white_son07 Yoshiro Tsukinami

Erase una vez... un Dragón que se enamoró de un astuto y coqueto zorro.


Conto Todo o público.

#258 #zorro #dragon #fairytale #bl #slash
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Había una vez un Dragón muy solitario, siempre encerrado en su cueva donde todo lo que había era una inmensidad de tesoros y riquezas que de poco le servían aunque le encantara coleccionar todos esos objetos brillantes que a los humanos volvía locos. Un día decidió salir a dar un paseo. El cuidar de su tesoro era una simple excusa que usaba para sí mismo pues eso no era realmente necesario; el humano que osara intentar robar cualquier cosa suya estaría bajo un embrujo que sólo él podía quitar. En su paseo se encontró con una grata sorpresa.

Un pelaje rojizo llamó su atención mientras caminaba entre los árboles por los que apenas y cabía. Con cierta curiosidad le siguió a una distancia prudente tratando de ser cauteloso, para no ser descubierto, y cuando ese pelaje cruzó unos arbustos se encontró con un río. Su oído captó las risas y palabras animosas a un costado, así fue como se encontró nuevamente con ese brillante y bonito pelaje. Un zorro. Probablemente un adulto joven, de un tamaño más chico de lo normal pero no lo suficiente para confundirlo con un cachorro.

El zorro bromeaba y convivía con una manada de osos mientras estos cazaban peces en el río. El dragón creyó que eso era extraño, el que los osos aceptaran su compañía tan tranquilamente o que esa pequeña bola de pelos rojizos con negro y blanco no se estuviese escondiendo no era común; sin embargo, entendió el por qué cuando logró observar como el zorrito se colaba entre todos esos osos y robaba algunos peces sin dejar de lado la conversación. Poco después, el pequeño ladrón empezó a hacer algo similar a un baile acompañado de algunos grandulones que le siguieron el juego.

Al poco tiempo, el zorro había logrado juntar suficientes pescados detrás de un arbusto sin ser atrapado. Se despidió luego de haber fingido cazar unos peces sin éxito y logrando que un par de osos le regalaran un par cada uno. El dragón pensó que acababa de presenciar a un buen actor que compensaba su tamaño, poco favorecedor para sobrevivir, con un ingenio práctico.

Se había maravillado del otro ser en poco tiempo, pero no le importaba.

Se disponía a irse cuando notó que el pelaje de color brillante había desaparecido; pero se sorprendió cuando, al darse vuelta, se topó con ese animalillo que le había robado el aliento en tan poco tiempo. Un pescado de tamaño considerable se encontraba en su hocico, sostenido sin ejercer mucha fuerza con sus dientes. El zorro lo dejó con cuidado en el suelo frente al dragón y luego tomó distancia mientras hacía un gesto de ofrenda.

—Sé que me ha estado observando desde hace un buen rato ¿Ha disfrutado del pequeño entretenimiento? Lo hice por usted. No podría haber tomado tantos pescados de no haberlos distraído otro poco.

El dragón tomó el pescado y lo devoró antes de responderle con honestidad.

—Gracias, aunque no era necesario. Sin embargo, debo admitir que me ha gustado verte haciendo ese extraño baile.

El pequeño zorro se sintió ligeramente cohibido, a pesar de eso mantuvo su postura e igualmente se sinceró:

—Creí que usted tendría hambre, y me miraba porque deseaba comerme. —El dragón soltó una suave risa ante la conjetura del joven que si bien era errónea, tenía algo de cierto; aunque en un contexto distinto. Negó suavemente.

—En realidad... te observaba porque me parecías interesante. Me has cautivado en este corto tiempo y me gustaría que te volvieras parte de mi fortuna.

El zorro ladeó la cabeza dudando sobre las palabras del dragón. Lo observó con cuidado. Sus palabras parecían ser verdad aunque no entendía del todo a lo que se refería con eso.

— No soy un objeto, Sr. Dragón. Por lo tanto, no puedo pertenecer a usted.

—Entonces... ¿Cómo puedo hacer que te quedes a mi lado?

Desconcertado por tal pregunta, el zorro llevó una de sus patas a su mentón mientras pensaba en una solución que favoreciera los deseos de ambos. No conocía a ese dragón, pero sabía, por viejas pláticas de los ancestros, que su especie era una aficionada a los pactos. También sabía que esos pactos iban acompañados de maldiciones, pero no temía por eso.

—Hmmm... podemos hacer un pacto. He escuchado que a ustedes los dragones le gusta mucho hacer esas cosas.

El dragón asintió a su comentario. Por su parte, los pactos no eran algo que gustase hacer con frecuencia pero si con ello lograba que aquella bola rojiza permaneciera a su lado entonces accedería gustoso a uno.

—Bien. Entonces el pacto será el siguiente. Permaneceré a su lado y usted permanecerá al mío. Cuando usted muera, yo moriré. Y si por azares del destino yo muero antes, usted dormirá hasta que yo vuelva a nacer, cuando esto pase usted deberá buscarme porque yo no recordaré haberle conocido en mi vida pasada. Lo mismo aplicaría en caso contrario.

El zorro se le acercó con cuidado en espera de una respuesta positiva. El dragón lo pensó con cuidado, era un pacto de compañía eterna de su parte pero no quería sólo eso así que añadió algo más.

—Me parece bien, pero me gustaría agregar algo más. —El zorro asintió con la esperanza de que aquello que agregase no le limitara en su día a día. —Si la vida de ambos termina al mismo tiempo, nos encontraremos en nuestras nuevas vidas.

—Si eso es lo que desea, entonces que así sea. No habrá vuelta atrás incluso si después se fastidia o aburre de tenerme a su lado.

—No creo que eso llegue a suceder. Cuando robabas esos peces, también robaste mi corazón. No hay motivo por el cual, llegue a hastiarme de tu compañía.

Sintiéndose conmovido, el zorro se alzó sin despegar sus cuartos traseros del suelo y estiró su cabeza. El dragón entendió que aquello era un pedido a que él terminara de acercarse así que bajó la cabeza logrando que ambos hocicos se rozaran. Pronto, unas pequeñas patas se posaron a cada lado del suyo antes de recibir una lamida en la punta y comprendió que aquello fue el cierre de su pacto.

Luego de aquello, ambos pasaron sus días juntos. Al poco tiempo, todos en el bosque sabían de la extraña relación entre un zorro y un dragón que iban juntos la mayoría del tiempo. El dato de cómo es que habían empezado a juntarse iba de boca en boca, con una versión diferente todo el tiempo pero todas equivocadas al final del día. A pesar de eso, todos podían ver que aquella unión era fuerte a pesar de pertenecer a especies diferentes y fue por ello que se convirtieron en la pareja favorita de la mayoría.

El zorro, quien empezó con aquella relación sin saber que se trataba de algo como eso, terminó enamorado de ese dragón que le seguía y cuidaba mientras lo dejaba ser. Comprendió entonces a lo que se refería aquel dragón cuando le habló por primera ves. Tal era su enamoramiento que incluso llegó a desear ser un dragón hembra para darle un huevo, sin embargo, el dragón logró hacerle entender que aquello no era necesario.

Y así, pasaron sus días como una pareja envidiable hasta que el pequeño zorro enfermó.

El dragón sólo podía ver como con el pasar del tiempo empeoraba y no podía hacer nada para salvarlo. Se trataba de una enfermedad que acabó con gran parte de los zorros que habitaban ese bosque y los pocos que quedaban sanos se habían ido sin mirar atrás. No había cura, el pelaje que una vez fue de un bonito color rojizo se había convertido en un pelaje apenas anaranjado parduzco con gris. Sin embargo, el dragón nunca se lo hizo saber.

—Ey... ¿no crees que luzco terrible? puedo ver que el pelo me cae por montones.

—Luces tan lindo como cuando te seguí en el bosque por primera vez.

—Mírate, eres bueno mintiendo.

—Lo digo en serio.

—Gracias.

El pequeño animal se acurrucó aún más bajo el ala del dragón. Su cuerpo temblaba por un frío que sólo él sentía. Sabía que le quedaba poco tiempo, había soñado con eso muchas veces aunque no lo había comentado nunca en voz alta. Del mismo modo, sabía que incluso el dragón podía sentir el aroma a muerte que le rodeaba desde hace tiempo.

—Te amo, de verdad... aprendí a hacerlo.

—Lo sé.

—Sólo debías decirme que también me amas.

—También te amo.

Fue entonces que el dragón sintió cómo, a su costado, el que se había acurrucado en busca de calor dejaba finalmente de temblar. Pero además de eso poco a poco la respiración se volvía lenta. Pausada. Nada.

Hizo un pequeño entierro en el lugar donde se habían conocido, y volvió a su cueva al día siguiente.

Se acomodó en una zona apartada y finalmente, durmió con la esperanza de que su pequeño zorro no tardara en volver.

18 de Março de 2022 às 00:00 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

Conheça o autor

Yoshiro Tsukinami Un fangirl que desahoga sus penas escribiendo fanfics con tintes eróticos. O un intento de eso.

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