17sanchezmael Mael Sánchez

Existen lugares mágicos donde habitan criaturas maravillosas. Dones como la creatividad, la imaginación, la belleza, y la dedicación por las obras que sus creadores hacen con manos laboriosas, suscitan que estos seres existan. Registro de Propiedad Intelectual.


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Duendecita Alfiler

Existen lugares mágicos donde habitan criaturas maravillosas. Dones como la creatividad, la imaginación, la belleza, y la dedicación por las obras que sus creadores hacen con manos laboriosas, suscitan que estos seres existan.


Esta es la historia de una encantadora y traviesa Duendecita que vivía en un taller de costura. Duendecita Alfiler nació cuando una hermosa modista de corazón puro y sincero en su afán de terminar un traje que debía entregar por coser rápidamente se pincho un dedo con un alfiler, y al mezclarse la gotita roja que surgió como capullo de rosa con sus lágrimas cristalinas de repente ¡ZAS! Apareció mágicamente esta linda Duendecita.


Desde entonces habitaba en el taller y su misión era proteger, ayudar e inspirar a la costurerita cuidando el lugar. No la podía ver, solo algunas veces se revelaba ante sus ojitos y en un pestañeo volvía a desaparecer. Se divertía y reía alegremente al ver el rostro de sorpresa y desconcierto de su creadora, traviesa y juguetona al fin, cumplía su misión con diversión sinfín.


Todos los días la mortificaba, cambiando de sitio botones, alfileres e hilos a placer, jugueteando con listones, brocados y encajes, regándolo todo por doquier. La Duendecita nunca se aburría, pues siempre hallaba algo que hacer registrando gavetas, repisas, cofres y las cestas de telas también.


Lo que más la divertía era zambullirse en la cestita de pedrería, canutillos y lentejuelas, comenzando felizmente a lanzarlos por los aires a manos llenas, para ver los brillos de colores resplandecer al ser tocados por los refulgentes rayos de sol que atravesaban los cristales de las ventanas del taller.


La pequeña saltarina se alegraba cuando la costurerita llegaba afanosa al quehacer, ya que siempre había muchas prendas que terminar, y atuendos por confeccionar. Le gustaba verla ordenándolo todo, y después de barrer, limpiar y ordenar con esmero, todo quedaba limpio, los cristales de las ventanas relucientes como el sol en verano, el lugar de trabajo dispuesto y despejado, listo para que Duendecita Alfiler volviera a revolverlo todo otra vez, ya que no hay nada más grato que trabajar, crear y jugar en un sitio donde todo está en su lugar.


Pero un día la costurerita no paraba de coser, silenciosa y cavilosa en sus pensamientos. De repente comenzaron a brotar lágrimas de sus ojos, sorprendida la Duendecita pensó que eran perlas de cristal, brinco rápidamente del estante donde estaba y se poso sigilosamente en su regazo para atrapar algunas, y guardarlas para jugar con ellas después. Saliendo a borbotones muchas de una sola vez cayeron todas juntas para darle a Duendecita Alfiler ¡TREMENDA DUCHA! quedando completamente empapada de la cabeza a los pies.


Conmovida e intrigada se propuso a descubrir el motivo del padecer de la costurerita, pero para lograrlo debía aventurarse a ir más allá del taller. Al llegar la hora de partir a su casa la costurerita rápidamente reunió todo el material de trabajo, colocándolo con cuidado dentro de su cesta, sigilosamente Duendecita se escabullo dentro del pequeño bolsito que su protegida llevaba consigo todos los días. Lista para partir con algo de susto y expectativa por conocer otros lugares se dispuso cómodamente a observar todos los paisajes nuevos durante el recorrido del viaje.


Al llegar al acogedor hogar, una vez que la chica puso el bolsito en la mesa, Duendecita brinco a la primera repisa que avisto. Desde ese privilegiado sitio pudo apreciar todo el lugar, candiles brillaban titilando su luz volviendo cálido y acogedor todo en derredor. Entonces Duendecita Alfiler abrió sus ojitos sorprendidos, descubrió sin mucho esfuerzo ni faena por hacer el motivo que angustiaba a la costurerita, su madre ya muy viejita se encontraba enferma recostada en un enorme y confortable sillón, abrigada y sonriente recibió a su hija, pero su palidez asustaba, y para curarse necesitaba un medicamento muy costoso para ponerse buena y animada.


Duendecita Alfiler resuelta a resolver la situación, se dispuso a mantener despierta toda la noche a la costurerita. Luego de dejar a su madre dormida con sus pies bien calentitos, reanudo nuevamente su trabajo con premura, Duendecita Alfiler mágicamente ayudo a la destreza de sus manos, con su encantamiento


— ¡Brinca, Brinca, Brinca Alfiler! ¡Presta atención a la labor que tienes que hacer!


Muchas tremenduras hizo Duendecita Alfiler, le soltó un mechón de cabello en la cara, el prendedor del moño se lo desabrocho, le pincho el dedito más de una vez para que abriera los ojitos rápidamente empeñándose nuevamente en el quehacer, se cayó la tijera sonando estruendosamente despertándola también, y aleteó velozmente con las alitas cerca de sus oídos como el molesto zumbido de un mosquito trasnochado después.


Al salir el alba, la costurerita apreciaba sonriente el hermoso traje terminado, se sentía agradecida pues segura estaba que Duendecita Alfiler la acompañaba, su pequeña madrina pudo verla por instantes despabilando sus ojitos durante la noche, otra treta de la traviesa para mantenerla despierta.


Ya de regreso en el taller, la esperaba la dueña del encargo, quien quedo tan agradada y satisfecha por el precioso vestido que hasta una propina le dejo a la costurerita. Duendecita Alfiler brincaba de contenta, pero en cuanto la señora partió felizmente con su traje la chiquitina salto y pincho suavemente a la costurerita quien al instante recordó el motivo de tanto trabajo.


Salió tan velozmente por la puerta a comprar la medicina que sin darse cuenta quedo entreabierta, escabulléndose sonriente Duendecita salió a jugar en los alrededores hasta que volviera a regresar su favorecida. Luego de un tiempo con amorosos cuidados, y siguiendo la receta como el médico lo había indicado la madrecita estaba rozagante y dispuesta, la felicidad y la armonía estaban de vuelta.


Transcurrió un largo período de trabajo y prosperidad, pero llego el día en que Duendecita noto que la costurerita por momentos permanecía abstraída, la aguja se detenía en sus manos quedando la prenda en su regazo tendida, absorta su imaginación volaba brillando sus ojitos con un fulgor especial.


De pronto Duendecita Alfiler percibió un fuerte e impetuoso sonido como un tambor ¡TANTARANTÁN! ¡TANTARANTÁN! ¡TANTARANTÁN! que por momentos se acompasaba, para luego acelerarse otra vez, salto raudamente al pecho de la costurerita y escucho su corazón, al instante supo que eran los síntomas del amor.


Alistada para todo Duendecita Alfiler se propuso descubrir al caballero dueño de su amor, y de tanta emoción empezó a volar por los aires con una velocidad impresionante soltando chispas y destellos brillantes, pues segura estaba que el príncipe de corazón puro y sincero lo habría de encontrar, y al escuchar los latidos de su corazón sabría al instante si tenía los mismos síntomas del amor. Como Duendecita entendía que la timidez estropearlo todo podría…con su mágico conjuro todo lo arreglaría cantando una y otra vez


— ¡Pincha, Pincha, Pincha Alfiler! ¡Si le falta valor para confesarle su amor, motivándolo seguro manifestará su querer!


Y luego de resuelto el misterio…revolotearía por los aires cantando alegremente su mágico sortilegio


— ¡Brinca, Brinca, Brinca Alfiler! ¡Vendrán Nuevas Aventuras para Entretener y Resolver!

31 de Julho de 2020 às 03:10 3 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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Mael Sánchez Hola! En mi tiempo libre una de las actividades que más me gusta es leer, y desarrollar escritos sobre diferentes tópicos. A través de este medio comparto con ustedes mis creaciones. Saludos!

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Fermín Romero de Torres Fermín Romero de Torres
Pues vaya duende más brujilla, ja ja ja, cuento para niñas traviesas y nenes revoltosos.
August 04, 2020, 09:02

~