Una luz se manifestó en los melancólicos ojos del anciano a causa de un abrazo inesperado, ambos tuvieron las miradas brillantes cargadas de lágrimas. Presuroso el rey se frotó con un pañuelo, dio un giro y apunto de cruzar el umbral a otra espaciosa sala, haciendo uso de su rango ordenó: —No olvides de mostrarle a Madison ese libro que me leías de niño. El breve y extraño en el cual mencionaban a tu amigo. El abuelo llevó las manos a la cara en un gesto de alegría y autoreproche inolvidable.

Dos villanos nacieron para conocerse. Dos enemigos se conocieron para enamorarse. Dos amantes se enamoraron para hacer el mundo arder. Curiosamente y como era de esperarse, ellos también vivían en él.