yayaboddah9592 Yaya Boddah

Kim Seokjin es un chico muy peculiar atrapado en un pueblo muy aferrado a sus costumbres. •| Songfic: Adore you, Harry Styles •| Película referenciada: Swiss Army man •| Publicado en el Antober (wttpd)


Fanfiction Bandas/Cantores Todo o público.

#drama #btsfanfic #seokjin #namjoon
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Como basura

Kim Seokjin sabía que los extremos no existían. Que no todo es blanco y negro. Y que su sonrisa brilla tanto que achicharró las pestañas a cinco personas que se atrevieron a verlo fijo. Aunque sin que fuese esta su intención, por favor. Entonces, está él en un mundo gris, que no admite mucha sonrisa —porque nunca sabe los resultados que pueden tener— y en el que cada día su soledad se vuelve lluvia y lo empapa desde el cabello hasta el alma.

No fue extraño que un día, harto de no saber ya si sueña —pesadillas de costa pesquera, isla paradisíaca venida a menos— o si está despierto, se cargue la vida al hombro y decidiera ahogarla.

Se arrastró por el pueblo con la cabeza gacha y las manos enterradas en los bolsillos. No se chocó con nadie aunque era hora ajetreada porque los amables lugareños se empujaban entre sí para evitarlo: gracias.

Llegó a la playa. Y el pueblo era apenas el sonido que hace una radio cuando la dejas en el cuarto, te marchas y cerras la puerta. Por alguna razón, esto lo hizo sentir mejor. Le aterraba llegar solito al mar y que este creyera que nadie lo echaría en falta. Pero claro, el mar seguro lo sabía. Con esa sabiduría que tienen las cosas que nadie sabe cómo llegaron donde están y que seguirán allí una vez todos se vayan. Como la radio. Como el pueblo. Sin él.

El rugido del mar le supo a bienvenida. Y a burla. ¿Es que podía ser que el mar se estuviera carcajeando, como un ebrio de taberna, de él? ¿Del saco azul que heredó del abuelo Kim y que le queda chueco? ¿Del montón de piedras que carga en el bolsillo? ¿Del frasco en el que guardó aquel angustioso grito de auxilio que no se atrevió a liberar? Sí. Tal vez era mejor de esta forma. La muerte era una sonrisa patas arriba ya por sí sola. Hasta sería más divertido morir ante el agitar enojado de un mar que se ríe para no llorar.

Pero pasa que los encuentros oportunos se dan cuando no estás buscando. Y Kim Seokjin no lo estaba buscando, pero se encontró asistiendo a un muchacho que trajo el mar hasta la orilla. Lucía paliducho, el pobre. Tenía un traje azul como el suyo, camisa que fue en un tiempo blanca y corbata. Y si los sonidos que el cuerpo hizo cuando lo removió hasta la arena lejos del mar se sucedían desde antes, podía creer que era este el motivo de las risas de las olas y no él.

El ojo del cadáver lo observó como las fotografías de su familia que no lo visita porque no lo entienden. Desconcertado. Indiferente. Le bajó el párpado para igualarlo al otro. No funcionó. Lo intentó de nuevo. Tampoco sirvió. Párpado abajo. Párpado arriba. Párpado abajo. Párpado arriba. Y en loop.

—¡Que le pares con eso, hombre!

Y el grito hizo que el cuerpo se agitase, como un pez fuera del agua. Aunque no boqueaba por oxígeno, sino que se pedorreaba. Ya quedó claro. Seokjin tuvo hasta vergüenza ajena por la cantidad de aire de aquel cadáver. Más cuando vio que estaban acercándose un par de personas. Decidió que no podía dejar que se burlen también del cadáver. Ya lo hacía el mar. Y él, aunque en secreto. Además, tiene experiencia siendo objeto de risotadas.

Y olvidando su tarea de quitarse la vida, arrastró el cadáver hasta la cueva del saliente de roca cercano.

+

Días después, Seokjin seguía escuchando al mar reírse. Ahora de los dos. Del cadáver pedorro. Y del cobarde que lo usa de almohada. Sin embargo, no hace caso. Y para distraer al cadáver le cuenta de su vida. De cómo llegó a Eroda. De cuando su padre le contaba historias sobre esta isla.

Y era divertido tratar de interpretar, según la intensidad y graduación del sonido del gas, qué respondía el cuerpo muerto.

—¡Que no se viaja en días impares o todos quedarán calvos! ¡Creeme!

La cueva húmeda donde se alojaron decidió acoger los sonidos con celo de que estos se escapen. Caverna defectuosa. Sin eco. Pero gracias a ello, Seokjin oyó el macabro balbuceo. Pensó que era un eructo —dado que el aire del cadáver huía por donde podía— y lo ignoró. Pero el trabajo de unir los sonidos en función de pronunciar vocablos tuvo frutos. Y el cadáver dijo:

—Te creo.

+

El cadáver al que Seokjin le decía Manny, resultó llamarse Namjoon. Lo supo cuando este pudo decirlo sin parecer una lata arrastrada en la acera. Y no era un mal tipo. Solo preguntón. Y pedorro, aunque Seokjin resolvió este asunto con un corcho que halló en la arena cuando fue a buscar comida. Todavía se colorea cuando Namjoon le pregunta al respecto.

Como el muerto no sabe mucho, Seokjin que no sabe mucho, pero sabe más, se ha encargado de rellenar los vacíos. Ahora descubrió que la muerte es como formatear un pendrive. Del todo a la nada. Y ahora confirma sus propias palabras sobre que no existen los extremos. Que no todo es blanco o negro. Y algo cambió: su sonrisa ilumina las pupilas muertas del cadáver, que no tiene pestañas que achicharrar. Y el mundo ya no es tan gris, sino ligeramente azul.

Y no está solo.

+

Salen de paseo. Seokjin tiene dolor de espalda de tanto cargar a Namjoon, pero este le compensa cantando. Es una canción viva en la voz del muerto. Y es dulce, pero amarga. Como morder un labial. El pueblo sintoniza a la distancia y ellos dos en la playa parecen ser los últimos habitantes del mundo. Y podrían acostumbrarse a ello. A tenerse el uno al otro. A esa amistad que no tiene sentido, ni mucha lógica.

Solo que no es posible. Hay en el mar un aviso. O son las gaviotas que intentan cazar los peces saltarines que migran. Algo les pone en alerta. Seokjin se aferra a Namjoon, como si su vida dependiese de ello. Y no se lo tiene que decir nadie: lo sabe. Depende de ello. Depende de un cadáver que le salvó de morir. Y suena patético, pero es verdad.

Cuando cae la noche los siguen buscando. Todos llaman a Seokjin. Pronuncian su nombre como si realmente quisieran hallarlo. Cosa que es curiosa y lamentable. Los mismos que lo evitaban como a los piojos, ahora registran la playa, ven al mar con expresiones sombrías. Lo quieren. Como se quieren a los muertos que en vida nunca se quisieron.

—¿Seokjin?

—Shhh, nos delatarás.

—¿Por qué no les dices que estás bien? ¿Es que no lo estás?

—Lo estoy —tranquiliza al cadáver, abrazándolo—. Pero si me ven, tendré que ser el Seokjin de ellos y no tuyo.

—No eres mío.

—Es cierto, pero estoy mejor contigo.

—Qué triste. Nadie te quiere. Eres como basura. Tú mismo lo dijiste.

—Sí.

+

En las noticias no dejaron de hablar del muchacho que vivió dos meses con un cadáver. Contaron cómo pescaba para sobrevivir. Cómo dormía en una cueva defectuosa —sin eco—. También mostraron los dibujos en las rocas que Seokjin tomó como pizarrón. Las esculturas de algas y basura.

La isla Eroda fue foco de turismo. De todas partes venían a ver la cueva defectuosa. A sacarse fotos. A pasear. A ver el mar y oírlo burlarse. A escuchar la radio de la ciudad en una playa cada vez más brillante.

Hasta los animales que huyeron del clima antipático regresaron. Y los peces venían a visitarlos, también. Y el dinero no caía del cielo, pero sí de los bolsillos turistas. Aunque seguía sin poderse comprar la felicidad. Y se mantenían los ceños fruncidos como cara de pescados descansando.

¿Y el cadáver de Namjoon? ¿Y Kim Seokjin?

Lograron escapar. No sin antes dejar un par de frascos. En uno de ellos, se oye la voz de Seokjin que dice que está bien, que es feliz y que tiene un amigo. Que la soledad es una emoción repleta de viajeros tratando de buscar su lugar en el mundo. Y que sin amistad se está perdido. Y abandonado —se oye una voz extra que dice "como basura"—.

En el otro frasco, un pedo. Y fue tan ruidoso que el pueblo se quedó en silencio por minutos. Hasta el viento se calló, y el mar bajó el volumen. Y pronto un hombre diminuto, calvo —todos quedaron calvo ese tres de noviembre— comenzó a reír. Y su risa fue como un bostezo. Boca abierta y ojos cerrados. Y contagioso. Y el mundo ya no fue gris, ni azul. Tuvo tanto color como se le antojó.



FIN.






¡Gracias por leer!

:)


24 de Outubro de 2023 às 15:51 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

Conheça o autor

Yaya Boddah Leo y escribo fanfics de BTS. No hay afán de ser escritora, nomás que escribir es como una droga y la vida es demasiado jodida ¿viste? Tengo un amor fuerte por Kim Seokjin. Ah, y shipeo mucho, variadito.

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