Escucho el sonido de los autos junto a la acera. Haciendo su música, unos con calma, otros desesperados. Miro a la gente y trato de adivinar qué están pensando, cada quien con sus problemas, sus desamores, sus victorias. Mientras yo estoy indecisa. ¿Será que se lo digo? ¿lo busco? ¿y si lo echo a perder?
El es tan lindo, se preocupa por mí aunque no somos nada. Es el único que me pregunta cada dia como estoy, si he comido algo… Qué tonta, ¿por qué lo dudo tanto? Es que somos diferentes, de mundos totalmente distintos.
El pertenece al mundo de los trajes, tiene una vida ajetreada y lujosa. Usa limusina y teléfonos caros.
Yo, vendo café en una esquina del centro de la ciudad, el dinero apenas me alcanza para vivir, no puedo costear la enfermedad de mi mamá y mis hermanitos van a la escuela cuando pueden.
¿Qué cómo nos conocimos? Pues por pura coincidencia. Era un día ajetreado, la calle estaba más alborotada de lo normal. Me encontraba ansiosa en mi esquina con el café, tenía la sensación de que algo trascendental iba a ocurrir. De un momento a otro me distraje y por cosas del destino chocamos.
El venía apurado con el teléfono pegado a la oreja gritando miles de cosas. Así tal cual, chocamos. nuestros mundos colisionaron. Yo con la pena de haber ensuciado su costoso traje con café de baja calidad. Y él, después de haber estado tan enojado de pronto se veía tan calmado, incluso más que yo. Estuvo dispuesto a ayudarme a reponer mi poca mercancía. Nunca entendí como un hombre tan refinado tomaba su café en una fea esquina cuando podía ir a un mejor lugar. Aunque debo admitir que alegraba mi día cuando aparecía. Siempre decía que le gustaba pero yo sabía que mentía.
Divisando su edificio seguí mi rumbo. Sin embargo todavía no me decidía si debía o no aparecerme así sin más en su espacio de trabajo. Me consolé diciéndome que solo pasaría de largo.
¿Debería? ¿de verdad debería intentarlo? Sí se lo voy a decir, le voy… ¡Boom! y todo había acabado, esperé demasiado. Cruzando la calle no me fijé en el auto, simplemente no pude evitarlo. Para ser sincera no recuerdo el golpe, yo solo abrí los ojos y me encontré de cara al cielo. Estaba tirada en el asfalto. El murmullo de la gente a mi alrededor era abrumador. No sé en qué momento llegó la ambulancia pero de lo que sí estaba segura era de que ya era demasiado tarde. Podía sentir como se me escurría la vida gota a gota.
Los hombres de emergencia me levantaron mientras para mí todo se oscurecía. Escuché a una voz masculina gritar mi nombre y mi corazón se rompió un poco más. Al final alcancé a ver su rostro entonces supe que sí me quería.
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