Verla parada delante de su puerta fue lo último que se imaginó, pero ahí estaba ella, con su ropa rasgada, su cabello alborotado y todo su cuerpo cubierto de sangre. Sintió como la vida le abandonó por unos minutos, su cuerpo empezó a temblar y de su garganta sólo salían balbuceos sin sentido. Era imposible que esa chica estuviera con vida, habían pasado dos días de su muerte. El mismo fue quien la había enterrado.
Sus miradas se encontraron y lo que vio en sus ojos le aterró en sobremanera. Dos esferas de un rojo intenso inyectados en sangre, que destilaban odio, diversión y venganza. Una sonrisa macabra adornaba su rostro, hilos de sangres descendían por sus labios y ese corte en su abdomen que aún sangraba hizo que todo su cuerpo se paralizara.
—Me extrañaste, querido.
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