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A Yuri, por su destreza en la pista, le llamaban hada y por su comportamiento y estilo lo llamaban punk. ¡¿Que acaso no podían entender que él era un tigre?! Que ni siquiera le gustaba tanto el animal print, porque si ese fuera el caso bien podría usar estampados de cebras, cocodrilos o serpientes. No, solo estampados de tigres y en contadas ocasiones de leopardo (que eran igual de geniales, pero no tanto). Lo importante es que fuera de Tigre. Tigre.Tigre.Tigre.Tigre.Tigre.


Fanfiction Anime/Mangá Todo o público.

#yuri-plisetsky #tatuajes #tigre #Potya #Cumple-con-Canon #otabek-altin #Mundo-Patinaje #Mayoría-de-edad
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Under your Skin

Como en todas las entrevistas en las que participaba, independiente del medio, la temática o la situación, siempre habían preguntas que se repetían.


Y que se repetían una tras otra con la sonrisa plástica del periodista de turno.


A esas alturas, Yuri Plisetsky solo escuchaba un balbuceo sin sentido y ni siquiera miraba a la bonita periodista que, con ademanes amables, intentaba sacarle algunas palabras.


¿Qué esperaba ahora que iba a cumplir 18 años?


¿Eran ciertos los rumores que el presidente de los Estados Unidos le había ofrecido la nacionalidad a cambio de competir con el Team USA?


¿Estaba enamorado?


¿Por qué le gustaba proyectar esa imagen de punk?


Como acostumbraba a hacer, Yuri se paró del incómodo asiento del estudio y, sin importarle que fuera una transmisión en vivo en una de las cadenas de televisión más importantes del país, salió del plató con las manos en los bolsillos y la cabeza erguida.


Yakov y Lilia le gritaban mil y un cosas tras las cámaras, la entrevistadora estaba con la boca abierta, todo el staff del programa estaba en shock y no sabían muy bien qué hacer.


———


Yuri volvió a su departamento y desparramó su larga humanidad en el carísimo sofá aterciopelado rojo, se tapó la cara con un cojín y suspiró fastidiado, intentando aguantar todas las maldiciones que luchaban por salir de su boca.


Ugh.


Los odiaba a todos. A todos.


¡TODOS!


Empezando por los putos periodistas y sus preguntas estúpidas, a Yakov por arrastrarlo a las entrevistas, a Lilia por apoyar a Yakov, a Mila por habladora, a Georgi por quejumbroso, a Viktor por calvo ruidoso rompe-promesas y a Yuuri por… por ser un cerdo. Incluso su abuelito, Nikolai, era… no, a él no lo odiaba, solo que a veces (contadas veces), no lo soportaba.


Todos a su alrededor eran más sus enemigos que sus amigos. Lo obligaban a hacer cosas que no quería, lo arrastraban de un lado a otro, no lo dejaban en paz cuando quería estar solo y, lo peor de todo, ninguno de ellos lo comprendía.


¡Uy, pero qué adolescente!


¿Y qué mierda? Lo era, dentro de poco cumpliría los 18 y lo esperaba ansias.

Yuri sabía que podría tener un poco más de independencia y podría tomar un par de decisiones él solo, sin tener que consultar con su abuelito o alguno de sus tutores (o tener que ubicar a su madre en algún lugar del mundo para pedirle autorización).


Su teléfono celular comenzó a vibrar en su bolsillo, lo que le hizo gruñir. Aunque unas suaves patitas se posaron en su estómago y comenzaron un rítmico masaje tranquilizador; definitivamente amaba como Potya podía mantenerlo relajado a pesar de la insistencia con la que lo llamaban.


Se quedó quieto sintiendo la suavidad con la que su gato hundía sus patitas en su cuerpo, buscando alguna parte suave donde acomodarse. Cuando el sonido causado por la vibración se hacía más continuo, Potya comenzó a ronronear muy alto, como si con eso pudiera enmascarar el sonidito del molesto aparato.


Si fuera legal, Yuri se casaría con su gato.


Ah, pero cierto que también tenía ese jodido teléfono con contestadora; y antes de que alcanzara a desconectarlo la voz de Viktor escapaba de las bocinas:


“Sé que estás ahí, Yuri. ¿Acaso quieres matar a Yakov de un infarto? ¿Pensaste siquiera en Lilia? Dios, ya no puedes actuar como un niño malcriado, tienes que tomar responsabilidades, ir a la televisión te ayuda a conseguir sponsors, tienes que mostrar más interés, ¿sabes? sé que me estás escuchando y que te importa muy poco lo que diga, así que voy a llamar a Otabek“


Yuri estuvo tentado de arrojarle un zapato al teléfono una vez que sonó el indicador de que la llamada había sido cortada y grabada.


El idiota calvo siempre hacía lo mismo, creyéndose su padre lo llamaba para regañarle por su comportamiento y cuando no lo atendía, le amenazaba inmediatamente con llamar a Otabek.


Ni que el patinador de Kazajistán fuese una gran autoridad sobre él o algo…


O sea, tal vez un poquito, porque siempre lograba calmar su enojo, hacerlo entrar en razón y le ayudaba a pensar con claridad, pero eso era sólo porque Otabek era su mejor y único amigo, compañero de paseos, su consciencia cuando todo lo demás fallaba, su apoyo, su coach motivacional y su novio secreto (solo que esto último nadie lo sabía por… temas de edad, legalidad y nacionalidad).


En fin, el punto no tenía nada que ver con lo que Otabek era o no para él, sino que Viktor debía dejar de entrometerse en su vida.


Una semana más y podría mandarlos a todos al carajo.


A todos menos a Otabek, claro.


Si había alguien que sí lo entendía era Otabek Altin y no podía estar más feliz por ese hecho. Yuri siempre creyó que esas estupideces de que había una persona correcta para cada uno en algún lugar eran palabras vacías para solteronas y perdedores, pero el mundo se rió en su cara cuando puso a Otabek frente a él y supo que era la persona perfecta en el momento perfecto.


Era genial.


Podía hablar con él de cuanto quisiera, hacer estupideces como salir a escondidas a medianoche por una pizza saturada de queso y otras cosas grasosas, jugar videojuegos hasta las tantas de la madrugada o simplemente ver películas de terror de los 80, es más, Otabek era la clase de persona que no se molestaba por las solicitudes de juegos insulsos y siempre que podía le devolvía las vidas para que pudiera seguir en el vicio. Incluso era cómodo salir a comprar ropa con él, porque no era juzgado por sus gustos, si no que todo lo contrario, Otabek le alentaba a expresarse.


Y eso era TAN importante para Yuri… tanto, que nadie en el mundo podría imaginar lo bien que se sentía.


Obvio, no le gustaba ser tratado como un estereotipo solo por su forma de vestir o patinar, estaba harto de que lo llamaran el punk ruso, el hada rusa, y otros sobrenombres no tan populares, cuando él solo quería ser reconocido como el tigre de hielo.


Pero no, por su destreza en la pista le llamaban hada y por su comportamiento y estilo lo llamaban punk.


¡¿Que acaso no podían entender que él era un tigre?!


Que ni siquiera le gustaba tanto el animal print, porque si ese fuera el caso bien podría usar estampados de cebras, cocodrilos o serpientes. No, solo estampados de tigres y en contadas ocasiones de leopardo (que eran igual de geniales, pero no tanto).


Lo importante es que fuera de Tigre.


Tigre.Tigre.Tigre.Tigre.Tigre.


Porque eran cool, fuertes, elegantes, ágiles y con una destreza única, inteligentes y capaces de crear una estrategia invencible al momento de la caza, además de representar la tenacidad y el equilibrio, el guardián del oeste, ¡era el destructor del mal!


Definitivamente, nada era más genial que un tigre.


———


Día 10 de Marzo del presente año.


El 80% de las Yuri's Angels le seguían la pista por donde fuera que anduviera, analizaban cada uno de sus pasos, miraban sus redes sociales cada cinco segundos, vieron con horror como el rubio de 18 años y un par de días se deshacía de enormes bolsas que dejaba acumuladas en la zona de la basura del edificio donde vivía. Ninguna se había atrevido a revisar su contenido, pero se temían lo peor.


El otro 20% de las Yuri Angels habían colapsado en su hospital más cercano al no entender lo que estaba pasando con Yuri Plisetsky.


Los blogs de moda en Rusia no hablaban de otra cosa y solo hacían especulaciones al respecto y acompañaban las dramáticas notas con fotografías y cortos videos borrosos.


Los rumores se esparcieron por la red de forma alarmante: Yuri Plisetsky está enfermo. Yuri Plisetsky ha sido suplantado. Yuri Plisetsky está sufriendo una severa depresión. Yuri Plisetsky dejó su etapa rebelde. Yuri Plisetsky ya no es Yuri Plisetsky. Yuri Plisetsky se muda a los Estados Unidos. Yuri Plisetsky tomará los votos para volverse sacerdote...


¡Yuri Plisetsky se retira del patinaje!


¿Pero qué estaba pasando? ¡Que alguien haga algo!


¿Por qué Yuri, el punk ruso, no estaba usando su clásica ropa animal print?


Oh, y ni siquiera su ropa con dibujos de tigre. Nada, solo prendas de bloques de color, comunes y corrientes, alguna camiseta de alguna bandas de música, sus chaquetas deportivas…


0 animal print a la vista.


El loco paparazzi que consiguió hurgar en la basura de Yuri se encontró con todo su guardaropa anterior. Y cuando dicen que es todo, es TODO, incluso esas chaquetas de diseñadores famosos que costaban más que el sueldo de un año.


Yakov estaba al borde de un colapso nervioso al no saber interpretar las acciones de su pupilo, tanto por el hecho de la impresionante cantidad de información falsa que circulaba por variados los medios, y porque las malditas Yuri Angels estaban por todos lados tratando de obtener más información del estado de su ídolo. El pobre y viejo entrenador no sabía qué hacer y el mocoso rubio no decía una palabra al respecto, comportándose como si nada estuviera pasando.


Lo peor de todo, es que no podía decir nada al respecto, porque no tenía ánimos (ni salud), para enfrentarse al berrinche del siglo.


Y Lilia. Oh, Lilia, por primera vez en su vida se sentía perdida pero profundamente orgullosa, por fin Yuri hubo dejado atrás ese estilo tan poco apropiado y de mal gusto. Aunque claro, solo cambió de apariencia, porque el rubio seguía siendo la misma bomba mecha corta de siempre.


No quería pensar a qué se debía el cambio, pero se moría por intentar esculpir un “buen gusto” en Yuri y tratar de convertirlo en una especie de mini Lilia (su plan secreto).


Por otro lado, Viktor pasaba horas y horas llamando a cuanto terapeuta encontrara en internet y en las guías telefónicas para que salvara al pobre Yuri de lo que fuera que le estaba pasando. También era el único tarado que creía gran parte de los rumores, por eso que había llegado hace unos días desde Japón arrastrando al cerdo, lloriqueando de que se le moría su pequeño.


Yuri solo tenía ganas de llamar a la KGB japonesa (o como sea que le digan allá) y dejaran a Viktor con arraigo nacional por secuestro de Katsuki. Mientras más lejos ese par, mejor.


El único que no estaba preocupado en absoluto era Nikolai. Para él, su (no tan) pequeño Yuratchka estaba pasando por una fase de crecimiento y seguro ya pronto volvería a sus camisetas de tigre y a los estampados felinos.


Ah, y los otros patinadores era un cuento aparte y estaban gustosos de seguir inventando rumores; sobre todo Mila, que se divertía de lo grande echando a correr chismes y mentiras, enloqueciendo a las fans, los periodistas y a quien fuera que estuviera interesado en el abandono del animal print por parte del punk ruso.


Por cierto, a Yuri le valía bien poco lo que pensara el resto sobre su cambio de look, sobre todo porque la persona, cuya opinión era la única que contaba y que entendería sus razones, llegaba esa tarde a alojarse (secretamente) a su casa por unos días.


———


Mentiría si dijera que no estaba nervioso, porque sí lo estaba, pero aparentaría tranquilidad lo mejor posible. Era su fuerte después de todo, y todo se podía enmascarar con una mala actitud.


Aunque con Otabek no se le daba eso de esconder sus pensamientos y sentimientos, era ligeramente aterrador si le preguntaban.

Iba a alimentar a Potya, pero el minino levantó sus orejitas con atención y corrió hacia la puerta de entrada, maullando bajito y ronroneando al mismo tiempo.


Unos segundos después, recibía la llamada de Otabek avisando que estaba a un piso de llegar a su departamento. Claro, porque Potya tenía una debilidad por ese humano, estaba casi seguro que su gato ya presentía la llegada del moreno desde que pisó Rusia.


Cada vez que Otabek llegaba al departamento era como una Navidad para el gato mimado… bueno, para ambos gatos mimados.


—¿Están cicatrizando bien?.— fue la primera pregunta que recibió Yuri apenas abrió.


Sonrió y levantó ambos pulgares. Gosh, aún no cerraban ni la puerta y Yuri ya sentía la necesidad de quitarse la camiseta.


Pero esperó, aún no era el momento.


—¿Cómo estuvo el viaje?


—Aburrido, como siempre. Feliz cumpleaños atrasado, Yuri.— le tendió un paquete de tamaño regular que se notaba a leguas que se trataba de ropa (además de tener el logo de una reconocida marca por todo el envoltorio).


—Muy chistoso.— con fuerza y sin ninguna consideración, le arrojó el sweater oversize con estampado de tigre en la cara.— sabes que ya no lo necesito.


—Puedes usarla de pijama.— Otabek no pareció ofenderse por la reacción de Yuri, solo se limitó a coger la prenda, doblarla con cuidado, volverla a meter en el empaque y arrojarla al sillón cercano.


—La usaré cuando vaya a tu casa.— dijo con malicia y Otabek negó con una sonrisa, alzando al desesperado Potya que buscaba su atención clavándole sus garritas en sus piernas.


—Como quieras.


—¿Y no me vas a saludar?


—Hola, Yuri ¿cómo estás?.— el aludido le dio un fuerte manotazo en su brazo, tanto que Potya se bajó indignado y se fue corriendo a la cocina (no estaba a favor de la violencia doméstica).


—Idiota.


Riendo, se besaron durante unos breves segundos. No mucho, lo suficiente como para llenar la distancia de los últimos meses; ninguno de los dos eran muy dados a las muestras de afecto y era un tema más que conversado entre ambos, y además su relación se basaba más en otros aspectos que en descubrir cuánta saliva eran capaces de compartir.


Tomaron asiento y Yuri fue por un par de latas de zumo de frutas y unos snacks de fruta liofilizada; desgraciadamente estaban en mitad de la temporada y tenían que mantener el régimen.


—¿Qué se siente tener 18?


—Fantástico, sobre todo porque aún me quedan unos años para seguir creciendo.


Esta vez fue Yuri quien recibió un manotazo en su hombro. El tema de la altura seguía siendo un tanto sensible para Otabek, no porque le importara en realidad, si no porque Yuri gozaba demasiado de hacer notorio sus seis centímetros de diferencia.


—Nikiforov me llamó para preguntar si sabía qué pasaba contigo. Empezó a llorar mientras hablábamos.— Otabek pareció ligeramente horrorizado con el recuerdo.— dijo que estaba muy preocupado por “su niño”, que si estabas pasando por alguna etapa.


—Ese estúpido viejo, está senil ¿te das cuenta por qué lo digo siempre?.— el otro asintió y Yuri se sintió conforme.— Ya va a llevar una semana acá y necesito que me deje en paz, pero dime ¿qué le dijiste?


—Nada. Le dije que no sabía de lo que estaba hablando, pero lloró más, así que le expliqué que tal vez querías cambiar un poco tu estilo y que no era nada grave. No sé si me creyó.


—Bueno, mi abuelito le dijo algo similiar, y se calmó un poco. Me lo ha preguntado como diez mil veces, y le dije que se fuera al diablo y que yo podía hacer lo que quisiera… y al muy calvo no se le ocurrió nada mejor que llamar al cerdo y decirle que hablara conmigo, obviamente me alejé lo más pronto posible y bloqueé el número de ambos. Bueno, el número de todos.


—Menos el mío.


—Menos el tuyo, claramente.


Yuri suspiró y le alcanzó su teléfono a Otabek. Le iba mostrando todas las reacciones sobre su cambio de look y cómo tenía como dos o tres hashtag en twitter, instagram y en tumblr dedicados a él y lo que estaba pasando; se rieron de las teorías cuasi conspirativas de los fans, de las noticias amarillistas de la prensa y de los rumores de los magazines deportivos.


De los cientos (o miles) de post que abundaban en la red al respecto, ninguno se acercaba a la realidad siquiera.


Jamás iban a entender que era algo que no se trataba solo de su manera de vestir o de la tela con la que estaba elaborada su ropa. Si no que era algo más profundo...


Podía ser ridículo, o tonto, o cualquier cosa, pero Yuri se sentía seguro con su ropa con tigres y estampados de animal print, se sentía confiado; eran como su talismán, su armadura, su protección contra el mundo.


Su ropa reflejaba su interior que luchaba por salir a la superficie. Él era un tigre, tenía la determinación y el valor de uno, e intentaba demostrarlo con su vestimenta.


Quería que todos vieran lo fuerte que era, su habilidad y talento, que no lo compararan con mierdas delicadas ni sutiles, él tenía la gracia de un felino poderoso y quería que todo el mundo lo supiera.


Pero no, parecía que todos los idiotas no alcanzaban a entenderlo, no quería vestir como vándalo ni como punk, ni como un jovencito rebelde. Él solo quería demostrar su valía cubriendo su piel humana con aquella imitación del pelaje de su animal favorito.


La única persona que vio a través de todo eso fue Otabek, el único que logró acercarse a su persona, tanto que ahora eran inseparables.


Y estaba bien, y, por los dioses del hielo, como lo agradecía.


Un par de meses después supo porque Otabek lo entendió a la perfección: también tenía un tótem.


Orientada hacia el lado derecho y ocupando casi toda la parte superior de su espalda, una majestuosa águila en tinta negra se dibujaba sobre su piel, las plumas de una de sus alas parecían abrazar uno de sus hombros y la otra se deslizaba hasta tocar su columna. Era impresionante, realista, como si fuera a salir volando.


Otabek le había dicho que era su inspiración, le habló de la importancia de la cetrería en el país y cómo el orgullo kazajo se empinaba junto al Águila Real o (Águila Dorada), que por eso la llevaba en la piel, que de esa manera podía sentir su fortaleza y velocidad alcanzándolo, queriendo volar cada vez más alto.


La pasión que vio en los ojos castaños en ese momento lo impulsó a tomar una decisión.


—Sé que te mueres por ver.


—Está bien. Muestra lo que tienes, Yura.


Con una sonrisa enorme se levantó de un salto y se quitó la camiseta, dándole la espalda.


—Es fantástico.— susurró Otabek, poniéndose de pie y recorriendo con sus dedos la figura entintada.


En vivos tonos naranjos, dorados y negros un pequeño tigre rugiente de brillantes ojos verdes se dibujaba en su escápula. Apenas de unos quince centímetros, el tigre sobresalía en la blanca piel y parecía muy realista, completamente detallado, de colmillos afilados y expresión fiera.


Era perfecto.


—¿Qué opinas?


—Es muy bonito, te queda perfecto.


—Y no es el único.


Se giró y bajó un poco la pretina de su pantalón:


Desde el final de su costilla izquierda hasta más abajo de su cadera habían tres líneas que simulaban un enorme rasguño, tenían detalles por los bordes que lucían como si la piel hubiese sido arrancada y dejaran ver lo que había bajo ella, con un efecto muy detallado de parte del tatuador parecía el auténtico pelaje de un tigre.


Era como si Yuri hubiese recibido un zarpazo en ese lugar y la herida dejase ver lo que había bajo su piel.


Otabek sonrió ante la expresión emocionada del rubio. Aquel tatuaje mostraba lo que realmente era Yuri, lo que había bajo el delicado envoltorio del hada rusa, era mucho más correcto que la imagen del punk ruso; por eso ya no necesitaba vestir de animal print ni tener tantas representaciones de felinos, por fin él se había convertido en lo que quería y nada podría arrancar esa verdad de su piel.


Además estaba orgulloso de ser el único que vería alguna vez esos tatuajes, porque sabía que Yuri lo quería y confiaba tanto en él como para enseñarle su verdadera naturaleza.


—Soy un tigre, Otabek. Ahora soy un tigre que se viste con la piel de un humano.





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Este es el único OS que he metido a un concurso en el ex naranjito, y ni siquiera fue porque quisiera realmente, después de un poco de presión cedí y mandé esto. No esperé que fuera a ganar, pero... ganó en su categoría, así que por eso le tengo un poquito de cariño y conservaré la portada que gané, con su sticker y todo :)


gracias por llegar hasta aquí y leer esto.


Un abrazo y cuídense mucho


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Fim

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AW Leiyedeth Cambiándome de hogar [Cat Lady] [Witch] Write 🔹Art 🔹Craft 💚Invítenme a un café: https://ko-fi.com/leiyedeth 💚Facebook: https://www.facebook.com/Leiyedeth/

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