¡Al·lahu-àkbar! — Expresó después. Todos lo acompañaron.

Corrimos cerro arriba hasta superar el borde y descender en el lado inverso de la cordillera, el templo de dios distorsionado por el reflejo del sol se volvía más cercano a nuestro avance. Su imponencia robaba el aliento a los más jóvenes y lo sustituía por temor. El grupo de 26 kurdos no se permitió vencer por el karxane ni por la cantidad de rûh emanando de su chimenea. Mantuvieron su marcha con el coraje aferrado a sus rifles para abrir fuego a cualquier defensa que proteja el templo. El ruido de las chimeneas conquistaba el paisaje, la succión de una, el desprender de la otra, combinadas para enloquecer las mentes de los presentes. Di la orden de separarnos, llevar los explosivos a cada pilar del templo y prepararlos antes de que las alarmas nos revelarán.

La gigantesca estructura pronto nos cubrió y con ello, nuestros ojos se asombraron por su presencia. El ruido que emanaba de ella no dejaba en claro cómo creaban a los rûh, debíamos soportarlo y su intensidad crecía a cada pisada. Les grité que se mantuvieran firmes, no olvidaran nuestro propósito aquí. La gente en los pueblos vecinos agradecerá la oportunidad de encontrar refugio y salvarse de la extinción.

Corrí con los explosivos sobre la espalda en una abultada bolsa militar, con mi dedo en el gatillo del G36, el resto de mi equipo tintineando a cada segundo y mis botas escarbando la tierra suelta. El grupo que me sigue muestra una situación similar. Miradas serias, decisiones firmes. No podía pedir mejor unidad, dispuestos a enfrente al mismo dios que desató la extinción de la humanidad. Ese era el grupo autonombrado Jinetes del desierto, dignos combatientes de la guerra más devastadora que haya golpeado una ya lastimada medio oriente. La guerra de los Cuatro Desiertos. Ellos confían en mí, en mi liderazgo, en mi fortaleza. Ellos cumplirán sus objetivos porque los he convencido en estos dos años de ser la mejor decisión. El seguirme.

No siempre fue así, no siempre cargué con detonadores y materiales peligrosos. No siempre postré mis manos sobre un rifle que no fuera una imitación realista. Que fuera letal. Esta vida no me pertenecía. Jamás habría enfrentado la desolada guerra, las crueles batallas donde la humanidad muestra lo peor de ella. Donde la ciencia y pericia se unen para ser más letales, más genocidas. Jamás habría corrido bajo el abrasador sol con el sudor de mi frente tratando de escabullirse a mis ojos en dirección hacia un karxane de dios. Mi vida anterior era lujosa y caprichosa. Glamour y grandes fiestas, reconocimiento y zapatos costosos. Donde lo que importaba era ser tendencia, que el público se fijara en ti y tu apariencia, sacando provecho de las causas sociales que apoyas por recomendación de tu representante.

Vivía pegada al teléfono, publicando mi sofisticada vida junto a mis pensamientos más profundos y buenos deseos sobre problemas que aquejan al ciudadano promedio. Creí que estaba haciendo un cambio al seguir las campañas altruistas más conocidas. El creer que mi donativo se gastaba en alimentar bocas hambrientas y no en las limusinas y banquetes que se ofrecían en todas las reuniones de la comitiva. Qué sabía yo de la verdadera maldad del mundo, de las atrocidades que cometía la humanidad a sus iguales. De los pueblos sin patria que buscan un lugar que puedan llamar hogar. Yo no sabía nada, pensaba que el presentarme al evento de caridad con mi vestido más humilde, estaba haciendo un cambio, sin darme cuenta de que el costo de esa prenda habría alimentado a las familias más pobres en aquellos países que desconocía de su existencia.

Esa era yo, la actriz y modelo del momento que se preparaba para el rodaje de cuatro películas el próximo año. Con una biografía más que basta de participaciones tanto en obras de teatro como de filmaciones. Cameos cortos, portadas de revistas, escándalos menores y un grupo de fans que atacaban sin piedad a cualquiera que se atreviera a manchar mi imagen. Había fingido ser un soldado en una batalla ficticia contra enemigos fuera de este planeta, contra perversas razas que pretendían dominarnos. Haciendo pensar a los espectadores que la malicia se encontraba fuera de nuestro mundo, en un sitio donde los inicuos seres se reunían y buscaban la manera de asesinarnos, y que, por ende, todos en el planeta somos uno mismo, dispuestos a luchar lado a lado por el bienestar de todos. Un ente de apoyo y responsabilidad que, dado el momento, lograríamos hacer que todo funcionara.

Nada más falso que eso.

La maldad está aquí, en la indiferencia de los unos a los otros, donde el enemigo es tu propio país velando por los intereses de sus ciudadanos y su posicionamiento económico. Asegurando los recursos necesarios, comercializando con las armas y el dolor ajeno. Esa es la verdad, una que yo desconocía y jamás habría probado de no ser por esta maldición que algunos llamaron privilegio. Ser una protegida no ha traído más que desgracia a mí y a mi familia. Desde que dios se alzó ante nosotros y amenazó con extinguirnos si el planeta no era salvado, cambió la vida de todos, las reglas del mundo, mi propia vida y fama. Los meses pasaban y la humanidad trataba de asimilar que una deidad caminaba entre nosotros, sin entenderlo por completo. Algunos simplemente volvimos a nuestro trabajo y creímos que todo era igual, sin saber que estábamos equivocados.

Recuerdo los gritos, las alarmas y el set completo de filmación tratando de retirar el pesado vehículo sobre de mí. Muchos aseguraban que estaba muerta, que debíamos esperar a la policía, otros que no podían perder la fe de que milagrosamente haya encontrado el medio correcto para sobrevivir a la embestidura de un pesado trailer y su carga que, aunque vacía, no restaba importancia. Aquel día debía colocarme en el lugar justo de un accidente controlado, el vehículo debía deslizarse a través de la rampa destruía de un puente y detenerse segundos antes de aplastarme. Esa era la idea, habían probado el mecanismo y hecho la escena decenas de veces, pero el director no creía que hubiera realismo sin mí en el punto de encuentro con esa pesada unidad. Su deseo era capturar mi terror al notar el enorme vehículo cayendo hasta mí. Una propuesta que culminó en desastre.

La maquinaria por fin llegó y los enormes tractores arrastraron el trailer hasta liberar el espacio donde yo me encontraba muchas horas después. El asombro de todos fue evidente al hallarme viva y aún más, ilesa. Nadie dijo palabra alguna al notar que, por mi propio esfuerzo, me puse de pie al sentir que la presión cedía. Los miré alrededor del accidente detrás de la cinta de seguridad, muchos de ellos no daban crédito a lo sucedido, no se explicaban lo ocurrido. Tardaron en reaccionar y correr para ayudarme, primero el equipo médico que no esperaba trabajar después de la escena trágica y evidente, luego el director y los asistentes que trataban de conocer mi estado, todos ellos con voces rotas y especulativas. No era fácil aceptar que no había ocurrido un accidente mortal.

Cuando los paramédicos revisaron mi estatus y el hospital corroboró que mi salud era integra, dejaron que regresara a casa con mis hermanos y resto de la familia que no me acompañó al centro de salud. Esperaban impacientes hasta que finalmente pudieron verme y abrazar sin esperar turnos. Todos ellos puestos al tanto de la situación y de mi milagrosa suerte. Yo misma estaba perdida en pensamientos que no permitían repasar en otra cosa que no fuera el vehículo pesado cayendo sobre de mí y oscureciendo todo. Cuando los latidos se calmaron y mi familia sobrellevó lo sucedido, comenzaron a irse y desearme más suerte de aquella, sin saber que esa fortuna se convertiría en mi penuria.

Fui hasta la ducha, el agua me tranquilizaría, el chorro de la lujosa bañera retiraría ese temor intrínseco de haber enfrentado la muerte y sobrevivido. Meritando en sí, todo lo ocurrido, pero engañosamente, diciéndome que la oportunidad abriría mis horizontes a una revelación de lo que hago y estoy por hacer. Muchas personas rezan, otras se dedican glorificar cada segundo de su vida, otros ven una oportunidad para laborar en todos esos pendientes que han acumulado pensando que no habrá tiempo después. Nada ha cambiado, el día siguiente descansaría, me otorgarían una semana más en el rodaje para aliviarme y recibiría los buenos deseos de mis colegas artistas y grupos de fans. Esperaba la siguiente llamada de mi representante diciéndome que mi popularidad subió y nuevos proyectos se agregaron a mi agenda. Entrevistas en varias cadenas del medio, DirectLive para mis seguidores, hasta posiblemente nuevos patrocinios ahora que mi accidente se vuelva la noticia del día. Esperaba más vanidad y reconocimiento.

Hasta llegué a sonreír de encontrarme en esa situación, en ese accidente, esa víctima que sufre los daños colaterales por mantener el realismo y entrega en sus películas. Tiempo después de que se estrene esa filmación, la gente recordará que casi muero por mi esfuerzo sobrehumano por realizar el mejor contenido y correrán hasta llenar las taquillas pese a que la película no se digna de una mención de la academia. Eso no restaría mérito a las ganancias que obtendría. Publicidad como esta, no es fácil de conseguir.

No lo es, nadie quiere morir para que la película en turno sea un éxito, pero ya estaba ahí, en ese borde al filo del acantilado y caí del lado correcto, del lado que me beneficia como actriz.

Mi forma de pensar era vacía, intranscendental. Fétida. Mi sonrisa pronto se volvieron carcajadas demenciales que cualquier observador calificaría de insanas, pero es que no comprenden la posición privilegiada que la fortuna me ha regalado. Más esa vanidad extremista y vacía, pronto me gritó a la cara y disipó todos mis planes.

La corriente de agua caliente golpeaba mi espalda desde diferentes flujos, todos ellos creando una sensación de masajes coordinados que el dinero puede comprar. Abrí los ojos para dejar de imaginar mi triunfal fortuna y descubrí destellos de luz rodeando mi cuerpo, luces azules que nacen de la nada, iluminan y se disipan con lentitud. Pensé que era un error del alumbrado del baño, un fallo eléctrico, abrí la boca y grité a mi madre para conocer si ella sabía algo. No debió escucharme, así que insistí y los destellos continuaron a mi alrededor, impregnados en la extensión de mi brazo que estiraba para deslizar el cancel de la ducha. Miré fijamente esa anti-naturalidad tratando de definir lo desconocido.

Roté mi brazo y ahí donde el chorro de agua golpeaba, se iluminaba la luz azul hasta desaparecer como cenizas evaporándose. Después, y sin más aviso que un canto vocal ronco y penetrante, la corriente de agua se apartó de mí, expulsada de mi alrededor sin excepción alguna, como una capa protectora invisible impidiendo que me tocara. El agua salió disparada en muchas direcciones golpeando el vidrio del cancel y las paredes laterales. Ese fenómeno provocó un grito seco de mi parte, con un espeluznante terror que me hizo tropezar y caer de espalda hasta el filo de la bañera, donde una boquilla conservadora de latón me esperó y se clavó en mi espalda.

O eso creí.

Mi caída no fue dolorosa, el picó del sifón no laceró mi piel, inclusive la cerámica de la bañera no lastimó mi espalda. El agua dejó de ser expulsada y volvió a rociar mi cuerpo, sin esas luces pretensiosas rodeándome, pero el daño ya estaba hecho. No de manera física, sino de un modo que se arraigaría en mi ser. Salí de la ducha y tomé mi bata sin pretender secarme, sólo quería cubrirme y buscar asiento en el primer sitio disponible. Mi corazón latía y mis aspiraciones se volvían incontrolables. No comprendía lo que había visto, era una extraña y desequilibrada alucinación, posiblemente producto del accidente, un daño cerebral que los médicos no supieron diagnosticar porque se presentaría a largo plazo. Cerré los ojos, oprimiendo con esfuerzo, mi primer pensamiento es que esto podía arruinar mi carrera, luego recapacité y me vi dañada de manera personal. Algo que debía ser más importante para mí que el éxito o los futuros proyectos.

No sabía lo que ocurría y por algún motivo, no lo compartiría hasta no estar segura de que se repetiría. Deseaba que fuera un incidente aislado y único. De no ser así, buscaría la ayuda necesaria.

Salí del cuarto de baño con dirección a mi habitación con la esperanza de que nadie me encontrara en el trayecto, que era corto en realidad, más no fue así. Mi madre se asomó por el pasillo diciéndome que pediría mi cena favorita, se cercioraba de si mantendría mi estricta dieta o, debido a lo sucedido, deseaba arrojarme a los placeres de la vida. Yo bajé la cabeza tratando de decirle que “sí”, pero el movimiento debió ser falso y evidente, ya que ella se aproximó preguntando por mi estado de manera preocupada. Sonreí y con un característico gesto de seguridad fingida, le dije que me encontraba cansada y algo desorientada. Intentando asimilar todo. Ella se aproximó y con un abrazo que sólo una madre puede ofrecer, me dijo que estaba bien, ya me encontraba en casa, el sitio más seguro que pueda hallar. Esa calidez reconfortó mi cuerpo a tal grado que el llanto que no derramé en todo el día se liberó. No estaba bien, no era verdad. Mis ideas sobre el futuro éxito de mi carrera a partir de hoy no superaban el miedo que sentí al ver el frente de ese enorme vehículo caer sobre mí y oscurecerlo todo. Era la manera en que mi cerebro trataba de desviar el tema a algo que falsamente creía me ayudaría a superarlo.

La primera carga la colocamos en el pilar más cercano, el experto dijo por la radio que debíamos sujetarlas firmes alrededor de este o de lo contrario, no lograríamos desestabilizar toda la estructura. Sin esto, el karxane no se debilitaría sobre un costado y no conseguiríamos hacerle el daño que deseamos. Implícitamente no impediríamos que siguiera funcionando. Todos oímos y actuamos según las recomendaciones, el tiraje de masilla explosiva no alcanzaba a rodear el pilar a la altura necesaria, hubo que hacer uso de la cinta adherible para que permaneciera ahí donde su detonación quebrara los cimientos del templo. La escalera plegable fue de gran ayuda para conseguir esa altura. Las personas a cargo tomaban su tiempo para colocar el explosivo y el detonador cuando este quedara sujeto al pilar. El resto vigilábamos. Al pie del templo la arcilla se había oscurecido y era polvo que, con el más mínimo esfuerzo, se elevaba y tardaba en descender. Se asemejaba a las cenizas volcánicas en cantidades exorbitantes.

Erdelan dio la señal de que habían terminado con ese conjunto de pilares, así que avanzamos siguiendo las instrucciones del experto que hacía los cálculos mentales para descubrir en cuál, de los muchos soportes ahí, debíamos colocar las cargas. Debían ser los correctos para debilitar la estructura y hacer que su propio peso la venza. Él se detenía, miraba a su alrededor y contaba la cantidad de estas columnas, luego recorría la zona y marcaba cuáles debían ser derribadas. El proceso fue tardado y meticuloso…

Cuando amaneció, mis ojos seguían enrojecidos por el llanto y problemas para conciliar el sueño. Cada que los cerraba, el trailer volvía a mí y su chirrido al deslizarse por las vías de control me obligaban a despertar. La luz del amanecer entró por las cortinas pobremente cerradas y decidí que no iba a esforzarme más en dormir. Tomé mi teléfono, que había apagado previamente, y revisé las notificaciones acumuladas. En pocas horas había conseguido un porcentaje grande de nuevos seguidores en todas mis redes. Los mensajes de apoyo inundaban mi bandeja y la aprobación del público iba en aumento.

Me hizo sonreír.

Lo que vanidosamente había pensado, se estaba cumpliendo, fui hasta la ventana para abrir la cortina por completo y contemplar el paisaje, la brisa penetraba con pequeños rastros gélidos, provocaba el movimiento del agua en la piscina y contorneaba la arbolada. Había silencio y el amanecer regalaba distintas tonalidades en un día despejado.

—Todo estará bien —me dije—, sólo debo ir a terapia, quitarme ese terror al cerrar los ojos y todo estará bien.

Bajé las escaleras y mi padre me recibió con un abrazo, después mi madre. Ahí sobre la mesa había un gran arreglo con muchas de mis flores favoritas y una nota de la producción deseándome una pronta recuperación, aunque realmente no había nada que sanar. Con la situación más tranquila y los nervios controlados, propusieron salir y desayunar en mi restaurante favorito. Insistieron que era lo mejor. Acepté y enseguida partimos después de un discreto maquillaje y ropa que, según mi pensamiento, era la indicada para demostrar humildad ante la situación, pero no desequilibrio emocional. Subimos al coche donde papá condujo y llamamos a mis hermanos para verificar su asistencia. Al abrir la puerta de la cochera, la cantidad de paparazzi ahí esperando mi salida fue numerosa, varios de ellos deseándome más de esa suerte, preguntando sobre mi estado y mis planes. Algo que respondí rápido descendiendo la ventanilla.

—Ahora mismo mi plan es estar con mi familia e ir a desayunar panques. —Dije y me despedí.

Luego salimos de ahí.

Mi día fue glorificándose a cada segundo, las llamadas de colegas se acumulaban, las invitaciones a comer llenaban mi agenda y mi representante traía buenas noticias al entrar en el restaurante y unirse. Los medios más importantes me querían en su espectáculo, deseaban que narrara mi experiencia y ser la exclusiva. Yo debía decidir qué noticiero me daría mejor retroalimentación en carácter de publicidad.

Al terminar de desayunar abandonamos la mesa y por un instante todos se dispersaron dejándome esperar cerca de la salida. Ahí encontré un televisor en el cuarto de descanso de los empleados, el video de mi accidente se reproducía a la vez que la conductora resaltaba lo afortunada que había sido al no resultar herida en algo caótico que pudo haber culminado en tragedia. Me deseaba lo mejor y más suerte de esa. El resto de sus compañeros del noticiero no hallan palabras para describir lo terrorífico que lucía el video. Yo misma no lo creía, había visto mi rostro en decenas de películas, diarios publicados, fotos poco agraciadas tomadas en el momento menos oportuno, pero nunca una donde se mostrará mi inevitable muerte. Aunque no haya sido así, el ver la pesada unidad soltarse de sus amarres y deslizarse hasta mí, es algo que me obligó a desviar la mirada a otro sitio.

—¿Estás bien? —Preguntó mi hermano.

—Sí, sí lo estoy. Aún me abruma lo sucedido. —Dije y lo guíe con la mirada al noticiero.

—Lo repetirán hasta el cansancio, será mejor que no veas las noticias por un tiempo. —Respondió y me alejó de la zona apoyando su brazo en mis hombros.

Esa noche la dediqué a contestar algunas preguntas de los fanáticos, me recosté en la cama boca arriba y sostuve mi teléfono frente a mí tratando de mirar la pantalla con la luz más tenue posible. Mi insomnio no me permitía cerrar los ojos, pero el cansancio se apoderaba de mí irremediablemente. Algunos preguntaban sobre cómo lo superaba, narraban sus historias personales frente a la muerte y yo sentí una extraña conexión con esa gente, ellos al igual que yo, habían experimentado una necesidad de sacar un tipo de provecho de esa experiencia, pero finalmente descubrieron que nada había cambiado. Morir no es lo mismo que casi morir, publicó otro. Me alentaba a creer que pronto superaría esa imagen del vehículo oscureciendo mi entorno a su avance y regresaría a la ordinaria vida de lujos que ofrece la fama. Una historia que después contaría entre bromas y exageraciones durante la promoción de la película.

Sí, eso sucedería así.

—“Morir no es lo mismo que casi morir”. —Dije a mí misma.

Pausé mis dedos para contemplar la aplicación y los comentarios en ella que, en ese preciso momento, sólo miraba sin realmente leer. Quedé paralizada en un profundo pensamiento que no era nada, pero necesario para apreciar lo que sucedía. Estaba viva y eso era lo que importaba. Sonreí y reanudé mi interacción con mis seguidores, no obstante; el movimiento de mis dedos empujó mi teléfono y este se soltó de mis manos directamente a mi cara. Cómo reflejo rápido cerré mis ojos para no sentir el golpe, aunque eso fuera un engaño, y para mi sorpresa, funcionó.

No del modo que hubiera deseado.

Escuché ese cántico de una voz masculina recitando palabras que no comprendí, fue un instante, algo corto, algo efímero, pero se encontraba ahí, arraigado en mis oídos. Abrí los ojos cuando lo detecté y fui testigo de una fugaz iluminación que expulsó el teléfono lejos de mi rostro. Eso me exaltó, me arrastré en la cama y quedé adherida al cabezal, sorprendida y atormentada. La pantalla del móvil brillaba tenuemente a los pies de mi cama, esperando que lo recogiera, mostrando los nuevos comentarios que se deslizaban a cada segundo. Fui hasta el borde de la cama y lo miré deseando que la respuesta a lo que viví estuviera conectada de algún modo con el teléfono. Algo ilógico, pero que en ese momento era mejor que estar alucinando una voz y un destello.

Lo sostuve en mis manos y giré para encontrar más de esas respuestas. Un fallo en la batería, un audio que oprimí accidentalmente, cualquier indicio de que fue ese dispositivo y no yo, quien ocasionó el malentendido.

Nada.

El saberlo me volvía loca, porque era exactamente igual que no saberlo. Mi cabeza estaba fallando, la voz había sido muy sutil, pero clara. El destelló iluminó del modo que el flash de mi cámara lo hace, más con una tonalidad azul. Quise dormir, olvidarlo y seguir adelante, contrario a eso, mi cerebro no lo permitió. El vehículo cayendo a mí y el destello azul se unían en una sola pesadilla.

Salí de la casa tomando las llaves del coche eléctrico, su encendido no despertaría a nadie y me permitiría escabullirme sin despertar a mi familia. Conduje por los adinerados bulevares de L.A. siguiendo la autopista hasta la casa de mi representante, quien a su vez es mi hermano mayor. Moví las estaciones en la radio, dejando a un lado las preestablecidas por la familia buscando un canal serio que hablara sobre cosas importantes. Quería descubrir, de un modo irracional, que algún científico estuviera hablando de mi milagrosa salvación debido a una teoría lógica y con bases físicas. No sólo más de esa buena suerte.

—La esposa de dios, Itzel, ha presentado sus condolencias a los familiares de las once personas que fallecieron como consecuencia del nuevo ataque terrorista contra una protesta pacífica en Alemania. Esta se suma a lo ya ocurrido tres meses atrás en la cumbre de Paris donde destacados activistas perdieron la vida al impactarse una avioneta con varios kilos de explosivos en el recinto: «Las Lif formarán parte de un sistema de vigilancia más preparado y especializado, los cuerpos antiterroristas las entrenan para llevar a cabo una mejor tarea». Expresó al ser cuestionada sobre las acciones a tomar por parte de su campaña de concienciación. La inteligencia francesa ha colaborado y destacado tres grupos con la capacidad necesaria para llevar a cabo este tipo de ataques. Aunque hasta ahora, ninguno se ha autoproclamado autor del acto terrorista. El presidente de las Naciones Unidas, Aleksanteri Hansen, ha calificado estos atentados como “provocadores y despreciables”, buscan manchar los avances en temas de reorganización y protección del medio ambiente. En otras noticias, el huracán Irina de categoría cinco se aproximan a la costa de Estados Unidos, pronto el sistema de… —Quité la radio.

No hablarían del tema que me importaba.

Di la vuelta siguiendo las instrucciones del GPS hasta llegar a la cochera de la pequeña residencia de mi representante. La entrada a su casa no estaba obstaculizada y estacioné ahí el eléctrico. Toqué el timbre notando que la luz de su sala seguía encendida y la actividad dentro en vigilia. Abrió la puerta después de dar un vistazo por la cámara ahí en su pórtico, me miró con asombro y de inmediato preguntó si todo estaba bien y si alguien me acompañaba. Respondí que no a ambas preguntas dejándome pasar de inmediato.

—Lo lamento, sé que es tarde —empecé—. Vi tus publicaciones, supe que estabas despierto y no pude evitar venir.

—Claro, claro. Pudiste llamar, te tendría alguna bebida caliente. ¿Dónde está papá y mamá?

—No saben que vine, tomé el coche de papá para no despertarlos.

—Sí, entiendo, tampoco lo escuché hasta que las luces te delataron. ¿Qué ocurre? Toma asiento —Me indicó con la mano, yo estaba muy inquieta como para sentarme en el sofá.

Vi su mesa central con una cantidad asombrosa de papeles y teléfonos. Usaba demasiados para todo tipo de clientes, familiares y personales. Apagaba aquellos a quienes deseaba no escuchar durante el día. Su laptop se encontraba a un lado reproduciendo música suave y noticias variadas en pequeños clips de una página conocida. El resto de la casa se encontraba en completa oscuridad.

—¿Está dormido Carl? No quiero molestarlo.

—No, no. Él duerme sin que nada lo despierte, envidio que pueda hacerlo. Verás… —me guío para mirar su trabajo desperdigado— Será una noche larga.

—Mejor me voy, no quiero atrasarte. —Tomé camino a la salida y de inmediato me detuvo.

—¡Vamos! No viajaste desde Beverly Hill sólo para irte. ¿Qué sucede? Porque puedo jurar que jamás te he visto fuera de casa con pijama y apenas un lazo en el cabello. Tomaré un descanso de todo este trabajo. —Cerró su laptop y la música al igual que las noticias pronto se callaron.

Regresé al centro de la habitación con el feo hábito de morder mis uñas, miré las escaleras y calculé lo lejano de su habitación hasta aquí y de si despertaré a Carl con mi voz. Pensando que no, continué.

—Cuando… tú y Carl tuvieron ese espantoso accidente hace tres años. ¿Cómo lo superaron? Sé que fue aparatoso, todos los visitamos en el hospital y firmamos tu yeso, pero nunca supe qué sucedió después. Me dije: «Están bien, es lo que importa», pero ¿realmente estuvieron bien después de eso?

—Ya, ya entiendo a lo que quieres llegar —se recargó en el sillón con sus manos en la cabeza tratando de encontrar las palabras indicadas— Bueno, no fue fácil. Piensas que sí, te salvaste por casi nada, pero queda esa sensación de peligro en tu mente. Carl todavía se altera cuando escucha el derrapar de llantas y el olor de estas, y tú sabes que en L.A. los niños ricos con coches costosos casi ni se encuentran; superarlo le costó mucho, pero aún le provocan un sobresalto si es demasiado cerca. Por mi parte, recuerdo que no conduje por mucho tiempo, cuando subía a un vehículo rentado y el chofer aceleraba… ¡Te juro que yo pisaba un freno imaginario! Las curvas ni se diga, eran fatales para mí si iba a mucha velocidad.

—¿Qué debo hacer entonces? Cierro los ojos y veo el trailer cayendo hacia mí, el chillido de los rieles que debían frenarlo, fallar y luego ese estruendo horrible.

—Bueno, como tu representante —estiró su mano para invitarme a aceptar ese hecho—. Busca un terapeuta, no esperes más. Ahora que, como tu hermano, toma algo para dormir y haz cita con un terapeuta de confianza mañana por la mañana, mamá conoce varios. No digo que ella los visite, que sí debería… pero a alguien debió conocer en el hospital cuando trabajaba. Esa alerta constante de peligro no se borra de un día para otro, pero es un excelente paso el aceptar que algo sucede. Carl y yo vivíamos con temores que no compartíamos el uno con el otro, hasta que una noche fuimos sinceros y no los hombres duros que queríamos aparentar. ¿Me explico? Ser fuerte por el otro, mientras que el otro oculta lo que siente porque también desea mostrar esa fortaleza. No quisiste despertar a mamá y papá, entiendo que quieras protegerlos, pero una noche que no puedan dormir, no los afectará. Ahora tú deberías hacerlo, no tengo nada para ayudarte, podemos ir a la farmacia, hay una cerca que nunca cierra.

—No, no. Debería volver a casa, ya casi amanece y si no me encuentran ahí, se volverán locos… Y entonces todos necesitaremos terapia.

—Ja-ja… Entiendo, entiendo. Bien, te llevo a casa.

—¡No, no, no! —lo detuve— El coche de papá prácticamente se conduce solo. Debo mantener las manos en el volante únicamente, se detiene si no lo hago.

—Ahg… cómo desearía un coche así. Mi conductor actual odia que cante mientras lo hace. ¿Estarás bien?

—Eso espero, iré con la terapeuta y luego por pastelillos. Dejaré la dieta. Que la gente de producción se joda.

Él rio, se notaba el cansancio en sus ojos, estiró los brazos acompañado de un quejido soñoliento y volvió en sí.

—Hablando de eso. Pregunté a los abogados cómo procederemos. Evidentemente respetando tu decisión, te lo digo como tu representante. Ellos dijeron que las leyes de California te protegen como empleada y este accidente de trabajo procede a una demanda, repito, sólo si tú quieres; y una indemnización bastante gorda. Además, hablé con el equipo de producción, dijeron que ya no es necesario que estés en el set de las escenas peligrosas. Falta poco material, hasta enfrente de una pantalla verde pueden hacerlo. Tú decides, pero como representante, pediría un gran porcentaje en tus regalías. Nada de oscuros números rojos, regalías directas. Eso que sucedió es promoción indirecta de la película. Por su puesto que habrá ganancias y que se jodan, fue gracias a ti.

—Aún no he pensado nada sobre eso. Quiero despejar primero mi mente, confió en que me ayudarás a tomar la mejor decisión.

—Yo voto por las regalías… “de-man-da-los” —Dijo después a modo de susurro.

Salí de ahí cuando todo se tranquilizó y mi ansiedad se había disipado. Tomé en principio la ruta hasta la casa, cuando un antojo infernal me hizo recapacitar e ir por el café y panecillo más delicioso de todo L.A.. Llegué al sitio y esperé fuera hasta que abrió el restaurante. Caminé hasta ahí con la capucha puesta y los lentes oscuros que toda actriz en Hollywood tiene en el fondo de su armario. Me senté en la barra y pedí el café que las grandes compañías no pueden igualar en sus sofisticadas cápsulas y cadenas de prestigio. La mujer que me atendió dijo que en un momento más estaría, aguardara un instante, de momento fue al televisor y lo encendió.

El pastelillo llegó antes y la rebanada aún liberaba calor. Tomé el tenedor y probé sin remordimiento de romper la rigurosa dieta cero proteínas, calorías y todo aquello que el cuerpo humano necesita para vivir. Ya llevaba cuatro días de retraso en los intensos ejercicios que la Skyfall Entertainment exigió por contrato. Si vieran sus abogados que he terminado la primera rebanada y pedido dos más, seguramente aparecerían con una demanda en segundos.

—Que los jodan. —Pensé al recibir la siguiente orden junto con el café.

Comía mientras respondía el alarmante mensaje de mamá, adjuntando una foto de lo que comía para tranquilizarla, además agregando que pronto regresaría, sólo había salido a despejar mi mente. Ella aceptó y continué hastiándome de panecillos, ignorando a las personas que ingresaban al restaurante hasta pronto llenarlo y no tener espacio vacío alguno. La camarera apenas si daba abasto, vi al cocinero poner dos platos y sonar la campanilla para anunciar que la comida de la mesa seis estaba lista, la mujer miró y dijo que estaba de camino. Por alguna razón, al notar que la mesa seis se encontraba a espalda mía, tomé los dos platos y los llevé hasta ahí, recibiendo un simple agradecimiento por parte de la camarera. Aunque con recelo por quitarle su trabajo.

—En otras noticias. Un incendio en una fábrica de Malí ha costado la vida de diez personas. La pronta aparición de las Lif ha podido salvar a quinientas más de la catástrofe, reduciendo así el número de víctimas. El hashtag “#LifToMe” ha hecho posible su rápida reacción. Su promotora, Itzel, ha comentado en las redes sociales que el uso del hashtag debe ser responsable, debido al aumento de las falsas alarmas que provocan que grupos de Lif se presenten en sitios donde no ocurre un peligro inminente. La red social ha aclarado que deshabilitará las cuentas que intenten obstaculizar el funcionamiento del hashtag con bots y falsas publicaciones. En noticias de espectáculos, la prometedora actriz Cloudy Mäkinen sufrió un accidente durante la filmación de la película “Cielos Oscuros”, basada en el homónimo libro. Una escena de alto riesgo provocó un incidente donde la joven actriz quedó atrapada bajo una pesada unidad de remolque. Muchos de los presentes dicen estar asombrados por la afortunada actriz que resultó ilesa del aparatoso accidente. La casa productora, Skyfall Entertainment, dará una conferencia hoy por la tarde para aclarar lo sucedido.

Miré de inmediato el televisor de gran tamaño donde una foto mía se mostraba ocupando todo lo alto, luego el video de mi fatídico accidente, una sensación de horror recorrió mi cuerpo cuando decenas de pensamientos sobre mi muerte se confrontaron contra mi débil actitud de superarlo. No pude soportar el seguir escuchando los testimonios. Dejé el dinero sobre la barra y salí de ahí esperando que nadie me reconociera bajo el disfraz cliché de fugitiva.

La calle cada vez más poblada me condujo a uno de los miles de parques recreativos que abundan en la ciudad, las personas a mi alrededor no se toman la molestia de buscar famosos deambulando junto con ellos. Es común encontrarlos en supermercados, restaurantes y club sociales. Ya no les asombra, no te persiguen para un autógrafo, no te buscan para una foto. Si la desean, el mejor sitio son las pasarelas donde encontrarán a un grupo numeroso de famosos bien vestidos y maquillados dispuestos a una sesión rápida de selfis y el autógrafo correspondiente, con la ventaja de que un artista tras otro, desfilarán en la alfombra.

Aquí soy una más que camina sin ninguna intención diferente a recorrer las calles, hay personas corriendo en ropa ajustada, otras que ejercitan en las máquinas públicas, algunas más que se apresuran a llegar a su empleo “temporal” con el almuerzo en mano. L.A. está llena de demasiada gente bella intentando conseguir un lugar en la fama, es imposible encontrar un empleado promedio que no sepa de actuación, que no haya venido con el sueño de convertirse en la siguiente gran revelación. Que no haya gastado sus ahorros en aquella cirugía sumamente necesaria. Demasiado ego y vanidad que resulta fastidioso porque en algún momento, yo fui de esas jóvenes promesas destacando entre la multitud, aplastando en el camino los sueños de otros que debieron regresar a sus vidas ordinarias con un fracaso más en su lista.

Miré la avenida donde el enorme ruido de un camión de carga se escuchó, el pesado vehículo expulsaba silbidos de su maquinaria tratando de encaminarse hasta conseguir la velocidad necesaria y partir. El ruido en sí no fue lo que me aturdió, sino el diseño de su frente con la rejilla cromada y su destello solar. La enorme bestia arrancó dejando una corta estela de humo saliendo de sus chimeneas.

Debí quedarme pasmada observando esa monstruosidad irse que no noté la presencia de un hombre al frente mío que de igual modo no se percató de mi ruta y terminamos chocando.

No del modo normal en que ambos se disculpan por el descuido, sino de esa forma perturbadora que me despertó de toda inconciencia. Vi nuevamente el destello azul fugaz que me sobresaltó, luego al hombre de color en el suelo tratando de levantarse sin que nadie lo ayudara. Los presentes se limitaban a ver con estupefacción tratando de comprender lo que había sucedido que, al ser extremadamente rápido, no les permitió digerirlo. Tardé en notar que aquella antinatural reacción había empujado al hombre antes de que este chocara realmente conmigo. El señor se reía y yo de inmediato le ayudé a levantarse cuando finalmente mi cuerpo reaccionó.

—Lo lamento, lo lamento —Repetí.

—Señorita, tiene una fuerte defensa. Perdóneme a mí, iba distraído con el teléfono. —Comentó sin dejar de reírse por la inesperada situación.

Sacudió su ropa y cordialmente se despidió siguiendo su camino. Yo lo miré irse aún con la necesidad de quitarse el polvo, luego di un vistazo a los espectadores y encontré fugaces miradas con expresiones dudosas. No comprendían cómo mi pequeño y ligero tamaño había conseguido derribar a ese señor, peor aún, qué había sido ese destello. Di la vuelta y regresé al coche, no deseaba permanecer más en la calle.

—Listo, Cloudy, colocamos los explosivos. Ahora deberíamos alejarnos. —Confirmó Ederlan. El segundo grupo también lo hizo.

Con las cargas colocadas en cada columna, sólo restaba tomar cobertura y dejar que las detonaciones debilitaran los soportes del templo. Corrimos buscando salir de la enorme karxane, nuestras pisadas levantaban la arcilla ennegrecida manifestándose como polvareda. No le dimos importancia, aunque su presencia oscurecía aquellos sitios que dejábamos detrás. Era tal la nube tóxica y su espesura que pronto nos impidió mirar en esa dirección, extrañamente también en los costados alrededor de los pelotones donde nadie había pisado. Aproximándose cada vez más a nosotros, obligando a todos a contraerse sin mantener la formación debida. Aquella que, en caso de ataque, evitaría que todos fueran alcanzados por la misma metralla gracias a la separación extensa de un soldado a otro.

Ederlan les gritó que mantuvieran la distancia sin conseguir que esto fuera escuchado, la extraña nube negra nos invitaba a no penetrar su barrera imaginaria delimitada por la oscuridad. Este ente sin cuerpo saltó las alarmas, no era normal y, basándonos en todo lo visto hasta ahora, posiblemente era parte de la defensa del templo. Una que tardó en atacarnos.

El movimiento repentino de la nubosidad embistió al más cercano a ella, el soldado gritó mientras todos escuchamos cómo trituraba su cuerpo conforme lo elevaba. La fuerza de esta era enorme, como gigantescas mandíbulas que doblaban piel y huesos de su primera víctima en sentidos retorcidos e imposibles. Otro soldado más fue alcanzado por esa bestia oculta y el temor invadió a todos. Abrieron fuego ante un enemigo invisible sin un cuerpo como tal, sólo una creencia vaga sobre su ubicación y forma. Jihan gritó que lanzaría una granada de mano, esta voló hasta caer dentro de la densa nube y su estallido la disipó por instantes, luego dejó un hueco que se empobrecía y formaba ríos de arcilla negra hasta devolverse al suelo.

Gracias a esto entendimos qué hacer y era necesario escapar del cobijo de la karxane. Lejos de ahí, los explosivos terminarían con la amenaza. El grupo no se detuvo, aunque el aliento les faltara y sus piernas falsearan, la voz de Erdelan animándolos a seguir era todo lo que necesitaban. Insistía que Allah no los abandonaría, sus corazones fuertes como el hirç, hábiles como el gûr, no serán vencidos. Cuando alcanzamos la línea imaginaria de la salida, corrimos hasta el cúmulo de rocas más cercano y con todos los sobrevivientes ahí a cubierto, detonamos los explosivos.

Las cargas iniciaron su proceso destructivo en varios tiempos, primero aquellas más cercanas al exterior hasta adentrarse al centro donde los pilares sin explosivos no pudieron contener el peso del templo. El ruido allí reproducido después era muy distinto al metal doblándose, la primera chimenea, de donde los rûh eran despedidos al cielo, colapsó entregándose a la inestabilidad que las cargas provocaron. Su cuerpo cedió y las paredes pronto se quebrajaron cayendo una a una. La tierra tembló y por instantes creí que seríamos alcanzados por toda esa devastación. El montículo nos protegió valientemente dispersando los escombros a los laterales hasta dejar un río de bloques y esqueleto que componían la karxane. No pude identificar qué clase de material era, su destello de colores se opacó y quedó un bloque negro como la obsidiana.

Algunos soldados se alertaron y rápidamente elevaron sus rifles cuando la polvareda lo cubrió todo y la negrura opacó el abrasador sol. Esta vez, no era la amenaza de antes, sólo escoria resultante del trabajo bien hecho. Cuando se disipó y el corazón de todos dejó de latir excesivamente, el júbilo se apoderó. Todos gritaron diversas alabanzas sobre el éxito de destruir la karxane, uno de ellos trepó el montículo hasta la cima y verificó que así fuera, describiendo que la segunda chimenea estaba fracturada y ya no recibía ese material para fabricar a los rûh. El silencio en sí ya era una señal, algunas estructuras continuaban cayendo lejos de nuestra posición.

—¡Por nuestros hermanos! Su muerte ha sido justicia y el yanna los espera. —Gritó Ederlan y el resto vitoreó con honor a sus caídos.

Al entrar a la casa mi madre se apresuró en recibirme. Fue hasta la entrada y antes de que pudiera dejar las llaves en su sitio, me abrazó y comenzó a lanzar muchas preguntas. Traté de calmarla, pero no tenía palabra alguna para hacerlo. Me acompañó hasta el recibidor y empezó a decirme lo preocupados que se encontraban al no hallarme en la habitación. Le respondí que era complicado, mi ánimo era decadente, el hecho de sobrevivir a ese accidente no arrancaba de mi corazón el temor que viví en ese momento. No podía olvidar el pesado vehículo soltarse de sus amarres y deslizarse por los rieles hasta oscurecer todo y el estruendo resultante. Fue rápido, fugaz, no hubo oportunidad de si quiera desviar la mirada, busqué quitarme, pero sólo conseguí caer de espalda al suelo como un desgarrador intento de huir. Esa impotencia de ser carne y hueso frente a las toneladas de metal sólido me hace creer que la siguiente ocasión, no tendré más de esa suerte.

Caminé hasta las escaleras cuando la situación mejoró, mi madre estaba más calmada, hasta había decidido hacer su pasta especial, faltaban ingredientes, nada que una app de reparto no pueda solucionar. Antes de llegar al primer escalón, papá me interceptó desde el segundo piso, mi hermano trataba de comunicarse urgentemente conmigo, pero mi celular estaba apagado. Muchas llamadas que no deseaba responder. En el altavoz dijo que había enviado un video noticia, debía verlo en la pantalla más grande posible para no perder ningún detalle. Fui hasta el televisor de la sala y con pocos pasos reproduje el video allí sin más advertencia del contenido que el título de este. “Qué salvó a Cloudy Mäkinen”

—¡Bienvenidos a su canal Insidious! Hoy les traemos importantes hallazgos en el mundo de Hollywood donde los grandes sueños se pueden vender. Al estudio ha llegado un video revelador que les hará cuestionarse todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre el casi trágico accidente de Cloudy Mäkinen —dijo el presentador con euforia, ya conocido por mostrar controversiales grabaciones de famosos—. En este canal siempre hemos tratado de mostrar a nuestros seguidores los videos más veraces y las conjeturas más certeras, pero esta vez, nuestras manos están atadas. No por una firma de abogados amenazando con demandar o por el deber ético que todo periodista posee —mentira—. Sino por la naturaleza enigmática de lo que a continuación verán. Júzguelo usted mismo.

La filmación comienza desde una de las cámaras usadas para la película y no un video de las cintas de seguridad. Esta es de mejor calidad y desde un ángulo distinto, comenzando aproximadamente 60 segundos antes del incidente. En ella se logra ver cómo los dobles y extras se colocan en su posición y el director comienza la toma. Se escucha el ruido de los rieles descender el pesado vehículo para lograr una escena lenta que en postproducción aumentarían y harían ver riesgosa y más catastrófica. Los sonidos son débiles, simples, sin agregados de ningún tipo, todos los extras tienen la orden de no provocar ningún ruido, aun cuando se les pida fingir gritos o lamentos. El trailer desciende y los amarres se rompen liberando la carga donde los rieles no pueden detenerla, ese zumbido de látigo es inmediatamente sustituido por el chirrido del metal deslizándose sobre las vías, luego el impacto.

Miré a otro lado antes de esto, no deseaba verlo, tenerlo en mi mente el resto de mi vida. Desde la otra grabación de las cámaras de seguridad, el golpe es casi imperceptible por la calidad de muestreo, pero en este nuevo ángulo, la alta definición está presente en todo momento. Los detalles son soberbios.

El video finaliza con todos los presentes acudiendo al sitio del accidente. Luego el comentarista reanuda su diálogo.

—Este catastrófico accidente fue protagonizado por la siempre querida Cloudy Mäkinen, quien bien sabe que en este canal siempre ha sido muy apreciada y jamás hemos revelado grabaciones de ningún tipo o morbo sólo por el placer de hacer dinero y mantener a nuestros seguidores informados de los acontecimientos en Hollywood que otros noticieros no informan —es verdad…—, pero hoy tenemos que discutir este video que a simple vista parece una grabación de las múltiples hechas dentro de un set de filmación. Era impensable creer que la grabación de la cámara seguridad fuera la única pieza disponible. Quizá muchos de nuestros espectadores no notaron la sutileza de lo sucedido porque transcurre en pocos segundos, es rápida y francamente, tampoco lo habría notado de no ser porque nuestra confiable fuente lo resaltó. Veamos el video de nuevo.

Esas palabras no me obligaron a ver. ¿Qué más querían revelar? El trailer cae e impacta sobre de mí. Es todo.

—¿Lo notaron? Yo tampoco hasta que la reproducción es ralentizada a tal grado de ir fotograma por fotograma. —nuevamente reproduce el video, con un acercamiento especial a la zona del accidente. Pese al zoom, la calidad de la filmación es perfecta— ¿Ahora lo notan? ¿No? No se preocupen, su buen conductor se los dirá. Justo antes de impactar a la joven actriz la pesada unidad, sucede un breve y casi imperceptible resplandor azul que envuelve a la joven promesa hasta que el vehículo la oculta a los espectadores —caí sobre el sillón—. Esta luz dobla la parrilla del remolque formando una figura cóncava lo suficiente grande para que la actriz pueda sobrevivir. Esto no es un efecto digital agregado, fue grabado por una cinta master y su autenticidad ha sido confirmada por nuestra fuente. Cero edición. Es aquí donde surgen todas las preguntas: ¿Por qué sucede esto? ¿Acaso es un intento muy arriesgado de crear publicidad para esta película? ¿Es necesario? Según nuestros datos, el grosor de fans esperando esta adaptación es suficiente para hacerla rentable, además considerando la actuación de Cloudy Mäkinen como la protagonista y su larga carrera de acertadas filmaciones, vemos poco probable que necesiten propaganda de este calibre. Recordemos que la anterior filmación de la joven actriz, Days Forever, pese a su controvertida temática, fue galardonada por el sindicado de actuación y obtenido buen recibimiento por la crítica especializada y la audiencia. Una actriz de este nivel no necesita más publicidad que su propia presencia. Entonces, ¿qué ocurre aquí? El testimonio de los presentes, tanto actores como gente de staff, concuerdan que la situación fue realmente catastrófica, no creían que hubiera sobrevivido. De hecho, se siguen preguntando: ¿Cómo lo hizo? ¿Qué está pasando? —cambia de ángulo la grabación que lo presenta— Lo sé, lo sé, querido espectador. Nosotros también queremos a Cloudy Mäkinen quien nunca se ha visto involucrada en ningún tipo de escándalo que merezca ser mostrado en este canal. Una actriz de su categoría es considerada icono por los más jóvenes y una influencia positiva para las audiencias. Con sus proyectos por venir, es la actriz más cotizada del momento. Por lo tanto, en este canal nos oponemos rotundamente a creer que esto es parte de una publicidad baja y vil para tratar de incrementar las ventas de taquilla. Por lo tanto, nos dimos a la tarea de buscar pruebas de todo lo relacionado con el incidente, nuestra fuente pudo verificar y conseguirnos estas fotografías del remolque y su apariencia actual. En ellas podemos apreciar la figura cóncava que sirvió como burbuja para que la joven actriz sobreviviera. Nuestra fuente asegura que buscó un mecanismo oculto, algún material remplazado en la parrilla o cualquier indicio de manipulación en el frente de este vehículo. Como pueden constatar en las fotografías, el daño no sólo ocurrió en la parrilla y su hilera de respiradores, dentro de la maquinaria hay una figura familiar producida por esa deformación justo antes de impactar en el suelo. ¿Jhonny qué pasó entonces? Seguramente se preguntarán, bueno, esa es la cuestión que nos tiene atados de manos. ¡Nada de esto tiene lógica! ¿Por qué arruinar el nombre de grandes personalidades del mundo de los espectáculos sólo por obtener mayores números de ingresos? Sí este era el plan, ¿por qué tomarse la molestia de agregar un resplandor justo antes de la deformación de la parrilla? ¿Era necesario ser evidentes? La cantidad de preguntas son por mucho, mayores que las respuestas. En los próximos días viviremos una cantidad importante de revelaciones, la conferencia de hoy por la tarde por parte de Skyfall Entertainment quizá despeje nuestras dudas. Soy Jhonny Caster y esto fue Insidious.

Terminó el video y papá maldijo el televisor.

—¡Qué estupidez! Creer que todo esto ha sido publicidad. —Murmuró dejando caer el mando sobre el sofá.

—¿Por qué permiten que gente como él pueda hacer esto? No sabe de todo el daño que puede provocar. Ahora la prensa buscará respuestas en otros caminos, sin mencionar esas horribles personas que únicamente están buscando una excusa para iniciar un acoso. ¡Van a arruinar la carrera de mi hija! —Gritó mi mamá.

Yo no respondí, miré la pantalla donde repitieron la cinta master una vez más antes de terminar, con un acercamiento más audaz al sitio exacto donde sucede la deformación después de que el resplandor azul apareciera. Hasta ese momento pude creer que la producción haya querido usarme para conseguir más publicidad sin decírmelo para crear realismo en mi expresión. Arriesgado mi vida para aumentar la asistencia a las salas… o quizá realmente nunca estuve en riesgo. Pude creer todo eso, pero el resplandor. El destello azul no pudieron colocarlo en mi bañera, sobre mi cama y en esa concurrida calle. No, el resplandor era real, y ahora existe una prueba fehaciente de que no lo estoy alucinando. La única pregunta era… ¿Qué es ese resplandor azul?

Vi a mis padres discutir sobre lo sucedido, no entre ellos, sino con enojo a los periodistas amarillistas. Se angustiaban por mí y a la vez, habían olvidado que estaba tumbada en el sillón con rostro perdido y miedo afianzado en mi garganta. Mi primera idea fugaz, era conocer lo que era ese resplandor. Me levanté sin perder aquella expresión dibujada en mi rostro y caminé hasta la cocina. Mi madre me vio, pero debió creer que iba por agua o algún asunto similar. El trayecto hasta los gabinetes era corto, la cocina conectaba directamente con la sala y sólo era separada por una isla donde solíamos comer evitando constantemente ir hasta la gran mesa del comedor.

Allí revisé los cajones en búsqueda de algo en ellos, aunque no estaba segura de qué, pero estaba decidida a averiguar qué era el resplandor azul y por mi mente no cruzaba ninguna otra idea. En el tercer cajón vi un ablandador de carne, con su cabeza grande y cortos picos para ese propósito. Lo tomé con gran fuerza en mi mano, debía averiguarlo ahora, en este preciso momento aun cuando eso me costara una grave herida. Mamá se cuestionó lo que hacía y se aproximó con pasos lentos, ella no imaginaba lo que iba a intentar y ese motivo evitó que me detuviera. Para cuando lo dedujo, ya cargaba el martillo con suficiente altura para ser devastador, con mi mano sobre la encimera lista para responder o ser mutilada. Gritó que no lo hiciera, más no hice caso.

Dejé caer esa pesada pieza y, como ya antes había sucedido, la voz gutural dominó mis oídos y el resplandor azul hizo acto de presencia. Junto a esto el ablandador salió despedido lejos de la mano con que lo sostenía. Mi mamá expulsó un grito fugaz al ver la escena y mi papá corrió hasta ahí para poner un alto total a mis intenciones, cuestionando seriamente lo que hacía. Nada de lo que dijera iba a cambiar lo que había visto, mi respuesta estaba ahí, tirada varios metros lejos sobre el pasillo.

—¡En qué estabas pensando! —Preguntó papá, con una voz pocas veces oída en esta casa.

—Eso… eso me salvó ayer —respondí casi al punto de la histeria—. El resplandor azul del video, lo he estado viendo desde el accidente… No permite que nada… me dañe. —Deduje.

Por el rostro de papá buscando entender lo que yo decía, supe que no había visto la luz, debió estar mirando en otra dirección hasta que mamá gritó y vio el martillo caer sin sentido para él. Distinto a mi madre que cubría su rostro con las manos y se había quedado paralizada tratando de digerir lo que vio. Sus ojos se clavaron en mí y no pudo conseguir palabra alguna hasta que su cuerpo reaccionó y se aproximó a mí.

—¿Cómo? ¿Desde cuándo sabes esto? —Preguntó lo que era más alarmante en su mente.

—No lo sé, no sé desde cuándo tengo “esto”. Comencé a verlo desde ayer después del accidente, cuando me bañaba noté esa luz azul y luego el agua se alejó de mí como si cayera sobre un paraguas invisible, duró poco tiempo donde pensé que lo había alucinado. No dije nada porque yo misma no comprendía lo que pasaba, después en la noche mi celular se resbaló de mis manos y antes de caerme en la cara, ese “escudo” lo arrojó lejos. Y hoy en la calle, un señor accidentalmente chocó conmigo y el escudo lo empujó. Creo que más gente lo notó, pero fue tan rápido que no les dio tiempo a saber lo que habían visto. Pensé que me volvía loca, pero ese video… es… es la prueba. Ahora no soy la única que lo ve. —Los miré y ambos no supieron qué decirme.

Mi teléfono sonó varias veces, por el tono de llamada sabía que se trataba del director de la película, al no responder dejó varios mensajes, todos ellos diciéndome que producción y relaciones públicas querían verme. Era urgente, pero comprendía si no estaba dispuesta a presentarme. No respondí.

Desperté cuando mi alarma sonó, la había programado para el atardecer, después de hablar con mamá y papá, sugirieron que durmiera y no pensara en esto. Tomé un somnífero y me perdí en sueños. Nada desagradable. Vi la pantalla del móvil, varias llamadas de muchas personas, algunos números conocidos, otros no. La cantidad de notificaciones en las redes sociales iba en aumento, aunque inmediatamente descubrí que los comentarios tóxicos eran más presentes que antes. En algunos decían que estábamos estafando a los fans del libro, tratando de venderles publicidad engañosa y vil, prácticamente me deseaban lo peor, pero eso no era extraño, siempre existen personas a quienes no les gusta tu trabajo, y está bien, no puedes complacer a todos, más tienen esa tendencia a hacer todo lo posible porque estés enterada en cada red social u oportunidad al alcance.

Vi los mensajes que me interesaban, uno de ellos de mi hermano diciendo que había adjuntado varios enlaces. «Estoy atento a todo lo que sucede. Surgieron más videos. Chécalos. TQM», respondí y vi la lista y títulos. Todos eran de espectáculos, canales conocidos y personajes muy odiados por los artistas, sus comentarios forman parte de esa toxicidad en el espectáculo que llena los bolsillos de sus creadores de contenido. No es ilegal, se respaldan en la libre expresión y rozan la difamación, argumentando que hay bases sólidas para lanzar esas conjeturas a sus espectadores. Aunque ellos se escudan de no incitar a nadie, la realidad es que sus seguidores toman muy personal cada que un artista comete una falta.

No deseaba ver ninguno porque sabía del tema que hablarían en ellos. Los títulos iban desde “Cloudy Mäkinen es la clase de artista que no deseamos en Hollywood” hasta “La carne en el asador está puesta, nos revientan la cara con sus huevos: Cloudy Mäkinen nos sirve una mierda más de su propia receta”. Hay que admitir que se quiebran la cabeza con los títulos…

«Te envío otro. Este te interesará. Están sacando teorías cada vez más enfermas. Necesitamos hablar, esto podría afectar tu carrera». Rezó el último mensaje. Le respondí que relaciones públicas de Skyfall Entertainment quieren hablar conmigo. El director personalmente insiste. Intercambiamos mensajes quedando de acuerdo en cómo íbamos a proceder, legalmente inclusive, desde ahora mismo mis abogados están solicitando una orden de protección de evidencia para que el vehículo y el set no sean manipulados sin un perito presente. No me explico cómo lograron lo del resplandor, pero si ellos eran conscientes de lo que ocurría y deseaban aprovecharse de ello, realmente han cruzado la línea.

—Mamá está muy mortificada, no deja de ver noticias y lo que se dice en las redes, le dije a papá que la aleje del teléfono, pero ya lo conoces, no lo hará. Después de lo que te dije, ¿crees que hay teorías sin sentido? No sé qué es ese resplandor, pero me sigue a todas partes. Me preocupa que pueda ser peligroso a largo plazo. No entiendo cómo en producción sabían de todo esto. ¿Realmente piensas que lo hicieron a propósito? —Respondí con un mensaje de voz.

—Creo que deberías ver el último video que te envié, ya no lo creo tan enfermo después de lo que me dijiste. No se trata de un crítico de farándula, de hecho, no tiene ni un solo video relacionado con el espectáculo. Es un devoto fundamentalista agnóstico. Por lo que entendí es el equivalente a un crítico especializado sobre religión. Ver sus videos pasados me hace pensar que nadie en este mundo está a salvo de los críticos... —Respondió.

Jalé mi tablet olvidada en la mesilla de apoyo y encendí mis audífonos para no perder palabra alguna. El video inició de forma muy sencilla, nada excesivo, transiciones o efectos especiales. Sólo un hombre de aproximadamente treinta años frente a su ordenador y la toma encuadrando indirectamente más de su cuarto que de su persona. Aquel sujeto era de barba arreglada y cabello largo sujeto a una liguilla, de rostro apacible e intelectual bajo esas gafas discretas. Bebía café de un tarro y en primer plano, tomaba fruta de una canasta. Su habitación era modesta, con complejos libros a un costado, su cama individual al otro y una ventana que daba a un jardín ya oscurecido.

—Buenas noches espectadores de su canal “A qué dios rindes pleitesía” —inició con voz profunda, fácilmente pudo ser locutor—. Hoy tengo una agenda apretada, normalmente no comparto videos entre semana, espero terminarlos y darles una edición decente, pero el día de hoy ha surgido un video controversial que está dando la vuelta al mundo y no pude resistirme a la tentación de dar mi opinión, tan válida como todas aquellas que la gente de internet se empeña en publicar, sin importar lo idiota que sean —ya me agrada—. En pocas horas desde su publicación, este video ha roto récords para el canal en sí mismo, y observando la tendencia de reproducción, el video tema clave de este corto noticioso, será el más visitado en veinticuatro horas. Recordemos que el anterior récord lo posee la famosa banda neo-punkrock y su extravagante ritmo al que todavía no logro definir. Si no han visto el video, dejo el enlace en la descripción y pongan pausa a este otro porque realmente necesitan visualizar esta obra noticiosa del canal Insidious para comprender todo lo que hablaremos hoy en “A qué dios rindes pleitesía” —aguardó cinco segundos de silencio, el tiempo que le tomó beber de su café—. Supondré que ya lo vieron y están listos para comentar este tema tan acalorado que se viene discutiendo desde hoy en la mañana, tiempo de los Ángeles. Como ustedes sabrán y seguramente ya están pensando, este canal no es sobre farándula, no hablamos de espectáculos o de la nueva película o moda en Hollywood, a menos que sea referente a una teología ortodoxa extendiendo sus garras entre actrices y actores. Si alguien tiene curiosidad de este tema, visite mis otros videos. Bien, vayamos al grano. He estado leyendo los comentarios en internet, es difícil no hacerlo cuando está en el Top Treding de las redes sociales más destacadas y visitadas, y como no soy la excepción, la curiosidad pudo más conmigo y visualicé esta obra de arte noticiosa con real escepticismo, después de todo: ¿Qué puedes esperar de Hollywood? ¡Vaya mi sorpresa al encontrar este exquisito video de la actriz Cloudy Mäkinen! Y no me refiero a su última y controvertida participación en Days Forever que, si no la han visto, se las recomiendo. No, me refiero al video de su accidente, menuda catástrofe ha sido esa, da pie a muchas demandas. No necesito describir el video a estas alturas, sólo hablar de un punto de vista que no se está considerando en este asunto. Dios —dijo con más énfasis—. Sí, ese mismo dios que bajó del cielo y azotó la tierra, amenazó al presidente más poderoso del mundo y dejó en ridículo a toda la comitiva de seguridad de este. Muchos siguen sin digerir que en el mundo tenemos a dos deidades caminando entre nosotros, el shock y la negación los vuelve muy susceptibles a olvidar que, desde ese día, las reglas cambiaron. En el momento que dios descendió y se postró ante nosotros, automáticamente todas las demás religiones se cancelaron. ¿Con qué bases teístas puedes defender tu religión ahora? Si el mismo dios en persona fue televisado a nivel mundial. Ahora que su esposa ha repetido que llamarse a sí mismo “dios” es una manera rápida y simple de entender lo que es, para nosotros es distinto. Porque, aunque ellos digan que no es un dios como lo conocemos… realmente sí lo es. Creó el universo, puede dejar caer la peste sobre nosotros y además cumple los requisitos de una deidad “misericordiosa y afectuosa” como todos los dioses mitológicos y de religiones actuales. Ya sabes, esos que azotan a la humanidad con calamidades, maldiciones, guerras o terremotos en cada oportunidad posible. Sólo falta que nos digan que todos somos hijos de él y se convertirá en nuestra nueva fascinante religión donde personas como yo, seremos los siguientes brujos quemados en hogueras. Vale. En la lista de comentarios la toxicidad siempre sale a relucir, pero escarbando un poco más, y quitando las teorías conspirativas de seres extraterrestres controlando nuestro mundo, por favor, ya nos aclararon que no hay más vida fuera de este planeta; queda una serie de ideas y teorías muy interesantes sobre la estrategia del marketing, inclusive colocan referentes antiguos de casas productoras o artistas en decadencia que usaron artimañas para aumentar su presencia en la mente del consumidor. No soy un aferrado fan de Cloudy Mäkinen, de hecho, no podría mencionar más que dos películas de esta joven actriz, pero si soy consciente de que su nombre ha salido a relucir en estos últimos años. Una actriz con una sólida carrera buscando retos cada vez más a su altura como exponente del arte visual. Dramatismo. Los comentarios son encontrados y muy diversos, pero todos coinciden en que ella no necesita de esta publicidad tan baja para ser ya reconocida. Habrá que creer en su palabra. Más en toda esta serie de comentarios e ideas lanzadas a quien desee leerlas, existe un punto de vista que poco se ha tocado, y es la influencia de dios en nuestro mundo actual. Tenemos programas de capacitación que nos invitan a cuidar el planeta, nuevas leyes ambientales y una constante publicidad para ganar nuestra confianza. Itzel ha sido el rostro y voz de toda esta campaña llamada “Planeta Único” y ha logrado lo que muchos políticos y figuras controversiales no han podido. Hacernos pensar dos veces si de verdad queremos subir ese comentario poco agradable hacía esta persona. Si algo nos han enseñado todas las religiones, es que dios lo “ve y lo oye todo”, y no son precisamente tolerantes. Bajo esta primicia, el anonimato queda totalmente destruido. Más lejos de únicamente ser una campaña promotora de las buenas costumbres que ni si quiera deberían repetirnos, hay otro aspecto importante que sacude nuestro mundo. Las Lif. Esas enfermeras de rostro amigable que, deambulando de manera aleatoria en todo el mundo, son lo que nosotros consideramos los actos de dios. Salvan, apoyan, curan y los infantes las aman. Son nuestra versión actual de los ángeles y genios. Su presencia cada día es algo más que un sorpresivo encuentro, realmente la gente comienza a confiar en estas enfermeras de cabellos largos. Las últimas consultas así lo revelan. Pero como siempre, en todo lo bueno, existe un lado amargo y pérfido. Como ya lo dije en otros videos, el movimiento mal llamado ateísmo-terrorista, ha causado que todos los avances de esta campaña de concienciación se vean manchados con la muerte de ya varios activistas a favor de la causa. Recordemos lo sucedido en Paris y, recientemente, Alemania; más no olvidemos la serie de manifiestos publicados por los más ortodoxos religiosos que tienen capacidades militares que, ojo, no podemos ignorar, a pesar de que vivamos al otro lado del mundo —tomó más de su café—. Estos eventos han empujado a la campaña de Itzel a buscar nuevas maneras de proteger las siguientes cedes y a los integrantes y voluntarios pertenecientes a este movimiento pro-planeta, ya que no todos están dentro del círculo de protección de los gobiernos aliados. Las Lif se ven cada día más atareadas y reprogramadas constantemente para cumplir nuevas labores. Seguramente te preguntarás ¿Qué tiene que ver esto con la actriz y su accidente? Bien, te estoy dando los argumentos y el contexto de lo que sucede en el mundo y que olvidamos que sigue ocurriendo, aunque no miremos en esa dirección o nos afecte personalmente. El día que dios descendió y se presentó ante nosotros, las reglas del mundo cambiaron. A estas alturas ya no debería recordártelo siempre, sin embargo; hay gente que lo olvida y las personas que miraron este video, olvidaron que, en este nuevo mundo, existe algo llamado Magia y Divinidad aplicada. Sí, lo he dicho. Magia. Sé que muchos dirán que la magia no existe, es un mito, un truco de espectáculo y todo lo que quieran. Yo hubiera estado completamente de acuerdo con ustedes antes de ese día, pero hoy, con toda la evidencia presentada y las Lif volando de un sitio a otro, es increíble pensar que haya gente aun negando los poderes sobrenaturales de las deidades. La definición de magia es la alteración física del ambiente donde se aplica. Poco más, poco menos. Si un ser cayendo desde el cielo y destrozando el suelo tras su impacto sin romperse ni un solo hueso no es magia, no sé entonces qué hemos estado definiendo como magia en los últimos siglos. Eso de ahí fue romper todas las leyes físicas que conocemos y habíamos aceptado fielmente como criterio científico inexorable. Dios vino a romper todas las reglas, y con base en esto, todas las teorías descabelladas dejan de serlo, por el mismo principio de que dios nos demostró que las reglas del universo no aplican a él. Así que en el momento en que vi ese video donde el resplandor azul deformó el frente de ese camión de carga, supe que esto era un acto del nuevo dios. En este momento yo me siento igual que todos ustedes, que rozamos la delgada línea entre agnosticismo y el ateísmo, donde siempre dijimos que el humano no era capaz de discernir o describir lo que era una deidad por el simple hecho de no estar al alcance de nuestra comprensión, y que todas las religiones eran un reflejo social de lo que se supone es la perfección de un mundo después de la muerte. Elijan ustedes la religión o creencia que mejor les complazca y descubrirán que se trata de un deseo frívolo de darle sentido a nuestras vidas. ¡Pero Dios cayó del cielo un viernes por la tarde y arruinó todo lo que creíamos! Inclusive el fin de semana —se detuvo y bebió poco más—. Tema que ya ha había discutido con mayor profundidad en otro video, así que me regresaré al argumento de hoy. Cloudy Mäkinen. La actriz mejor paga de Hollywood este año, la nueva influencia con más de ciento noventa millones de seguidores en su red más popular y tendencia actualmente, datos que una búsqueda rápida puede decirnos. La misma mujer que renació después de ver su vida pasar frente a sus ojos en un instante antes de que ese pesado camión, la aplastara —no había pensado en esa frase, realmente no vi nada sobre mi vida—. ¿Qué más puedo decir? En este nuevo mundo con nuevas reglas, el hecho de que haya una persona por ahí con una “Protección” divina ya no debería sorprendernos, dios está ahí, su esposa hace DirectLive los viernes por la noche y las Lif se toman fotos con los niños que las ven en las calles. Este es el mundo que nos negamos a ver, que las masas han olvidado que existe. Yo camino por la calle y veo gente en las iglesias rezando al dios equivocado y me pregunto, ¿cuándo pasaremos de la negación a la aceptación? Cloudy Mäkinen en este momento debe estarse preguntando qué es ese resplandor azul que le salvó la vida y casi puedo apostar, que jamás pensó si dios o Itzel le dieron ese privilegio que el resto de nosotros, simples mortales… nunca mejor dicho, no gozamos. En los siguientes días, cuando el grueso de la humanidad por fin despierte, se darán cuenta que dios está aquí, entre nosotros, y sus actos divinos… ya no son simples alucinaciones religiosas tradicionales. Si alguien conoce a esta joven promesa, pregúntenle ¿Qué hizo para merecer la gracia de dios? Me despido de este su canal, no sin antes recordarles que dios está entre nosotros y suscríbanse activando la campanilla para… —Quité el video.

¿Qué hice para merecer esta protección? No había cruzado por mi mente que fui elegida para tener un “escudo” divino. ¿Por qué a mí? ¿Siguen mi carrera? ¿Soy una influencia poderosa? ¿Mi activismo hace más de lo que siempre había creído? Cualquier pregunta que surgiera era inútil, en mi habitación vacía, nadie respondería. Basándome en los argumentos que ese vloger dijo, doy por hecho que dios no ve y lo escucha todo, o ya habría respondido. Tomé mi teléfono y busqué maneras de contactar a dios sin tener éxito en encontrar algo distinto a rezar o enviar cartas navideñas. Bufé con enojo y volví al video para escucharlo una vez más, tratando de descubrir si había omitido algo, no obstante, todo quedó pegado en mi cerebro desde la primera reproducción, habilidad que siempre ha sido útil para memorizar guiones complejos.

Fui a mi red social más popular entre mis seguidores y pegué el link de este video, escribí un texto breve sobre que desconocía todo relacionado con este “escudo divino” y no estaba al tanto de su existencia. Coloqué mi dedo en el botón de compartir y dudé un instante. ¿Qué diría mi representante sobre este movimiento bastante controversial publicado en mi cuenta oficial? ¿Cuánto alcance tendría y qué sucedería después? Apreté los labios y pulsé ese botón virtual con más fuerza de la necesaria, como si tratara de mover una gran roca con un dedo. Con más de 194 millones de seguidores, y un gran porcentaje de ellos con notificaciones de mi actividad encendidas, en poco tiempo el video se difundiría. Regresé a este y miré el contador de visitas, apenas si superaba las mil. Con una actualización, el número ascendió a diez mil.

Es sorprendente lo rápido que se difundió y la cantidad de comentarios ahí puestos que evidentemente no habían esperado a que finalizara el video para entregar su valiosa opinión. Perder el hilo es fácil cuando las notificaciones llegan sin parar y los dígitos en la pantalla exceden el máximo en tan poco tiempo. Por lo visto, muchos estaban esperando algún comentario mío después de lo expuesto en Insidious. A los pocos segundos sonó mi teléfono, mi hermano, más como representante que como miembro de mi familia, me reclamó por haber publicado ese video carente de todo sentido. Sí, su idea no era descabellada, pero tampoco era un hecho, y ahora mismo acabo de soltar al mundo una bomba noticiosa que hará despertar hasta el mismo presidente. Colgó diciendo que se comunicaría con los abogados, no esperaría a que esto subiera de nivel para tener listo cualquier orden de restricción necesaria o, esperando que no, un amparo.

Silencié las notificaciones y bloqueé el móvil, no necesitaba hacer más de momento.

Al bajar hasta la cocina encontré a mi madre viendo el video, mi padre escuchando con sus manos recargadas sobre la isla donde parecía que tuvieron la intención de preparar algo para cenar. El intercambio de palabra fue fugaz, querían prestar atención a los comentarios de ese vlogero. Luego que terminó, me preguntaron si yo creía en eso, respondí que no tenía ninguna otra explicación. Ellos vieron el escudo hacer su trabajo, magia, no conozco a otra forma de describirlo y sólo dos seres en este mundo pueden realizar algo así. Dios e Itzel. Forzosamente deben estar involucrados de alguna manera.

—Quizá soy más importante de lo que pensé, una influencia, no sólo hago publicidad de cosméticos en mis redes a millones de seguidores, he compartido imágenes alusivas sobre el cuidado del planeta, de mascotas, ayuda a migrantes. Algo debieron ver en mí que les interesó.

—¿Te contactaron? ¿Te dijeron algo sobre ese escudo?

—No, nada de eso. No tiene un instructivo este escudo, estoy en blanco. Quiero contactarlos, pero no sé cómo, no hay un teléfono en la red. Busqué la agencia que hace su campaña ambiental, esta sólo me lleva a un conmutador y oficinas de atención. No tengo nada. —Terminé de decir.

Al poco tiempo, el timbre sonó y mi papá exclamó que esos paparazzi no tienen respeto por la propiedad privada. Todo el día se han postrado en la calle, interrogado a los vecinos y apuntado sus cámaras hacia la casa. Provocando que desde que el video de Insidious fuera publicado, las cortinas estén echadas. Mamá fue por el intercomunicador, una tableta conectada a la cámara y el micrófono del pórtico, diciendo que podía ser alguien conocido, aunque esta seguramente llamaría primero. Su expresión cambió muy rápido, luego nos miró y dijo que había dos personas en la entrada; de traje negro, lente oscuro y comunicadores en el oído.

—Sé que este momento no es fácil para usted, pero necesitamos dirigir varias preguntas sobre lo sucedido el día trece de octubre. —Dijo el hombre de mayor edad, había dejado los lentes sobre la mesa del comedor.

—¿Es por el video que publiqué? No pensará que es cierto. —Respondí, mirando a uno, luego al otro.

—Su publicación es sólo una coincidencia, nuestra visita ya había sido programada. Seguridad Nacional está preocupada por todas las implicaciones sobre su accidente. Tenemos preguntas importantes que realizarle, si nos permite, seremos directos para acelerar esta investigación.

—¡Están investigando a mi hija! —Soltó mamá quien escuchaba a poca distancia en el extremo de la mesa.

—No a su hija en particular, sino el incidente en sí. Nos tomamos muy enserio cualquier asunto relacionado con el individuo que amenazó al presidente —la palabra “individuo” sonó forzada—. Comprenderá que, desde su aparición pública, el país entró en un estado de emergencia. Consideramos seriamente su amenaza a los Estados Unidos. Cualquier dato relacionado debe ser investigado.

—¡Estoy bajo arresto! —Pregunté alarmada.

—Señorita, nuestra visita no tiene la intención de hostigarla o seguir una orden de aprensión. Estamos aquí porque su incidente está relacionado con otros eventos de igual magnitud.

—Hasta el día de hoy habíamos mantenido la información como clasificada —continuó el más joven, con voz más fina—, pero antes de nuestra llegada se nos notificó que hizo público un video que, ciertamente, apunta hacia nuestras sospechas sobre el origen de lo que nosotros nombramos Escudo Integral de Protección a Reacción. Después de hoy, ya no será clasificado nuestras sospechas.

—Es un nombre largo… —Replicó papá.

—¿Entonces, no soy la única persona?

—No —respondió el más adulto, intercambiando sus turnos constantemente—. Tenemos evidencia que inteligencia corroboró como verídica, de la existencia de dieciocho personas con una protección similar a la presentada el día del incidente. La única diferencia es que usted es la primera norteamericana en poseer este escudo hasta el día de hoy.

—O por lo menos que nosotros tengamos conocimiento. Es la razón de obtener toda la información que pueda ofrecernos. Los detalles de su vida antes del incidente pueden revelar la manera como este individuo elige y coloca los escudos, así como su propósito.

—Entenderá que el gobierno de los Estados Unidos de América agradecerá su colaboración con esta investigación. Recordándole que se tratada de la seguridad nacional.

—¿Qué ocurre si mi hija no quiere colaborar?

—Señora, entiendo su preocupación, en este momento no existe ningún tipo de petición oficial que obligue a su hija a presentar su declaración. Preferimos la voluntad y, dada las circunstancias, su colaboración podría salvar vidas. La amenaza de ese individuo es real y cualquier ventaja estratégica que podamos obtener, podría ser la diferencia.

—Cooperaré, aunque no sé nada que pueda ayudarles, mi vida no ha sido distinta antes del accidente.

—Entiendo, hemos elaborado una serie de preguntas que nos ayudarán a determinar un cambio en su rutina que no haya notado. En ocasiones las personas no advierten pequeños indicios en el desarrollo de sus días previos a un acontecimiento importante como lo fue el suyo, pero basados en nuestra experiencia, los detalles de su vida pueden revelar rasgos que nos permiten hacer nuestro trabajo con mayor precisión. Las preguntas no pretenden invadir su intimidad, sólo nos dan información que luego cortejamos con la que ya tenemos. ¿Está lista?

—Sí. —Respondí, mi nerviosismo era evidente, mi corazón palpitaba. Estaba sucediendo, nunca creí ser parte de “esto”, de la amenaza al país y al mundo que ese día congeló el corazón de miles.

Lo vi colocar una grabadora al centro y una libreta donde apuntar.

—¿Ha tenido contacto por parte de este individuo o su esposa desde que ocurrió el incidente, inclusive antes de él?

—No, ninguna.

—Notó algo distinto en las personas que la rodean. Un rostro nuevo, alguien que se acercara a usted sin razón aparente.

—No, ninguna.

—¿Qué hay del chico en el centro comercial? ¿Lo recuerdas? La policía tuvo que intervenir.

—Puede hablarnos de ese caso.

—Ah… no fue un incidente grave. Estaba de compras con mi madre en un centro comercial que no solemos visitar, un joven se acercó y me reconoció, suelen pedir autógrafos o fotos lo cual no es raro. Lo haces y termina el asunto, pero esta persona insistió en que lo acompañara a una fiesta, dijo que sería la envidia de todos, le dije que no, pero fue persistente al punto que debimos pedir ayuda a la seguridad ahí. Ellos lo alejaron y no supimos más de él. Cosas así pasan en esta carrera.

—Comprendo. Más debo insistir, esta clase de situaciones que considera ordinarias, ¿han aumentado o disminuido? ¿Algunas de estas personas se han repetido? ¿Alguna la agredió? ¿Amenazó o, lo contrario, le prometió protección?

—No, no. Han aumentado, entre más fama, más gente te reconoce, pero no son situaciones peligrosas, molestas las describiría mejor, porque escuchas que gritan tu nombre, no te permiten pasar un momento de tranquilidad sin que alguien salte pidiendo un autógrafo, con gusto se los doy, pero son demasiadas veces al día; o toman fotos a distancia o ves paparazzi disfrazados de gente ordinaria y luego descubres que publican tu vida diaria y jamás te enteras en qué momento tomaron las fotografías. Hasta cierto punto es normal, lo he comentado con colegas y dicen lo mismo. Si me pide que le especifique una persona en particular o que resalte un extraño sospechoso. Será difícil.

—¿Y en su círculo personal? Alguien que haya tratado de intimidar, ser cordial sin ninguna razón, que buscara su aprobación.

—¡Esto es Hollywood! —exclamó papá— Encontrará muchas de esas personas así todos los días, inclusive yo y no soy famoso.

—Podría pensarlo con mayor cuidado. Tenemos fuertes indicios de que varias de estas dieciocho personas tuvieron contacto con una persona “destacable” antes de sufrir el incidente. En su caso es más difícil de detectarlo, por su estilo de vida, pero creemos que el patrón se repite.

—¿Creen que dios intentó matar a mi hija?

—No creemos eso. Las demás personas descubrieron los EIPR en situaciones similares a las que su hija sufrió, todas ellas registradas en cintas de seguridad, la diferencia aquí es la fama de su hija. Posiblemente son personas con altas probabilidades de sufrir un incidente grave a lo largo de sus vidas.

—De hecho, de todas esas personas, la grabación de su hija es la mejor hasta ahora de un escudo.

—Podría haber más personas que no saben o sospechan poseer un escudo. Muchas de ellas no tuvieron accidentes graves, quizá sean portadores que nunca lo descubran. Y si sucedió, no quedó evidencia del incidente.

—Recuerdo… —comencé— Durante la gira de promoción de Days Forever, hace tres meses, quizá menos, viajamos al festival internacional de Berlinale, en Alemania, donde se hizo la premier de la película. Normalmente es en febrero, pero con lo sucedido aquel “día” muchos eventos fueron pospuestos. Después de la exposición, acudimos a una fiesta privada en el penthouse de un aclamado director. Ahí no sucedió nada en particular con algún invitado, pero casi a medianoche escuchamos tronidos en el cielo, miramos por los altos ventanales de ese departamento y vi un grupo de Lif aparecer en el cielo. Brillaban con una tonalidad blanca, era la primera vez que veía una en persona. Tomé fotos y las vimos hacer “sus tareas” inspeccionando edificios, calles y avenidas hasta donde pudimos seguirlas con la vista. Una de ellas cruzó cerca de nosotros, se detuvo y miró en muchas direcciones. Había bebido esa noche más de lo recomendable, pero sé que se detuvo como si hubiera visto algo en el penthouse, porque volaba haciendo su tarea y paró inmediatamente. Como cuando caminas por la calle y ves algo que te impresiona en un aparador, dejas de hacerlo para apreciar lo que viste de reojo, luego continuas cuando terminas. No sé lo que hagan, si registran algo o determinan que no haya peligros.

—¿Vio otra Lif después de ese día?

—No. Supe de compañeros de la gira de promoción que las vieron en otros países. Son más comunes fuera de Estados Unidos, aquí están vetadas. Ellos tomaron rutas distintas, ciudades clave e importantes para la promoción de la película, otras más pequeñas, a veces nos encontrábamos cuando los calendarios se cruzaban, pero yo no tuve esa fortuna. Fue una gira agotadora, viajábamos prácticamente todos los días, conocí a mucha gente, muchas alfombras, entrevistas. No creo que haya sucedido algo “destacable” en esos días. La mayoría del elenco fue de vacaciones después de la gira, yo regresé porque tenía más compromisos.

—¿Notó algo distinto en usted después de la gira? Cualquier aspecto peculiar, aunque piense que es mínimo y no importante, para nosotros lo es.

—Bueno, he estado en muchas giras en otras ocasiones, son agotadoras y el jetlag es devastador. Al regresar a L.A. no tengo control sobre mi sueño u horas de alimento, suele durarme hasta cuatro días antes de retomar el ritmo otra vez. En esta última gira no lo sufrí, aun cuando dormía cada que podía, comía lo que encontrara antes de una entrevista o showline, no sentí esa fatiga horrible y pesadez de los cambios de horarios. Creí que fue por el itinerario donde buscaron acomodar los últimos países en horarios similares al nuestro, pero ¿y si fue el escudo? ¿Pudo ayudarme a controlar ese cansancio?

—Si puedo decir algo —agregó mamá—. Yo he notado otro cambio. Ella suele estar en dietas todo el tiempo, cada película nueva le exige un entrenamiento. En esta última le pidieron aumentar masa muscular y tener cero porcentaje de grasas. Suele ser difícil para ella no comer nada de grasas o calorías. Hay días que no bebe otra cosa que no sean fórmulas. En estas fechas siempre que comemos algo fuera de la estricta dieta, le recuerdo que debe mantener su línea y ella me responde que su entrenador siempre la felicita por conservar el peso requerido. Supuse que era porque había cambiado de instructor, pero ¿y si es parte de ese escudo? No la veo cansada, ni adolorida, hubo días que la descubría frente al refrigerador mirando la comida que queda ahí y lo cierra con enojo para buscar su fórmula. Esta vez parece tener mejor fuerza de voluntad, antes los fines de semana eran de completo reposo por la agotadora semana, ahora ejercita poco más.

—¿Dice que su hija tiene mayor fortaleza física?

—Sí, así lo creo. Es como si su energía ya no se agotara.

—Es verdad, ahora aprovecho los domingos para salir, algo que nunca hubiera hecho antes en esas épocas de intenso entrenamiento.

—¿Hace cuánto notó ese cambio? —Preguntó el más joven, a quien le habían robado todos los músculos de la cara porque nunca expresó nada.

—El entrenamiento comenzó al finalizar la gira. Dos meses quizá.

—Entonces podría decirse que le implantaron el escudo durante su viaje fuera del país.

—Suena feo si lo dice así… supongo que debió ser durante esas fechas. He tenido este escudo durante todo este tiempo, pero… ¿todo lo que les diga es de ayuda, cierto?

—Cada palabra con respecto al escudo, es de importancia. Inclusive cómo lo diga podría darnos información importante.

—¿Hay algo más que quiera compartirnos?

—Bueno, desde el accidente, ha habido otros momentos donde el escudo se ha activado —ambos se miraron, por su expresión esto era importante—. Ayer mientras me duchaba, el escudo lo hizo. Primero vi una luz tenue, pensé que era un fallo del foco del cuarto de baño, no pasó mucho tiempo cuando se activó, el agua dejó de caerme ¿comprenden? Cómo si hubiera un paraguas invisible repeliéndola lejos de mí. Duró escasos segundos que creí no era cierto, tropecé en la bañera y yo esperaba golpear con un rústico grifo que tenemos ahí, pero no fue así. Después mi teléfono cayó por error sobre mi cara mientras estaba acostada y el resplandor azul lo arrojó lejos, la voz gutural de un hombre acompañó ese momento; no lo dañó, sólo evitó que me golpeara la cara. Hoy en la calle caminaba sin ningún destino y un hombre alto, grande, chocó conmigo. Yo no lo sentí, vi el destello fugazmente y después al hombre en el suelo tratando de levantarse. Y en el momento que publicaron ese otro video —miré a mi familia—, hice una última prueba. Tomé un amasador de carne con el cual golpeé mi mano. Como puede ver —mostré tímidamente mis manos que las mangas de la larga sudadera ocultaban— no me causé ningún daño. El escudo se activó y lo expulsó de mi mano.

—¿El mismo maso que estaba sobre la encimera? —Dijo el más adulto. Lo notó en apenas escasos segundos que avanzó desde la entrada hasta el comedor.

Mi madre lo trajo, del modo que cargaría un pergamino antiguo.

—Sí, el mismo. Quería saber de una vez lo que era “esto”.

—¿Puede controlarlo?

—No. Sólo sé que evita que me dañen, pero antes de ese día, no funcionaba. Tengo un feo golpe en la pierna por el entrenamiento. Eso debió ser dos o tres días antes del accidente. Aún tengo la marca.

—¿Causa alguna sensación, dolencia, cansancio? Malestar en general.

—Nada, me he sentido cansada, pero gran parte es por todo lo que sucede que no haya podido dormir.

—La voz que escucha, ¿cómo es?

—Es… un canto, como los que hacen en las iglesias. No sé lo que dice, dura el tiempo que el escudo se activa y se quita pronto.

—Será… mucho pedir que nos demuestre la efectividad del escudo. Una grabación menos ambigua que todos los videos hasta ahora sería de gran ayuda para comprenderlo y analizarlo.

—¿Quiere que mi hija vuelva a golpearse con el martillo? —Exclamó papá.

—Sólo si ella accede. —De inmediato intervino el más joven.

—No hay problema. —Interrumpí obteniendo la atención de todos.

Colocaron ambos su teléfono al frente de mi mano a una distancia segura por si llegara a golpearlos. Uno de ellos una grabación normal y el otro una con velocidad desacelerada y más fotogramas. Puse mi mano sobre la isla a petición de mi madre, esta aguantaría más cualquier golpe y alrededor hay menos cosas que romperse. Tomé el maso y haciendo el mismo movimiento de antes, propiné el azote que hubiera aplanado mi mano igual que esas pobres terneras sin oportunidad. Hasta ese momento no había considerado que, si el escudo no se activaba, era mi mano la que pagaría el precio. Por suerte el resplandor apareció y esta vez no pudo arrancarme el maso de mis dedos firmemente apretados. Los presentes se alarmaron y sorprendieron, más lo primero que lo último.

Observamos la grabación con velocidad reducida y notamos cómo el resplandor nace de ningún sitio alrededor de mi mano y cubre hasta poco antes de mi antebrazo. Aparece justo en el instante en que el golpe sería inminente y brilla con más fuerza cuando repele el mazo, siendo este envuelto por un lapso corto hasta que lo expulsa. Sin duda verlo de esta manera se aprecia más lo que sucede. El agente dijo que enviará ese video de inmediato para su análisis más detallado, preguntando si estaba dispuesta a realizar este mismo ensayo en un laboratorio controlado donde se pueda medir y analizar lo ocurrido con mejor detalle que un video hecho con un celular de gama media.

Mi primera respuesta fue decir que sí, sin realmente considerar lo que significaba eso. Tiempo después me vi como el cliché exacto de ratón de laboratorio de una agencia gubernamental que al principio te dice que todo esto es por el bien de tu país… hasta que no lo es.

Ellos se fueron cuando la información que necesitaban fue respondida. Al abrir la puerta los paparazzi y, para este momento noticieros, hicieron fotografías del suceso, algo que no pasó desapercibido en las noticias de esa misma noche donde mostraron el tiempo exacto de su llegada y de su partida, creando muchas interrogantes de su visita. Muchos gritaron preguntas desde la distancia, conocen que por ley no pueden acceder al terreno de la casa, pero desde la acera sus cuestionamientos y flash no están prohibidos. Los agentes fueron abordados apenas pusieron un pie fuera de la propiedad y perseguidos hasta su vehículo que a su llegada no lograron estacionar cerca, debido a que todo el espacio fue ocupado por enormes furgonetas y coches particulares ajenos a la zona.

Los siguientes días no mejorarían la situación.

Exploramos la zona con las miradas puestas en los escombros, la estructura había ido en declive sobre su propio peso hasta detenerse con el tiempo, dejando montículos de materiales fracturados ennegrecidos que reflejaban el abrasador sol. Buscábamos los cuerpos de los cuatro soldados caídos sorteando la nube de cenizas que aún no aterrizaba, debíamos recuperarlos y darles un entierro digno en dirección hacia la Meca, llevarlos con nosotros no sería posible. Tardaríamos más de tres días en regresar al campamento, tiempo mayor al permitido para darles un digno entierro según las costumbres musulmanas. Ederlan tomó su Corán y leyó la primera Sura. Sus palabras eran escuchadas por todos, pero sin permitirse detenerse.

Escalé la primera pirámide de escombros a mi alcance, observé el panorama tratando de recordar dónde los vi por última vez, usé las montañas y la distancia hasta el monolito donde nos refugiamos, el terreno ya no lucía del mismo modo, habríamos recorrido unos 300 metros antes de detonar los explosivos, mucho de esa distancia por debajo de la karxane. Sus cuerpos se encuentran bajo toneladas de material retorcido imposible de remover. La maquinaria necesaria para esa tarea se encuentra a cientos de kilómetros de distancia, un viaje que nos costó cinco días de recorrido hasta este sitio. Nadie accedería a acompañarnos hasta esta zona remota teniendo tantos problemas que resolver en casa. La lucha ahí continua, sólo hemos disminuido la cantidad de rûh que los acechan, el dios profano pronto construirá más, pero esta victoria es un avance.

Miré a mis compañeros tratando de mover pesados objetos con la fuerza de todos, creían que ese era el sitio donde Dîyar había sido alcanzado por la nube oscura, no estaba segura de si eso era verdad, aunque la estructura estaba colapsada sobre sí misma, esta había empujado muchos de sus fragmentos a larga distancia, quedando repartidos sobre toda la zona. Acudí de igual modo, tampoco podía negar que no era el sitio.

Tomamos el bloque y tratamos de elevarlo, esto fue absurdo, empujarlo era otra imposibilidad. Ni aplicando la fuerza de todos podíamos siquiera agitarlo, su peso era más de lo que nuestras manos desnudas pudieran mover. Después de varios intentos, lo dejamos. Algunos soltaron maldiciones y enojo, otros tristeza y llanto. No podían dar un digno entierro a sus hermanos, el yanna no estaba asegurado para ellos. A mis adentros pensé que esto en sí, era una gran tumba donde sus cuerpos quedarán enterrados, más Erdelan comentó que si estos no miran en dirección a la Makkah como es debido, sus almas no se desprenderán de la carne y su camino al jardín prometido, con la gracia con que Allah los ha bendecido, no será posible.

Su llanto era prueba de su fe inamovible pese a las circunstancias. No lo puedo juzgar, ni decir que está equivocado. Su creencia va más allá de lo que estos últimos tres años pudieran cambiar. La fe de muchos sigue ahí pese a las dudas y a la presencia de otro dios que no corresponde a su religión. No conseguiría nada con hacerlo cambiar de idea. Pronto estaríamos en otra misión, y después de esa, en la siguiente. Su dogma es lo único que lo mantiene firme.

Me senté sobre la roca más cercana donde los escombros dieran algo de sombra, dejé mi rifle a un costado, el pesado equipo del otro junto con la chamarra oficial de los ejércitos Kurdos. El sudor escurría por todo mi ser arrastrando las cenizas atrapadas, mi rostro y pecho lo pagaban, deseaba poder sentir el viento que no faltaba en esta zona, aunque este era más cercano al vapor que a una brisa fresca. No veía ningún árbol frondoso en la cercanía, sólo maleza y hierbajos que han aprendido a lidiar con el imparable sol. Bebí agua que derramé por el costado del labio, estaba tibia y por consecuencia, poco refrescante. Luego usé el líquido para ahuyentar la suciedad de mi rostro. Todos nos tomamos un momento de paz, está misión era un trabajo bien logrado, pero el costo siempre es alto y nuestro grupo disminuye con cada excursión.

Tomé mis notas y ahí donde escribí las coordenadas de este sitio, taché con un color rojo muy desgastado que había sido completado, continué con la fecha y hora, además de los nombres de los soldados caídos. Este listado crecía en cada ocasión y no me complacía mirarlo cada que necesitaba guardar un dato importante. Era una especie de recordatorio de lo que estaba en juego con cada decisión que tomaba. Ellos me seguían ciegamente porque había demostrado guiarlos con el mismo respeto y lealtad que me ofrecen. Mi escudo es una ventaja que ha ayudado a protegerlos siempre que es posible, pero en esta guerra no hay sitio seguro donde puedan cubrirse, ni manera de que yo pueda hacer todo. De no venir ellos conmigo cargando los explosivos y colocando las cargas, yo sola hubiera fallado esta misión.

Retiré más sudor de mi frente usando mi playera de camuflaje, aspiré un poco y cerré mi libreta presionando entre mis dos manos como si deseara jamás tener que volverla a abrir. Miré al grupo, algunos descansando, otros rezando, una parte intentando no desfallecer o limpiando la suciedad que las cenizas provocaron. El silencio era bien conocido cuando todo termina. No hay palabras después del grito victorioso porque recuerdan que esto es sólo otro día. Esperaremos un buen momento para partir de regreso; subir al camión desgastado y pedir que no falle durante el trayecto, lo último por hoy. Cinco días nos quedan de vuelta.

Tomé mi mochila y metí aquello que ya no usaría, aligerando el peso en mi cuerpo y trasladando todo a ese bolso con pequeñas secuelas en su tejido. Luego la libreta en el bolsillo de mi pantalón y me preparé para dar la orden de irnos. No sería fácil con nuestros compañeros caídos aun perdidos, era la primera vez que no teníamos cuerpos que enterrar, no sé cómo Erdelan lo tomaría.

Abrí la boca para hablar cuando en el cielo, los tronidos como relámpagos en una noche tormentosa, silenciaron mi voz. Todos miramos sabiendo ya lo que ocurría, igualmente alguien gritó «¡Rûh!» y el resto nos apresuramos a tomar nuestros rifles y munición. El cielo ennegreció y el día claro con ese azul incorrupto, fue pronto remplazado por amenaza y vil.

—¡Cobertura defensiva! —Grité.

Formamos un círculo aprovechando los escombros que crearon trincheras o bunkers improvisados. Aún no podíamos definir dónde aparecerían, los portales abren a gran altura y estos pueden ser en cualquier sitio. Más tronidos hicieron temblar el suelo y los corazones de los soldados. Vimos aquella grieta abrirse y los rûh salir de ellas. Caían como meteoros envueltos en fuego y negrura. Impactaron el suelo y sobre los residuos del karxane destruido. Cada golpe era lo equivalente a una gran roca despedazando el firme. Mantuvimos la calma y nos reagrupamos cuando dimos por hecho el flanco por donde llegaría el ataque.

Aquellos primeros rûh en alcanzar el suelo, despejaron sus largas alas como demonios oscuros. Enderezaron sus cuerpos y alargaron su cola con escamas que se agitaban con cada respiración. Sus enormes brazos destrozarían el cráneo de un humano sin apenas esfuerzo, si eso no te mataba, lo haría su piel ácida que diluye todo lo que toca, dejando detrás de ellos un rastro químico que consume la materia y la carcome en segundos. Son fuertes, rápidos y sus cuerpos se convierten en fantasmas que profanan todo a su paso, dejando cadáveres de soldados o civiles que hayan sido alcanzados. Como si robaran sus almas.

—Preparen la munición —les ordenaba—, dispararemos por tiempos, no quiero que haya un segundo sin que se abra fuego. Usen los cartuchos de alta penetración.

—No traemos el suficiente armamento. ¡Nos matarán! —Quejó Hejar.

—Entonces abran fuego a conciencia, estaré al frente, quiero su cobertura constante cuando sea el momento. ¡No desperdicien ningún disparo! —Ordené y salí de la trinchera en dirección a los rûh.

Era habitual trabajar así, yo era la distracción y ellos el fuego complementario que los aniquilaría. Con los meses aprendimos de otros países lo que era necesario para acabarlos, la munición de alta penetración era suficiente y hasta ahora, no había fallado. Sólo requerían tiempo para apuntar y acribillar sus cuerpos, tiempo que yo les ofrecería hasta que el último de ellos fuera vencido.

Corrí sobre los escombros y bloques desperdigados por el camino. Los rûh no habían notado nuestra presencia y era lo mejor, que sólo se enfocaran en mí. Rodeé la zona frente a ellos, debía hacerlos pensar que avanzaba desde otro punto lejano al de mis compañeros, cuando obtuve la suficiente distancia, escalé el montículo más alto y abrí fuego al que estuviera en medio. La ráfaga del calibre pesado abrió un boquete en el pecho del monstruo hasta cruzarlo y terminar en el suelo donde las cenizas se elevaron, su piel se rompió y liberó una cantidad excesiva de un líquido negro que persiguió la bala y se evaporó al contacto con el exterior. Este no caía o derramaba como la sangre, flotaba hasta volverse humo.

Ellos me vieron y rápido avanzaron sobre los escombros abriéndose paso entre todo el material ahí regado, empujando los bloques que nosotros no pudimos siquiera perturbar. El primero saltó hasta mí impulsándose con sus alas conforme recibía el fuego de mi rifle que lo hizo trizas. El retroceso era fatal, mi escudo ayudaba, pero debía sostener con fuerza el arma o esta sería arrancada de mis dedos. Ese demonio fue derrumbado y su cuerpo continuó metros más lejos de mí, el segundo buscó alcanzarme y lo evité saltando a un costado. Al llegar al suelo, metros más abajo, el impacto fue anulado por la resistencia de mi protección, giré y lo encontré con la mirilla, abrí fuego contra su dorso dejando amplios boquetes que lo dejaron imposibilitado.

Sorpresivamente uno de ellos fue hasta mí y pudo alcanzarme, sus manos con sus filosas zarpas intentaron trozarme como por desgracia ya antes he visto, tienen la capacidad de cortar la piel y hueso, dejando cuerpos mutilados con gran facilidad. Si llegan a atrapar a un civil o soldado, sus brazos y manos tienen el poder de aplastarlos hasta que las vísceras y sangre son expulsadas del cuerpo. Son fuertes, veloces y no tienen remordimiento, cumplen con su misión y aniquilan a todo aquel que encuentren en las ciudades atacadas. Su perseverancia es infinita, nunca se cansan, nunca se detienen pese al daño que hayan recibido. Este lanzó su ataque y mi escudo brilló hasta repelerlo, debido a su fuerza, ellos pueden empujarme sin miramientos, más no dañarme. En conjunto, mi única debilidad es quedar atrapada sin importunidad a moverme. El escudo me protegería, pero no podría escapar de escombros o una multitud de rûh rodeándome.

Este pequeño inconveniente llamó la atención del resto de demonios, no todos ellos atacaron, no ven necesario hacerlo cuando es bien sabido que uno sólo, puede ser una amenaza para miles. Sin embargo; mi escudo es un asunto distinto. Ellos lo saben y se enfocan en mí, hubiera sido más fácil que uno a uno atacase hasta aniquilar a todos, pero descubrieron esta cualidad mía y ahora vendrán por mí. Mis compañeros están conscientes de ello y están listos para abrir fuego.

Corrí sorteando los escombros, saltando por encima de unos, evitando otros. Rara vez encontraba un túnel por donde escabullirme. Debía evitar que me atraparan o todo estaría perdido. Mis compañeros disparaban con prudencia, lograron derribar a varios en el transcurso, pero debían hacerlo sin ser una prioridad para los rûh. Avancé hasta una elevación y giré para disparar a quemarropa al más cercano, las balas fueron fulminantes y despedazaron su pecho hasta atravesarlo, cayendo a un costado. Salté a un lado para evitar la embestida de otro, ahí en el suelo descargué el resto del cargador hasta dejarlo incapacitado. Di la vuela y me puse de pie donde evité por muy poco quedar bajo el peso de un tercer atacante. Este descendió desde la altura y como un meteoro azotó el suelo destruyendo los escombros debajo de él, levantando polvareda de cenizas. Miré en su dirección y apunté a la cabeza donde la hilera de ocho ojos observan como un fiero cazador en todas direcciones. Cambié el clip y disparé a su cráneo, este se despedazó y la sustancia se liberó con creces.

No tuve tiempo de quitarme, el siguiente rûh se abalanzó hacia mí y su impacto me arrojó lejos de la tarima creada con los desperdicios de la karxane. Caí al suelo donde me levanté de inmediato. Traté de correr, pero el siguiente enemigo ya estaba ahí y embistió con fuerza para empujarme hacía el muro. El escudo se encendió y lo repelió una distancia corta donde su peso y fortaleza pudo soportar. Luego volvió a enfrentarme hasta que atrapó mi cuerpo entre la pared y su corpulencia. La protección evitaba que pudiera aplastarme y desgraciadamente, también impedía moverme.

Vi a otro de ellos ir hasta mí, corriendo con esmero y velocidad, colocó su hombro a modo de ariete y lo estrelló contra mí. Su poder fracturó el muro arrojándome hasta las profundidades de la karxane donde los desperdicios cayeron atrapando mi cuerpo entre grandes cantidades de peso donde incluso el rûh quedó sepultado.

Todo se volvió oscuro, únicamente el brillo del escudo resaltaba creando una burbuja con la cual impedía que las enormes rocas y pedazos de la estructura me aplastaran, podía moverme dentro de esa esfera imaginaria, pero el hacerlo, provocó que el escudo se recorriera y la presión impidiera regresar a esa vieja posición, de seguir así, pronto no tendría espacio para respirar. Supe entonces que mi mayor temor había sucedido. El aire no faltaría como lo he comprobado antes, lo haría la bebida y el alimento. La circulación de mi sangre se vería atrofiada y mi mente desesperaría pronto. Con las horas, desearía haber muerto en el derrumbe y no quedar viva atrapada en él. Los sonidos eran confusos, la batalla continuaba, los disparos opacados por la sepultura llegaban escasamente a mis oídos. Mis gritos no conseguían atravesarlos y mi nerviosismo se apoderaba cada vez más de mis sentidos.

Si mis compañeros mueren, nadie sabrá que estoy aquí y podría quedar sepultada por siempre. Nunca había dejado de comer o beber, no sé hasta qué punto el escudo me protege por la falta de esos nutrientes. Si moriré pronto o seré prisionera del desierto por siglos antes de que alguien pueda hallarme.

—Hoy la representante de la campaña de concienciación, Plantea Único, Itzel, hará declaraciones sobre el supuesto escudo que salvó la vida a la joven actriz y activista Cloudy Mäkinen al ser fuertemente cuestionada por su existencia después de que esta “Protegida” como ha sido llamada en internet, hiciera público un controversial video sobre una teoría que ha tomado fuerza entre la comunidad de seguidores de la actriz. La hipótesis sostiene que la deidad ha protegido a la artista con algún tipo de artefacto mágico y con un motivo aún desconocido. A este video del accidente se han sumado otros más que aún no han sido verificados como ciertos, pero que sin duda los críticos han concluido que se trata del mismo tipo de escudo.

—Varios expertos internacionales se han posicionan en contra de lo que la red ha llamado “Protegidos”, determinando que se trata una segregación entre humanos que podía desencadenar en una fuerte oposición a la campaña que la diosa Itzel lleva a cabo. «Es un movimiento riesgoso, infructuoso y poco alentador ante una sociedad temerosa». Aseguran.

—Tenemos ahora mismo una gran preocupación sobre el futuro de la humanidad. Un dios ha descendido desde su trono en el cielo y amenazó con la siguiente extinción. Algo que todas las religiones y creencias en algún momento han planteado. El juicio Final. Que existan estar personas llamados “Protegidos” sólo refuerza esa idea que muchos temen. ¿Quiénes son estos protegidos y para qué los necesitan? Y lo más importante: ¿Por qué yo no soy protegido? ¿Qué me hace distinto a Cloudy Mäkinen? Acaso me he portado mal, ¿no he sido un ciudadano ejemplar? O se trata de una supremacía racial y elitismo. No soy famoso y, por lo tanto, no puedo ni podré ser elegido. Ahora mismo la sociedad está dividida entre los simples mortales y los privilegiados, algo que les aseguro ya atormentaba la mente de las masas. Esto se reflejará inmediatamente en cómo se sigue o se teme a Itzel, quien ha buscado por mar y tierra alcanzar a todos los grupos y países para que cooperen en su plan de concienciación mundial. Por desgracia este, yo llamaría, imperdonable error hará un retroceso enorme en sus planes de cuidar el planeta, inclusive creará más opositores. Aquellas personas que tenían duda sobre los manifiestos de los grupos religiosos extremistas, hoy más que nunca, se verán convencidos sin importar que estos supuestos “liberadores de la fe correcta” estén equivocados. El siguiente movimiento de la campaña de Itzel deberá ser muy inteligente si quiere terminar bien parada de este colosal error.

—Los escudos para los “Protegidos” como han sido llamados, fueron creados para proporcionar seguridad a los participantes que colaboran con la campaña. Debido a los continuos ataques terroristas sufridos, hemos decidido implementar esta protección a todos los asistentes, además de otras medidas que refuerzan la seguridad de cada recinto donde se hable sobre los puntos a seguir de la campaña concienciación “Planeta Único”. Los escudos serán colocados y retirados mientras dure el congreso. Esto incluye a los agentes del orden, presentadores, activistas, influencer, visitantes y gente de staff, entre otros. El caso particular de la actriz Cloudy Mäkinen, pertenece a una prueba general del funcionamiento de los escudos. Mucha gente aleatoria que por su trabajo o ritmo de vida tenga frecuentes viajes o estén expuestos a peligros aleatorios, fueron elegidos para recibir un escudo temporal de prueba que nos permite conocer la manera más eficiente de uso y sus posibles errores. Hasta el día de hoy, todos los portadores de un escudo han gozado de una excelente salud sin efectos secundarios. Inclusive algunos han salvado sus vidas gracias a esta protección.

—¿Firmaste o diste tu consentimiento para ser parte de las pruebas? —Preguntó mi representante.

—No, jamás hice algo así. —Le respondí con voz preocupada al teléfono.

—Bien, comprendes que estás en todo tu derecho de presentar una demanda por daños a tu imagen, persona y libertad de elección. Eso en teoría, no se me ocurre en qué tribunal puedas presentar la demanda para que proceda. Podemos exponerla públicamente y quizá se creé un organismo especial que maneje tu demanda y todas las demás que surjan.

—No sé qué decir, me salvó la vida. Ahora mismo estarías demandando a Skyfall Entertainment.

—¡Oh créeme que lo hago! La demanda contra Itzel y toda su campaña la dejo en tú decisión, pero debemos decir algo públicamente. Nuestra posición firme ante las declaraciones de hoy. Mi recomendación es que te mantengas neutral. Mucha gente no está de acuerdo con ella, gente peligrosa, posicionarnos a favor no es una buena idea. Por desgracia para el bien de tu carrera, ser agradecida por haberte salvado la vida te ayudará mucho para ser vista como alguien humilde.

—¿Humilde? ¡Prácticamente estoy por encima de todos! ¡Nadie lo creerá! ¿Oíste lo que dijo este tipo en las noticias? Desde el momento en que mi escudo se volvió real, se dividió a la humanidad entre mortales y privilegiados. Ya era parte del predilecto grupo de elite blanca, ahora estoy todavía más por encima de ellos. Es lo que la gente siempre ha odiado, me lo recriminan todo el tiempo, los fans criticaron que haya sido elegida para el papel de Celine en esta última película: «es demasiado rubia y podría al menos ocultar sus ojos verdes con lentillas, por favor». Soy el canon de belleza imposible y ahora, soy una elegida por dios. ¿Cómo crees que tomen eso? Una demanda no lo solucionará, me hará ver como la privilegiada insatisfecha diva que ni si quiera puede agradecer que le salvaron la vida, y si no hago nada, seré la diva creída representado todo lo malo de Hollywood. Como sea, mi carrera está arruinada, no sé qué pasará conmigo después. ¿Leíste los comentarios en mis publicaciones? Ayer escribí un agradecimiento a mis seguidores por todo su apoyo. Sólo recibí odio y obscenidades. Mis redes están creciendo, llenándose de esa clase de gente. A este ritmo tendré que hacerlas privadas, están comentado publicaciones pasadas con toda su toxicidad. Si aún no lo he hecho, es porque no sé qué sea lo mejor. ¿Debo bloquear los comentarios? ¿Debo dar una conferencia? ¿Qué debo hacer?

—Definitivamente tienes que hacer una declaración formal, tu posición debe estar ya fija y pública. Habla sobre todo lo que está sucediendo con la actitud de la gente, recuérdales que tú eres una víctima, no pediste tener el escudo. Además, has sido activista mucho antes de que todo esto comenzara. Sé que criticaron que te eligieran en esta película, pero en la anterior pudiste demostrar que te encontrabas al nivel del personaje y mucha gente se identificó con su trágica historia, esto puede ayudarte a demostrar que siempre has tenido el interés de apoyar a otros, de ayudarlos siempre que te es posible. No dejemos que este problema hunda tu carrera. Voy a hacer unas llamadas, quiero que escribas una declaración y la firmes. La leeré y te diré qué hay que corregir, ya sabes, cosas sencillas como palabras adecuadas o una redacción más correcta a la situación. No te estrés, tu tranquila, no publiques nada hasta que sea el momento. Tampoco hagas privadas tus redes, mantén la mente fría. —Recomendó.

Luego terminó la llamada y me quedé sola en mi habitación. No he salido en varios días de mi casa, los periodistas siguen ahí, postrados con sus cámaras listas y micrófonos encendidos. Cualquier situación es noticia. Por petición nuestra, han colocado un cerco de seguridad en el patio trasero después descubrir a un paparazzi escondido en el bosque a espaldas de la casa. Ninguna ventana ahora está descubierta, hemos pedido comida y víveres a domicilio donde los repartidores fueron interrogados sobre las cosas que solicitamos, algunos accedieron después de un soborno, quizá esperan encontrar ahí medicamentos o cualquier dato que puedan vender en el canal nocturno de noticias. Claramente la compañía respondió a nuestra queja y despidió a esos repartidores, ahora tenemos dificultad para encontrar quién nos ofrezca servicio. Prácticamente somos prisioneros en nuestro hogar.

—Esos malditos… ¿Cuánto les pagaron? —gritó papá— ¿Qué saben ellos de nuestra vida? Hablan puras estupideces. —Continuó maldiciendo el televisor.

Mamá lo escuchaba y esta no podía tranquilizarse; sus tés relajantes y hiervas aromáticas ya no tenían efecto. Convencieron a los vecinos de dar una entrevista y estos sacaron todas las quejas que habían guardado durante años sobre nosotros. Siempre creí que, al ser una figura pública, mi vida ya estaba expuesta y no había secretos sobre mis actividades, estaba completamente equivocada, siempre se puede escarbar más. Siempre existe una persona de tu círculo cercano que está dispuesta a revelar secretos tuyos por algo de publicidad o dinero fácil. No creerías la cantidad de personas a tu alrededor que saben más de lo que piensas de tu persona.

Vi el noticiero con un encuadre directo a nuestra casa desde el patio del vecino, este dijo que no éramos la clase de personas que deseas que vivan junto a ti. Tenía quejas sobre la basura, sobre el jardín, nuestras visitas, prácticamente había fabricado una lista durante todos estos años y había llegado el momento de revelarla al mundo. Inclusive mencionó que nuestro perro había ensuciado su jardín en muchas ocasiones. ¡No tenemos mascota! Un hámster en su bola de plástico no iría hasta su jardín a ensuciarlo. Papá deseaba salir y gritarle al vecino por la sarta de mentiras que dijo en televisión, pero fue más sensato no crear un nuevo escándalo mediático.

Extrañamente, la mayoría de los escándalos siempre están relacionados a algún error que cometiste, pero sin importar cuando duro trabajes para mantener tu imaginen inmaculada, las acciones de otra persona pueden pesar más sobre ti en este medio.

Seguimos viendo el noticiero, en este momento era nuestra única distracción, eventualmente repetían lo que ya sabíamos y pocas veces logramos ver algo nuevo, como los videos de otros Protegidos que comenzaron a aparecer, todos con la misma temática. Una persona a punto de sufrir un grave y posiblemente, mortal accidente, cuando el resplandor azul interviene y los salva. Ya sea de un accidente de auto, de la caída de un edifico, del proyectil de un arma de fuego. Todos los videos eran borroso y dados a la interpretación, aquellos dos agentes no mintieron al decir que mi incidente era el primero grabado con calidad suficiente para llegar a muchas conclusiones.

Minutos más tarde recibí una llamada del director de la película, en concreto de su asistente. Ella me dijo que un auto pasaría hoy por mí en pocas horas, se había programado una junta el día de hoy de suma importancia. Por la dirección y los datos que me dio, se trataba de las oficinas de Skyfall Entertainment. La planta más alta posible, aquella donde se atienden los más importantes asuntos. En esta ocasión, yo era ese “asunto”.

El coche se estacionó en la rampa de nuestra cochera, no deseaba que lo hiciera lejos, para conseguirlo debió mover dos furgonetas ahí estacionadas. Me avisó de su llegada y al salir, las cámaras fotográficas se activaron con una cantidad asombrosa de flash tratando de obtener la mejor, o peor, foto mía. Subí al asiento trasero donde el amable conductor abrió la puerta para mí. Luego regresó a su asiento y abandonó la rampa de entrada siguiendo por toda la calle. En todo momento los reporteros y empleados de canales de espectáculos intentaron alcanzarme lanzando preguntas sobre el tema, sobre mi vida, sobre lo que sucedía. Yo misma no lo sabía y su hostigamiento provocaba que no lo revelara si llegaba a descubrirlo. Sé que hubo quienes siguieron el coche durante todo el camino hasta donde fuera posible, ya en el edificio les evitarían el paso, pero estando ahí, deducirían mi visita y harían conjeturas sobre eso.

En la mesa de juntas me senté en el extremo más lejano con mi espalda hacia el ventanal donde podía contemplar el inmenso paisaje. De momento sólo se encontraba la asistente quien me sirvió un canapé y agua, aunque yo no lo haya pedido. Se retiró y quedé sola por varios minutos pensando sobre el tema del que se iba a hablar en esta apresurada reunión. La mesa de vidrio era muy fría, asimilaba todo el aire acondicionado que era despedido desde el techo en discretas boquillas. Dos de cuatro paredes eran un extenso muro cristalino que permitían ver el panorama de L.A. con una atípica lluvia anunciada, del otro lado presumían hileras de premios y estatuillas, entre fotografías de grandes actores de renombre y directores de cine. En alguna parte de este sitio debe existir un proyector oculto y una pantalla blanca donde se muestran los avances a los inversionistas. Todo el lugar debe oscurecerse en cuestión de segundos de algún modo.

Había silencio, tanto que el aire expulsado del techo tenía sonido y mis dedos pulsando el cristal lo combatía. Miré mi reloj y las notificaciones se acumulaban con enormes cifras, había sido mencionada en tales cantidades que la curiosidad de saber por qué, pudo más. Saqué mi teléfono y antes de que pudiera revisar, el comité de la reunión ingresó por la puerta con un escándalo casi amigable entre ellos. Noté de inmediato que todos previamente se juntaron para acordar los temas a discutir frente a mí. Los saludos fueron cordiales y todos se ubicaron alrededor de la mesa según el grupo que pertenecían. El equipo de producción y dirección en el lado más cercano a mi sitio, cruzando la mesa frente a mí, los dueños de la casa cinematográfica en el otro extremo, ocupando las sillas más importantes y finalmente un séquito de cuatro personas con traje y una actitud poco amigable, en un extremo de la habitación a mi espalda donde no pudiera verlos todo el tiempo. Esta manera tan evidente de sentarse me hizo ver que nadie estaba de mi lado.

—Iremos al grano, Cloudy —comenzó Victoria, la CEO—. Tenemos que hacer movimientos estratégicos sobre la película, estos tiempos actuales no nos permiten cometer errores y comprenderás que siempre buscamos lo mejor para la producción. Queremos que finalices las escenas faltantes, ya hablamos con los guionistas y pueden arreglar tu participación para que no debas presentarte en el set de filmación más tiempo del necesario. Sé que tienes muchos asuntos por arreglar y queremos darte todo el espacio que desees.

—Las grabaciones se realizarán en una pantalla verde en los estudios —continuó Junior, no sé realmente a qué se dedica aquí, pero su voz déspota nunca me ha agradado—. Ya tenemos todo arreglado para que tu presencia sea mínima. Son pocas escenas, sé que puedes hacerlas sin necesidad de visitar los estudios nuevamente. Alguien con tu talento “innato”, no se verá en problemas de actuar en una habitación vacía. Tu equipo de producción está listo, trajeron a los maquillistas y vestuario, podemos hacerlo hoy mismo si te sientes lo suficiente… lista. —Terminó de decir, con un brazo recargado sobre el apoyo del asiento y su mano siempre levantada jugando con sus palabras.

Miré detrás a las personas ahí sentadas muy atentas a la conversación. Definitivamente no lucían como el equipo de maquillaje y vestuario.

—¿Qué ocurre si no puedo? —Pregunté, tratando de mirar a todos.

Ellos hicieron lo mismo y Junior tomó la palabra.

—Preciosa, podemos hacer esto hoy o mañana, pero definitivamente antes de finalizar la semana. Hay mucho trabajo por hacer, ya sabes cómo es esto.

—Me refiero a, que tal, que no quiero seguir con la producción. Consulté con mis abogados, legalmente puedo separarme de mi trabajo después del accidente, las leyes de California me respaldan. —Mis palabras causaron que todos los presentes se miraran y a su vez, buscaran acomodarse dentro de sus asientos. Excepto Victoria quien no cambió su expresión “amigable”.

—Cariño, cariño —jugó con sus labios—. Esas son aguas peligrosas que no quieres recorrer. Mi consejo, más como amiga que como dueña de esta compañía, es que no coloques tu carrera en ese hilo. Nadie deseará contratarte en Hollywood, estarás en esa lista imaginaria de personas que jamás volvieron a ser llamadas a la pantalla grande. Terminarás trabajando en espectáculos menores, televisión barata y cine independiente que nadie ve.

—¡Es una amenaza! —Increpé.

—No, no. Por supuesto que no. Yo no puedo controlar a todas las productoras, sería hermoso que sí, te lo digo con base en la experiencia. He visto muchas actrices quedar fuera de la alfombra roja por cometer acciones intolerables con las que ningún director o productora quieren lidiar. Estas cosas eventualmente se dan a conocer, la gente allá afuera no es tonta, deduce lo que tenga que deducir, sea cierto o no, prefieren apostar por lo seguro. No arruines tu carrera por un solo momento de debilidad, tienes un futuro prometedor… No si decides abandonar la película.

—Cloudy —intervino el director, un hombre anciano con una larga carrera y reconocimiento—. Piensa en el esfuerzo de todos tus compañeros, si faltas en la película, todo su trabajo se verá arruinado. Ellos dieron todo de sí, algunos son rostros nuevos en el mundo de los espectáculos, esta película es su lanzamiento a la fama. Los guionistas han hecho un buen trabajo para reducir las horas en el set. Es poco en realidad, el equipo de postproducción será quien haga todo el trabajo difícil para colocarte en las escenas que faltan, en un par de días tendremos todo el material que necesitamos. No te distraeremos más después de eso.

—Qué… ¿Qué hubiera sucedido si yo hubiese muerto en ese accidente? ¿Les importó acaso?

—Por supuesto que sí, me siento muy culpable por haberte colocado en ese riesgo...

—¿Y la producción de la película? ¿Habrían matado a mi personaje? ¿Usado mi rostro en el cuerpo de otro actor para que así su valiosa casa productora no perdiera dinero con la lamentable muerte de la actriz? ¡Creen que no me doy cuenta! Faltaban tres meses más de filmación, leí el libro, no imagino cómo pueden hacer que la protagonista aparezca menos en pantalla si aún quedan muchas escenas importantes. Han esperado a otros actores a que salgan de sus adicciones, que tomen un descanso después de sufrir un problema personal. Hace dos semanas que sucedió esto y ahora quieren disminuir mi participación porque les urge sacar la película. ¡Ustedes no están haciendo esto por mí! ¡Casi muero ese día y a ustedes sólo les importa no perder dinero!

Los miré nuevamente, en sus rostros apareció el tema incómodo que no querían mencionar, todos deseaban que la situación no se tornara más difícil de lo actual, a excepción de Junior quien esbozó una sonrisa que no pude definir, pero me resultaba enteramente ofensiva y como era de esperar, no se calló.

—Tontita, esto son los negocios. Invertimos mucho dinero en traer tus lindos senos de muñequita a esta película, porque es lo que vende, lo que tus seguidores quieren ver en pantalla. No porque creamos que haces una asombrosa actuación. No basta con que te luzcas en pantalla, por mí buscaría a alguien más digna de usar esa ropa, pero tú tienes fanáticos que quieren verte y están dispuestos a pagar por eso, pero ahora mismo... Lo dudo. Te estás convirtiendo rápidamente en una actriz incomoda y eso no va de la mano con el dinero. En cuestión de números, ya no vales lo que invertimos en ti para esta película. Tenerte en pantalla será más costoso que encontrar la manera de no hacerlo.

—¿De qué estás hablando? —Dije muy confundida.

—Princesa, tu popularidad va en picada, nuestros últimos sondeos te ponen muy por debajo de las expectativas mínimas para esta película. No eres buena para el negocio y dudo que lo seas pronto.

—Lo que quiere decir —continuó Victoria— es que esta película ha tenido muchos tropiezos desde que comenzó a plantearse, conseguir los derechos hasta el presupuesto que necesitó de inyectar inversión extra para conseguir los escenarios correctos, pero teníamos altas expectativas de ganancias de hasta quinientos millones de dólares entre ventas de taquilla y merchandising, ahora tendremos suerte de conseguir lo invertido. No podemos arriesgar más las proyecciones financieras de este filme o tendremos un fracaso rotundo en taquilla, del cual tardaremos mucho en recuperarnos. Tu “virtud” ha creado un escenario muy riesgoso que nuestros especialistas no consideran óptimo para el buen funcionamiento del filme dentro del país y en los cines más destacados a nivel mundial. No creen que tu nombre pueda levantar las ventas, incluso, hay una gran posibilidad de que afecte todo lo sucedido a las proyecciones mínimas que se consideran ahora. En resumen, debemos hacer menos participativa tu protagonismo en esta película. No es fácil, siendo tú la actriz con el papel estelar. Si no hacemos algo ahora, podríamos convertirnos en la primera productora de cine en verse afectada por la presencia de dios como daño colateral. No es la clase de legado que quiera dejar en esta empresa.

—Están terminando conmigo…

—Recibirás tus ganancias como fue acordado en tu contrato, no estarás obligada a participar en las giras de promoción ni en las entrevistas. Las campañas publicitarias o los eventos que surjan. Recibirás todo el dinero y nada del esfuerzo que tus colegas si cargarán. Velo como una oportunidad de quitare este proyecto de encima y no arruinar tu carrera. Es lo mejor que podemos hacer.

—¿Qué dices? Es un ganar-ganar. —Preguntó el director con su vasta experiencia aplicada en una frase simple.

Los vi conmocionada, en dos semanas había caído de la cima al repudio y era el comienzo.

Salí de ahí con el acuerdo de grabar las escenas restantes en un pequeño set que normalmente se ocupa para filmar diálogos de emergencia o pequeñas actuaciones que luego se colocan sobrepuestas con el resto del elenco. No sé si antes se había intentado terminar toda una película con una única actriz pasando de escena a escena imaginando todo lo que ocurría y las personas con quien hablaba. Ellos dijeron algo de pocos días, pero a menos que decidan vestirme y maquillarme digitalmente, no es posible hacer todo ese proceso en poco tiempo.

Subí al coche que me esperaba en el estacionamiento, era otro conductor y otro vehículo, uno más oficial de la productora. Entré en él sin esperar a que abrieran la puerta, algo que obligó al conductor a regresar a su asiento. Cerré la puerta y no dije palabra alguna, sólo miré por la ventana sin ningún punto fijo en particular, pensando en lo que significaba ese “último sondeo” y mi nuevo nivel de aceptación. Debía hablar con mi hermano y contratar una empresa que nos dé esa información, llamadas o encuestas en internet, dudo que la productora quiera ofrecernos los datos que urgentemente analizaron. No lo haría ahora, en este momento mi mente estaba muy frustrada como para querer hablar de este tema mientras viajo en un coche con un desconocido. La lluvia se liberó poco después, la sequía en California lo agradece y queda justa a la situación. No presté atención a nada más que la humedad en el vidrio hasta llegar a casa.

El coche dio vuelta en la calle donde vivo y pronto vi una gran cantidad de personas reunidas afuera, eran mucho más que un simple grupo de periodistas. Las luces de las patrullas bloqueando el paso destellaron contra el cúmulo de gotas en los vidrios; estos vigilaban al grupo que legalmente no está haciendo nada indebido. El policía en el cerco detuvo la unidad y habló con el conductor. Vestía impermeable y se protegía de la lluvia con él. No necesité de dar una identificación o algo más, el policía me reconoció y nos permitió el paso, algo que se veía difícil entre toda esa multitud.

La velocidad era lenta, la gente debía apartarse y notaba en su actitud que no estaban gustoso de hacerlo, pero igual lo harían o cometerían una infracción. Ellos cargaban carteles muy improvisados donde exponían sus demandas. Logré leer algunos y aunque esperaba repudio, no comprendí todos: “Destierren a la bruja” “Es una de ellos”, “Dios ha comenzado el apocalipsis”, “Ella nos matará…”. Tomé mi teléfono y busqué mensajes entre la gran cantidad de notificaciones. Había tres de mamá diciéndome que debieron llamar a la policía porque arrojaron objetos a la casa. No pude preguntarle qué, cuando escuché un fuerte golpe en el vidrio, alguien lo hacía con las palmas de sus manos al descubrir que yo iba dentro. Pronto los demás lo siguieron.

La aglomeración de gente rodeó el coche e impidieron que avanzara, lo agitaron y arrojaron objetos a él, el ruido dentro era insoportable, era la suma de gritos y azotes de manos en el chasis y vidrio, botellas de refresco y rocas pequeñas que debieron robar de los jardines de los vecinos. El cristal junto a mí se quebró dejando una telaraña de daño que soportó el maltrato. El chofer desesperado por no quedar en medio de ese motín aceleró llevando consigo a las personas que estaban enfrente sin poder avanzar demasiado, la multitud lo impedía y se enfurecieron más por haber atropellado a algunos de ellos.

Un hombre con un antifaz portaba un tubo metálico en sus manos y lo impactó en el parabrisas hasta reventarlo de su sitio. Trataron de alcanzar al conductor por medio de ese hueco y este vio la manera de dar marcha atrás hasta impactarse contra una de las furgonetas de los noticieros que, por su parte, no perdían oportunidad alguna de grabar lo que sucedía. Quiso moverse, pero la cantidad de gente rodeándonos no se lo permitió y no le darían oportunidad de hacerlo otra vez, golpearon su ventana y esta se despedazó zafándose de su marco, abrieron la puerta y lo sacaron de ahí entre jalones y golpes.

Escuché sus gritos de terror y a la multitud embravecida, estaba segura de que lo matarían a golpes y él sólo era el conductor en turno que tuvo la mala suerte de traerme a casa. Vertían su cólera injustificada en él. Miré por la ventana trasera buscando a los policías del cerco, ninguno de ellos acudía a ayudar y al conductor no le quedaba mucho tiempo. Respiré profundo y me dije a mí misma que debía salvarlo. Tragué todo el temor que en mi garganta se acumulaba y salí por la puerta que no estaba bloqueada por el choque con la furgoneta.

Al estar fuera y correr hasta él, hubo una persona que intentó atacarme y como yo esperaba, el escudo lo repelió inmediatamente, haciendo esto mismo con todos los que buscaron dañarme. Fui hasta el joven conductor empujando a la gente y lo arrebaté de las manos de toda la multitud que cuando notaron esto quisieron confrontarme sin conseguirlo nunca. El hombre con el tubo lanzó su estocada con toda malicia por darme en el rostro y cuando este estuvo a centímetros de mí, el resplandor azul lo detuvo y arrancó de sus manos la pieza de metal. Dejando atónitos a todos los presentes, algo que no los detuvo mucho tiempo.

No sé nada del escudo y si su energía se agota, no quise arriesgarme más y moví al herido conductor hasta mi casa donde más de una vez noté el resplandor y los cantos encenderse en muchas direcciones. Trataban de golpearme a mí o al conductor sin lograrlo. Cruzamos un pequeño cerco protector que esta mañana no se encontraba y atravesé el pórtico de mi casa donde mamá escuchó mis gritos y abrió la puerta. Miré detrás y varias personas de la multitud trataban de seguirme hasta que fueron impedidos por la policía y granadas de humo con un pestilente olor. Entramos y nos dirigimos al sótano donde existe un cuarto de pánico con una puerta muy robusta que impediría a cualquiera entrar.

Al bajar por las escaleras escuchamos algunas ventanas romperse y la multitud gritando enardecidamente arrojando todo lo que encontraban a su alcance hacía la casa. Papá entró al último después de tomar los teléfonos y la portátil en la isla, luego cerramos la puerta y aguardamos ahí hasta que fuera seguro salir. Por los ruidos encima de nosotros, descubrimos gente que ingresó e hizo destrozos. Ellos no encontrarían la puerta del sótano, está oculta en un acceso que aparenta ser un muro.

Revisamos al joven conductor que sangraba de su cabeza, quitamos el exceso de esta he hicimos todo lo posible por curarlo. Se encontraba aturdido y muy esquivo de ser ayudado, no comprendía la razón de esto, sólo deseábamos sanarlo. En el momento en que pudo, se alejó de nosotros y evitó intercambiar toda palabra hasta que finalmente la policía contuvo la situación y una ambulancia vino por él.

A través de las noticias pudimos conocer el alcance de la revuelta, este enfrentamiento entre policías y manifestantes dejó dos muertos, uno de ellos fue un oficial que recibió un fuerte golpe en la cabeza al no poseer la protección adecuada contra motines, el otro, un ciudadano que quedó atrapado en la estampida de la multitud. La calle en su totalidad fue vandalizada, con vehículos quemados y casas mancilladas. Los disturbios continuaron más allá del lugar donde vivo, se distribuyeron por todas las avenidas principales de los residenciales más famosas de Hollywood que, de algún modo, culpaban por toda la situación sin estar claro cómo eso era posible. Factiblemente debido un resentimiento ya arraigado hacía la población privilegiada que vive en estos suburbios.

Nuestra casa quedó inhabitable. Entraron buscando destrozar todo lo posible, robando aquello que fuera de valor, incluyendo premios conseguidos desde los once años que inicié en el espectáculo. Estos terminarían vendidos en el mercado negro y alguien los colocaría como trofeos en su sala o los amontonaría en un armario. Robaron mi tablet y ropa, artículos personales fueron quemados o rotos hasta dejarlos inservibles. Pintaron en mi recámara muchas frases ofensivas, no muy distinto al resto de la casa. Mamá lloraba imparablemente, papá trataba de consolarla, pero él no se encontraba en ánimos de ser fuerte.

Nuestro hogar había sido destruido y desconocía por qué.

Las penumbras me envolvieron, el sonido de mi respiración era el único disiente al silencio que llegaba a mi oído, retando al poco oxígeno que se reciclaba constantemente por gracia del escudo. Podía percibir mi cuerpo atrapado bajo toneladas de peso, todas ellas ocupando cada espacio disponible sin permitirme mover, comprimiendo mi escudo hasta el límite. Ya sólo me quedaba esperar a descubrir qué me mataría primero: si la toxicidad del aire, el hambre y sed, o el fin de la energía que alimenta el escudo, sí es que realmente esto existe. Quizá ni siquiera descubriría lo que terminó con mi vida, estaría inconsciente o muy débil para entenderlo.

Pensaba en aquellos momentos felices donde todo era simple, donde no debía preocuparme por los problemas de adultos. Posiblemente mi niñez en una casa modesta con un extenso jardín poco cuidado donde jugaba al lado de mis hermanos mayores, era ese recuerdo ideal que buscaba. Días soleados con albercas inflables y zumos de limón. No necesitaba más y no pedía otra cosa. Sólo divertirme. Sólo sonreír.

La actuación y el modelaje era un hobby, fui descubierta en un concurso donde debía portar el vestido más elegante de una pequeña tienda de modas, alguien creyó que mis diálogos infantiles y carisma podían ser utilizados en una comedia televisiva, con un papel menor que pronto se vio engrandecido. Todo lo demás fue la fortuna, una tras otra, más contratos, más compañías interesadas en hacer publicidad conmigo, oportunidades de modelar, más gente pidiendo verme en la pantalla y shows televisivos disfrutando de mis curiosas y poco habituales entrevistas. Fui por más de una década la nueva revelación y aclamada actriz…

Ahora espero mi muerte enterrada viva, en un lugar solitario donde jamás seré hallada. Jamás seré recordada y nunca podré cambiar lo que soy ahora. Cerré mis ojos y esperé a que ese momento llegara estando serena, aun cuando mi interior quiera gritar. Perdí a mi familia, amigos, mi carrera. Hice todo lo que estuvo a mi alcance para ayudar a cada persona donde mi escudo fue el principal factor de permitírmelo. Eso se terminó en este momento y sólo deseo no pensar más en todo lo que se quedó atrás antes de ese día del accidente. Inconscientemente, ya estaba preparada para morir, sabía que esta forma de vida no es larga, no te devuelve nada, no te permite arrepentirte. No termina en un final feliz.

Mis ojos permanecían cerrados tratando de recordar lo mejor de mi vida hasta que la luz los cegó a través de los párpados. El cielo volvió a ser claro donde el sol y su feroz luminiscencia penetraba el orificio hecho en la roca. Cegaba mi vista que se había acostumbrado a las penumbras y no lograba contemplar la silueta de quien me observaba ennegrecida por el contraste y mi fotosensibilidad. Las rocas se desprendían de un modo extraño para mí, como si estás se desintegrasen en dirección al cielo, dejando espacio para que mi cuerpo fuera liberado. De un modo todavía menos comprensible para mí, me sentí atraída como el metal al imán hasta que una mano me sujetó del cuello y después mi peso volvió a la normalidad.

Sentí dolor de una clase que no había percibido en más de dos años. La presión sobre mi garganta y mis vías respiratorios era algo que ignoraba fuera posible. Sentí mi cuello torcerse ante el peso del resto de mi cuerpo y el firme agarre de esa poderosa mano que no se inmutó de ningún modo ante mis intentos de escapar. La persona comenzó a caminar llevando mi ser a rastras como una marioneta de telas flácidas que no se opone a las órdenes del maestro. Traté de pararme, de detenerme usando el entorno, no me lo permitía, la presión sobre mi cuello hizo que el aire me faltara de un modo más urgente que el estar atrapada en esa tumba.

Cargó conmigo varios metros hasta encontrar el filo del montículo artificial formado por la karxane destruida. Estando ahí se detuvo y preguntó con una voz libre de emociones a todos los presentes que desde mi posición apenas si lograba distinguir.

—Dónde está ella. —Expresó ante el público obligado a poner atención.

Eran mis compañeros sometidos por las garras de los rûh sin posibilidad de escapar ante la inmensa fuerza de estos que, si lo deseaban, podrían arrancar sus brazos con el nulo remordimiento.

Respondieron que no entendían de quién hablaba, ellos anteriormente le dijeron que me encontraba enterrada bajo la cascada de escombros. Al hallarme, descubrió que no era quien buscaba.

—¡Dónde está mi esposa! —Gritó y el suelo junto con el cielo retumbaron.

No necesitaba más para saber de quién se trataba, mi rifle aún colgaba de la correa a mi pecho, lo jalé hasta mí para poderlo levantar, aunque eso significara tender todo mi peso sobre mi cuello. Apunté la boquilla hasta él del mejor modo posible y antes de siquiera tocar el gatillo, el rifle por completo se convirtió en cenizas que se escaparon de mis manos empujadas por el viento. Luego me elevó hasta su rostro sin ningún tipo de problema y habló.

—Mi esposa te entregó este escudo para su servicio. ¿Dónde está ella?, Protegida. —Insistió.

Pude mirar a dios en su forma más humana posible, de la cual sólo había conocido por cortos videos y fotografías dañadas por una luz que siempre lo ocultaba sin importar quién o desde qué avanzada cámara se tomara la captura. Estuve petrificada por un lapso que yo consideré enorme, hasta que mi primer impulso pudo liberarse de mi mente atrofiada. Tomé mi arma corta de apoyo y elevé hasta su rostro donde pude acertar tres de cuatro disparos. Estos no consiguieron lo que yo deseaba.

Su cabeza recibió los impactos y lo obligaron a retrocederla, donde la sangre brotó y partes de su cráneo salieron disparadas, para luego restaurarse de principio a fin conforme las balas la atravesaban. Eliminando toda herida posible en el mismo instante.

—No puedes dañar algo que no existe, Protegida. —Recriminó.

Después me arrojó por la inclinada pendiente y rodeé por ella hasta el final, golpeando con todas las escorias ahí presentes. Sintiendo el dolor de cada una que mi cuerpo alcanzó. Más este dolor sería nada comparado a lo siguiente que me doblegó.

Estando en el suelo percibí al principio un fuerte ardor que se originaba en mis manos hasta alcanzar los brazos y pecho, luego una presión exagerada en mis músculos seguido por una extraña y cada vez más fuerte punzada en sitios aleatorios. Al cabo de un momento el dolor se volvía insoportable a tal grado que mis gritos no podían ser controlados. Cada centímetro de mi piel y huesos eran sometidos a un castigo que nunca tuve el horror de conocer. Todo el daño que había recolectado en estos dos años se hizo presente en segundos. Las llagas brotaban en distintos tamaños ocupando piernas y brazos, rostro y pecho como sus nuevos hogares. La pus blanca junto con coágulos petrificados eran expulsadas desde venas hinchadas y grotescas, empujadas por el palpitar de mi corazón llevado al límite del dolor. Mis articulaciones se retorcían en infinitos calambres y suplicios cortantes. Como si las balas lo atravesaran y las explosiones los golpearan. Mis gritos desgarradores se esparcían sobre el desierto y cualquiera que los oyeran, petrificarían sus corazones en el acto. Me torcí de mil maneras imaginables, tratando de contrarrestar el dolor sin hallar la manera de frenarlo. Mis ojos se llenaron de sangre y de mi boca brotó espuma ácida y vísceras. Sentí mi pecho contraerse y el aire faltar, junto con mis intestinos repudiándose bajo miles de cuchilladas que cruzaban desde mi abdomen hasta mi espalda.

Escuché mi húmero fracturarse seguido del radio y cada dedo sano. El tronido era fuerte, como si el concreto se doblegaran ante el más temible golpe. Sentí el hueso atravesar la piel y exponerse fuera de ella, bañado en sangre y cangrena, luego mis piernas lo acompañaron hasta quedar fragmentos de ellas. Mis compañeros absortos y perdidos miraban sin siquiera comprender toda la tortura que yo sufría, sus miedos se amotinaban en sus pensamientos de ser los siguientes en recibir tan cruel destino.

—Ella no te envío, Protegida. Haz hecho esto bajo voluntad propia. Te abría advertido que vigilo sin descanso cada fábrica en este mundo. Te habría dicho que escaparas antes de mi llegada —habló y sin darme cuenta, estaba al lado mío—. No lo has hecho, no has huido inmediato. —Continuó, caminando alrededor mío.

Con su poder atrajo mi cuerpo agonizante hasta su mano, quedando mi cuello atrapado en ella nuevamente, sofocando más mi respiración y agregando una dolencia extra a todo este tormento. No podía mirarme en ese estado deplorable, bañada en sangre y necrosis, más la expresión horrorizada de mis compañeros tratando de desviar la mirada para no contemplar ese suplicio, me daba una idea de la desdicha por la cual pasaba.

—Pienso entonces, qué castigo merece una Protegida que ha destruido una fábrica. Mereces sufrimiento más allá del que puedes sentir ahora. Una tortura infinita como el mismo universo que habitas. Un castigo digno de tu proeza… —Continuó.

Vi entonces en el cielo ennegrecido cientos de rûh a distintas alturas y separaciones, formando un círculo imaginario alrededor nuestro. No los había notado antes porque la luz me cegó, más ahora se ha desvanecido consumida por los nubarrones, dejando pocos destellos de ella atravesar. Había traído consigo un gran ejército para combatir a su esposa y ahora lo usaría contra un pequeño grupo de soldados sin más apoyo que su fe y sus armas.

El dolor que había pausado por un breve instante regresó y con ello mis gritos desgarradores donde mis cuerdas bocales se hacían trizas.

—Después de las controversiales declaraciones del espiritista: Hans Hellinger, teólogo y fundador de la pseudociencia “Humano Espiritual”, religión que profesa y es líder. Las múltiples manifestaciones no se hicieron esperar. La más importante y con saldo de dos fallecidos se ocasionaron en California frente a la casa de la actriz Cloudy Mäkinen quien hasta ahora no ha hecho declaraciones al respecto. La situación se extendió a otros lugares de Bervely Hills con múltiples daños a propiedad privada, incendios y saqueos en lo que se considera la noche más difícil de Los Ángeles. Las protestas han tomado sede en distintos sitios de California y se espera que crezcan a otras ciudades.

—Grupos extremistas han atacado la aldea procedente de la niña Sharbat, quién fue reconocida como una Protegida luego de sobrevivir a un incendio que cobró la vida de diez niños en la provincia de Helmand. El ataque dirigido a la familia tiene un saldo de siete adultos muertos y dos menores de edad. Hasta el momento se desconoce el paradero de Sharbat a quien se le considera en calidad de secuestrada por el grupo radical. Iztel declaró que múltiples Lif se han unido a los esfuerzos de su búsqueda considerando que el grupo terrorista no pudo hacerle daño y se encuentra viva. Estas represalias surgen a partir de las controversiales declaraciones del teólogo Hans Hellinger, quien ha hecho público un video donde explica, en un extenso manifiesto, el peligro de los Protegidos.

—Hoy Francia ha sufrido un revés en sus políticas ambientales al formarse una coalición que busca impedir que el gobierno de Annette Lefreve ceda ante las peticiones del movimiento “Planeta Único” argumentando que son intervenciones extranjeras contrarias a los intereses del país. Su portavoz, Legrand Calvin, ha incitado a los ciudadanos a manifestarse sobre la presencia de las Lif y el consejo formado por la deidad Itzel. Se espera que en las próximas semanas la demanda llegue a los tribunales.

—A partir de las fuertes declaraciones de Hans Hellinger, quien se ha manifestado como opositor absoluto de dios, cientos de sus seguidores en todo el mundo han tomado cartas en el asunto y atacado a los Protegidos, personas que salieron a la luz desde que Cloudy Mäkinen hiciera público un video que explicaba, en parte, lo sucedido tras su accidente durante la filmación de la adaptación del famoso libro homónimo “Cielos Oscuros” y que Itzel lo confirmara. Las autoridades se han visto superadas por la cantidad de disturbios en todo el mundo, principalmente en las ciudades donde habita un Protegido. Como medida preventiva, varias Lif se han hecho presentes para tratar de contener las revueltas. Algunos criticaron esta medida, ya que sólo ha alentado a más simpatizantes a salir a las calles.

—¡Dios es mentira! Piensa que todos somos idiotas, que no somos ilustrados. Su poder radica en el miedo que promueve en su discurso. Humano, hermano y hermana, no te permitas ser sublimado por los pecados que él profesa has cometido. Tu fe debe radicar en ti mismo. Manifiéstate, él no es amor, no es salvación. ¡Te miente descaradamente! Los protegidos son sus jinetes, los cosechará y doblegará hasta convertirlos en sus verdugos. Él está fundando su regimiento mientras el mundo teme por su salvación y te distrae con planteamientos inútiles. ¡Escúchame bien, hijo de la tierra! ¡Él traerá desolación y ruina! Los protegidos serán sus adalides, han pactado su salvación vendiendo su alma a este dios falso. ¡Son impíos! ¡Levántate, hermano y hermana! Actúa ahora antes que ellos mancillen nuestro mundo. Usa el fuego, el veneno y la blasfemia. ¡Cuelga de picas sus cabezas infectas! Que el falso dios conozca nuestra fe impertérrita…

Sigue así por más de treinta minutos.

Oculté mi teléfono entre las manos y sostuve mi cabeza con ellas deseando que esto no fuera verdad, fastidiada de repetir noticias. Aquel hombre anciano de gestos marcados y rabia en su habla; se presentaba a sí mismo como el regente de la resistencia, alentando a todos los extremistas de su “susodicha” religión humanista a boicotear la campaña de Itzel y en el camino, dañar a los Protegidos y todo lo que aman. Hace algunos meses era impensable que una persona como él tuviera tanta influencia en las masas, pero la llegada de dios lo cambió todo. Parece que las reglas sociales y las creencias se rompieron en la mente de muchos. ¿Temor o necesidad de control? De devolver al mundo a un sitio de confort donde no existe un ser por encima de todos. O simplemente la amenaza intrínseca a todos esos líderes religiosos que ven en peligro su posición actual e ingresos económicos. Como dijo ese otro teísta, en el momento que dios apareció, canceló todas las religiones existentes.

No puedo imaginar lo que sufre esa niña al ver a su familia morir y ella misma estar atrapada con esa gente. Con esos enfermos que obligan a los demás a creer y seguir sus costumbres ortodoxas sin ningún tipo de libertad. O aquel hombre a quien quemaron su vivienda y todas sus pertenencias, junto con el hogar de todos los que vivían en el mismo edificio. O aquella artista a quien destruyeron toda una vida de obras y logros. No soy la única cargando un estigma que no pedí, pero si la que posiblemente evidenció a los demás. He colocado mis redes con acceso restringido, borré el video que incitó todo, del que me arrepiento hacer público. Aunque no sé por cuánto tiempo más, esto se hubiera mantenido en secreto.

La pequeña habitación del hotel se ve triste y gris, las cortinas están echadas y el televisor en silencio. Me he cansado de oír todo lo que nació a raíz de esto, pero no puedo apagarla, es la única manera de informarme de lo que se avecina sin buscarlo, debo prepararme y ser menos impulsiva. Mi familia está asustada también, mis hermanos han salido de sus casas y hospedado en sitios distintos, la policía nos ofreció protección y movilizarnos siempre que sea necesario, insinuando que estarían más “atentos” a nuestra situación si yo colaboraba con la agencia de seguridad nacional. Algo que en estos dos días ha sido muy pesado para mí. El escudo no me protege del estrés y miedo.

Desde el primer momento no perdieron oportunidad de poner en práctica una serie de exámenes que habían enlistado previamente. Iniciaron con algo que me pareció lógico, revisar mi cuerpo con sofisticados escáneres que tomaron fotografías de cada lado de mi ser, pruebas de sangre y otras en mi cerebro para definir a qué grado el escudo estaba conectado a él. No se limitaron a observar, aplicaban estímulos para que este respondiera y el equipo médico detectara. Desde lo médicamente razonable hasta lo más extravagante, trayendo maquinaria empleada para otro tipo de estudios donde un ser humano no haría saltar los indicadores.

No reconocí las máquinas, sólo su utilidad. En ellas verificaban la cantidad y tipo de energía que el escudo emanaba, su velocidad de reacción. Si estaba compuesto de algún tipo de aleación o si era un escudo totalmente creado a partir de una fuerza electromagnética. Por el rostro de los científicos, nada que hayan visto. Intentaron verificar si respondía a estímulos más simples como un daño lento, que por el mismo motivo no presentaba peligro. Una pelota lanzada a mis manos era recibida con total naturalidad, en cambio, un disparo con un paintball quedaba embarrado en esa coraza invisible, dejando atrás la silueta esférica alrededor de mi cuerpo hasta que esta caía aún fresca.

Hicieron preguntas que ya había respondido, insistiendo en cada detalle, fechas y horas. Quería un cronograma completo de mi viaje durante la gira del estreno de la película, deseaban conocer con qué personas compartí vuelos, hospedaje o transporte. Restaurantes donde almorcé, comí y cené. Deseaban hurgar centímetro a centímetro dentro de mi agenda. No tenía respuestas ante eso, era un examen de alto nivel sobre mi estilo de vida que estaba reprobando. Desconocía todo eso porque realmente no prestaba atención, olvidas rostros, nombres, lugares y platillos porque todos ellos llegan en múltiples secuencias durante dos o tres meses de trabajo. Ellos querían todo y me presionaban para conseguirlo, si no lo sabía yo, quién sí. ¿Mi agente, mi representante, mi asistente? Me prestaron un teléfono viejo donde marqué a mi hermano para pedirle cualquier información de esos viajes, algo que seguramente la productora poseía y de algún modo cómodo para mí, ese problema se desvió a ellos a quien ahora los agentes consultaron directamente en sus oficinas.

Además de los datos y de las pruebas simples, propusieron usar un rifle hipersónico de última generación que dispara balas a una velocidad increíble, el militar a cargo dijo que no apuntarían a mi cuerpo, sino a un objeto sostenido en el dorso de mi mano, pequeño y cercano a mí con la intención de que este se active o permita el paso de la bala. Me colocaron en una cabina que por las soldaduras apresuradas y sin cubrir, habían fabricado en poco tiempo, ahí debía colocar mi brazo en un hueco hacía otro cuarto con igual estilo de ensamblado. En este bañaron las paredes de espuma capaz de detener los proyectiles resultantes si la bala explotaba al contacto con el escudo o atravesaba el bloque de la prueba. Con fuertes amarres sostuvieron mi brazo para evitar que lo moviera ante el sonido del rifle, dañando así el propósito del experimento.

El francotirador se ubicó a una distancia segura en esa especie de laboratorio, sujetó su pesado y enorme rifle a la base de un muro medio e hizo todos los ajustes para acertar a un objeto no mayor que un limón promedio. Los avisos de que el experimento iban a dar comienzo sonaron en la cabina, tragué saliva dudosa de que el disparo fuera efectivo, el que diera en el objetivo no probaría nada, simplemente el escudo no se activaría si yo no estoy en riesgo y ese pequeño objeto ahí a punto de ser eliminado por un rifle experimental, no me colocaba en ninguna clase de peligro. La cuenta regresiva llegó a cero y apreté los ojos con temor de sentir un inmenso dolor si por mala suerte fallaba y atinaba directamente a mi brazo.

El estruendo fue criminal aún con la protección en mis oídos, luego oí el impacto como un martillo golpeando concreto si este estuviera ionizado, la única palabra que se me ocurre para describirlo. Abrí los ojos y miré al personal militar del otro lado del laboratorio tras un vidrio de protección, ellos no daban cabida a creer que su arma militar más sofisticada entregada a un soldado de campo haya sido inútil frente al escudo. De ahí sólo quedaba subir la apuesta con un calibre más pesado y usado contra blindados, incluyendo metrallas y explosivos.

—¡No voy a dejar que exploten mi brazo! —grité a los oficiales ahí presentes— ¿Y si el escudo no funciona? ¡Van a destrozarme el brazo!

—Tenemos una cuantiosa indemnización y un esquema médico de por vida que la ayudará en cualquier inconveniente que surja producto del experimento. Además, nuestro programa de prótesis es el más avanzado a nivel mundial…

—¡Están locos! No voy a permitir que usen explosivos en mi brazo. —Volví a gritar al militar que explicaba todo lo relacionado junto al contrato que pedían que firmara.

—Tenemos fuertes creencias de que el escudo se activará, sólo deseamos confirmarlo. —Comentó el oficial al lado.

—¡Si de verdad creen eso, no necesitan rodear mi brazo con cintas explosivas y ver qué sucede! —Me rehusé firmemente.

Algo que no tomaron muy bien, en ese momento aceptaron mi respuesta, pero su desagrado no quedó oculto. Buscarían otras maneras de simular la reacción provocada por un plástico explosivo sin tener que usarlo. Uno de ellos propuso una prensa hidráulica que ejerciera presión sobre mí hasta que el escudo cediera, con el respectivo seguro de que esta no aplastaría mi extremidad en dado caso de que, sin previo aviso, la protección desaparecía. Sonaba más razonable sobre la mesa, pero no estaba del todo segura de si ese “seguro” iba a ser eficaz cuando la presión fuera demasiada.

No contaban con el equipo correcto para esa tarea, me pidieron regresar al día siguiente, un coche pasaría por mí y me escoltaría de ida y vuelta al discreto hotel donde me hospedaba. Ese momento aún no ha llegado, espero pacíficamente en la orilla de la cama en el cuarto gris, con el televisor enmudecido y mis pensamientos perdidos en algún rincón de este. Leo la cantidad de mensajes que los haters dejan, muchos dirigidos a mí como si me conocieran de toda la vida y yo directamente los haya dañado o hecho infelices. Se expresan de miles de maneras, hablan del tema como verdaderos expertos y linchan digitalmente mi responsabilidad ante este asunto dando a entender que yo tuve elección sobre todo lo ocurrido. Revisar las redes y defenderme desde mi cuenta falsa es muy angustioso y lo que más deseo es estar rodeada de las personas que me quieren que de este cuarto gris.

Mamá fue por provisiones, ropa para todos y artículos personales faltantes. Todo se perdió en la casa, prácticamente abandonamos lo que no. Papá fue a arreglar y firmar papeles con la aseguradora junto con la policía, no entiendo bien lo que deba hacerse ahí, pero desea resolverlo pronto ya que necesitamos mudarnos y la casa no se venderá sin ser restaurada primero y el seguro cubre por lo menos la mayoría de los gastos. Una casa así no es barata y tampoco fácil de vender después de todo lo sucedido.

Hubiera deseado ayudar a alguno de los dos, pero de los tres, son los únicos que su rostro no es fácilmente reconocible y el agente que nos movilizó, recomendó no mostrarme en público hasta que los disturbios apaciguaran, así que me quedo en el hotel sin abrir la puerta a nadie que no envié un mensaje primero. En cualquier caso, una escolta los acompaña.

Este tiempo a solas lo he aprovechado para escribir un email y mandarlo a las oficinas de la campaña de Itzel, el correo ahí luce ser el empresarial creado para aclarar cualquier duda, no sé si baste con incluir mi nombre y mi problema para que un empleado le dé un trato especial y contacte con ella. No se me ocurre otra forma de hacerlo, sus redes están saturadas y los mensajes bloqueados. Aunque si ella deseara contactar con nosotros, los “Protegidos”, ya lo habría hecho. Después de recibir una respuesta automatizada dejé el teléfono a un costado de la cama y me recosté en ella para cerrar los ojos e imaginar que nada de esto estaba pasando. Recordar el día que regresé de la gira y por primera vez en muchos meses, comí algo preparado en casa con la sazón que sólo se consigue en un hogar.

Debí quedarme dormida hasta que el móvil vibró repetidas veces y lo respondí. Era el conductor que me llevaría a otro día de cientos de pruebas. El subir a su camioneta me creó temor al pensar que sucedería lo mismo que la anterior vez. Dentro encontré a más agentes con su vestimenta formal y lentes negros innecesarios, me sorprendía lo cliché que era esto. Al arrancar noté que otro vehículo nos siguió, de no ser por su reconocible apariencia, hubiera imaginado que alguien nos perseguía, más el modelo y vidrios polarizados, además de su manera impecable de mantener el paso a una distancia fija, hizo que me diera cuenta de que es parte de esta caravana de escoltas.

Nadie compartió palabra conmigo durante el viaje, entre ellos hubo conversaciones ajenas a la situación, más personales que no comprendí por desconocer el contexto. Al llegar al laboratorio fui acompañada por un grupo armado que vigiló en todo momento los alrededores. Para este momento la ficción que tanto actué se volvía enteramente real, tomaban enserio la seguridad y no iban a permitir que los disturbios los sorprendieran. Recibí la bienvenida por parte de los militares que el día anterior estuvieron presentes en todas las pruebas. Ellos dijeron que deseaban repetir varios estudios una vez más, porque el método científico así lo exigía. Accedí siempre que no quisieran insistir con los explosivos.

Pasé por varias salas y laboratorios. Todo el edificio estaba colmado de ellos, no imagino que realicen en este sitio que necesite de cada máquina y artefacto sofisticado para uso diario. Las investigaciones y sus científicos parecen sacados de un libro de ciencia ficción, con avanzados aparatos y medidores de diversos índoles, tanto eléctricos como metalúrgicos, biológicos e informáticos. Quisa sea yo la ignorante de la existencia de toda esta clase de dispositivos que emplean en mí y revelan algo que se desconocía. Quisa existe un campo científico para cada uno y yo, en la carrera de actuación, jamás tuve la necesidad de leer o conocer su funcionamiento. Lo que es evidente es que cada nuevo grupo ingresaba a la habitación con otro instrumento costoso que dirigía un láser, ecografía o pulso eléctrico hacía mí y el rostro sorpresivo de los expertos causaba gracia e intriga. Cuando no era posible transportar ese dispositivo, era yo quien me movía siempre con una escolta armada diciéndome por dónde avanzar entre el laberinto de pasillos.

Alguien me recibía, hablaba poco sobre lo que se espera recabar de su propio experimento y luego me pedía sentarme en la camilla, quedarme quieta frente a un muro o quitarme todo objeto electrónico y metálico. Sólo una vez se me pidió dejar mi ropa y vestir una bata de hospital. Creí que después de toda mi colaboración alguien compartiría conmigo algún resultado, esto no sucedía así, al terminar agradecían mi cooperación y se retiraban o me trasladaban a la siguiente habitación. En ningún momento intercambiaron palabra alguna, hablaron de mí trabajo como suele suceder cuando acudo a cualquier sitio, o solicitaron una fotografía o autógrafo. Se centraban en su trabajo y no se apartaban del papel. El día transcurrió de esa manera, yendo de un sitio a otro con pocos momentos de descanso, consumí lo poco que encontré en una máquina exprés de camino a la siguiente prueba, dos mordidas a un chocolate y agua embotellada. Deambulé por ese gigantesco laboratorio y sus diferentes plantas. Insistí en saber a qué se dedicaban en un sitio como este, obteniendo la misma respuesta sin importar a quién le preguntara. Investigaciones criminalistas y tecnológicas.

Ya casi por el final, sucedió la prueba definitiva de mi escudo contra una prensa hidráulica creada para medir la resistencia de los materiales aplicando toneladas cortas de presión. Improvisadamente crearon una mesa resistente con dos bloques protectores que impedirían que el cilindro de la maquinaria cayera hasta mi brazo en caso de que el escudo no soportara esa simulación de la onda expansiva de un explosivo. El militar a cargo dijo que en lo único que fallaría, sería en la velocidad de reacción, pero en términos de la magnitud, la presión ocasionada por esa maquinaria sería suficiente.

Nuevamente en una cabina especial, metí mi brazo por un orificio y luego lo sujetaron a la mesa, el personal ahí hizo los ajustes necesarios para que el cilindro no tocara ni un poco mi extremidad. Estando todo listo, la alarma sonó y la pesada pieza cayó sobre mi brazo expuesto, resultando lo que ya se esperaba, que el escudo despertara y detuviera la agresión. Luego de encontrar esa burbuja de protección, la maquinaría comenzó a ejercer presión segundo a segundo. Desconozco cuántas toneladas cortas aplicaron, sólo pude saber del esfuerzo del mecanismo al escuchar el resto de su estructura empeñarse por mantener el ritmo. Al cabo de un momento, esta parecía estar en su límite, sin embargo; por órdenes del militar con mayor rango, continuaron a pesar del estruendo que ya se escuchaba en todos los conectores y flujos de esa máquina. El escudo resistió sin ceder un poco, eventualmente la lucha superó al agresor y este reventó acompañado de un ruido atroz que dio por finalizado el experimento.

Desataron mi brazo y fui trasladad a una nueva sala más cercana a un cuarto médico que a un laboratorio. Antes de salir, pude apreciar mejor el daño provocado a ese equipo hidráulico, muy en el fondo sentí satisfacción y esbocé una pequeña sonrisa. Prácticamente era invencible, ellos no me dijeron el equivalente o tipo de explosivo que el escudo superó, pero por lo menos puedo estar segura de que la coraza estará a la altura de cualquier peligro.

En la nueva habitación esperé un momento conforme respondía a los mensajes de mamá diciéndole un poco de lo que, a base de deducciones propias, había aprendido del escudo. Una enfermera entró y me sirvió una bandeja con alimentos básicos para soportar el hambre que ya provocaba dolor de cabeza. No sé si era parte del experimento no darme de comer y comprobar si el escudo estaba relacionado con mi energía metabólica o sólo casualidad. La mujer dijo que me inyectaría material de contraste y debía aguardar para hacer una resonancia, último examen de hoy. El día anterior ya lo habían hecho, así que no supuse ningún problema. Tomé la gelatina junto con el vaso de zumo y me dispuse a comer mientras la enfermera alistaba su material, mostrando un pequeño asombro de que la jeringa ya estaba preparada.

Se giró hasta mí y quitó la tapa para disponerse a inyectar el gadolinio como fue que lo nombró. Buscó mi vena en el brazo que tanto ama la agencia y limpió con algodón y alcohol. No había empujado siquiera la punta cerca de mi vena cuando el escudo la apartó junto con la jeringa alertando a amabas. Los soldados en la entrada ingresaron de inmediato como respuesta a nuestro breve grito y ellos se aseguraron de que todo estuviera bajo control cuando era evidente que no lo era. Seguido de esto entró el oficial a cargo y en su rostro vi una especie de disgusto y decepción dibujada en su mueca.

Tomé las pocas cosas que llevaba conmigo y abandoné la habitación buscando la salida, mi única guía eran los letreros en cada pasillo, detrás de mí el oficial gritaba mi nombre diciendo que no tenía autorización para caminar libremente por el edificio. Le respondí que buscaría la salida y me iría de ahí. Su molestia se vio reflejada al momento de decirme que aún tenían pruebas por realizar a lo cual yo le aseguré que había terminado con ellos.

No era tonta, el escudo me protege de todo daño, de un teléfono caer sobre mi rostro o de un desconocido que tropieza conmigo. Esa inyección no contenía material de contraste. No sé lo que era, pero iba a causarme algún tipo de daño. Ya no podía confiar en ellos, en este momento el mundo me considera una amenaza, un arma de dios, dudo que seguridad nacional no lo esté considerando y buscando la manera de detenerme, así sea necesario envenenarme para poder incluir en su informe la metodología y crear el armamento necesario si una guerra llegara a suceder. Tomé mi teléfono y comencé a grabar, preguntando, no, exigiendo que revelara lo que había en esa inyección.

El oficial me dijo que estaba completamente prohibido filmar dentro de las instalaciones, yo lo ignoré e insistí con mi pregunta. Después de todo, qué iba a hacer, no puede acercarse a mí. Por si acaso, cambié a un video directamente a mi hermano para que tuviera evidencia de lo que aquí sucedía. Hablé detrás de la cámara describiendo todo lo que sucedió hoy y el incidente de la jeringa, alegando que el escudo descubrió algo peligroso en esta última inyección, porque anteriormente no lo impidió. El militar se notó sumamente furioso, pero no iba a actuar frente a la cámara, pidió apoyos y en cuestión de segundos más soldados aparecieron ahí. La situación se iba a tornar muy sería y quizá en otro momento me habrían detenido, pero si una prensa no pudo someter el escudo, el peso de todos ellos juntos tampoco.

Finalmente tuvieron que ceder, no harían más pruebas porque yo ya no las permitiría, salí de ahí con la escolta correspondiente, el anochecer estaba aquí y la autopista de L.A. se iluminaba por el centenar de vehículos transitando. Rodeada por todos esos agentes sentí intranquilidad, esta vez nadie habló durante todo el trayecto. Mi hermano llamó dos veces después de ver el video, le respondí que hasta llegar al hotel le explicaría, no deseaba hacerlo frente a todo ese personal de la agencia gubernamental.

Al llegar al hotel fui recibida por mamá quien ya estaba al tanto y no esperamos a que los agentes dijeran algo, ingresamos al pequeño edificio dejándolos atrás y estos prefirieron irse.

Les conté lo sucedido con más detalles, los exámenes repetitivos y su idea de probar un explosivo frente al escudo y finalmente lo de la inyección donde es evidente que no era el material de contraste lo que buscaban darme. Quizá un tipo de veneno, un sedante, alguna enfermedad o algo que pensaron sortearía el escudo. Una vez más he estado a punto de morir y fui salvada por esta protección.

—¡No puedo confiar en ellos! —Exclamé girando de un sitio a otro en la pequeña habitación.

Estaba nerviosa, intranquila, no podía dejar de morderme las uñas, aunque estas ya no existieran. Muchas ideas se cruzaban en mi cabeza, las personas empezaban a odiarme por algo que no pedí, sin importar a dónde fuera, me reconocerían y ocurriría nuevamente el desastre sufrido en mi hogar. Ahora también debo preocuparme de la agencia de seguridad, ellos quieren muchas respuestas y algo significativo que los ayude. No sé hasta dónde son capaces de empujar la situación para encontrar eso que buscan. La jeringa alterada me da un punto de partida.

Mi familia no podía creerlo, de alguna manera habíamos entrado en esa zona de conspiraciones y leyendas urbanas que narraban historias de gente desaparecida por el gobierno. Un sitio donde los intereses del país están por encima de una tonta actriz y sus derechos constitucionales. Mi corazón latía por el simple hecho de pensarlo. Me sentí atrapada, rodeada de enemigos. Salir ahora sería muy peligroso, alguien me reconocería y la turba de las manifestaciones irían por nosotros. Colocando en riesgo a mi familia. Aunque lo detesté, no pude abandonar la protección policiaca y con ello, a la agencia tratando de encontrar un modo de traspasar el escudo.

La luz del atardecer atestado de nubarrones penetró mis ojos en un instante, el portal me escupió al suelo después de su dramática introducción, retumbando entre las ventanas y cimientos de ese poblado desconocido. Fui arrojada al suelo metros más abajo y el dolor del impacto se apoderó de mi costado. Respiré profundo para superar el ardor y deterioro en mi cuerpo. Cuando parte de este castigo se desvaneció, pude incorporarme con movimientos lentos como si mis músculos sufriesen de atrofia. Giré lamentosamente y vi la nueva ciudad que me recibía. El corredor era angosto, de un solo sentido vehicular, con fachadas clásicas de hormigón con detalles arquitectónicos y cientos de balcones de rejillas en cada ventana que da a la calle. Ahí se interconectaban vías de acceso, algunas para coches, otras para peatones y una exclusiva para un tranvía que se separaba en dos vertientes y distintas direcciones.

Busqué entre todo ese abandono alguna señal que me mostrara dónde estoy, por el nombre de las boutique y de las calles, supe que era en algún sitio de Francia, una ciudad sin gigantescos edificios, poco poblada y donde el apocalipsis no los golpeó con la misma intensidad que las urbes de mayor densidad.

Pude levantarme y caminar del modo que un desahuciado lo haría, mis dolencias no me permiten quedarme quieta, punzan sin oportunidad a un respiro, de dormir o saciar mi hambre y sed. Son constantes, como el latigazo del capataz que me obliga a volver al trabajo. Aspiro con dificultad, cada bocanada de aire combate con la permanente sensación de asfixia, mis pulmones crujen dentro de mi pecho y mi corazón palpita como si la adrenalina nunca desapareciera.

Esta soy yo después de ese día, después de ser maldita.

Arrêtez-vous là! —Escuché de un lugareño.

Miré al frente donde mis ojos ensangrentados pudieron notar a varias personas cubriéndose en las esquinas al final de la calle. Otro grupo de dos avanzó hasta el tranvía estacionado ahí. Su forma de hacerlo me causó gracia, yo fingía ser un soldado en filmes ficticios, cuando se volvió real, descubrí miles de errores cometidos por el bien del dramatismo y la acción. Estos de aquí lo intentan, pero descuidan su factor sorpresa, olvidan que quedan expuestos al gritar primero y luego movilizarse. Cuando creyeron estar en posición, avanzaron hasta mí cautelosos, con sus armas apuntando al suelo, sucias y de reparaciones improvisadas. Temerosos de herir a alguien por un descuido. Existía más probabilidad de que esos viejos rifles explotaran en sus caras que a dañar a sus enemigos.

Caminé pocos pasos más hacía delante y ellos repitieron la misma frase que por consecuencia entendí como un alto a mis acciones, pero yo no puedo quedarme quieta, el dolor me obliga e impulsa. El hacerlo provocó una fuerte tos que arrancaba mis pulmones de su sitio, vomité sangre y acidez, caí al suelo sobre mis rodillas y manos. Ellos se detuvieron, me miraron con desconcierto, creyeron que estaba herida o moribunda. Hablaron entre sí sin que yo pudiera entender algo de lo que dijeran. El inglés me abrió muchas puertas en el mundo, todos lo hablan o conocen de algún modo, el latino fue mi segundo idioma, un gran porcentaje de personas en California lo hablan, luego tuve la obligación de aprender Kurdo si deseaba ayudar a esas personas.

El francés no es un idioma que haya sido necesario en mi vida y pienso que ahora no lo será.

Los soldados de juguete tomaron la decisión de no avanzar, no lucía como el enemigo, pero el portal que debieron escuchar en kilómetros era la clase de señal de peligro que no deseaban tener cerca. Los malos recuerdos del juicio final deben estar en la mente de todos aún, no ha pasado demasiado tiempo desde el fin de ese proceso de exterminio. Lo suficiente como para regresar a algunas ciudades pequeñas, pero no tanto como para dejar de mirar al cielo y temer los ensordecedores tronidos que no son acompañados por un relámpago que los provoque. Ellos dialogaron entre sí, lo que hayan dicho ya no me importa, no cambiará nada.

Vi a más gente aproximarse cuando la avanzada pidió apoyo, los nuevos rostros no aparentan ser soldados reales, nadie lo era, sólo sobrevivientes a la aniquilación que tratan de servir en algo, creyendo que eso hará la diferencia. Los cuatro al frente tuvieron mayor confianza al poseer refuerzos apuntando hacia mí con armas desgastadas y mirillas rotas. Caminaron hasta posicionarse a cuatro metros lejos de mí rodeándome sin permitirse cometer un error, pero mi ojo experto encuentra cientos de ellos. Preguntaron alzando la voz, insistiendo sin saber que no comprendía nada. Finalmente se dedicaron a mirar el cadáver viviente que soy ahora, las pústulas sulfurando pus y cangrena, la sangre brotando de mis cuencas oculares y las llagas repartidas en todo mi cuerpo, desde el rostro dirigiéndose al pecho y brazos hasta donde mi ropaje les permite observar.

Aspiraba con dificultad y apenas si conseguía sostenerme apoyada sobre mis piernas dobladas, con las extremidades pendiendo de mis hombros faltos de energía. No daban crédito a lo que sus ojos contemplaban, no era posible que alguien con ese nivel de heridas e infecciones pudiera mantenerse viva, pero eso era mi maldición, mi castigo. Bajaron la guardia al notar que no era una amenaza plausible, uno de ellos giró y gritó al resto de los observadores más allá del final de la calle. Supondré que solicitaban al médico o el ciudadano mejor capacitado para curarme. Habría deseado que no mostraran esa compasión por mí.

Entre esa multitud apareció el Protegido. Pude reconocerlo, sentirlo en mi pecho. Con el porte de confianza que una coraza inquebrantable te forma con los años. Sus pasos firmes hasta el lugar donde yo me encontraba lo destacaron de entre los rostros miedosos y escondidos de su comunidad cada vez más atenta a la forastera. El verlo causó muchos cambios en mí, la sensación de dolor disminuyó con su presencia y la adrenalina incrementó. Las llagas cerraron por momentos y parte de mi fortaleza fue devuelta. Es como si un instinto depredador se activara en mi mente. El portal siempre me arroja a los sitios donde el Protegido habite, nunca es difícil encontrarlos. A él y a sus favorecidos

Dos de los soldados al frente notaron ese cambio en mi aspecto, fueron testigos de la falsa recuperación. Se sorprendieron dando pasos hacia atrás y antes de que pudieran alertar al resto, tomé el arma oculta a mi espalda y disparé en tres ocasiones.

Los dos primeros proyectiles impactaron en el pecho de los testigos, un disparo certero hacia la aorta que les provocará la muerte en pocos segundos y el tercero creí más apropiado apuntar al cráneo en un intento de dañar el bulbo raquídeo. Dirigí la mirilla al cuarto de ellos y antes de que pudiera oprimir el gatillo, sentí los impactos de varios proyectiles dirigirse a mi pecho y en sí, a cualquier zona de mi cuerpo sin buscar puntos vitales o el menor desperdicio de balas. Esa fuerza me expulsó hacía atrás donde caí extendiendo los brazos. El dolor fue sofocante y sólo puedo describirlo como el impacto de pesadas rocas directo a mis huesos.

Escuché apresuradas pisadas y un grito de dolor proveniente desde la multitud, uno que solo emerge cuando ves morir a alguien que amas. El Protegido, inexperto soldado, buscó auxiliar a sus compañeros caídos antes que alejar toda arma del alcance de mis manos, repitiendo para sí mismo algo que imagino era un lamento. Alzó el cuerpo del primer testigo de quien su corazón se negaba perecer y la hemorragia interna no había asesinado. Supuse que pidió perdón por no predecirlo y estar al frente deteniendo las balas, una sensación que yo he experimentado. Los demás pronto alcanzaron al grupo, una de ellas se derrumbó sobre el cuerpo del tercero a quien el calibre de mi arma pudo penetrar su cráneo y darle una muerte fulminante.

El dolor en mí agudizó y petrificó por un instante, no podía cerrar los ojos, únicamente mirar el cielo con su nublada presencia y el olor salino indicándome la cercanía al mar. Cuando mi cuerpo reaccionó, percibí la Grach-21 aun aferrada a mi mano, alcé mi cuerpo con un sesgo de dolor y desesperación hasta que pude controlarlo y abrir fuego de nuevo. Disparé al primero que ignoraba la situación, después al segundo donde todos ya estaban alertados, el tercero mientras intentaba inútilmente evitarlo interponiendo sus manos desnudas y el cuarto fue salvado por el Protegido que se interpuso en el camino del proyectil y ella. Este se abalanzó hasta mí en una proeza heroica por detenerme. Lo recibí con mi brazo libre sujetándolo de su abrigo y arrojé de inmediato a un costado metros allá de un modo que él no pudo impedirlo y le costó asimilar. No pudo creer la fuerza que poseía para levantar su cuerpo y moverlo con tan simple gesto de mi mano.

Busqué estar de pie sin dejar de disparar, la dolencia jamás se desvanecía. Hasta el final de la calle no existían sitio alguno donde cubrirse que el poder de esta arma no pueda atravesar. La cuarta víctima fue alcanzada por el pesado calibre, de su pecho brotó sangre como un riego. El quinto y sexto no tuvieron mejor suerte, creyeron que correr en línea recta era su mejor opción y jamás pensaron en usar los coches abandonados a los laterales para ocultarse. El séptimo de ellos ya se encontraba lejos para ese momento y mi intención de hacer un tiro certero fue arruinado por el Protegido que me embistió y empujó hasta el coche más cercano.

Mi escudo lo permitió, deseaba castigarme y sólo actuaba a su interés propio, no me permitía morir, pero tampoco ser briosa ante el dolor.

El Protegido trató de golpearme sin técnica, sin práctica, confiado en que su coraza lo salvaría en todo momento y que era la única ventaja que necesitaba. Yo lo detuve escapando de la prisión donde él pretendía someterme, me coloqué detrás de él y embestí su rodilla con todo el peso de mi pierna. Sintió dolor que lo desequilibró no sólo físicamente. Soltó un grito que en mucho tiempo no había tenido que nacer de su boca. Luego lo empujé hasta el lateral del coche y su escudo evitó que impactara, finalmente lo arrojé al suelo sobre su espalda. Sin importar que nuevamente el escudo lo salvara, el dolor prevalecía dando paso la duda y vulnerabilidad que se arraigaban en su corazón.

Pude ver el miedo en su expresión ocupando todo su rostro. No comprendía cómo era posible que yo pudiera lastimarlo. Yo entendía su temor, su angustia, durante años viví en una burbuja invisible que me mantenía a salvo del mundo real. Eso se terminó el día que me maldijeron. Él quedó petrificado, con un esguince en su pierna que le impediría correr y un genuino horror creciendo en su interior. Notó lo frágil que entonces era, lo débil que siempre ha sido. Trató de alejarse de mí, de un yo más sano y falsamente recuperado. Un yo que estaba absorbiendo la energía de su escudo, paralizando mi dolor y aumentando la desesperación que lo invade. Mi rostro dejó de ser un abrevadero de llagas y ríos de sangre, se volvió estético de facciones finas que dictan los cánones de belleza que la industria del espectáculo impone, pero esta transformación no cambiaba el monstruo en quien me había convertido.

Clavé mis ojos en los suyos, debía ser así, lo sometí con mi peso y coloqué mis manos en su cuello para oprimirlo hasta quitarle la vida. Él luchó, trató de arrancar mis dedos de su piel, cuando esto no fue posible, quiso empujar mi rostro sucio con rastros de lodo y sangre seca, sin embargo; su fuerza se desvanecía. Su mundo se oscurecía. Antes de morir, dijo algo apenas audible, sin entender que yo no hablaba su idioma. Supuse que deseaba saber la razón y le respondí, aunque fuera inútil e innecesario.

—Porqué él me maldijo…

Sus manos perdieron toda fuerza y lentamente quedaron a los costados de él, su vida se esfumó y con ello, su escudo quedó liberado para que pudiera ser absorbido por mi maldición. El resplandor azul brotó de su cuerpo y culminó en el mío. Agregando fuerza y control sobre el castigo que sufro. Sentí paz por un instante, la pena y desdicha que sanciona mi cuerpo fue desvanecida en ese acto. Las llagas cicatrizaron y el dolor se volvió endeble. Pude al fin respirar sin percibir el crujir de mis pulmones asfixiándose en cada bocanada, la pesadez y soñolencia quedó borrada de mi mente. El apetito y sed satisfechos.

Había cumplido y ganado un retroceso al inminente desfallecimiento. Estaba atrapada en el tiempo, uno que avanza cruelmente hacia un destino de desesperación, donde las heridas conseguidas en mi vida brotan en secuencia inversa. Apegadas a un estricto cronograma que nunca llegará a ser mortal, se limita a provocarme sufrimiento y ruina. Cada escudo recuperado y Protegidos asesinados, me otorga descanso y estabilidad. Miré mi arma, ella sufre un destino similar, pero sin resentir el dolor. Su cargador nunca estará vacío y su cuerpo jamás se verá desgastado.

La guardé a mi espalda, tomé del Protegido su identificación, la mayoría la carga con ellos, el escudo evita que sus pertenencias más apegadas se dañen. Ahí encontré una fotografía de su familia, nadie de los cadáveres presentes se asemejaba, era vieja y desgastada. Una hija, una esposa. Muertos indudablemente. Las guardé como un recordatorio del monstruo en que me he convertido. Puse atención al resto de cuerpos bañados en sangre, sus rostros quedaron estáticos, con los ojos exiliados a la nada. Su único error fue estar cerca de un Protegido, creer en él como un salvador.

Perdí la noción del tiempo, debí mirar la escena de horror sin realmente pensar en ello, sólo en las palabras de dios al maldecirme.

Brotó de mi brazo una línea rojiza que de inmediato lastimó mi piel, la herida pronto se abriría quedando un surco de carne infecciosa que anunciaría el nuevo ciclo de dolor. Era tiempo de rastrear a el siguiente Protegido, el décimo en la lista. El portal se abrió a mi pedido y el tronido en el cielo lo anunció. El suelo se partió y los edificios a los laterales fueron purgados cuando la puerta abrió y tomó su lugar en la calle. Los fragmentos de su fachada se desmoronaron y fueron tragados por el remolino que gira en el borde del portal. La energía allí los engulló y se nutrió de ellos. Luego esperó a que yo lo cruzara.

Volvería a mi refugio y esperaría hasta que el dolor acrecentara, luego soportaría más hasta conseguir el mayor tiempo posible. Una forma de dotarles de más días de vida a mis siguientes víctimas. Una manera de demostrar que mi conciencia y moral no han sido corrompidas. Después, cuando mi malestar me consuma y las llagas infeccionas ocupen cada centímetro de mi piel, seré obligada a buscar al siguiente Protegido.

—El día de hoy el compositor y vocalista de Bleeding Hope, Zayne Cooper, sufrió un atentado durante un concierto privado. El tirador identificado como Mike Salazar abrió fuego contra los integrantes en repetidas ocasiones mientras estos se encontraban en el escenario. Lo que pudo haber una sido tragedia con saldo negativo, fue contrarrestada por el escudo protector del vocalista quien lució sorprendido ante esta noticia. Hasta el momento la banda que se autodenomina como punk-rock-alternativo no ha dado declaraciones. Con este nuevo Protegido, suman ya veintisiete confirmados a partir de su descubrimiento gracias al controversial video publicado por Cloudy Mäkinen, la primer Protegida.

—Esta mañana se presentó un sismo de magnitud ocho en la región norte de Iraq, Mosul. Con un saldo de cuatrocientos muertos hasta el momento y miles de damnificados. La Lif se presentaron para colaborar con la búsqueda y lo que en un principio se consideró un acto de buena fe, quedó manchado por los actos terroristas consecuentes en plenas maniobras de rescate, matando a cien voluntarios y personal de rescatistas. La población pide que sean retiradas.

—¡Escándalo, escándalo! Hoy en su más divertido canal Insidious tenemos para ustedes las mejores noticias del espectáculo. Empecemos: ¡La tragedia no da luz en la vida de Cloudy Mäkinen! Luego de que su vivienda fuera horriblemente vandalizada por las resientes protestas que azotan el país motivadas por el manifiesto del siempre controversial líder de la secta “Humano Espiritual” hiciera horas atrás. La ganadora al premio como mejor actriz revelación ha ingresado en el programa de protección de la policía de California. ¿Es que acaso necesita más protección? Su paradero y el de su familia se desconocen por completo, incluyendo el acceso a sus redes sociales que han sido cambiadas a… ¡Privadas! No conforme con este terrible suceso en el hogar de la actriz, la película homónima del libro “Cielos Oscuros” quedó oficialmente suspendida hasta nuevo aviso. La casa productora Skyfall Entertainment no ve luz al final del túnel en toda esta situación y ha declarado que esperarán pacientemente a que todos los conflictos que aquejan a la joven promesa mejoren. Algo que los expertos en el mundo del espectáculo ven con malos ojos. Las malas lenguas del medio dicen que la aceptación y celebridad de Cloudy Mäkinen han caído en picada en los últimos sondeos, incluyendo a sus seguidores de sus redes más importantes que abandonaron a la actriz. Especulan que la presidenta de Skyfall, Victoria Ruff, planea cambiar a la actriz por una CGI Deepfake, algo que no será nada barato y posiblemente lleve a esta película a ser el peor de los fracasos del cine en el último año. ¡Eras fanático de este libro! ¡Qué mal por ti!

Arrojé el teléfono que azotó en el muro y luego al suelo, después despedí un fuerte grito de frustración y oprimí mi cabeza tratando de sacar toda esta rabia provocada por cada nuevo suceso. Me encontraba sola en la habitación del hotel nuevamente, mi familia fue a recoger todas las pertenencias que se pudieron rescatar y las llevaron a un almacén muy lejos de aquí. Yo no debía salir, espero dentro de la gris habitación tratando de controlar el coraje que siento en el pecho, evitando pensar que las paredes cada vez se perciben más ceñidas. Enojada, furiosa porque toda mi vida se había arruinado. Con sentimientos encontrados sobre el escudo, por una parte, me salvó de morir, por otra, había destruido lo que en más de diez años de carrera logré en sólo tres semanas. No sabía qué hacer, no existe una respuesta que me guie, mis intentos de hablar con Itzel o con dios no han funcionado. Pienso que ellos ya debieron contactarme para arreglar todo esto. Mandar una de sus Lif para hablar personalmente conmigo, la situación es así por culpa de ellos. Ya no tenía más fuerza para luchar y tratar de salvar mi carrera. Las personas me odiaban, su intención es destruir todo lo que amo igual que a esa niña afgana que lo perdió todo.

La habitación se volvía pequeña y mi frustración inmensa, me faltaba el aire y mis manos no dejaban de temblar. Sentí horror el ver los muros grises y las punzadas nerviosas en mi vientre me obligaban a buscar aire fresco que la deplorable calefacción no ofrecía. Salí del cuarto hasta llegar al pasillo donde no obtuve lo que buscaba, sólo una corriente viciada y tóxica de olores nauseabundos que mi estómago no podía contener. Seguí corriendo hasta salir del edificio por la puerta de emergencia, llegué al callejón y aunque este no mejoró el hedor, si pude obtener más aire. Fui al rincón más limpio y me apoyé en la pared hasta encontrar asiento. Luego volví a presionar mi cabeza tratando de controlar el pánico y la ansiedad.

Estuve así hasta que conseguí calmarme, hubiera deseado caminar más lejos, pero la zona no aparentaba ser segura. No es el sitio de L.A. que promueves en la guía turística.

—¡Qué digo! Nadie puede dañarme.

Rectifiqué y una sonrisa soberbia nació, aunque pronto fue opacada por el malestar. Cuando creí correcto, abandoné el callejón y descubrí que la puerta donde salí estaba bloqueada para ser abierta desde afuera, se necesitaba de un artefacto especial que yo no poseía según las instrucciones pegadas ahí mismo. Debí dar la vuelta hasta el final del pasillo donde terminé en plena calle pública de un día soleado típico de California. Los transeúntes eran pocos, prestando nula atención a su entorno, más preocupados por lo que sucedía en sus teléfonos que en mirar a las personas alrededor. Supuse que eso ayudaría a que nadie me notara. Salí deprisa que no tomé mi kit de gorra y lentes para no ser reconocida.

Fui hasta la entrada del modesto hotel donde noté una de las camionetas blindadas de días antes estacionada en el sitio más cómodo para sus ocupantes. Ellos vigilaban el ingreso y debieron notarme parada ahí observando. Encendieron y apagaron las luces como señal sin estar claro si era un aviso de todo está correcto o un «Sí, somos el gobierno». De cualquier modo, entré y fui directamente hasta el elevador donde la persona de recepción comenzó a hablarme, cada vez en voz más alta cuando notó que no presté atención.

—¡Señorita! ¿Está usted registrada en este hotel? —Preguntó.

Yo lo miré consternada de que no lo supiera, nunca habían cuestionado mi hospedaje en algún sitio.

—Temo que no puedo dejarla subir si no me dice en qué habitación se hospeda.

—Ah… Sí, estoy hospedada aquí, habitación trecientos doce —respondí titubeando, por un lado, nadie debía reconocerme—. Fui a caminar un poco…

—¿Trae su tarjeta?

—No, no. La olvidé, bajé rápido y dejé todo.

—Yo no la recuerdo salir —señaló—. ¿Cuál es su nombre? La buscaré en el registro.

—Yo… —mi nombre no estaba en el registro, el nombre de nadie que conociera. La policía nos consiguió este hotel y se hizo cargo del resto— No sé a qué nombre está registrada la habitación. Le aseguro que estoy hospedada aquí, no me vio bajar porque salí por la puerta de emergencia y después intenté regresar, pero no se abre desde el otro lado.

—¿Por qué haría eso?

—Yo… necesitaba un poco de aire.

El hombre, de gafas gruesas y aspecto muy poco tolerante, no creyó ninguna palabra de lo que dije. Este era la clase de hotel que no vela por la buena fe de sus huéspedes, es la clase que no tolera robos y mucho menos una chica tonta en leggins y sudadera sin una identificación y que probablemente arruinó su teléfono al arrojarlo sobre el muro. Mi petición de permitirme ir hasta el cuarto y mostrarle que estoy hospedada ahí, no tuvo éxito, alegó que no puede dejar la recepción, debe “atender” a los clientes, insinuando que yo no lo era, sino todo lo contrario: una oportunista tratando de subir y aprovechar cualquier descuido para robar algo. Nunca había estado en un hotel con ese nivel de desconfianza, me enojó mucho que no creyera en mi palabra, pero su mano sobre el teléfono fijo del mostrador a punto de llamar al 911, me hizo rectificar si de verdad quería hacer un escándalo.

—Mi familia salió un momento, ellos traen una tarjeta, le dirán que estoy hospedada aquí. —Comenté a pocos pasos de su jaula de seguridad. No era una metáfora, realmente existía una rejilla ahí para evitar que lo agredieran.

—Hasta ese momento, puede esperar en el sillón. —Indicó con su mano.

Giré y vi el mueble sucio y roto que llamaba “sillón”, no pensaba quedarme ahí. Tampoco en la entrada, la gente iba y venía, podían reconocerme y saber en qué hotel me hospedo.

Salí del edificio y caminé del lado donde el sol no me golpeara de frente, no traía bloqueador y no deseaba requemarme. Aunque no importaba, mi imagen estaba arruinada de muchos modos. Seguí recto a la sombra del edificio, quería alejarme de ahí, los guardaespaldas notaron esto y se pusieron en marcha para alcanzarme hasta colocarse a un costado donde pudieran hablarme.

—Señorita Cloudy —dijo el agente que reconocí por su voz de inmediato, eran las dos personas que acudieron a mi casa la primera vez, antes de que todo se saliera de control—. Por su bien, debe permanecer en el hotel, no podemos hacernos responsables de su seguridad si deambula de ese modo por las calles.

—No puedo regresar al hotel, no sé a qué nombre está registrada la habitación y no traigo ninguna identificación conmigo. El hombre de la recepción no me permite pasar. —Respondí sin dejar de caminar.

—Llamaré al cuartel, buscaré a qué nombre está registrada, suba a la camioneta antes de que alguien la vea.

—¡No! No quiero nada de ustedes y su agencia de seguridad nacional. Seguiré caminando, mi familia regresará pronto.

—Entienda que la situación está muy tensa, no podemos prometerle su seguridad si la reconocen. ¿No tiene una gorra y lentes entre sus pertenencias? Creí que todos los actores de Hollywood tenían uno. —Señaló.

Giré y lo miré con enojo, en parte porque sí tengo el kit que menciona para pasar desapercibida, pero también porque no dejaban de seguirme.

—¡Deje de hablarme como si me conociera! ¡También de seguirme! Sólo provoca que la gente nos mire. No necesito de su protección, ¿lo olvida? Tengo este escudo. ¡Déjeme en paz! —Exploté.

Seguí avanzando a cada momento más lejos de la orilla de la acera hasta que tuve oportunidad de desviarme por una ruta donde no pudieran seguirme con el vehículo.

—No es sólo su seguridad, es la de todos los afectados por los disturbios —dijo con mayor voz para que lo escuchara—. Llama al cuartel de policías, diles que se preparen para un código Once-Cuarenta y cinco. —Alcancé a oír que le decía a su compañero.

No sé qué es un código 11-45, algo referente a “actriz desquiciada huye por callejón estrecho”. Seguí adelante hasta encontrar un desvío y luego por más calles sin sentido. No presté atención en el nombre de estas, continué confiada de que sin importar lo peligroso de la zona, no me provocarían ningún tipo de daño. Crucé la avenida con el abrasador sol a mi espalda quemando sin piedad. Vi restaurantes y comercios abiertos, no cargaba con más dinero que dos billetes de dólar olvidados en el bolsillo de mi sudadera. Tampoco se me apetecía comer algo.

Seguí perdida en mis pensamientos y sólo despertaba cuando un objeto se interponía y debía esquivarlo, el resto del tiempo ignoraba todo a mi alrededor, las personas, los coches, las avenidas que transitaba. En algún momento llegué a cuestionarme cómo es que pude llegar aquí sin recordar los pasos anteriores. Miré detrás como una exploradora tratando de ubicarse, la calle cerrada surgió donde bastones anclados al suelo impedían el paso a vehículos que no fueran aquellos que pertenecían a los vecinos. Los departamentos lucían construidos en serie para aprovechar al máximo el espacio, con sus escaleras en los pórticos y sus ventanas protegidas. La calzada estaba sucia, con algunas plantas creciendo a manera rebelde de entre los huecos del suelo. En paralelo cuesta abajo, podía oler las aguas estancadas del canal. Todo me era irreconocible. Seguí girando y el paisaje al frente mío, después de la pared de malla, era el límite de la ciudad, más allá existía un campo color ocre que se debatía entre la sequía y las recientes lluvias.

Me sentí extraviada con muchas interrogantes sobre cómo iba a volver al hotel, pero antes de poder descubrirlo, alguien levantó la voz a lo lejos.

—¡Es ella! —escuché detrás de mí procedente de la voz de un niño— ¡Es ella, es ella! —Repitió con singular descubrimiento.

Lo ubiqué a él y a las personas que estaban en las escaleras del pórtico de los departamentos. Eran varios hombres y mujeres jóvenes. No habían prestado atención a la mujer delante de ellos si no fuera por aquel niño que gritó y atrajo las miradas de todos. No mencioné palabra alguna, caminé derecho siguiendo la ruta que ya había elegido antes. Escuché dudas y preguntas entre ellos, trataban de convencerse de que era yo y no un error, de cualquier modo, yo me alejaba antes de que llegaran a una resolución. Sin embargo; hasta no tener su respuesta, no dejarían que me fuera.

El primero de ellos se atravesó en mi camino y con soberbia postura trató de intimidarme mientras clavaba su mirada a la ropa y aspecto que mostraba. Los demás llegaron después, obstruyendo cualquier salida que tuviera en ese instante.

—¿Es ella? —preguntó con desconfianza y altanería una de ellas— No me parece tan bonita, la puta apenas si trae ropa.

—¡Bromeas! Fíjate bien, esa sudadera por lo menos mil dólares, los tenis. Uff. No lo consigues trabajando en una esquina. Esta puta es de las ricas.

—No quiero problemas. —Dije pensando tontamente que eso arreglaría todo.

Sólo conseguí la burla de ellos.

—¡No quiere problemas! —habló el primero en acercarse a mí— Piensa que somos problemas. Viene aquí a nuestro barrio luciendo esa costosa ropa a pasearse frente a todas estas modestas familias y lo primero que piensa es “Estos tipos deben ser delincuentes”. Lo primero que dices: “Esos malnacidos de aquí con su aspecto de pobre me darán problemas”. ¿Es lo que digo? ¡Eh, eh! —embistió amenazante más de una vez, no lo suficiente cerca como para activar el escudo— Bajas de tu costosa y sofisticada mansión y te adentras a los barrios más pobres de los Ángeles y nos tratas como basura. Tal vez debamos enseñarte una lección, veamos si ese privilegio que te dieron aguanta una o dos balas en tu linda y operada cara. —Amenazó y alzó una pistola apuntando directamente a mi cabeza.

El resto lo alentó a dispararme, a enseñarme las reglas, a castigar a la puta. Yo vi su arma cargada con el seguro fuera, si algo he aprendido en los papeles que he actuado, es a distinguir un arma real y peligrosa, de una de utilería. Sus demás cómplices no dejaron de rodearme, desconocían por completo del peligro que corrían, ese disparo jamás podría dañarme, pero el escudo expulsaría el proyectil y ellos se encontraban en ese camino.

—¡Viste el video! Crees que esa arma me dañará. Sólo vas a herir a alguien de tu gente, la bala rebotará en mí y matará alguna de estas personas.

—¡Te está mintiendo! ¿Cómo va a detener un disparo? ¡Ese video era publicidad! Esta blanquita quiere joderte. ¡Dispárale y enséñale que no puede meterse con nosotros!

—Estás cometiendo un error, el disparo no será para mí… —Intenté convencerlo.

—¿Es un error? ¿Lo es, lo es? Para mí te estás mojando los pantalones. Esto es real, mujerzuela, esto es real. No tus putas mierdas de películas. Aquí se manejan reglas y tu vienes a insultarnos, a decirme que soy un delincuente y a mentirme en la cara. ¡Vas a decirme que esta bala no va a atravesar tu cráneo! ¡Eh, eh! ¿Crees que me voy a tragar toda esa mierda de la tele?

—¡Ya dispárale! ¡Enséñale quién manda! —Aclamó la misma mujer altanera.

Lo observé frívolo y soberbio, luego a los demás vecinos alrededor, la mayoría en sus asuntos al frente de sus viviendas, ajenos a la discusión, o por lo menos disimulaban no prestar atención. Por un momento supuse que no iba a disparar con tanto testigo presente, pero esa gente allá prefería no tener problemas e inmiscuirse, después de todo, ellos seguirán viviendo aquí. Entonces descubrí que no era consciente o no le importaba arruinar su vida por una tontería así, donde demostrar que las reglas de su barrio son más grandes que cualquier cosa. Más importantes que enfrentar años de prisión.

—No lo hagas... te arrepentirás. —Insistí, por desgracia lo tomó para mal.

Él cambió su actitud posesiva y controladora, a algo todavía peor. Bufaba con enojo, lo ridiculizaba con su gente y eso le enojaba más. La mujer a su lado que lo incitaba a disparar tuvo un hervor de sangre, vi en su rostro la rabia acumularse y su gesto de odio irracional. Su primer impulso fue empujarme con ambas manos como si de ese modo fuera a ponerme en mi lugar. Evidentemente el escudo actuó y rechazó su ataque expulsándola al suelo con el respectivo estallido azul que asombró a todos. Eso hubiera sido suficiente para alejarlos de mí, pero ese hombre de gesto maniático cambió su soberbia por cólera, alzó su pistola y sin detenerse a pensar en las consecuencias, disparó en dos ocasiones.

El primer disparo fue rechazado como predije, el proyectil quedó perdido y pese a que sabía que esto sucedería, tuve el reflejo impulsivo que moverme, provocando que el segundo disparo rebotara de manera trágica. Escuché gritos y vi el rostro de todos los que me rodeaban perturbados de un modo que no había visto antes. Comencé a buscar el motivo hasta que hallé al más pequeño de los presentes tirado en el suelo, ese que vociferó con mucha euforia el reconocerme. Quedé helada al notar la mancha rojiza crecer en su abdomen y su nula respuesta a los estímulos que los demás de su edad provocaban para tratar de despertarlo. No podía creer que estuviera sucediendo, que ese hombre quien inmediatamente huyó al descubrir lo ocurrido, haya disparado y provocado ese accidente.

Más personas de su grupo se apartaron del lugar, algunas jalando al otro niño presente para llevarlo consigo, pese a que este quería socorrer a su amigo. Berreaba y pataleaba sin poder impedir la fuerza del adulto que lo arrastraba. En poco tiempo me encontraba sola tratando de detener la hemorragia con mi sudadera, pidiendo auxilio a los presentes que desde el pórtico de sus casas miraban sin hacer algo al respecto. El infante no respondía a mis preguntas, a mis repetidas insistencias por hacerlo reaccionar. La sangre superaba la delgada tela de la sudadera que fue confeccionada para los calurosos días de California, mis manos se mancharon de sangre y mi mente no daba cabida a lo sucedido.

Pedía repetidamente que llamaran a una ambulancia, muchas veces lo grité y no supe si alguien lo hizo, todos ellos se forzaban a no participar por temor a represalias. Nadie acudió en ese tiempo que para mí fue una eternidad, hasta que una mujer llorando al notar al niño en el suelo se aproximó corriendo y lo alzó para llevárselo. Le dije que no debía moverlo, se desangraría si lo hace. No le importó, no escuchó nada. Lo tomó en brazos y se fue junto a un grupo de personas que venían con ella. Traté de decir algo, que lo sentía, que no pensé que eso fuera a pasar. Igualmente, a nadie le interesó lo que tuviera que decir. Se retiraron rápidamente como llegaron, quedando sola en esa calle sin nombre donde nuevamente había sido salvada por el escudo… a un costo muy alto.

—¿Pudieron ayudar al niño? —Pregunté alterada, no podía controlarme aún.

—No, la gente de este barrio no quiere cooperar con la policía. Cerraron las calles con coches e ir a pie es la única manera. Nadie quiere hacerlo. No es una zona que deseen cruzar sin refuerzos. —Respondió recargando su brazo sobre la cajuela de su camioneta.

Llegó el segundo agente más joven y me ofreció agua para lavar mis manos con sangre seca en ellas todavía, estás no dejaban de temblar. Los esperaba en la parte trasera de su vehículo blindado, allí guardaban toda clase de equipo de emergencia, entre ellos una manta que me facilitaron. Mi sudadera quedó a disposición del perito quien la guardó y tomó todas las fotografías que necesitara de mí a petición de los agentes que no deseaban perderme de vista en ningún momento. Mi primera declaración fue tomada por la patrulla que detuve cuando mi cerebro logró retomar el control de mi cuerpo. Otras declaraciones más tuve que hacer después y luego una final en un documento más formal de la cual no sabía aún en qué momento la realizaría.

—¿Y al hombre que le disparó? ¿Lo encontraron?

—Negativo —movió la cabeza—. Eres la única testigo, ellos no hablarán, tampoco lo entregarán.

—¡Cómo pueden protegerlo! Le disparó a un niño. —Increpé.

—Porque no quieren terminar como el niño. La tasa de homicidios en esta zona de Los Ángeles está muy por encima de la media en todo el país. Hablar con la policía, con los cuerpos de rescate, quien sea de gobierno; es ponerte un arma en la cabeza.

—Yo… yo puedo entrar, no me harán daño, sé quién es. —Dije, creyendo que ayudaría en algo.

Los agentes se miraron y antes de que uno de ellos pudiera responder, una caravana de vehículos policiacos los interrumpió. Esta llegó anunciándose al grupo ya instalado aquí, dio vuelta en la calle luciendo interminable. Eran del mismo tipo que usarías para controlar una manifestación violenta, pese a que ninguna se estaba formando en ese momento.

—¿Entrarán por el niño? —Pregunté levantándome para mirar con mayor atención.

No respondieron de inmediato, el de mayor edad caminó hasta mí y aspiró antes de responder.

—Señorita, no sé qué ve en Hollywood, pero no están aquí para salvar a un niño. Quisiera decirle que hay algo por hacer, pero si el disparó es tal cual lo describió, no tiene oportunidad. En el momento en que abandonó el hotel avisé a la policía local que estuvieran atentos a la zona. Estos son los refuerzos que enviaron, en pocas horas se levantará una multitud enardecida por la muerte del niño, por la intervención de dios y por tantas cosas que los marginan. Su presencia aquí tampoco ayuda, lo tomarán como una advertencia de lo que está por venir, la culparán y luego a nosotros, aunque no tenga sentido. Pronto la gente se alzará en protestas, habrá enfrentamientos violentos y tratarán de avanzar a otras zonas, este equipo de respuesta está aquí para impedirlo. Sucederá lo que ya vio antes.

—Lo harán porque es mi culpa…

—Me gustaría decirle que no, el escudo no lo pidió por lo que entiendo, pero el salir del hotel… Agh bueno, debió predecirlo. Hay mucha tensión aquí, esta gente tiene miedo, lo ha vivido todos los días, pero nunca un dios amenazó a todos de esa manera. Puedes protegerte de la delincuencia, blindar tu casa, cambiarte de barrio o armarte hasta las narices. ¿Qué puedes hacer contra un dios? Ni siquiera nuestro gobierno sabe qué hacer. El que usted caminé por ahí como su “favorita” enoja a muchos.

—¿Qué puedo hacer? —Giré y lo miré, para ese momento mis ojos estaban enrojecidos.

—Ayude a su gobierno a encontrar una medida contra los escudos. Son el principio de un arma más poderosa, descubrir cómo vencerlo ayudará a todas estas personas a recuperar algo de tranquilidad. No cambiará sus vidas, pero será un temor menos en qué pensar. —Finalizó indicándome que subiera al vehículo.

Su compañero cerró la cajuela y fue al lado del conductor.

Nos retiramos del lugar siguiendo la calle que la policía había cerrado. Conforme avanzábamos pude apreciar la cantidad de oficiales preparándose para el posible disturbio que se formará en los próximos minutos. Ya desde la ventanilla podía observar a gente arrojando bebidas y piedras a los uniformados, entre insultos y señas obscenas, uno de ellos demasiado cerca de un policía arremetiendo con cólera. Primero con gritos y agitados movimientos de sus manos, luego con el bat en su mano que impactó en el escudo táctico del oficial. Este lo empujó hasta derribarlo y levantó su bastón retráctil con la intensión de acertar en su cara. Antes de conseguirlo, los vehículos y la distancia ocultaron lo que ocurrió después. No pude seguir mirando.

Fuimos trasladados a un nuevo hotel, uno más distante fuera de L.A., mi familia hacía los arreglos para cambiar todo en sus agendas, preparar documentos y avisar a amistades que estarían desconectados del mundo por varias semanas. Yo trataba de encontrar un momento de paz en la ducha obligándome a mí misma a no salir más de la habitación. Mi teléfono vibra todo el tiempo, con mensajes de la productora, del director y de amigos cercanos que deseaban saber algo de mí. En este momento no me encontraba con energía de responder a todos. Elegí a un grupo muy específico y cubrí algunas dudas, otras eran secreto.

Dos días después de nuestra llegada a este hotel, prácticamente ubicado en el desierto, los agentes de otras ocasiones pasaron a recogerme. Me solicitaron viajar ligera, todo lo necesario se me proporcionaría ahí donde fuera. Únicamente viajaría yo y posiblemente sería la última vez que viera a mi familia si alguno de estos experimentos tuviera éxito. Abracé a mi madre y padre, entre lágrimas y palabras sinceras les dije que los amaba y agradecía todo lo que habían hecho por mí y lamentaba todos los problemas que había ocasionado. Ellos respondieron de un modo similar tratando de convencerme de que no era mi culpa. No deseaba abandonarlos, pero debía hacer esto, el problema se volvía más grande cada día, los disturbios que se iniciaron en South Central no habían terminado. Incendios, saqueos, destrozos y heridos. La población de esa zona vivía en un infierno que había desatado a sus peores demonios.

El viaje en el coche fue largo y silencioso, únicamente la radio con las noticias más importantes perturbaba es tranquilidad. La ruta cruzó por un inmenso desierto despejado y las típicas montañas nevadas a la distancia. Yo no había podido controlar el nerviosismo y mi llanto discreto, habían pasado horas desde que dejamos el hotel y eventualmente quedó atrás California. Vi por la ventanilla el claro letrero que daba la bienvenida a Nevăda, lo seguí con la mirada hasta que lo perdí.

—¿Vamos a Nevăda? ¿Dónde? —Pregunté, con la voz muy agraviada.

—Es clasificado. —Respondió el agente mayor sin mirar detrás. Su compañero suele no hablar.

No dije nada en el instante, pero quedé muy afligida y molesta por no decirme algo que eventualmente lo descubriré.

—¿En serio? —increpé con esa voz consternada y cercana al llanto— Estoy cooperando lo suficiente. Al menos quisiera saber dónde es el lugar donde probablemente muera si sus experimentos funcionan. Me lo estoy ganando.

El hombre con algunas canas naciendo en su sien miró detrás pudiendo apreciar que mi rostro rojizo por el llanto imparable no se desvanecía, luego a su compañero más joven quién usó el retrovisor para encontrarme, este hizo un gesto de complicidad y finalmente se decidió a hablar.

—Base de la Fuerza Aérea Nellis. —Pronunció sin decir más.

De inmediato reconocí el nombre y saltó de mí un latir más intenso. No puedes vivir cerca de Nevăda y no reconocer esa base militar. Me incliné hacía el frente para saber más.

—¿Iré al área Cincuenta y Uno? ¿Es dónde experimentarán conmigo? —Pregunté tratando aclarar mi voz.

—No. El área cincuenta y uno es un campo de pruebas especializado en otras tareas, suponiendo que ahí se realice alguna, y no estoy diciendo que suceda alguna. Será “huésped” en el área treinta y dos, un laboratorio más… acorde a su situación. Suponiendo que dicho laboratorio exista.

—¿Hablarán así siempre que esté ahí? Será muy… cansado.

—Desgraciadamente sí —respondió el más joven—. Con el tiempo deja de prestar atención a todas las negaciones. Todo ahí es clasificado, ni ellos mismos pueden hablar sobre su trabajo con gente fuera de su equipo de investigación.

—¿Extraterrestres? —Dije como primer impulso, luego supe lo errada que estaba.

Ambos se miraron y rieron.

—Ha estado mucho tiempo en Hollywood, señorita. Nada más lejos de la verdad. Lo que sea que se investigue ahí, y no digo que se investigue algo, es muy probable que luego lo pueda adquirir para hacer su vida más fácil. Mucha tecnología creada en este lugar está en su móvil, en los satélites, en los aviones turísticos. Patentada y ofreciendo retroactivos. Todo lo que pueda dar dinero a otras investigaciones, tenga por seguro que pronto estará en los supermercados. Suponiendo que hay otras investigaciones. —Finalizó.

Fue decepcionante saberlo. Aunque dios ya lo había aclarado, somos el único planeta con vida. Es costumbre olvidarlo.

Seguimos la carretera formal hasta tomar un desvío por un camino claramente rudimentario, donde el terregal nos recibió con bruscos movimientos y la polvareda suelta de un desierto donde pocas veces al año llueve, se elevó hasta ocultar todo alrededor. Seguimos así por un largo tramo de aproximadamente 30 minutos hasta que los agentes comenzaron a murmurar entre ellos que ya era el momento en que los “otros” aparecieran. Pregunté a quiénes se referirían y el mayor se limitó a decir que pronto lo averiguaría. Varios metros más adelante noté varios todoterrenos aproximarse a nosotros cruzando las zonas que no pertenecen al camino trazado hasta interceptarnos. De ellos bajó un grupo armado que de inmediato nos exigió bajar del vehículo.

Los agentes obedecieron con sus identificaciones ya en mano y a la vista, a la vez que pronunciaban una clave, misma que fue confirmada por el otro grupo. Igualmente me hicieron descender y registraron el vehículo con perros y aparatos sofisticados. Cuando uno de ellos quiso revisarme si portaba armas o algún artefacto peligroso, los agentes intervinieron recordándoles quién era yo y porque estaba aquí. Debían actuar con precaución y no dejarse sorprender por cualquier reacción del escudo. El soldado a cargo de mi revisión lo hizo con más lentitud y cuidado.

—Inspección superficial. Limpia. —Dijo con fuerte voz.

Estando todo en orden, partimos.

El lugar a dónde llegamos finalmente, era una base militar en toda su expresión, cruzamos por la inmensa pista donde los edificios envueltos en camuflaje poco a poco se revelaban. Ingresamos en un hangar de gran altura donde fui recibida por una comitiva de soldados, investigadores y el Coronel a cargo del área. Su presentación fue rápida, querían trabajar en mí lo más pronto posible y habían creado una lista de experimentos y horarios estrictos para desarrollarlos. Después de que agradeciera mi colaboración y pasara por alto mis enrojecidos ojos y situación, dijo que era necesario llenar una responsiva de no demanda en caso de que alguno de los experimentos tuviera éxito. Un soldado con un uniforme distinto a las escoltas me entregó un grueso documento con muchas clausulas, detallando, con voz clara y directa, que yo o mi familia recibiría una indemnización total o parcial según corresponda debido a la perdida parcial o total de miembros o extremidades de mi cuerpo. También me informaban que, en caso de fallecimiento, entraría en el programa de Héroes Anónimos que han dado la vida por su país en circunstancias clasificadas y secretas que, aunque inicialmente nadie esté al tanto de lo sucedido, con los años serían desclasificadas y hechas públicas. Mi nombre aparecería en esos documentos.

La forma de decirlo sonaba heroica, pero en el interior de mi persona el miedo me consumía a un ritmo alarmante. Estaba ahí para ninguna otra cosa que no fuera morir por obtener esa respuesta que el gobierno urgentemente necesitaba. No deseaba ser esa patriota.

Conforme los experimentos se realicen sería puesta al tanto de ellos, no creí del todo esto, sabía que ocultarían muchas verdades y pruebas. Sólo me quedaba esperar qué clase de arma o veneno verterían en mi cuerpo. De qué modo superarían el escudo y si esto me diese una muerte rápida o, contrariamente, una lenta.

El Coronel dijo que no existe patriota más grande que aquel que ofrece su vida por su país. Eso no borró de mi pecho angustia y de mi estómago las náuseas.

—El dolor es un aspecto que todo ser vivo posee. Un elemento necesario de conservación. Los seres que no aprenden del dolor no evolucionan, no crecen, no sobreviven. Permíteme encontrar el dolor indicado para una Protegida que ha desafiado mi juicio. ¿Qué clase de castigo mereces? ¿Qué clase de dolor es el adecuado para ti? Proezas como la tuya y la de tus iguales no pueden quedar libres de la expiación correspondiente. Los grandes reyes y dictadores han argüido a liberadores y cabecillas que incitan a las masas a despojar de sus tierras a los regentes más crueles que la humanidad ha ofrecido. Son ejemplos del destino que compartirán si sus actos vandalizan los mandatos del tirano en turno. Arquetipos de desdicha. Para fortuna de tu alma, esos son ideales y cánones creados por humanos para imponer su superioridad a sus iguales. No necesito de ese legado ni de ese temor entre los tuyos. Porque sería un sentimiento humano que no tiene cabida en mí, porque no pertenezco a ustedes…

Liberó mi cuello y mi cuerpo se desvaneció hasta encontrar el duro suelo que me recibió con amargura. El dolor acarició mis piernas, luego mis brazos y fue entonces que pude respirar bajo ese abrasador sol que aún buscaba imponerse pese a los nubarrones creciendo en el cielo.

—Protegida, veo en ti el molde de los liberadores. Más como tú existen en este mundo guiando rebeliones y sobrevivientes al éxito. Mancillando mis obras. No puedo permitir que usen las herramientas que mi esposa les otorgó para un fin contrario a mis planes. Y mientras esté atado a las reglas del universo, no poseo el tiempo y rasgo de perseguir y desterrar a cada uno de ellos y sus seguidores. Mis creaciones carecen de las habilidades necesarias para culminar esta tarea. Sin embargo; tú posees el entrenamiento y el poder de conseguirlo. Te convertirás en mi adalid e izarás mi estandarte en aquellas tierras donde cometas con éxito mi apología.

—¡Eres idiota si crees que trabajaré para ti! —Grité lo mejor posible ante esa agonía pausada.

—No espero que seas cierva y doctrina de mis órdenes. El dolor maldito en tu cuerpo te forzará a desempeñar tu cometido. Cambiaré el código que rige tu adarga, este obligará tu mente a actuar según mi petición. No podrás deshonrar tu cometido o el tiempo seguirá su caudal y con ello, las heridas que evitaste serán liberadas una a una hasta que tu espíritu se doblegue ante el dolor y desasosiego. Es ahí que desearás la muerte, pero está no llegará. No perecerás ni perdurarás. Quedarás atrapada en la agonía y sufrimiento. Entre ruinas y lamentos. Será entonces que ruegues por encontrar al siguiente Protegido y que tus manos desnudas arrebaten su último aliento mientras tus ojos malditos lo observen extinguirse. De otro modo, el dolor no desvanecerá. —Habló cerca de mí, donde pudiera contemplar mi sufrimiento.

Traté de levantarme, busqué mi Grach-21 quedando a mi mano por fortuna, apunté a su cuerpo donde descargué el restante de balas hasta que el clip se vació y una vez hecho esto, mi mano ardió como si el fuego mismo la consumiera. Cuando ese fugaz hervor desapareció, noté que el mecanismo votado de un cargador vacío había vuelto a su posición original. Como si nunca hubiera hecho disparo alguno. Miré al dios que observaba mi acto, con la luz cegando mis ojos y difuminando su silueta, sin herida alguna provocada por mi acto desesperado.

—Te recuerdo, Protegida. Anhelabas servir a la humanidad y dar sentido a tu vida. Cloudy Mäkinen, la actriz que se unió a la guerra. No erraste la oportunidad que te he ofrecido. Siente orgullosa de esa proeza. Lamenta que la humanidad no haya seguido tus pasos. No soy benevolente, la larga vida que has conseguido tiene un precio. No te convertirás en una impía a tu raza, sólo un alma forzada a cargar con el espino de mi estandarte. Tus actos son míos, tus asesinatos, mi capricho. Te convertirás en el medio para un fin. Como sus dioses ficticios disponiendo de los adalides. —Se levantó y dio la vuelta.

Frente a él se abrió un espejo que reflejaba un paisaje distinto, plasmado y sostenido por la nada. Cruzó ese puente y se desvaneció antes de que yo pudiera seguir oprimiendo el gatillo hasta que el cargador nuevamente se vaciara y con ello el ardor volviera. Cuando el portal se cerró, toda oportunidad de enfrentarlo había desaparecido también. Recordé entonces a mis compañeros, miré hasta ellos que seguían siendo prisioneros de los rúh donde sus garras ácidas devastaban su piel y hueso. Los gritos alcanzaron mis oídos y dentro de mi corazón el terror quedó impregnado al verlos morir de una manera horrible que nunca había visto. Sus cuerpos fueron mutilados por la fuerza de estos gul y luego despojados de sus almas. Los restos inertes, vacíos de toda vida, comenzaron a desintegrarse hasta convertirse en cenizas cada vez más ligeras al punto de elevarse como si hilos invisibles tomaran sus cuerpos y los jalaran de un modo que la gravedad no existiera. Conforme se alzaban, las partículas ennegrecidas se descomponían hasta no quedar soldado alguno reconocible.

La nube que formaron alcanzó los nubarrones que ya ocupaban todo el panorama obstruyendo la luz del sol

Me vencí ante la desgarradora escena, gritando sin consuelo, con fuertes berridos y llantos, golpeando el suelo con mis puños donde mi escudo no me protegió. El dolor era real y profundo, sacudía mi cuerpo y llegaba a mi corazón saciado de horror. Vi el cielo nuevamente cuando la tormenta oscura como el ébano se disipó y los rúh en su totalidad partieron. Quedando tonalidades azules y turquesa cubriendo el desierto, contrarrestando el dorado y ocre de este.

—Diez segundos para la detonación. Registro visual en funcionamiento, datos recabándose. Prueba EIPR en curso, iniciando el conteo regresivo.

Las sirenas se activaron y el ensordecedor ruido pudo penetrar las gruesas capas del bunker, las luces dentro que me acompañaban iluminaban magníficamente el lugar, dotándome de compañía en ese oscuro momento. Con mi brazo atado al exterior, sólo podía esperar a que la prueba finalizara. Pegada al muro, con un traje protector y una sustancia cubriendo el orificio por donde introduje mi extremidad para evitar que la onda expansiva me alcanzara accidentalmente. Aunque nada de esto era accidental, sólo podía contener mi miedo cada vez más despierto conforme la cuenta regresiva se aproximaba a cero y los anuncios se volvían más impacientes por terminar la prueba. Ellos juraron que, si la prueba era un éxito, sólo dañarían mi brazo, como si eso fuera poco; el poderoso edificio donde alojo el resto de mi cuerpo soportaría la inmensa explosión de un material “lento” como lo describieron. A pesar de todos sus protocolos, todos sus estudios y promesas, era mi brazo derecho el que se encontraba expuesto a una carga que derribaría un buque de guerra. Con la capacidad de borrar edificios del mapa. Con el poderío de comenzar y terminar una guerra.

Cuando todo lo demás falló, recurrieron a los métodos más costosos y extremos, cuando sumergir mi cuerpo a una gran presión bajo el agua fue inocuo, cuando quitar el aire fui inútil, cuando los venenos, los ácidos y los láseres no tuvieron oportunidad; fue que el Coronel autorizó el uso intensivo de armamento clasificado y sólo probado en la teoría y ensayos controlados. En ese momento mi corazón palpitó y mi mente se sugestionó con la idea de morir. Al ver el mapeado de pruebas con sus cientos de cráteres y las advertencias al cruzar la reja sobre los peligros que ahí acechan, supe que eran el final. Ellos estaban desesperados por probar que su tecnología, su inversión y su superioridad armamentista, no era más que una broma.

El conteo se aproximaba al final y mis lágrimas brotaban con desesperación, las punzadas en el estómago eran interminables, el vómito no las detenía, mi ansiedad hacía que sintiera el mundo decaer, girar sin control con mi mandíbula y puño apretado a punto de fracturarse.

—Tres, dos…

Cerca del final tuve el temor más grande de mi vida, el miedo se afinación de mi mente y comencé a pedir que detuvieran todo, a decir que no quería morir, a gritar desesperada a la única cámara ahí filmándome con la esperanza de que se apiadaran y quitaran su dedo del detonador.

No obtuve respuesta.

El conteo finalizó y no advertí ni vi la explosión estallar, sólo su empuje que penetró el bunker. El suelo vibró, la ráfaga de viento se abrió camino, las luces resplandecieron y oscurecieron, el sonido quedó relegado y no fui consciente de mí hasta que muchos soldados me encontraron conforme derrumbaban bloques y retiraban escombros. La polvareda era evidente, los vestigios del material explosivo indiscutibles, sus vestimentas especiales y sus luces adosadas a sus cabezas golpeaban mi vista. Fue en este momento que sentí dolor, mucho dolor. Mis gritos no fueron ignorados por los presentes y por aquellos a la distancia. Ellos comenzaron a transmitir en todos los canales que me encontraba viva. Sorprendidos, realmente asombrados de este hecho. Pidieron asistencia médica, me montaron sobre una camilla que cargaron hasta que el suelo permitió que las ruedas pudieran girar.

La ambulancia me trasladó con el personal de emergencia dialogando sobre el procedimiento a seguir, sin estar del todo seguros de si era necesario hacer algo. Igualmente retiraron el traje especial hecho girones, me colocaron la mascarilla de oxígeno e intravenosa para estabilizar cualquier anomalía no detectada a primera vista, sedando un poco mi dolor. Entré al laboratorio donde fui trasladada por el personal médico y militar a mi alrededor especulando lo sucedido y escuchando órdenes del oficial a cargo. Llegué al primer examen, después al segundo y luego por decenas de máquinas más que deseaban descubrir si la carga logró dañarme de otro modo no visible, cualquier cosa distinta en mí era suficiente para ellos.

Desgraciadamente no fue así, después de mirar los monitores y que la sofisticada tecnología finalizara su trabajo, el personal a cargo terminaba todas sus frases con “increíble” luego me miraban y se quedaban mudos. Fue así hasta que se dieron por vencidos y decidieron darme el descanso que necesitaba llevándome a un verdadero hospital ahí mismo en la base Nellis. El doctor y los enfermeros valoraron mi situación, colocaron la medicina correcta y vendajes en mi lastimado brazo. Después con una voz muy especulativa dijo:

—Eso es todo… Llévenla a su habitación, que una enfermera la vigile por cualquier problema, que no pienso fuera a ocurrir uno. —Dando por finalizado el tratamiento para el evidente disgusto de los altos cargos ahí presentes.

Entré a mi recámara donde encontré mis pocas pertenencias, la enfermera dejó comida y medicina, más vendas y todo lo necesario que ella creyó debía traer. Yo aún temblaba, me apoyaba en ella para llegar a mi cama donde me limité a sentarme y perder mi vista en la nada. Aquella mujer me miró por un instante, como si de una paciente con trastornos mentales se tratara, luego se dio la vuelta y comenzó a explicarme los tipos de cremas que iban a aplicar en mi brazo, varias vendas especiales regenerativas y antisépticos para evitar infecciones. Cuando notó que no reaccionaba, guardó silencio y después miró el exterior buscando que nadie estuviera cerca. Giró y comenzó a sincerarse.

—Quemaduras de segundo grado… es poco —comenzó—. Hubiera sido lo mismo que el sol la sorprendiera sin bloqueador por varias horas o… tirar por error café hirviendo encima. Si puedo confesarle, nos preparamos para algo peor. Había un equipo médico muy capacitado, entre cirujanos y expertos en injertos de piel traídos desde Texas, incluso un cirujano especialista en prótesis asistiría la operación en caso de necesitar una. Sacamos todo el material bonito y experimental, algunas de estas pieles sintéticas irán directamente al incinerador, una vez fuera del empaque, no hay devoluciones —bromeó, yo no pude corresponder a su intento de animarme—. Ellos… no nos dijeron más sobre el experimento, sólo que sería una paciente joven con grandes probabilidades de ser alcanzada por una fuerte colisión. Fracturas, mutilación, severas quemaduras entran en esas probabilidades. Lo que hayan usado, lo sentimos aquí, a gran distancia. No necesitamos saber más para hacer nuestra tarea. Por la manera en que lo describieron, esperábamos ocupar aproximadamente veinte horas de cirugía.

Me volvió a mirar esperando una reacción, mi aspecto debió ser suficiente para que decidiera continuar.

—No pienso que sea el mejor momento para estar sola… no después del experimento. Creo que le alegrará saber que autorizaron entregarle un teléfono móvil —sacó el dispositivo de su bolsillo—. Es sencillo, pero le permitirá hacer una videollamada con su familia. La conexión Lifi ya está instalada, sólo recuerde que es muy probable que todo lo que diga o haga en el teléfono esté monitoreado. No puede hablar nada de lo que sucede aquí, de las personas que conoció o de la edificación y distribución de la base. Legalmente el gobierno puede arrestarla por difundir esta información aún si no firmó una carta de privacidad.

Dejó el aparato a un lado del plato con la cena, también el cargador por si llegara a necesitarlo. Se retiró cerrando la puerta, sus pasos delataron el tiempo que tardó en dejar el pasillo.

Tomé el teléfono y busqué el teclado de marcación, este no contaba con chip, sólo red local y acceso a varias aplicaciones. Tuve que pensar mucho en recordar la cuenta personal de mamá en cualquier red social y crear una propia con la esperanza de que respondería. Marqué la llamada simple, sin video, no deseaba que ella me mirara de la forma en que estoy ahora. Agotada, desalineada, apenas reconocible por el estrés y el miedo. Los timbrazos se escucharon, uno tras otro por un largo momento hasta que finalizó, intenté una y dos veces más. Era muy tarde por la noche, su teléfono en modo no molestar estaba impidiendo que me escuchara. Un peso en mi garganta crecía con cada intento. Frío recorriendo mi cuerpo que ninguna manta puede calentar. Dolor que no se borra con medicina. Escuché el timbrazo con plena atención a la pantalla y cada repetición ahogaba más mi garganta. Lo pegué a mi frente conforme mis lágrimas escurrían pensando que no habría otra oportunidad después. Mañana habría más experimentos y subirían la apuesta teniendo ya un punto de partida.

—¿Hola? ¿Quién es? —Escuché del pequeño altavoz.

—Mamá…. —Pude decir sin poder ocultar mi llanto.

—¡Cloudy! Gracias que estás bien, estábamos muy preocupados, no sabíamos nada de ti. Nadie nos quiere decir lo que ocurre, dónde estás, cómo podíamos llamarte. Intentamos comunicarnos con la agencia de seguridad, el FBI. Nadie sabe de ti.

Escuchar su voz hizo que mi llanto explotara, impedía que formulara palabras claras, mi garganta no podía emitir pronunciación alguna. Aspiraciones y ahogos desesperados era lo único que podía mostrar al micrófono.

—Ya no puedo…. ¡Ya no puedo! —repetí entre berridos y lamentos. Sequé las lágrimas y aspiré para despejar mi nariz.

—¡Hija qué te han hecho! Hablaré con tu hermano, buscaremos la forma de sacarte de ahí.

—Mamá… hoy casi muero…

—¿Cómo…? ¿Qué ocurrió con el escudo?

La presión en mi garganta apenas daba espacio para hablar.

—Ellos… encontraron la manera de romperlo… Tengo miedo de que mañana intenten con otra arma, una que lo consiga… ¡Estoy muy asustada! Mamá, no quiero morir. Mamá… No quiero... —Seguí sollozando como una pequeña asustadiza que ruega a su madre no regresar al segundo día de clases.

—No, no. Hija, eso no va a pasar, llamaremos a la policía, a los medios. Presionaremos al gobierno para que te libere, dime todo lo que sepas, dónde estás, lo que te han hecho. Hablaré con tu hermano, él ya había conseguido el número de una agencia no gubernamental que se dedica a este tipo de casos. Dime dónde est…

—¿Mamá? ¡Mamá!

Alejé el teléfono de mi oreja hasta ponerlo al frente donde su resplandor iluminó mi rostro, descubrí que la llamada se había cortado, no sólo eso, el internet se había ido también.

—¡No! ¡No! —Grité, entre llantos y a punto de perder la entereza.

Estaban escuchando y antes de que yo pudiera revelar información, lo impidieron. Miré alrededor para encontrar algún modo que pudiera estarme observando en ese preciso momento. La habitación era simple, con paredes lisas y muebles militares hechos a medida para aprovechar cada centímetro, ningún objeto asemejaba ser una cámara, pero esa era la idea, que nada lo pareciera. Comencé a imaginar muchos escenarios, el peligro al que había expuesto a mi familia, a mis hermanos y la gente alrededor mío que desde este momento se enterará de lo que dije frente al teléfono. Más de esas punzadas se agregaron a mi pecho y menos de esa suerte que todos llegaron a desearme.

Dejé todo y salí por la puerta que no estaba cerrada a un pasillo con más habitaciones vacías en ambos extremos. Era la única inquilina en ese pabellón. Di pocos pasos antes de que la puerta de doble hoja al final de este se abriera con un fuerte clic que el eco ayudó a esparcirse. De ahí surgieron dos soldados armados que de inmediato detuvieron mi paso.

—Señorita, vuelva a su habitación. No está autorizada a salir de su habitación. —Gritó con sólida voz.

—No… no voy a volver ahí. ¡Quiero irme! —Grité, con miedo en la voz.

—Señorita, se encuentra en una base militar, es delito federal deambular por las instalaciones. Vuelva a su habitación.

—¡No! ¡Quiero irme de aquí! —Insistí.

Al reconocer mi completa negativa, el segundo soldado dijo algo a su radio, no pude escuchar por la distancia, más sé que pedirá todos los refuerzos necesarios para controlarme. Antes de que eso suceda, di pasos atrás y cuando notaron que planeaba escapar por la puerta del otro extremo, emprendieron carrera hasta mí. No perdí tiempo y fui directo hasta esa salida, conforme me alejaba ellos gritaban que abrirían fuego si me resistía al arresto. Quizá no estaban al tanto de la situación o es su costumbre decirlo. Cualquiera que fuera el modo, pude llegar al siguiente pasillo y ubicar las escaleras de emergencia, tomé el barandal y me disponía a bajar cuando las alarmas sonaron y la puerta un piso más abajo se abrió dando paso a más refuerzos. Entonces fui obligada a subir.

Al llegar al siguiente piso y abrir la puerta encontré a más soldados alistándose para iniciar la persecución, el turno nocturno era limitado y el resto debía despertar y prepararse para encontrar a la asustada niña que deambula en el edificio. Cerré la puerta buscando atorarla sin hallar cómo. Lo dejé y cuando me preparaba a seguir subiendo, vi a un soldado saltar a punto de atraparme, fue suerte que no lo hiciera, alcancé a esquivarlo y lo empujé haciéndolo tropezar. No me quedé a descubrir si se había herido, sólo escuché varias instrucciones de cómo proseguir para capturarme.

Abrieron fuego y las balas rebotaron entre el barandal y las paredes, ninguna fue certera, pero tampoco vi el escudo activarse. Continué hasta que no hubo más pisos por subir, sólo un corto pasillo en L con una puerta al final de este, fui hasta ahí y traté de abrirla, pero esta poseía un mecanismo muy avanzado de apertura. Mis intentos de forzarla no conseguirían derribarla, me aparté de ella y encontré a los soldados con sus armas en alto ordenándome ponerme en el suelo con las manos donde pudieran verlas. No los obedecí, me cubrí en el único sitio donde no quedaba a la vista de sus armas. No estaba segura de si tenían ya un plan para detenerme o sólo actuaban conforme a protocolo.

En mi mente surgió la idea de correr hacía ellos y rogar porque mi protección hiciera su trabajo, misma que espero su última prueba no haya arruinado. De ser así, sus disparos acabarían conmigo en segundos y alegarían que mi muerte fue ocasionada por provocación mía. Aspiré asustada y muy nerviosa, asomé el rostro para saber lo lejos que estaban donde vi que aguardaron la llegada de un soldado con escudo defensivo que avanzó cubriendo el frente. Como si yo con mis manos desnudas fuera un peligro. Las luces se apagaron y sólo sus linternas iluminaban el pasillo. Los escuché muy cerca y mi situación no mejoraba, me encontraba muy asustada, entre llanto y ansiedad. No quería correr hasta ellos y descubrir que ya no era una protegida.

Tragué mi miedo y antes de emprender la carrera, la puerta a un costado se botó de su sitio arrojándose hasta el grupo de soldados. La conmoción del momento se dejó ver en su forma de describirlo, no se explicaban lo que había ocurrido y lo comunicaban por la radio. Por mi parte vi el exterior y no dudé en escapar, aún sin comprender lo que había sucedido. Crucé velozmente la salida y oí disparos que golpearon el marco de esta. No miré detrás, observé el panorama y fui en búsqueda del primer refugio disponible. Varios enormes ventiladores y respiradores sirvieron como cobertura.

Los soldados salieron al techo y se distribuyeron para buscarme, tenían claro la dirección que tomé y era cuestión de tiempo antes de que dieran conmigo. A hurtadillas me moví entre los caminos que ahí encontré, algunas zonas contaban con un rejado que impedía el paso, otras debían cruzar por encima de tuberías amarillas o angostos pasadizos. Ellos eran silenciosos, pocas veces escuché un ruido provocado por un descuido, su único registro de su ubicación o movimientos, eran las luces de sus linternas en esa casi completa oscuridad. La azotea contaba con numerosas luces emergentes, pero no conseguían iluminarlo todo.

Vigilaba sus movimientos con cautela sin tener claro lo que haría, estaba encerrada en ese lugar y volver hasta las escaleras no era una opción. Seguí avanzando sin quitar la mirada de las linternas esquivando a conciencia todo el sistema de ventilación y antenas que allí había. Sin esperarlo, un brazo me rodeó y presionó mi garganta en un intento de controlarme. Me asusté mucho al saber que el escudo no lo había impedido. Pese a esto, reaccioné y lo golpeé como cientos de veces entrené para dar realismo a la última película que actuaba. Quizá no lo esperaba o mi instructor era mucho mejor de lo que imaginé en esos días, pero pude zafarme y correr prácticamente rasguñando el suelo y paredes hasta conseguir levantarme e ir hasta el final del edificio donde trepé por la reja y alancé el techo de los equipos de ventilación tratando de evitar caer en sus aspas.

Mi forcejeó debió ser escuchado por los demás, pronto los vi agruparse y escalar con la intención de alcanzarme. Salté hasta otra estructura que se dobló con mi peso, era una especie de ducto de ventilación de gran tamaño. Corrí guiada por la poca luz ahí hasta encontrar lo que pensé es el cuarto de máquinas, pude escalar gracias a que el conducto me daba oportunidad. Detrás de mí los soldados ordenaban quedarme quieta o abrirían fuego. Insistían en eso como si algo supieran que yo no, confiados en que sus disparos serían fatales pese a que saben que soy una Protegida.

No me detuve, fui hasta el final de este último tejado y vi el vacío de por lo menos seis pisos donde mi única referencia de la distancia hasta el suelo eran las luces de la primera planta. Giré buscando otra salida y una gigantesca luz me cegó con el casi silencioso motor de un helicóptero de diseño moderno que había escuchado a la distancia antes, pero me sorprendió saber que lo encontraría aquí mismo indicando mi posición. Luego noté a dos soldados avanzando hasta mí con sus rifles en alto de la manera en que los entrenan hacerlo, uno de ellos me gritaba con suficiente fuerza para superar el ruido del motor.

—No tiene a dónde ir. Ponga las manos en la cabeza y acuéstese en el suelo. ¡Hágalo ahora! —Insistió.

Caso contrario no obedecí y subí el último peldaño al borde del techo. Contemplando del otro lado una larga caída que no deseaba conocer. El soldado insistió y el helicóptero se alejó un poco para evitar que sus ráfagas de viento me hicieran perder el equilibrio.

—No tiene a dónde ir. Baje de ahí, hablaremos de esto en un mejor sitio. —Volvió a gritar. Esta vez más con una voz negociadora.

Nuevamente no obedecí, y pese al temor de que el escudo fallara, salté al vacío.

Caí rápidamente, no lento como suelen decir, no vi mi vida cruzar ante mis ojos, no valoré nada. Sólo caí mirando el suelo cada instante más cerca creyendo que quizá había cometido el mayor error de mi vida. Cuando estuve por impactarlo la voz grave emanó desde ningún sitio y el resplandor destelló en tonalidades azules que iluminaron el pasto bien cuidado pese a tratarse de un desierto. Me levanté sin ningún daño, el escudo lo había logrado, seguía ahí y eso me dio confianza, la suficiente para seguir corriendo. Pensé que de esa forma los perdería, más pronto se enteraron de que no había muerto en ese salto, de inmediato el helicóptero se lanzó en mi búsqueda cuando su luz no iluminó ningún cuerpo inerte. Me encontró metros más adelante corriendo sobre la pista que yo seguí entre penumbras hasta que su exhaustiva luz lastimó mis ojos. Desde el altavoz de la nave me ordenaron detenerme, repitiendo lo que más de una vez otros soldados antes trataron de conseguir sin lograrlo. No iba a ser diferente ahora.

Sabiendo que no perdería el helicóptero, no me entretuve en hacerlo, seguí recto hasta hallar cualquier vía de salida. En el altavoz nuevamente me pidieron frenar todo intento de escape o abrirían fuego. Cosa que con el escudo aún conmigo, no me preocupó. La nave se movió de su sitio siguiéndome y se colocó al frente mío a punto de tiro. Como silbidos, los disparos de sus torretas golpearon el sitio donde estaba, levantando una enorme nube de arena. Percibí el calor de los proyectiles y tosí cuando aspiré el polvo. El resplandor de mi escudo se activó en distintos momentos hasta que el tirador se detuvo. Ellos no esperaron a que la nube se disipara para ver el resultado, debieron traer lentes de visión nocturna porque nuevamente abrieron fuego cuando la primera ráfaga no tuvo efecto. Sin conseguir abatirme, la nave mantuvo su posición de seguimiento cuando notaron que yo seguí corriendo.

Metros más adelante vi varios vehículos aproximarse, sus luces los delataban, miré en varias direcciones donde descubrí que trataban de rodearme y luego impedir el paso, cerrándose cada vez más a mi alrededor hasta que uno de ellos embistió directamente a mí levantándome por encima del cofre hasta golpear el parabrisas y luego caer a un costado. Los tripulantes descendieron con sus armas cortas apuntando al sitio donde quedé y como si no conocieran otra frase, ordenaron quedarme quieta. Sin permitirle terminar su diálogo, me levanté y corrí escuchando varios disparos que terminaron sobre la coraza en fulminantes resplandores azules. Luego regresaron al vehículo para seguirme, a la vez que los demás coches ya lo hacían cuando notaron que no pensaba entregarme.

No tenía claro cuánto tiempo más haría esto, la penumbra no permitía medir la distancia necesaria que debía recorrer antes de encontrar un sitio dónde perderlos, conociendo el paisaje de Nevăda, todo era campo abierto con eventuales elevaciones rocosas o pequeñas montañas, con miles de arbustos y terregales antes de tocarlas. Los todoterrenos nuevamente me dieron alcance, haciendo lo posible por entorpecer mi escape, atravesando sus vehículos para lograrlo. Frené en seco y me desvié hacia otra ruta cuando otra de estas camionetas se interpuso. El resto llegaron y formaron un círculo cerrado alrededor mío. De ellos bajaron soldados apuntando sus rifles hacía mí, diciendo que no tenía escapatoria, dejara de correr. No había a dónde ir que no fueran miles de millas de desierto.

Los observé, la luz sobre nosotros me permitía reconocer correctamente su ubicación. A mi espalda escuché una descarga eléctrica, giré y vi la cabeza de un taser en el suelo de un intento fallido por someterme, luego escuché pisadas aproximándose a mí, uno de ellos me tomó por la mano y jaló de ella para llevarme al suelo, otro más buscó lo mismo desde otro sitio. Lo impedí lanzando un codazo a su rostro y cuando este quiso contratacar con la culata de su rifle, el escudo expulsó a ambos. Pude liberarme y corrí de frente a los otros soldados que se debatían si disparar o sólo interponerse. Por el riesgo de herir a sus compañeros, descartaron lo primero, quisieron sujetarme, pero no lo lograron. Salté por encima del cofre del todoterreno y me esfumé con únicamente el helicóptero persiguiéndome. El resto volvió a sus vehículos.

Sabía que no podía repetir esto infinitamente, con los intentos aprenderían a no provocar el escudo y finalmente conseguirían atraparme. El primer coche se atravesó y usó una linterna especial donde el brillo aturdió mi vista, todo quedó en blanco a partir de ese momento, luego percibí que alguien me empujó para derribarme, pero el escudo surgió en mi defensa. Escuchaba órdenes convertidas en gritos, me decían que me arrodillara y pusiera las manos en alto. No podía verlos, sólo imaginar lo que hacían a mi alrededor, dedujeron que la confrontación física no era el camino, así que esperaban que yo cesara mi intento de huida.

Con el tiempo mis ojos pudieron ver nuevamente, aunque no del todo claro. Alguien gritó si había forma de amarrarme, un soldado dijo traer redes dentro del baúl de carga y se dispuso a ir por ellas. Noté al soldado subir a la parte trasera del todoterreno con la intención de buscarlas, mi vista fallaba, pero era claro lo que hacía. Debió ser un procedimiento poco habitual, porque batallaron en dar con ellas, suficiente tiempo para yo reconocer la manera en que se situaban alrededor de mí con la intención de encontrar otra forma de escapar.

—Haz uso del Portal. —Escuché sin reconocer su origen.

Fue extraño oír eso, hasta ahora los soldados se limitaban a repetir la misma frase de contención, jamás algo distinto. Giré tratando de descubrir qué portal se refería, entendí que debía atravesarlo sin tener claro cómo hacerlo. Miré a lo lejos hasta que entre la oscuridad aprecié un destello formando un óvalo de gran tamaño a quizá 50 metros de distancia donde termina la luz que el helicóptero proyecta. Su espectral haz no era natural, no lo forma las montañas ni las estrellas, era un tono oscuro distinto a la negrura del resto del paisaje. Supe que era el portal que nombró y que debía ir ahí.

No lo dudé más y corrí en esa dirección provocando que varios soldados se interpusieran con sus rifles a modo de defensa para tratar de detenerme, el escudo los repelió y aunque trataron de sujetarme como antes, no lo consiguieron. Crucé entre los dos todoterrenos cerrando el perímetro y seguí recto con la luz de la nave siguiéndome. Estos pronto notaron aquel portal que mostraba una imagen distinta al panorama del desierto, era totalmente diferente y lucía más como un complejo industrial abandonado. Desconocían lo que era, pero debieron recibir órdenes de abrir fuego para tratar de destruirlo. Su torreta disparó con ese singular silbido de sus proyectiles trazando el aire hasta impactar en la cercanía. Apresuré mi carrera y me adentré entre ese fuego impasible, el resplandor de mi escudo se encendió muchas veces y salté dentro del portal.

Caí del otro lado, de inmediato giré para ver que nadie me persiguiera, aunque la polvareda ocultaba todo a mi vista. Sólo noté una secuencia de misiles aproximándose que atravesaron también el portal y estallaron de mi lado empujándome lejos, pero sin recibir el daño correspondiente. Cuando el fuego y el humo se disiparon, el portal ya no estaba abierto, tampoco la conexión con la base Nellis. Pude respirar al fin y me dejé caer al suelo rígido. A mi alrededor las flamas que no se extinguieron iluminaban poco el patio central de una vieja fábrica abandonada. Con maquinaria y vías de tren.

No había sentido verdadero descanso desde que llegué a esa base e iniciaron sus experimentos. Por primera vez lo tenía, aunque este duró poco, debía contactar con mi familia y advertirle de todo lo que sucedió. Eso me obligó a levantarme, la oscuridad era completa aquí, apenas lograba distinguir las edificaciones contrastando al cielo puro y limpio de contaminación que en L.A. no se mira siempre. Sin luz que me permitiera ver, decidí tomar algo que pudiera quemar y usar como antorcha, fui hasta el fuego que aún no se extinguía y traté de llevarlo conmigo sin tener éxito, no podía tomarlo sin que el escudo actuara para protegerme.

—La primer Protegida. Una humana más, bajo un lienzo de acero. Llevas consigo un título de gran peso para hombros tan frágiles. —Pronunciaron y miré a hacía el origen de la voz.

Allá sobre la cornisa del edificio más cercano, una persona estaba sentada, con su cuerpo casi oculto entre la oscuridad, aun así, podía notar que comía alguna fruta dura.

—¿Quién eres? —Fue lo más lógico preguntar.

—Me parece una pregunta innecesaria. Protegida. Poco más bajo la tutela de esos carniceros vestidos con emblemas y habrías muerto; y con ello desenterrando los secretos de las adargas.

—¿Tú me ayudaste a escapar? ¿La puerta? ¿El portal? ¿Por qué…?

—Eres un proyecto de mi esposa, se ha esmerado en salvar el planeta que no ayudarla… sería lo mismo que permitir que se destruyera. Los humanos tienen sentimientos que actúan constantemente en sus vidas. Algo que no poseo, pero comprendo. Las decepciones pueden derrumbar muros inquebrantables. Dejarte ahí habría sido… desfavorable.

—¡Puedes quitarme este escudo! —pedí, más como una súplica— Mi vida se ha vuelto un caos, lo he perdido todo. Mi carrera, mi reputación, mis seguidores. Todo por lo que había luchado… ustedes me lo quitaron. Ahora el mundo me odia, soy su enemiga, piensan que usaré el escudo para dañarlos. Les han dicho cosas horribles de mí, ha muerto gente por este escudo. ¡No lo pedí! ¡No lo quiero!

—Habrías muerto de no ser por él.

—Entonces habría sido recordada como una actriz talentosa que buscó destacar en papeles importantes. ¡No como la amenaza que soy ahora! —grité. Dañada a un nivel emocional, no podía con el peso de mi cuerpo y cedí hasta terminar sobre el escalón que sirvió de asiento y de recipiente para mis lágrimas— Soy todo lo contrario que quise ser… Muerta habría dejado un legado, uno donde se recordaría como la activista, la actriz que interpretó a mujeres indomables, que dejaron una enseñanza. Que quizá ayudó a cientos de otras a superar sus adversidades, a creer en sí mismas. Ahora todo eso se fue ¡Se fue! Aunque me quitaras el escudo… nadie me volvería a ver como Cloudy Mäkinen, sería la Protegida… la traidora. La nueva peste. ¿Por qué yo? No lo entiendo, ¿por qué a mí? ¿Por qué a todos nosotros? Arruinaron nuestras vidas ¡Encontraron a esa niña! Ayudaron a ese hombre quien perdió su casa. Protegieron nuestros cuerpos, pero no nuestras vidas. Somos la calamidad, los jinetes, todo el mundo cree que seremos el nuevo peligro por temer y ustedes no han hecho nada para cambiar esa idea. No tuvieron la cortesía de preguntarnos si deseábamos esta clase de vida, mucho menos de enseñarnos a lidiar con todo lo que sucede ahora. Pudieron preguntar… habría ayudado de saber que esto haría un cambio… habría ayudado.

No pude contener las lágrimas, estas se liberaron con pensamiento propio, apoderándose de todos mis sentidos, regándose en mi rostro, deshidratando mi corazón. Había gastado cada gota de agua de mi ser en arrepentimientos y tragedias, creyendo tontamente que había finalizado, cuando muy en el fondo de mí, el dolor no hacía más que crecer. Intentaba secarlas con mis manos sucias sin lograr que mis ojos dejaran de brotarlas. Escapé del yugo militar, pero no lo consideraba el final de todo, estaba atrapada en esta nueva vida, bajo esta nueva ideología que me describía como la siguiente asesina de la humanidad. La privilegiada humana superior a todos. La persona que debe ser extinguida.

—¿Retirarás el escudo? —Pregunté aspirando para despejar mi nariz, recogiendo el llanto de mis mejillas con los dedos.

—No poseo esa habilidad, sólo mi esposa podría hacerlo. Está anclado a ti, conectado a tu ser, alimentándose de tus miedos y protegiéndote de ellos.

—No me ha protegido de ninguna herida emocional. Las provoca en cambio…

—Un cuerpo muerto, es peor que una mente herida. Tener la oportunidad para cambiarlo todo, es un privilegio que pocas mentes dañadas poseen. Tu corazón palpita un día más para que tu entereza se revalúe. Protegida. No has llegado al final de tu vida, mi esposa ha protegido tu cuerpo, es tiempo que tú protejas tú mente, tú legado. Ayúdala a demostrar que los Protegidos no son el arma de dios, el verdugo de mis deseos. Álzate con el estandarte de las mujeres que rencarnaste, libra las batallas que confiaron en historias. En el mundo existen guerras crueles e injustas donde una Protegida podía ser la vicisitud que rezan. Sé la heroína que prometías ser en papel, demuéstrale al mundo que tú legado no ha terminado.

Giré para mirarlo, aunque la oscuridad no lo permitiera.

—¿Cómo? Nadie me escuchará, he perdido mi credibilidad, mi influencia.

—Hay maneras más simples de salvar una vida, interponiéndose entre la cuchilla y su cuerpo, es una. Mi esposa ha desplegado sus Lif en innumerables guerras donde frágiles e inocentes seres perecen por el acero y fuego. Bríndales tu privilegio, alza su moral y combate junto a ellos. Convence a más personas de que eres su igual, no su ejecutor.

Contemplé sus palabras, su oferta.

—¿Qué pasará con mi familia? ¿No volveré a verlos?

La persona en la cornisa desapareció cuando alcé la vista para encontrarlo, luego lo percibí al frente mío cuando devolví la mirada. Elevó su mano al frente de mis enrojecidos ojos y me ofreció un teléfono, luego dijo que los llamara y me despidiera. Los ayudaría más limpiando mi legado que estando a su lado luchando contra el mundo sin oportunidad de demostrar nada. Tomé el dispositivo y su pantalla se encendió, lo primero que vi fue un acceso a marcación con el teléfono de mamá en él. Lo oprimí y en poco tiempo la llamada se conectó.

—¿Mamá?

—¡Cloudy! Dime dónde estás, ya conseguimos una rueda de prensa, la policía fue obligada a cooperar, tu hermano consiguió que un juez nos dé una orden mañana temprano y…

—Mamá… ya no estoy en la base Nellis, me ayudaron a escapar.

—¿Cómo? ¿Quién? Dime todo lo que sepas, daremos la conferencia pronto.

Tragué saliva tratando de acomodar mi voz y de controlar mi llanto que se intensificaba por escapar.

—Él… él me rescató. Estoy bien, lejos de los militares. Mamá… Tengo que decirte algo.

Ella cayó un momento. Luego respondió.

—Qué ocurre hija.

—Yo… Lo lamento mucho, mamá. Nunca quise hacerlos pasar por todo esto. Debí ser más madura, afrontar este problema desde el principio sin colocarlos en riesgo. Todo es mi culpa…

—No, no hija. Nada de esto es tu culpa. Lo arreglaremos, te prometo que lo haremos. Dime dónde estás, iremos por ti. —Continuó tratando de ser la mamá que su hija pequeña necesita. Algo que derrotó mis ya vulnerables defensas.

—No… no voy a regresar. No quiero ponerlos en más peligros. Esto no terminará volviendo a casa, no terminará con una conferencia. Debo… ¡Debo hacer algo más! Algo que lo cambie todo… tengo la oportunidad de hacerlo, de limpiar mi nombre, de callar a esas personas que dijeron cosas horribles de mí.

—Hija ¿de qué estás hablando? Dime dónde estás, hablaremos de todo esto. Lo arreglaremos, irte no es la solución.

—Por favor, enciende el altavoz. Quiero decirles a todos que los amos, que agradezco lo que hicieron por mí, aunque a veces fuera difícil, siempre supe que estarían ahí. Quiero que sepan que los haré sentirse orgullosos de mí y cuando termine, volveré a casa…

Mamá soltó en llanto, papá en furia o temor. Mis hermanos no se pronunciaron, no tenían palabras para hacerlo. El llanto se repartió en ambos lados de la llamada, habría deseado abrazarlos, verlos por última vez y tener más de esos días en familia donde la comida estaba servida y todos nos sentábamos alrededor de la mesa para hablar y convivir. Donde las risas no faltaban y las historias, aunque contadas mil y una veces, volvían a causarnos la misma fascinación que la primera vez. Añoré esos días, esos momentos, esos recuerdos felices…

Colgué el teléfono y lo devolví sin poder controlar el llanto. Él no cambió su estado, dio pasos lejos y abrió un portal donde los tronidos como fuertes relámpagos sacudieron el entorno, mismos que me alertaron. Vi en ese gigantesco óvalo un sitio distinto al panorama. Era de día y el desierto lo cubría todo, con pequeños matorrales y plantas ocre que se esfuerzan por vivir y montañas rocosas a la lejanía. Dijo que él no me acompañaría, yo debía cruzar y encontrar a Bheka quien me ayudaría a limpiar mi legado. Cuando giré para preguntarle cómo la reconocería, ya se había ido.

Dudé si era lo mejor, pero regresar tampoco solucionaría nada. Di pasos lentos y me paré frente al portal donde contemplé por última vez mi hogar, el país donde había nacido. Sentí la brisa cálida del desierto y su olor característico que no pertenece a California pese a ser climas semejantes. Mi oportunidad de limpiar mi nombre se encontraba allí, en ese lugar desconocido.

Cerré los ojos para despedirme internamente y al abrirlos, crucé el portal.

—¡Bombazo de noticiones! Hola bienvenidos a su canal Insidious con su buen amigo Jhonny Caster. ¡Qué locura de mes! Cloudy Mäkinen no descansa y nos ha entregado un nuevo giro de acontecimientos puramente sacados de una película de terror o de un malvado libro que la quiere ver sufrir. Empecemos con su trágico o heroico desenlace. Como todos nos enteramos la joven actriz, activista e influencer ahora tiene un nuevo papel estelar que ningún actor en su sano juicio aceptaría, y es la mismísima guerra de los Cuatro Desiertos. ¡Usted sabe cuál! La noticia corre desde el medio oriente donde varios canales locales han publicado fotografías de la siempre guapa Cloudy usando el uniforme de las fuerzas de combatientes que se hacen llamar Jinetes del Desierto. ¡Vaya nombre más acorde a su situación! Ahora en su nueva interpretación lucha contra el terrorismo y el fanatismo extremista que ha azotado las tierras santas desde que se tiene memoria. Todo después de que necesitara salir del país por cuestiones de seguridad donde su familia pudo constatar a través de una conferencia de las vejaciones que sufrió la promesa hollywoodense en su estadía en la base Nellis, donde nuestros miedos más conspirativos y paranoicos nunca están de sobra. La joven actriz fue sometida a impensables experimentos por parte de nuestro siempre querido tío Sam y sus intereses patrióticos. Dios bendiga nuestro país más que nunca. Aunque el gobierno niega que tales experimentos hayan sido llevados a cabo, es bien sabido que Cloudy Mäkinen fue llevada a un centro de investigación militar aquí mismo en L.A. y las fotografías de los paparazzi, que son increíblemente molestas, pero nunca falsas, lo confirman. ¡Qué nos ocultas tío Sam! La joven actriz deja atrás un legado de luchas por los derechos de la igualdad y fascinantes películas con tramas que fueron controversiales y ahora mismo reciben un repunte de visitas en los portales de streaming que nunca perdieron la fe en la actriz y mantuvieron su filmografía siempre disponible. ¡Y para finalizar! El canal Insidious desea lo mejor a su siempre querida y amada Cloudy Mäkinen que nunca nos había regalado noticias tan jugosas como otros actores menos reconocidos y más vulgares. Cloudy, donde sea que estés, y como decimos en Hollywood, ¡Que la fuerza esté contigo!

—Esta noche una avalancha de actos terroristas atacaron varias plantas nucleares de suma importancia y capacidad a nivel mundial. El grupo conocido como los Opositores consiguió hacer su brutal acto en cientos de reactores altamente abastecidos de material nuclear, donde personal de confianza, perteneciente a la organización, fueron responsables de los incidentes. En los primeros informes y puntos de vista de expertos, lo consideran la catástrofe ambiental más grave del mundo, superando a Chernóbil y Fukushima. Creando zonas inaccesibles por los próximos cientos de años y nubes radioactivas que se traducirán en miles de muertes indirectas derribados de varios tipos de cáncer, malformaciones y desabasto de alimentos por cultivos y mares afectados. Los ecologistas están preocupados por las consecuencias inmediatas de estos actos terroristas sobre los tratados de concienciación llevados a cabo por la campaña Planeta Único. La ONU aún no hablado al respecto.

—¡Vean eso! ¡Vean eso! Están cayendo por toda la ciudad, Manhattan está bajo ataque. ¡Dios lo ha hecho! ¡Ha cumplido su amenaza! No tenemos a dónde huir, estamos rodeados por esos… ¡Esos demonios! La guerra comenzó, hermano, está aquí. El juicio final. ¡El puto juicio final! Si puedes ver esto antes de que muera. ¡Huye!

—Varios países de la Unión Europea han entrado en estado de alarma máxima. Las movilizaciones de tropas se dirigen a las principales ciudades de Londres, Berlín y París en un intento de frenar en lo que muchos han llamado el Fin del Mundo. Minutos después de que un similar ataque ocurriera en EE.UU. en ciudades de la costa este, como su primer blanco el Estado de New York, hasta cubrir todas las principales urbes de aquel país. La ONU ha declarado el ataque como un acto de guerra y ha instado a todos los países del mundo a preparar sus defensas y evacuar a todos los civiles.

—¡Ha comenzado! Dios nos ha traído tragedia. ¡Debemos unirnos! Retar al blasfemo y revelarnos como un pueblo único. Que nuestros hermanos y hermanas sepan que el fin está aquí y que nuestras almas serán juzgadas por un dios profano. Alza tus armas y agrede a los demonios. Hoy somos uno solo. Hoy escupiremos a dios.

El agua es fría, la corriente del río nunca ofrece otro temple, introduzco las manos y elevó una gran cantidad de líquido que cae sobre mi cuerpo, las cuchillas inmediatamente se clavan en mi pecho y escurren por mi abdomen creando una sensación de desasosiego. El viento encuentra una víctima y los altos acantilados de Rhummel los dirige hasta mí sin otra escapatoria que continuar la ducha antes de que la hipotermia decida también alojarse.

Con el cuerpo entumido, decido que por hoy es suficiente, regreso a la orilla con pasos cortos deseando no resbalar entre rocas segregadas por la corriente. Al tomar mi ropa que espera pacíficamente sobre un tronco seco, escucho a lo lejos el grañido de un halcón, miro al cielo y entre el cúmulo de puentes que cruzan el cañón, veo al ave tomar vuelo buscando su siguiente presa. Contemplarla casi hace que olvide el viento petrificando mi piel.

Regreso a mis pertenencias y busco la ropa más básica en mi mochila, apartando la que luego usaré. Toda esta vestimenta la he conseguido en la ciudad más cercana, Constantina. Los puentes que logro ver desde el pie del cañón son lo que alguna vez los pobladores transitaron, ahora abandonados, inclusive derrumbados. He tenido que darle arreglos a la ropa y ajustarlos a mi delgado cuerpo, pero han sido útiles al paso de los años. Llegará un momento en que ni siquiera buscar reiteradamente en esa ciudad, me ofrezca más prendas y es en ese instante, que deberé elaborarlas.

Tomo un cepillo y aunque nadie me ha mirado en más de una década, es una costumbre que me tranquiliza el desenredar mi cabello que pocas veces corto. Mirar el río y su caudal, es otra forma de encontrar paz en un mundo ya de por sí silencioso. Espero pacientemente que mis trampas capturen la cena de hoy y espero sea rápido, la noche pronto me alcanzará y debo regresar a la karxane.

Finalmente, una de las trampas se agita y jaló del cordón hasta encontrar un pez fraile que decepciona mi paladar. Sin nada mejor que esto, decido llevarlo conmigo. Subo por las viejas escaleras que los pobladores montaron para escapar del cañón, lo inclinado del muro impide escalarlo sin ayuda. Estos ascensos fueron creados con cadenas y peldaños resistentes, durarán muchos años y son mis mejores compañeros ahora mismo. Al trepar llego a la cima donde la vista es saciada por enormes paredes y desfiladeros de roca amarilla contrastada por el verde follaje de la vegetación nativa. La vista es maravillosa, más allá se encuentran las ruinas de la ciudad de Constantina que varias veces al mes suelo visitar en búsqueda de algo útil. Hoy no es necesario, todos mis artículos se encuentran en perfecto estado, hasta donde es posible.

Mi vida no siempre fue así, yo solía ser una exitosa actriz hollywoodense, hasta que fue drásticamente cambiada. Antes de todo esto, de la guerra y la aniquilación, viví con los ejércitos Kurdos en búsqueda de su identidad territorial y la guerra de los Cuatro Desiertos. Ser una nación proscrita y reconocida. Ahí mi vida era distinta, cambié las glamourosas limusinas y el moka, por vehículos blindados y el olor a pólvora.

Yo soy una Protegida, mi cuerpo no puede ser dañado por las balas o explosiones, no pueden derramar mi sangre o asesinarme, sirvo de escudo para los que seguían mis órdenes y dirigí a mis tropas a muchas victorias. El vivir ahí, enfrentar al Daesh, transformaron todo en mí. Más ese no fue el final de mi historia.

Ahora vivo aquí, en las ruinas de una ciudad prodigiosa, en expansión, que fue trágicamente cortada por la guerra. Ahora sus calles están vacías, sus jardines crecen sin temor a la mano del hombre, sus escuelas están vacías de gritos y juegos, sus casas faltas de hospedantes que no sea los nuevos inquilinos salvajes que las han declarado como suyas. Este es el mundo actual, el mundo después del exterminio, después del fin de la guerra. Han pasado catorce años desde ese momento que el pensar en ello, es borroso y confuso. No supe en qué momento los ejércitos perecieron y los sobrevivientes fueron buscados y asesinados. En algún momento los portales me arrojaron aquí y se olvidaron de mí.

Camino sobre el perímetro del cañón, del lado opuesto de la ciudad, evitando mirarla. Su aspecto descuidado y ruin, es demasiado para mí. Imaginar las miles de almas ahí perdidas, es algo que no deseo tener en mi mente. Me dirijo a la arbolada con sus vívidos colores y hojas de árboles nativos, los animales se han acostumbrado a mi presencia y mis pasos no los ahuyentan ya. Sigo recto hasta que el sonido del río formando eco en los desfiladeros se desvanece y queda el sonido del viento empujando el ecosistema. El olor a tierra húmeda penetra mi olfato y la frescura del ambiente me obliga a frotar mis brazos.

Miro el suelo evitando las rocas y las raíces levantadas, procuro pisar con cuidado, no hay prisa, aún quedan varias horas de día y el camino es largo hasta la karxane. Es tiempo para apreciar la naturaleza recuperando el mundo.

Shalalala la —Canto para mí.

Conforme brinco de una roca a una gruesa raíz, luego a tierra firme enfrente de un encharcamiento por las recientes lluvias. Haciendo equilibrio con mis brazos para no caer. Llegó al otro lado feliz de haber sorteado la humedad que no me gustaría tener en mis prendas. Continúo acostumbrada a la soledad y a las pequeñas distracciones que a otros les parecería torpes. Con tranquilidad y fascinación, con entonaciones de canciones que no han sido escritas, murmullos de mis propios diálogos personales y saludando a los ya conocidos árboles que siempre me acompañan en el regreso e ida de mis visitas al río. Una vida simple lejos de todo el glamur, pero aun conservando el raciocinio y la pulcritud que siempre me han caracterizado.

Avanzo jugueteando con mis manos y mi entonación, sin prisa, sin compromisos que cumplir. Repito mi juego hasta que miro al cielo y veo una parvada de aves negras huir, algo que no es habitual.

—¿Qué las habrá asustado? —Me pregunto, pero esta vez no puedo responderme.

Giró para tratar de descubrirlo a través de la arbolada que obstruye mi panorama. Agudizo mis sentidos tratando de percibir el peligro que las aves notaron antes que yo, sin poder imaginar lo que es. Cierro los ojos para concentrar mi oído y eliminar el silbido del bosque, el empuje del aire y el chillar de algunos insectos y animales. Está ahí, tenue, casi imperceptible. Un sonido característico que antes he escuchado, tan familiar como lo era el tráfico en L.A.. Tan común como lo es la mecánica y los motores a propulsión antes del día del juicio. Cada vez más cerca, más fuerte y penetrante. Sé la clase de ruido que es, pero mi mente no lo acepta. Abro los ojos con incredulidad y pienso que debo verlo para comprender lo que sucede.

Suelto mi mochila y corro hasta el árbol más alto que encuentro varios pasos detrás. La arbolada es frondosa, pero no alta, me bastará con conseguir una mayor elevación usando el tronco inclinado de ese conífero. Escalo lo suficiente para sobresalir del techo del bosque y miró hacia el horizonte con el sol sobre de mí iniciando el medio día. Ahí como una gigantesca ave de alas negras, una nave se atreve a cruzar los cielos vacíos libres de cualquier creación humana. Y tan pronto la veo, continúa su avance a una dirección que me causa terror.

—La karxane… —Me repito. Asustada por fallar en la única tarea impuesta por dios.

Saltó del árbol y caigo varios metros sin causarme daño, corro hasta mi mochila y busco en ella la vieja Grach-21 que no he sostenido en mis manos por mucho tiempo, su peso me es indiferente y su historia punza en mi pecho. La guardo a mi costado, en la funda de la cintura del pantalón, luego tomo la mochila y suelto la cena. No tengo tiempo de cargar con algo más que no sean mis pertenencias más importantes.

Corro a través del bosque sin dar importancia a los encharcamientos y prendas húmedas, sin preocuparme por las ramas que se atraviesan y las raíces que debo esquivar con saltos precisos. El ruido de la nave es cada vez más poderoso, más cercano, tanto que miró al cielo y veo su silueta cruzar cerca de mí, ensombreciendo todo a mi alrededor. Dentro de ella hay una presencia reconocible, una que me ha alimentado en la última década. La energía de un Protegido. Más razones para temer.

—¿Qué hacen aquí? ¡Qué quieren! —Me digo y reanudo mi marcha.

Más rápida, más precisa, con saltos más largos, con movimientos más ágiles. Debo llegar hasta la karxane. Debo estar ahí, debo protegerla. Es mi único fin. Él así me maldijo…

—Protegida —dijo la voz femenina proveniente de una niña—. ¿Terminaste mi encomienda?

—Lo hice… asesiné a cada Protegido, a cada seguidor que encontré. Falta uno que tus portales no han hallado. No puedes culparme por tu falla.

—Eso no importa ya, has cometido tu labor con gracia y resiliencia. La energía y sangre de tus iguales te protege ahora. No avaricies más paz.

—¿Qué harás conmigo ahora? —pregunté, siguiéndola con la mirada siempre que me fuera posible. Ella caminaba alrededor mío— ¿Vas a asesinarme?

—Una adalid valiosa como tú, no puede tener un final que no sea digno de sus proezas. No, Protegida, no soy un ser benevolente, pero tampoco déspota. Sé que tu mente se ha mancillado por los actos que has cometido, tu legado fue manchado por cumplir mi obra. Por lo tanto, te encomiendo una única tarea, proteger mi único templo en pie. Que tu mano impida que los sobrevivientes lo derriben, que tu adarga los ahuyente.

—¿Fabricarás más rûh? ¡No has terminado con la humanidad ya!

—La humanidad actual no tiene el poder y el número para dañar el planeta, pero es inevitable que, en siglos por venir, repitan los mismos errores. No, los humanos ya no me interesan, ahora busco un secreto, uno que me permita florecer la vida en otros planetas. Repetir la ecuación y olvidarme de este mundo y sus plagas. Ese día, Protegida, serás completamente libre de cargar mi estandarte. Si cumples mi orden, el dolor que percibes será borrado, no necesitarás al último Protegido para desvanecerlo, pero si fallas… las consecuencias serán… devastadoras. Tu legado maldito te precede, sé que no fallarás. —Finalizó desapareciendo para después generarse un portal.

Mi legado… mi maldición.

Mi escudo lo percibe, libera su energía, activa su fortaleza. Me obliga a cumplir, a cometer actos que no deseo. Inyecta poder a mi cuerpo que ha sido robado de cientos de Protegidos. Me siento más rápida, más fuerte, más letal. El bosque se vuelve lento ante mi velocidad, los animales huyen ante la ferocidad que mi cuerpo emana. Estoy cerca de la karxane y de los invasores quienes han cometido un error al venir aquí. Uno del cual no sobrevivirán.

Lo siento. Mamá, papá, hermanos. Humanidad. Me convertí en el arma de dios, aquella que ustedes predijeron.

Esa es mi historia.

¿Qué ocurriría si dios descendiera y amenazara a la humanidad? Aún más, tú eres una elegida a quien no se le puede dañar. ¿La sociedad cómo respondería? Cloudy Mäkinen fue alguna vez una joven actriz y activista; valorada y reconocida en el mundo por su trabajo, pero el posible legado que pudo dejar después de su trágico accidente fue borrado por un privilegio que pocos poseen. Uno que la coloca en la mira de los más fervientes opositores de dios quienes la consideran un arma que pondrá fin a la humanidad.



Cloudy Mäkinen es una actriz privilegiada en la cúspide de su carrera, pero la llegada de dios y su inminente amenaza a la humanidad desatará caos en su vida al descubrirse que es una Protegida. La sociedad que antes la aclamaba ahora la asecha por temor.

Mini historia de personajes del libro en desarrollo -- Creador de Vida --

20 de Novembro de 2020 às 05:34 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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