Tres bestias me rondaban. Tres enemigos de los cuales no conocía rostro alguno pero si nombre. Hicieron acto de presencia cuando mi vida parecía empezar a tomar un rumbo seguro. Se mantuvieron a mi alrededor, torturándome constantemente con su presencia, recordándome todo lo que tomaron y destruyeron sin piedad.
La oscuridad. Guardaba recuerdos. Adversaria que me había dado un par de lecciones que jamás olvidaría. Me enseño que era lo correcto y lo incorrecto. Gracias a ella comprendí que no todo podía ser luz, hasta en el rincón mas iluminado se podía encontrar una pequeña mancha de oscuridad.
La soledad. Su presencia me había condenado como una maldición. Era como una droga, no la podías dejar una vez probada. Su victoria estaba casi asegurada , había enmudecido mi alma a tal punto que no encontraba como librarme de sus fauces. Pero toda cadena se puede romper y las cadenas que me mantenían atado a ella no eran la excepción.
El destino. Llegó para arrasar con todo. Lo que no habían tomado sus compañeras, el lo tomo sin piedad. Pero cometió un error al dejar un fragmento que permitiría que todo se restableciera y aunque impartiera crueldad sobre mi ya destruido ser, ese pequeño rayo de esperanza me dio fuerzas para seguir adelante.
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Aquí permanecen escritas mis memorias. Está todo lo que di por las personas que mas apreciaba y mas tarde terminarían traicionándome. Luché, lloré, destruí mi alma y me dejé vencer para salvarlas. Permití a mis enemigos tomar todo de mí, pero eso no fue suficiente. Juré proteger todo cuanto estuviera a mí alcance. Cometí errores, odié, caí en el camino y volví a ponerme en pie.
Soy William Aalderg y esta no es solo mí historia, también lo es de muchos otros. Solo te advierto, aunque relate esta historia no significa que termine con un final feliz o yo termine con vida.
Alejandra Acevedo
