Desde pequeño mi vida ha sido un constante entrenamiento. Desde lo físico hasta lo mental, él me enseñó todo tipo de cosas, me trató mejor que a su propio hijo. El día de mi graduación intentó matarme, no lo logró. Debí acabar con él, no tuve opción. Ahora soy el líder de la organización, y llevo a cabo el plan del Maestro. Mañana invadiremos un planeta lleno de animales salvajes y viles. Se hacen llamar humanos, la creación del hombre que me crío y que me educó únicamente para aniquilarlos...

Las vías del tren eran muy solitarias en ese tramo, tenía una espesa vegetación que mantenía al sol alejado y no había un cruce peatonal ni vehicular al menos a un par de kilómetros, era el lugar perfecto. Llevar el cuerpo hasta ahí fue extenuante. Lo coloqué sobre los rieles y esperé. Al cabo de unos minutos el primer tren le pasó encima, destrozándolo, unos minutos después el siguiente. Sin embargo, el cadáver seguía regenerándose una y otra vez. Fue un error crear un clon de mi amada esposa.

El ataúd cayó de forma pesado al fondo del hueco que había hecho con mis propios manos. Uno a uno fui golpeando los clavos que sellarían la tapa, no sin antes dejar en su interior una carta que lo explicaba todo. —Debe estar cerca, ¡el amante de la bruja también debe arder! Me etraparon justo después de cubrir la tumba, fui llevado al pueblo donde ahora pretenden quemarme. Cuando ella despierte se sentirá triste, pero vivirá. La esperaré en el infierno luego de que cumpla su venganza...

El cadáver nunca dejó de verme, clavó su mirada sobre mí desde que entré a la morgue. Era una sensación extraña, ser observado de esa manera, sin embargo, supe mantener la calma hasta terminar mi trabajo, que consistía en limpiar el área. Una vez finalizado y dejar todo reluciente, fui directo a la puerta sin voltear, pero lo sabía, el cadáver seguía viéndome. Durante mi estancia en la morgue el cadáver fingía ser un médico forense. Sus cuencas vacías me miraba fijamente en todo momento...

Cuando solté la flecha ésta paso rosando mi mejilla con suavidad, había apuntado al corazón de uno y a la cabeza del otro, sabía que eran diferentes y que ella era racional y el estaba atado a sus sentimientos, así que debía flecharlos justo donde lo hice. Fueron tiros prefectos. Sus gritos de dolor se escucharon por doquier, pero la zona de cacería era solitaria y nadie los escuchó. Me gusta estudiar a mis presas para lastimarlos donde más daño les causaría. Los colgaré juntos en la pared...

Corrí con todas mis fuerzas hasta que ya no pude más, caí cansada y aterrada. —Esto es tuyo, puedes llevártelo o solo tíralo, como desees —dijo, luego me observó, percatándose de que no lo aceptaría—. Entiendo, me encargaré de llevarlo lejos. Vete. No dudé ni un solo segundo, corrí de inmediato. Ese cadáver con cuernos de ciervo se llevó la cabeza del tipo que intentó abusar de mí en el bosque, ese era el regalo que me ofrecía. No hacía falta tomarlo, ya había vengado a las otras chicas...

—¿Solo debo ir detrás de ese edificio? —Eso es todo lo que necesitas, ahí encontrarás el tesoro del que hablo... Dicho eso, el cadáver regresó a su camilla metálica y no volvió a hablar más, fue enterrado al día siguiente, no me dio su nombre. Cuando llegué a la dirección otorgada, encontré una maleta llena de dinero. Era la primera vez que hablar con un muerto me beneficiaba, pero duró poco. —Nick me dijo en sueños que siguiera a un médico. Susurró una mujer mientras me enterraba vivo...

Ya había padecido de parálisis del sueño antes, pero, esta es la primera vez que me ocurre en la tina. Deseaba relajarme y beber un poco de vino, y así mejorar mi estado de ánimo, pero bebí de más y terminé dormida. Acabo de abrir los ojos y no puedo moverme, estoy asustada, siento que podría deslizarme al fondo y morir ahogada. O peor, que esa sombra negra que veo de reojo decida empujarme, así como yo empujé a mi madre hace un año. Ella debió sentirse asustada, supongo que lo merezco...

No sospechó nada sino hasta terminar la última gota del té que había preparado. Creo que mi mirada me delató, me vio a los ojos en su agonía. Colocó la taza sobre la mesa y luego cayó de forma pausada sobre el suelo de la cocina, uno de los pocos lugares donde me dejaba andar sin los grilletes. Estuve encerrada demasiado tiempo, desde que supo que tenía que hacerse un trasplante de corazón, siendo yo, su hija, la única compatible. Envenenar las hojas de té dio resultado, se lo bebió de un sorbo.

Lo supe desde la primera vez que cruzamos miradas, ambos teníamos esos ojos claros y sinceros que hacían que los demás nos tuvieran confianza. El trabajo nos acercaba de vez en cuando, aunque siempre mantuvimos cierta distancia. Las máscaras que usábamos sobre nuestros rostros podridos eran similares, ella se veía igual a mi cada vez que me veo en un espejo a solas. Mañana mataremos a alguien juntos, será la primera vez. Estoy nervioso, ser un asesino en serie normalmente es una labor solitaria.

La lámpara se encendió a eso de la medianoche, parpadeaba de forma ocasional y volvía a apagarse. Hizo lo mismo cada noche que le siguió. La situación me tenía tenso sobremanera, estaba harto. Un día, tomé la lámpara y la reemplacé por otra igual, el problema se acabó. Mi vecina no se enteró del cambio, así como nunca se enteró del desperfecto eléctrico de la anterior, es muy despistada, lo sé muy bien. La observo dormir todas las noches, y la lámpara no me permitía grabar a gusto.

La decisión de no volver a matar surgió luego de mi último trabajo, los agentes me pisaron los talones hasta que me hicieron huir. Comenzar desde cero como un estudiante universitario pareció una opción atractiva; caer en manos de Noah fue un duró golpe. Mi ego fue herido y eso se reflejó en la manera en como uno a uno los fui eliminando, tomándome el tiempo para hacerles entender su error. Nunca lleves a un asesino en serie a una cacería si no quieres ser la presa. Ellos lo entendieron tarde.

Antes de darme cuenta la corriente del río me estaba arrestando sin dejarme respirar. Los golpes contra las rocas eran duros, las aguas entraban a mis pulmones, estaba por ahogarme. —¿Quieres vivir? —preguntó una voz clara y feminina. Gasté el poco aire que me quedaba al responder. Al abrir los ojos descansaba sobre la arena, ya no era humana, algo me había transformado en una nutria. —Gracias... —De nada —dijo el río—, puedes vivir en mi ribera cuanto gustes. Luego salté al agua sin miedo...

Desperté al escuchar los graznidos de un cuervo, aturdido, apenas si pude descansar la espalda en un árbol. La batalla había terminado, el estandarte de mi Señor aún ondeaba en la colonia, supuse que la victoria fue nuestra. —Levántate —dijo el cuervo—, todavía hay enemigos cerca, no puedes caer aquí. La bruja negra voló hacia mi pecho y remplazó mi corazón herido con su carne. Ambos habíamos jurado proteger el reino, y ahora podíamos hacerlo como uno solo. Mi lanza ahora rebosaba de magia...

Una vez llegué a la cima me tomé unos segundos para ver el horizonte, la vista era inigualable. Coloqué algunas piedras como base y busqué otras más para completar el osario. Uno a uno fui acomodando los huesos en su lugar, para finalizar con el cráneo, encima de todo aquello. —Llévame a una de las montañas que tanto hablas —dijo— Es mi último deseo. Nunca esperé escuchar hablar a mi corazón, literalmente. Robar el cadáver de mi donador no fue nada fácil, pero al menos con eso al fin se calló.

El fuego comenzó llegada la noche, las llamas iluminaban en cielo nocturno con colores extraños, muchos de los presentes comentaron haber visto rostros diabólicos en el humo. Debimos huir, al cabo de una semana el bosque y sus cien hectáreas de pinos y cipreses habían desaparecido. —Podrán quemarme —dijo la bruja—, pero, el bosque es mío y me lo llevaré conmigo, no me lo arrebatarán.. Ojalá alguien hubiera escuchado sus palabras, todo se redujo a cenizas mientras ella ardía en la hoguera...

Fue cerca del décimo aniversario cuando encontramos un planeta que parecía habitable. Su atmósfera era rica y tenía agua en abundancia, la biodiversidad que poseía maravillosa y estaba a la distancia perfecta de su sol. El único problema era la raza que predominaba la cadena alimenticia, eran primitivos y violentos, no tuvimos más opción que eliminarlos. Ni siquiera durante su aniquilación los humanos pensaron unirse, sufrieron el fin como los conocimos, peleando entre ellos, llenos de egoísmo.

Hoy me asomo a la ventana buscando en la distancia esa sonrisa tuya que tanto amo pero el viento me recuerda que estas a varios kilómetros que no esta aquí, donde te quiero donde tus labios están al alcance los míos aquí, donde me quiero contigo pero después de todo no me quejo porque en mis brazos, aún esta mañana puedo abrazar tu aroma aun mi corazón late a tu ritmo te amo, aquí, rodeado de ausencia juntando todas los versos del mundo para verte de nuevo...

Los regalos estaban apilados debajo del árbol de Navidad, el papel con que habían sido envueltos resplandecía con las luces de éste, era un ambiente festivo ideal, casi perfecto. —En el primer regalo hay una muñeca, en los demás hay ropa linda para que las vistas, pero, espera hasta mañana para que los abras. —¡Quiero abrirlos ya! —exclamó Jonny, impaciente. —No —respondió mamá con un tono severo—, los vecinos podrían escuchar sus gritos, no tuve tiempo de quitarle las cuerdas vocales esta vez.

Una serie de golpes sonoros me hicieron despertar a medianoche. Encendí la luz y pude ver, por el resquicio de la puerta del armario, una sombra que se movía frenética, acompañada de unos alaridos que me helaron la sangre. Apenas si tomé mi móvil y una sábana al decidirme abandonar la casa, no sin antes, ver que la manija se retorcía, hasta que la puerta pareciera salirse de su marco. Sabía que poner las cenizas del abuelo ahí era mala idea, nunca le gustaron los espacios cerrados.

Cuando arranqué su corazón, este siguió latiendo entre mis manos. Lo había logrado, había completado mi venganza. Enamorar al hijo del hombre que asesinó a mi padre, luego de fingir ser su amigo, su compañero en el campo de batalla. Sus ojos azules me vieron, en ellos no había odio. —Si mi muerte te complace —dijo sin titubear— moriré las veces necesarias, pero, ¿podrías, Jean, al menos, besarme una vez más? Francesco, no fue tu corazón, sino el mío, el que quedó destrozado aquella tarde.

Los títeres estaban organizados sobre varias repisas según su tamaño y conceptos. Sus vestimentas eran brillantes y bien elaboradas. El titiritero, por el contrario, vestía de forma andrajosa y maloliente. Su rostro desencajado no concordaba con su voz, que era clara y agradable, ideal para narrar historias y aventuras, como lo hacía cada noche en su espectáculo, el cual era disfrutado por grandes y chicos, menos por los títeres, ellos querían regresar a casa, como cualquier niño secuestrado...

Apareces de pronto, como una granada de paz en las marchitas horas de mi desvelo cómo veneno dulcísimo y salubre en los momentos cuando mi lengua es sed llegas como huracán de calma y tranquilidad llegas blanca y pura a mis oscuras riberas y traes desiertos inmaculados, ahí donde donde otrora hubo tierras muertas y grises vienes con tus transparencias a llenar de colores imposibles estás grises praderas y vienen con tu silencio a cantarme al oído canciones que solo tú conoces...

Abrí la puerta y lo primero que vi fue una larga mancha de sangre, iba desde la entrada hasta la cocina. Habían coágulos oscuros por aquel rastro y eran cortados por marcas que parecían ser de uñas; sin duda hubo resistencia. Encontré al final de aquello a ese tipo sentado sobre la mesa, con el cuello degollado de para en par. —El otro quedó peor, créeme —dijo sonriendo. El inmortal se recuperaba de su última misión, había luchado contra un demonio que yacía sin vida a un lado de la estufa.

Tú me perteneces más que mis propias manos y te siento bajo mi piel mejor que mi propia carne eres en mis pulmones lo que sostiene mi oxigeno y en mi sangre la molécula que me alimenta en las noches frías eres la primera de paz y al amanecer el sol que me espera con su caricia de fuego tú me perteneces más lo que yo me pertenezco y eres dueña también de mí más que mis propios sueños soy tuyo desde el primer beso y más allá de cualquier distancia me perteneces más que mi propia sombra...

Fuiste la más dulce caída / el dolor más amable / el veneno de mis horas / la granada que añoro entre mis manos / tu lengua fue la fuente de mis alegrías / tu ausencia es la más disfrutada de mis enfermedades / fuiste en mis oscuridad un filo perenne / y en los noches de frío fuiste un metal ardiente / ahora te dispones a caminar hacia el olvido / mientras acá sostengo / silente / todas las cicatrices que me dejaste / y todos los lamentos de esta despedida...

Algún día se perderá mi rastro borrare mis huellas esconderé mis pasos incógnito será mi nombre en el misterio caminaré sin que nadie sepa de mí algún día desapareceré y vagaré sin rumbo por estas tierras olvidadas andaré solo y gris por los valles del sueño seré de aquellos que nadie recuerda aunque tú siempre sabrás sin más dificultad donde encontrarme en medio de tu blusa o en un rincón de tu cabello entre tus dedos mientras dibujan los parajes hermosos de mis fantasías...

No soy bueno con la costuras, pero me las arreglé para que quedara de la mejor manera posible. La aguja pasaba de un lado a otro llevando consigo un hilo rojo, el más hermoso que pude conseguir. Al final, aquél quién había abusado de mí durante años era parte de la decoración como un muñeco de trapo viviente. Las suturas donde antes estaban sus extremidades le daban un toque artístico. —Ya no me das miedo, hermano. Mi gemelo apenas movió la cabeza, no tenía lengua con la cual poder contestar...

Las hojas secas caían sobre mi rostro, era sin duda el otoño más hermoso que hubiera visto jamás. Mi costado sangraba, apenas podía respirar, luego de correr por horas en aquel bosque al fin había sucumbido ante el cansancio. Aunque no me arrepentía, dejé suficientes evidencias como para inculparlo en mi desaparición voluntaria. Solo debo descansar y seguir hasta la frontera. ¿Sospechará acaso papá que todo fue idea mía? Debió pensar dos veces antes de quemar mis muñecas...

El gato era el mejor miembro de esa familia. Amigable y juguetón, siempre pasaba haciéndome cariños y nunca huyó cuando intenté tocarlo. Los demás no parecían apreciarlo. Muchas veces lo dejaron solo y sin comida, teniendo que intervenir y llevarle algo a escondidas. El día que devoré a los habitantes de esa casa, el gato no hizo más que mirar, despidiéndose de mí cuando regresé al sótano a dormir. Ojalá los próximos inquilinos sepan cuidarlo, fue la mejor mascota que tuve algunas vez...

—¿Estás segura? Si te arrepientes cambiarás el sabor del estofado. —Soy la chef estrella de este restaurante, sé lo que hago. Las palabras salieron de su boca con una serenidad que me estremeció. Era la mujer de mis sueños la que me había elegido para elaborar el platillo de sus sueños. Dos horas después salí a servir a los comensales, hubieron orgasmos al primer bocado. Fue un éxito rotundo. El estofado de corazón con frutos del bosque quedó perfecto. Dejó su vida en ese platillo, literalmente.

Absorto en mi misión, seguí caminando, solo pensaba en encender la señal, en una especie de trance que me permitió andar más allá de lo humanamente posible. Un día una pared me detuvo, era el faro. Me despojé de lo poco que llevaba conmigo y subí a encender la señal, dando un vistazo a Ataraxia que brillaba en el horizonte. No iba a regresar a casa, sin embargo, mi misión estaba por ser cumplida. —¿Qué significa esto? Al apretar el botón, no sucedió nada. Un estruendo me alertó, estaba rodeado.

Fui deshidratada y encerrada, pasaron siglos hasta que alguien me descubriera en una alacena llena de polvo. El mundo es tan diferente, nada es como lo recuerdo. Las manos suaves de la chica que cuidaba de mí, son ahora de una textura que no puedo describir. Han hecho una infusión, dicen que no saben qué hacer conmigo. Un valiente me bebe, parece contento y relajado, mi labor como manzanilla ha sido cumplido. Ellos, no creo que sean malos, pero, ojalá no hubieran acabado con los humanos antes.

Los frascos poco a poco empezaron a reemplazar a los libros que había sobre la repisas. Ojos, dientes, manos, orejas y órganos varios en una compleja colección. Un día noté que algunos órganos reaccionaban a la presencia de otros, así que los catalogué según cómo ellos mismos daban la pauta para ello. Los tumores siguen haciendo del cuerpo de mi esposa y yo sigo colocando esas abominaciones en frascos. Ese humano hecho de partes me mira de una forma preocupante, ¿debo, acaso, darle una lengua?

Llegó a su apartamento luego del trabajo, abrió el refrigerador y bebió una cerveza, ahí mismo, con la puerta de la nevera abierta. De pronto, notó que el frasco grande de mayonesa no estaba. El sudor llenó su rostro, empezó a sacar todos los demás frascos y recipientes herméticos. Nada. Su corazón latía tan fuerte que lo sentía en la garganta; asqueado, decide dejarlo para mañana. Fue a la cama y pensó: ¿Dónde estará el frasco grande de mayonesa con el corazón de mi vecina en él?

Hoy has de haber amanecido sola allá en las fronteras frías de tu necedad donde redactas excusas hasta caer cansada lejos de mis costas negras y mis versos has de haber amanecido rota extrañando mi alma descosida yo aquí sigo sembrando palabras cosechando historias de reyes y magos alimentando los perros de mi angustia corriendo detrás de las sirenas del sueño has de haber amanecido sola y de seguro piensas, amor que después de todo mi veneno no era tan amargo...

Aquel brillo en medio del lago lo volvía loco. Verle lo ponía inquieto, había dejado de comer y de dormir, pendiente a perpetuidad de esa luz extraña. Un día decidió que era el momento de ponerle fin a su tortura. Yendo en una balsa hasta ahí, extendió su brazo para alcanzar el brillo, notando que en realidad era una cruz. —Ella llevaba ese rosario en el cuello —dijo. En ese instante, una mano putrefacta lo tomó de sus ropas y, arrastrándolo hacia el fondo del lago. El brillo no volvió a verse.

Bendita sea la tierra por donde vas derramando tu sombra por donde tus pasos marcan el camino que me lleva directo a casa benditos sean tus pétalos oh flor dulcísima y perpetua tomada del gajo rojo del amor flor que adorna mi ropaje de muerto flor aromática que aviva mis horas bendita sea tu mirada tus ojos como la miel, como el ámbar tus ojos que me llaman como si hablaran que me dicen ven con su parpadeo amada flor, niña descalza alma mía, lampara mía bendito sea tu nombre y tu caricia.

La calle era iluminada por una tenue luz amarilla, en los brazos de Steve, yacía el cuerpo sin vida de una muchacha cuyo nombre no podía recordar. Rodeado de una enorme mancha de sangre y lo que parecen ser los cadáveres de otras personas. La luz opaca sobre él le parece enfermiza, de hecho, toda luz le causa escozor. Se levanta, sabe lo que sus ojos pueden hacer, ya mató a esas personas con la mirada. Mientras empieza a llorar un líquido negro, se dispone a apagar todas las luces de la cuidad.

Había rodeado mi cuello con una soga, apretando poco a poco hasta un punto donde sería peligroso, justo donde deseaba. Todo estaba listo, la sesión debía comenzar. Sin embargo, hubo durante un segundo una sonrisa en su rostro que me heló la sangre y, fue entonces cuando lo supe, no saldría de ahí con vida. La fantasía total de ser sometido era perfecta para la suya, el asesinato silencioso y a cuentagotas. —Los fetichistas nunca saben cuándo parar —dijo, mientras apretaba la soga con fuerza.

No todas las sombras que cruzaban por aquel corredor al fondo del hospital eran malas. Creo, más bien, que solo fueron un mero capricho de alguna fuerza que no puedo explicar. Pese a que algunas me golearon o intentaron tirar al suelo, llamarlas malignas sería injusto. Yo también recorreré ese pasillo algún día, hecho sombra, como las demás personas que pasaron sus días aquí de una u otra manera. Sean bienvenidos a este almanaque, donde narraré algunos encuentros con aquella almas olvidadas.

La noche del cuarto día llegué al límite de mis fuerzas. No sentía mis pies y eso no era nada bueno. A rastras, junté madera para una fogata, por peligroso que fuera, necesitaba calentarme para no morir. Fue entonces cuando lo vi, El Alto. Una criatura que caminaba sobre los árboles, la razón por la cual Ataraxia tiene murallas gigantescas. Inmóvil, iluminado solo por las llamas frente a mí, las seis extremidades de esa cosa pasaron encima mío, haciéndome recordar el lugar donde me encontraba.

El Alto se escondió tras las montañas, y yo logré tranquilizarme luego de un rato. La fogata ardía y me calentaba. Pensé dormirme cuando una silueta pareció de repente al otro lado de las llamas. Era un exiliado, de los mismos que nos atacaron antes. —Ataraxia caerá, su domo de hierro será destruido —susurró, para luego desaparecer. Los exiliados no poseían piel, ni ojos, eran como muertos vivientes que comen humanos. Al amanecer emprendí de nuevo mi viaje, faltaba poco para llegar a la señal.

El dolor comenzó en los huesos, comenzaron estirarse hasta desgarrar músculos y tendones. La piel cedió poco después, quedando a un lado hecha jirones. Un charco de sangre quedaba como evidencia, una mancha roja en medio del bosque. Había logrado su objetivo, dejar de ser una bestia salvaje y sin corazón, había dejado de ser humano. Ahora andaba a cuatro patas, herido, pero libre. Una manada me espera, el invierno será duro. Sin embargo, es la primera vez que me siento vivo...

Avanzo casi por inercia. Mis pies están destrozados luego de andar descalzo durante días. La expedición fue un fracaso, desde el primer día las cosas se tornaron horribles cuando aquellas figuras siniestras nos atacaron de repente. Mis camaradas cayeron uno a uno, hasta quedarme solo. ¿Por qué esas cosas nos odian tanto? No creo poder averiguarlo. No sé cuan profundo es este bosque; regresar a Ataraxia ahora parece imposible. Mi misión no ha cambiado, seguiré caminando hasta encender la señal.

Despiertas aturdido, aún no sales del éxtasis que acabas de experimentar. Lo hiciste, luego de años de fantasear con esa idea, años de imaginar una y otra vez cómo sería satisfacer ese anhelo insano que te carcomía por dentro. Pero, al abrir los ojos, corroboras que no fue un sueño y que lograste culminar el trabajo antes de caer borracho de pasión. Con esfuerzo, te levantas y observas de nuevo el paisaje. El cuerpo a medio devorar de aquella persona que te humilló desde el día que naciste...

Sales de la habitación para respirar unos segundos, luego regresas temblando hacia el espejo. Ahí está de nuevo, esa mueca poco humana que sonríe de forma asquerosa, apenas si puedes respirar por el pánico que eso te causa, sin embargo, apartar la mirada es imposible. Es un reflejo fiel de tu alma, lo sabes. Antes de salir, terminas de esconder los cadáveres de las personas que vivían en esa casa. —¿Qué veré en el próximo espejo? Te preguntas sonriente, mientras limpias la sangre de tus manos.

La abuela mantenía sus dulces escondidos, debía entonces hacer recados para ella si deseaba obtener uno. Llevar huevos de gallinas negras valían dos dulces, cortar mechones de cabello de mis amigas valían tres. Matar aves y llevarlas a ella podía asegurarme hasta cinco dulces. Aún después de haber muerto, si llevaba recados a su cuarto por las noches, al día siguiente aparecían dulces debajo de mi almohada. A veces, esos dulces sabían a sangre, la abuela nunca me dijo la receta, por desgracia.

La explosión destruyó la galera principal, los mástiles no soportaron el impacto y cayeron enseguida. La fragata ardió hasta hundirse, aquella que era el orgullo de nuestros amos. Condes, duques y hasta el rey mismo fueron a parar al fondo del mar. Sambwe y yo flotamos a una buena distancia, a salvo. Saltamos antes de que todo comenzara. Solo somos unos simples esclavos, unos pobres diablos que encontraron un poco de pólvora por casualidad, la suficiente como para ser libres.

El fuego rodeó a Elizabeth en cuestión de segundos. Alguien empezó el rumor de haberla visto hablando con cuervos en el bosque y que bebía pociones durante la luna llena. El sonido de las llamas resonaban por doquier; ella, sin embargo, nunca gritó ni pidió clemencia. —Luci, soportaré esto en silencio —dijo esa mañana— promete escapar cuando todos duerman. No podré cumplir su último deseo, ellos quemaron a mi amada. Mientras el fuego consume a una inocente, yo comienzo a planear mi venganza.

—¡Buenos días, mis pastelitos, mis hojaldres con miel, mis buñuelos de manzana! El silencio fue rotundo, nadie se atrevió a devolver tan efusivo saludo. Voltearon todos a ver a otro lado y fingieron que eso no acababa de suceder. —Gustav, ¿sigues haciendo esa broma? Maldición... —Lo siento, no pude evitarlo. Ustedes suelen ser muy rígidos. —Este es un mercado negro y tú un maldito caníbal, comportarnos como adultos es lo mínimo que podemos hacer. Ahora, elije a uno y cierra la jaula...

La entrada no fue nada fácil, sin embargo, terminé antes de lo esperado. Los aperitivos estaban a cargo del segundo equipo y el tercero se haría cargo de los postres. Mi equipo, compuesto de dos asistentes y mi persona, teníamos problemas con el plato principal. —¿Cambiarán a última hora? Joder, ¡no puedo inventar una receta de la nada! —Lo lamento —dijo uno de los asistentes—, pero, el jefe así lo ordenó. —Como sea —suspiré— dile a los de la morgue que traigan un corazón, prepararé estofado.

Los gusanos se amontonaban por miles, penetrando y devorando aquella carne en avanzados estado de putrefacción. Sin mencionar las moscas y demás fauna cadavérica. Era un escenario perfecto, parecía un cuerpo abandonado a la intemperie; aunque nunca salimos de casa. Debía asesinarlo, no me dejó opción luego de años de maltratos y humillaciones. Pese a ello, no murió de inmediato, primero lo até a la cama, para que sintiera, en vida, como le arrancaba jirones de piel para alimentar a los insectos.

El motor murió con el primer ataque, el mástil caerá en cualquier momento. La mitad de la tripulación ha muerto y la otra mitad espera el fin. Despiertas aturdido en medio de aquel caos, sin embargo, recuerdas muy bien al ser oscuro que salió del mar mientras revisadas una brújula descompuesta. Esperas que regrese, ya que no quedó satisfecho. Intentas no llorar, pero el destino que te aguarda es horrible. Lo sabes desde que aquel monstruo te marcó con esas letras que no puedes entender.

Quizá en otro tiempo el algún lugar de nuestro pasado en alguna esquina que ya no existe pero donde seguramente amé tus labios hoy te reconozco como entonces hoy te recuerdo como debió ser siempre quizá en una vida pasada empezó todo y es esta mañana cuando por fin digo: que bueno es volverte a ver...

Me di cuenta de mi error demasiado tarde. Aquél fósil extraño que encontramos en la Amazonía, único en su especie, secretaba un líquido purulento de color verdoso cuando era expuesto a la luz. Tenía la forma de un cráneo, ligeramente humano y alargado. Un día escuché el llamado de aquel objeto, decía que bebiera su néctar, su quintaesencia. Al reaccionar, ya había ingerido todo lo que el fósil destiló para mí. Los cambios ya comenzaron, supongo que el ritual de iniciación fue un éxito.

No podría explicarlo, pero, la penumbra en el callejón detrás de la estación de tren me causa un pánico terrible. A diario, debo tomar el mismo camino, pasando a su vez por aquel lugar oscuro y húmedo que tanto me aterra. Hoy en la mañana, decidido a vencer mis miedos, pasé echando un vistazo, solo para encontrar mi propio cadáver entre la basura. Al abrir los ojos estaba de nuevo en mi apartamento, para comenzar la rutina: fingir que voy al trabajo y regresar en la tarde. Lo he hecho por años.

Al abrir los ojos me observé a mí mismo flotando sobre la cama. Ese otro yo se encontraba pegado a techo, viéndome directo a los ojos. Inmóvil, no pude hacer más que llorar y esperar que aquello terminara. Sucedió lo mismo cada día durante la siguiente semana. Al séptimo habló conmigo. —¿Estás seguro de ser el real? Dijo el otro yo desde el techo, con una sonrisa tan macabra que me heló la sangre. Hoy abrí los ojos y él se encuentra a centímetros, no sé qué hará, pero, parece que tiene hambre.

Mi abuela siempre fue una persona, digamos, distante. Nunca hizo caso a las súplicas de mi padre por vivir en nuestra casa, tampoco mis tíos lograron convencerla. Un día tuvo un accidente y no tuvo más opción que resignarse a los cuidados de papá, así que ocupó el cuarto de huéspedes durante varios meses —Cuando muera —dijo a mi oído una noche— toma mi almohada y quémala. Falleció al día siguiente. No quemé la almohada, su interior causó pánico en todos. Los huesos en ella eran humanos

Locos de hambre mis dedos te muerden la piel hurgan entre los pliegos húmedos de tu sombra mis manos asaltan tus deseos mientras la luna nos cobija qué bueno es tenerte al alcance cuando quiero palpar un pecho o dos qué bueno es compartir las sábanas cuando vago incansable por tus muslos blancos e infinitos la madrugada me sorprende pero no es la navaja de soledad de siempre si no con el frío que nos hace abrazarnos esperando que el amanecer nunca llegue...

No sé porqué tardé tanto en darme cuenta que la muchacha del piso once era un fantasma. A diario me la encontraba al tomar el elevador de regreso a casa, subía conmigo en la recepción y se bajaba un piso antes. Un día me quedé en el corredor para ver el apartamento hacia donde se dirigía, era el 1105, justo debajo del mío. Creo que no le gustó que fisgoneara. Cada noche desde entonces, escucho que algo rasguña el suelo con violencia; en el lugar exacto donde disparé por accidente aquella vez...

Tardé mucho en animarme a probar el primer bocado, sin embargo, fue todo un éxito. Nadie se percató de mi travesura, aún estando rodeado. A partir de ese momento, tomar trozos de carne de aquí y de allá, pasó a ser un ritual diario, una parte vital de mi dieta. No era que pasara hambre, ¡qué va!, debo decir que me alimento lo suficiente y de forma saludable, pero, el placer de saborear esos pequeños bocados de carne en medio de cada cirugía, era un placer al cual no podría renunciar...

Despierto desde donde la noche fiscaliza con sus colmillos los viejos temores donde el silencio es como una navaja novísima que desgarra la piel de todos herido y con sed me arranco de la noche y me arrastro como gusano que debió nacer en la osamenta de algún pájaro alegre que olvidó sus colores sin embargo pese a mis angustias he amanecido y alzo mi bandera de esperanza la bandera de esta patria que aún lleva tu nombre.

La primera sonrisa fue difícil. Estuve practicando días frente al espejo, temía que al saludar, mis labios formasen una mueca extraña y quedar en ridículo. Pese a mis temores, al entrar a la oficina lucí una sonrisa espléndida, tan natural y amena que recibí un par de elogios. Podría parecerles poco, pero, para un tipo como yo, fue un momento decisivo. Ahora solo debo esperar a que las costuras sanen por completo. Robar un rostro, una vida, no es fácil. La primeras expresiones siempre duelen.

La bruja sonreía rodeada de pócimas y arcanos, veía con desdén al joven arrodillado frente a ella. —Si te dijera que conozco una forma, una manera de traerla a la vida, ¿qué me entregarías a cambio? El muchacho cerró los ojos y, colocando su mano sobre el pecho, se arrancó el corazón. —¿Qué no daría? —respondió con firmeza. La bruja, que había vivido siglos, no daba crédito. Aquel corazón extirpado aún seguía latiendo, aún decía el nombre de su amada entre cada palpitación...

Los ojos no dejaban de ver, con esa mirada fría, alejada de cualquier sentimiento. No parecían fijarse en mí de forma específica, sino solo perderse en el horizonte por casualidad, se encuentra en mi dirección. Aquellos ojos verdes se abren justo a medianoche, cuando me detengo a leer mis correos luego del trabajo. No puedo quejarme, de todos modos, yo mismo los arranqué de aquel bello rostro que tanto amaba. Solo me preocupa, quizás, la inquietante intensidad con la que observan a la nada...

—Pues, me siento mejor... Fueron sus palabras luego de charlar un rato. Aunque su rostro pálido podría indicar lo contrario, se le veía de buen humor. Yo me movía de un lado a otro, anotando lo que observaba en mi libreta. Debí verme nervioso, era la primera vez que conversaba con un paciente de esa manera. Luego de inventar una excusa salí de ahí sin voltear atrás, cerrando la puerta de golpe. Después de todo, la persona en que acababa de hacer mi primera autopsia me había saludado sonriendo.

Una mano se asomaba desde el cuarto del abuelo y hacía gestos para que le acercara, tenía siete años. Está demás decir que nunca lo hice. Desde entonces, cada vez que veía una puerta semi abierta, esa mano me invitaba a entrar, era pálida, con unas uñas enormes y negras. Justo cuando pensé haberlo olvidado, apareció en mi clóset (olvidé cerrarlo antes de ir a la cama) la mano me está llamando con su dedo índice de forma tentadora. La puerta empieza a abrirse, supongo que se cansó de esperar...

Revisas dos veces, luego una más. No lo entiendes y las dudas invaden tu mente. Estabas seguro de haberla dejado inerte en el suelo. Lo sabes. Sentiste cuando su cráneo se rompió con ese último golpe, viste sus sesos desparramarse por doquier. Sin embargo, no está, pese a estar seguro de que cerraste el sótano con llave. Ahora escuchas pasos en el piso de arriba, suenan como las ocho patas de esa araña gigante que juraste haber asesinado. Viene a devorarte. Fue una mala idea invocarla, ¿verdad?

Despiertas y lo primero que ves es aquel horrible bulto oscuro al fondo de la habitación. Aunque inmóvil, sientes que en cualquier momento se moverá, percibes su fría mirada sobre tu cuerpo. Es igual que la noche anterior, y la noche antes de esa. Una rutina que repites cada noche. Piensas cuánto más soportarás aquella mirada, ¿será que fue un error haber entrado en aquel apartamento y asesinar a su dueño? Te lo preguntas cada noche, mientras duermes en su cama, con su cadáver frente a ti.

El corredor se extendía varios metros frente a mí, roído y sucio, los años en abandono se notaban en demasía. Aunque mi plan era recorrer las instalaciones y salir de ese hospital de inmediato, el pabellón del que todos hablaban, cuyo letrero ponía "desahuciados" me llamaba la atención de una forma especial. El primer paso fue el comienzo de un descenso a la locura, ya que, sin importar cuanto camine, no puedo salir de ese corredor. Creo que este es el décimo día vagando en este lugar...

Aún me duelen tus manos cansadas aún me sangran tus heridas abiertas no se ha apagado la vela que dejaste ni se ha cerrado aquella vieja puerta. Ojalá hubieras decidido quedarte y estrenar conmigo estas cosas nuevas enseñarle a mi hijo como crear una sonrisa y estrecharte la tristeza cuando te sintieras solo. Allá va tu espalda hacia el horizonte donde quizás encuentres lo que nunca encontraste quiero que sepas que siempre amé tu nombre y que con tu muerte, yo también he muerto un poquito...

Luego, empecé a susurrar a tu oido, y una a una las palabras se hicieron flores y rodearon tus pies y nació un jardin de versos alrededor tuyo. —¡Son las flores mas bellas que he visto! —dijiste. —Solo soy capaz de ver tus ojos —respondí— ¿de qué flores estas hablando?

Dentro de aquella pequeña celda no podía estarse de pie sin encorvar la espalda, ni acostado sin doblar las piernas al extremo. El cuerpo se encontraba en posición fetal, era evidente la incomodidad que eso le causaba. Esteban debió forzar la cerradura para poder abrir la puerta y acercarse. Sus ojos escudriñaban aquel cuerpo dañado, torturado de una forma horrenda que le provocaba asco... Puedes leer esta historia completa en mi perfil de Inkspired

Puedes intentar en otro paisaje inventarte una sonrisa y ponértela puedes aferrarte a otro cadáver a otro atril de tristeza, puedes agarrar tus sombras y alejarte de mi pero nada podrá sustituir mis palabras ni esa manera que yo conozco de desnudarte sin quitarte la ropa...

Tu cuello frágil cabe a la perfección entre sus sus manos, no requiere apretar para que te falte el aire, solamente necesita el peso de su cuerpo inclinado sobre el tuyo. Tiemblas, abres los ojos y alcanzas su rostro, golpeas su mejilla tres veces, como habían quedado antes de iniciar la sesión. Pero no responde. Sus fantasías, aunque parecidas, no eran las mismas. Tu idea era llegar al clímax antes de alcanzar la hipoxia, el pretende sacarte de ahí en una bolsa. Él sonríe mientras te desmayas.

Quizás por sus ojos amarillos, o por su amplia sonrisa. Quizás por su piel pálida y su cabello dorado, antes de darme cuenta estaba enamorado, encantado bajo el hechizo de su voz, su luz, su destellante alegría. Cuando dijo que debía comerme para seguir existiendo, solo le pregunté: ¿qué será de mí? Luego de escuchar su respuesta, accedí a alimentarla. Fui devorado, sin embargo, existo. Veo a través de los ojos que tanto amé. Los demonios pueden ser románticos, al menos ella lo es...

Cuando anunciaron el plan y pidieron voluntarios, acepté sin pensarlo. No soy buen piloto y mis habilidades como ingeniero, no son las mejores. Pero eso, era algo que podría realizar aún siendo yo. Cuando abrieron las puertas, esperé a que eso apareciera, pero no vino. Grité durante horas para llamar su atención sin resultados. Se me ocurrió hacerme un corte, dejando caer mi sangre al suelo. Aquella bestia acudió de inmediato. Ahora, todos los arqueros del reino nos apuntan. Fui un buen cebo.

Salir de ese sótano implicó que mutilara mis propias manos y asi soltarme de mis ataduras. Seis meses encerrado, golpeado y humillado, comía apenas agua y restos de pan. De ser un tipo fornido, pasé a una piltrafa humana que pesaba menos de sesenta kilos... Cuando me prometió cuidar de mí, hacerse cargo de mis necesidades, no pensé que llegaríamos a tal punto. La que pensé que sería la esposa perfecta, resultó ser una psicópata. Escucho sus gritos a lo lejos, espero que no me de alcance...

Oscura caminata la que emprendo buscándote en la sombra taciturna por donde te has escapado nocturna y por donde te he de seguir corriendo Oscura caminata desde la urna donde triste dejaste sin atuendo a este enamorado que ni sonriendo encuentra paz en la calidez diurna. Cantando mi penar quizás entiendas mi profeso amor por las encantadas plumas que cubren tu cuerpo de Hespéride. Oscura caminata en la efeméride vida de estas tristezas afiladas por mi cariño que no tiene riendas...

Siempre pensé en mi mismo como un idiota. Acostumbrado al hastío de los días y al devenir maldito de mis arrepentimientos, veo como arte el reino que alguna vez soñé. Luego de condenar a la muerte a la corte y hacer que mi propio padre abdicara, pensé que sería suficiente para gobernar en paz. ¿Cómo podría imaginar que me casé con una bruja? Mi corona muere conmigo, mientras una llama azul lo devora todo. Sin embargo, no podía evitar enamorarme de sus ojos lila, ¡oh, hermosa hechicera!

Todo estaba húmedo y frío desde que enterramos a mi mejor amiga. No fue un asalto, pero sí que faltaba el anillo de bisutería que le regalé por su cumpleaños. Esa mañana partí al bar que ella frecuentaba, deseaba beber un poco. Luego de unas copas, un tipo alardeaba su "trofeo de caza", un tonto anillo de juguete. Ahora está atado a una silla junto a un bidón de gasolina. No creo nos encontremos en el cielo, pero sin duda, ella podrá ver esta hoguera, y yo podré calentarme un poco...

Bendita sea la tierra por donde vas derramando tu sombra por donde tus pasos marcan el camino que me lleva directo a casa benditos sean tus pétalos oh flor dulcísima y perpetua tomada del gajo rojo del amor flor aromatica que ilumina mis faros bendita sea tu mirada tus ojos como la miel, como el ámbar tus ojos que me llaman como si hablaran que me dicen ¡ven! con su parpedeo amada flor, ámbar, niña descalsa alma mía, lámpara mía, mi esposa bendito sea tu nombre y tu caricia...

Anegado en la fría soledad, busco en ti la pa, elimina está sed que rastrera busca morder mi garganta desde hace mil noches. Ninfa acuática de mis deseos, pozo de cariño que aguarda mis resecos labios en esta playa desierta donde oscuro el mar del olvido reclama mis huesos ven que mi corazón apenas si soporta esta letanía de tristísimas nostalgias Ondine, hada de mi angustia que Orfeo se pose en mis párpados y pueda yo beber, aún dormido el dulce sabor de tus compañía...

Qué mas puedo hacer sino esperarte sentado junto a aquella estrella pulsante de luz amarilla que me recuerda el fulgor dulce de tus ojos de miel. Esperarte en mi asteroide centrífugo en este pedazo de roca que vaga hasta encontrar la galaxia seductora de tus caricias. Qué otra cosa puedo hacer, amor si estas allá en la lejana soledad mas allá de todas las distancias donde solo puedo escribirte estas cosas y aguardar paciente que mi viaje encuentre puerto en tu cintura...

Heredé la quinta que antaño era de mi abuelo. Adquirida por mi familia dos siglos atrás, albergaba la historia de mi apellido. Casi en medio de todo había un árbol, un manzano del cual se me advirtió no comer cual fruto prohibido, sin embargo, una noche observé un fantasma acercarse a este y comer. Tentado, hice lo mismo al día siguiente. Al parecer morí por intoxicación. El otro fantasma y yo vamos diariamente a comer de aquel árbol, son las manzanas más deliciosas que probaré jamás...

El fantasma que venía a verme todas las mañanas, se acercaba a la orilla de mi cama y se quedaba viéndome un buen rato. No era capaz de moverme mientas tanto. Una ocasión no llegó a verme, así que me levanté y tomé su lugar. Con horror noté que en realidad no me veía a mí, sino que observaba la enorme criatura negra que babeaba a mis espaldas. Entonces, el fantasma apareció de nuevo y ocupó mi lugar en la cama, siendo devorado en mi lugar. No volví a ver esos espectros nunca...

Era una figura escueta, traslúcida y tambaleante. Aparecía de repente por sobre el puente y luego se lanzaba al río. Lo hacía a diario, cada vez que yo cruzaba por ahí de camino al trabajo. Una mañana decidí quedarme, observando de cerca un rostro entristecido. Sus ojos vítreos reflejaban mi alma de una manera dolorosa. Intenté detenerlo, pero me fue imposible. Regresé a casa, asustado, sentía el corazón a punto de estallar en mi pecho, ¿por qué veía a mi propio fantasma cometiendo suicidio?

Volqué la camioneta al no girar a tiempo en una curva. Perdí la cuenta de cuántas vueltas di hasta parar al fondo del desfiladero. De cabeza, roto y herido, esperaba ayuda, sin embargo, lo que vi, al otro lado de los vidrios rotos, revolvió en mi interior, sentimientos encontrados. El rostro sonriente de la persona que atropellé hace un año. No fue que no girara a tiempo, en realidad no pude hacerlo. El olor a gasolina ha llenado el ambiente y aquella persona tiene en las manos un cerillo...

He despertado el sol me golpea la cara con su matutina sonrisa mientras, entre las sábanas limpio los restos de sangre que dejaron mis pesadillas y trato de decir tu nombre algo en mi corazón dice ¡Levántate! pero otra parte sabe perfectamente que hoy tampoco estarás conmigo y lentamente caigo en el hastío...

Ya no quedan palabras se murieron una a una y el silencio es más amargo desde que no estás nada funciona desde que mi corazón te extraña, es tan difícil inventarte entre tanta sombra es díficil recrear tu sonrisa de sol donde solo llanto de anida sigo preguntándome cómo son los parejas ajenos en los cuales habitas lejos de mis manos ahora marchitas, ya no quedan palabras se mataron una a una...

Esta mañana bebo mi último trago de sobra trato de incorporarme al amanecer y sonrio tontamente quizás pero esas sonrisas también valen, dejo entrar algunos rayos de sol, me sumerjo en la cotidiana atmósfera matutina, ya no estas, ese es un hecho apenas si fuiste un sueño en la noche de mi angustia, mientras caigo en el abismo de rigor directo a las fauces terribles de la soledad a la cual aborrezco lleno de los besos tuyos que de seguro imaginé, triste, empiezo a recordarte...

A través de la noche, de este frío amargo de mi falta total de tus brazos, amor de esta retahíla de soledades tristísimas que se me van acumulando en la pupila voy siguiendo el sendero de todas las estrellas navegando sin cansancio entre los sueños unicamente para verme en tus ojos de miel y reconocer mi sombra en tu sombra...

El sótano me provocaba mucho miedo, pese a que nunca estuve dentro. La puerta era blanca y desgastada; solía ver hacia el interior por la cerradura, había una mesa con frascos pequeños y una silla que cambiaba de posición de vez en cuando. Dejé fisgonear el día que ví unos ojos rojo del otro lado. Hablé de eso con mamá muchos años después y me trajo al sótano, se trataba en realidad de un armario muy pequeño. Al ver por la cerradura, los ojos rojos seguía ahí, viéndome, esperándome, iracundos.

Esta despedida no incluirá beso ni verso de consuelo ni lágrimas rodando por mis mejillas tal vez uno que otro suspiro lo que no le cuesta nada al corazón pero no más mi despedida será simple y profunda solamente mi mano moviéndose en el viento mis labios diciendo adiós y quizá solo quizá un pequeño deseo de volver a verte...

Del cadáver de la soldad resurge mi voz de mi cansada lengua se escapa tu nombre desde tu nombre la esperanza alza vuelo soy un compendio de cadáveres, lenguas y nombres inconcluso y deforme mis huesos tienen el olor amargo de las noches y mi piel el sabor exacto del hastío, no creo sobrevivir otra madrugada sin embargo me espera tu cabello rubio como el amanecer y así es menos pesado este veneno...

La voz que susurraba mi nombre una y otra vez, era gutural, pero, por alguna razón me parecía conocida. Provocaba en mí un pánico tremendo y, al mismo tiempo, una necesidad enfermiza de abrirla. Deseaba sobremanera calmar mi curiosidad y ver su contenido, sin importar el costo. Cuando metí la llave por la cerradura e intenté girarla, encontré un tope, algo lo impedía. Casi es medianoche, estoy cerca de la escalera, supongo que debo hacerlo acompañada de quien me la entregó, así que esperaré...

Siempre temí a la extraña figura que se formaba en el espacio bajo la escalera. Cosa que olvidé con el paso del tiempo y que terminé recordando por casualidad hace unos días. Luego de cavilar el asunto, eludí el tema, dando por sentado que era mi imaginación infantil. Sin embargo, anoche que pasé por ahí, la figura, de oscura silueta, alargó su mano y me entregó una llave que tomé sin reparo. Hoy encontré una caja debajo de mi cama, está cerrada y dentro, algo susurra mi nombre sin descanso...

Día tras día, mi madre abre la puerta del armario, me ve a los ojos unos segundos y luego de un gesto en su rostro, uno que a mi edad no era capaz de entenderlo, volvía a cerrarlo sin dejarme salir. Era una especie de castigo perpetuado. En una ocasión, abrió la puerta con ese gesto, era un rostro atribulado. Fue cuando recordé la vez que me encerró aquí y morí asfixiado luego de tres días gritando. El gesto de su rostro era de pánico, siempre que abre la puerta, puede ver mis ojos culpándola...

Debo aceptar que me trata como a una muñeca. Diariamente me viste, luego de un baño cálido y delicado, con ropa de seda. Me alimenta con carne selecta y hierbas frescas, sirve vinos de cosechas exquisitas y me lleva frutas dulces hasta mi boca. Soy su muñeca, de forma literal. Cuando caí en sus manos, mediante cirugía, cortó cada músculo, tendón y nervio de mi cuerpo. Mañana cumplo un año recluida, siendo atendida por mi propia madre. No se tomó a bien cuando le dije que me mudaría...

Cuando abrí los ojos me percaté de inmediato que era incapaz de moverme. Lo único sobre lo cual tenía control eran mis globos oculares, con los cuales, aún en mi limitado campo visual, buscaban algo que explicase mi situación, encontrando en una esquina de mi habitación, una sombra que me observaba con unos enormes ojos rojos y con el resto mi cuerpo siendo devorado. Sentía placer al hacerme ver tal escena, así que colocó mi cabeza en el lugar exacto antes de comenzar el festín.

Los primeros síntomas no se hicieron esperar. Fiebre, jaquecas insufribles, desvarío y somnolencia. El anfitrión poco a poco era consumido por las necrosomas del último lote. Luego de tres días, el sujeto murió. Su sangre había cambiado y obtenido el color negro que, según nuestra hipótesis, debía alcanzar para considerarlo un éxito. Es hora de comenzar la Fase Dos y hacer una prueba masiva, los consultores sugirieron una estación de tren o un aeropuerto. Lo que sea, el fin del mundo está cerca.

A veces veo atrás, y pienso: ¡qué roto estaba entonces! ¡qué lleno de grietas mi corazón palpitaba! ¡con qué desprecio miraba al horizonte! ¡con qué oscura silueta mi alma vagaba! ¡qué roto estaba entonces! no era mas que un pedazo, un trapo un testaferro de humano mal cocido una granada de arsénico y naftalina a veces veo atrás y pienso: ¿Cómo pudiste, aún así, amarme?

Buenos días cancer de apatía buenos días neuralgia de soledad buenos días pequeña angustia ¿con qué revólver de tristeza van a dispararme hoy?

Los latidos de mi corazón era el único sonido que se escuchaba en aquel oscuro ataúd. Sabía sobre las prácticas de mi familia, sus secretos y el poder que ejercían sobre todo lo que les rodeaba. Aunque entregarme como parte de su pacto, no lo habría imaginado nunca. Respiro lo menos posible, y aguardo. Sé que el sufrimiento pasará y abriré los ojos en los ojos de mi abuelo que yace bajo la mansión. Mañana seré el nuevo líder y este ritual maldito continuará por siempre...

Intentaba no escucharlo, en serio. Pensaba en otras cosas, como lo que podría comprar con el dinero que estaba recibiendo. La medicina de mamá, los libros de mi hijo, los pendientes que tanto le gustaron a mi esposa. Intentaba convenciendo de no escuchar los llantas de aquel joven a quien sepultaba en vida. Cavar no representó mayor dilema, pero cuando aquel muchacho, que era casi un niño, suplicó porque le sacase de ahí, me partió el alma. El último puñado de tierra silenció todo cementerio...

Manejar por calles poco transitadas. No hablar con los dolientes. Ignorar el féretro y su contenido. Por una cantidad de dinero equivalente a un año de trabajo, acepté esas tres condiciones sin rechistar. Aunque los gritos y las sacudidas del, por así decirlo, difunto, me provocaban una inquietud espantosa. En la carroza fúnebre iba la madre y el padre, inmutables. Su mirada fría decía mucho. Supongo que cuando dicen eso de: Estás muerto para mí... a veces, solo a veces, se dice muy en serio.

Después del funeral esperé a que todos salieran; pensaba que era irrespetuoso recoger la utilería antes que el féretro saliera hacia donde sería sepultado. La familia en cuestión fue específica sobre algunos detalles. Rosas blancas sin hojas, música de Beethoven, servir un vino tinto de su propia cava a los invitados; cosas bastante normales, pero al final de cuentas eran, digamos, excéntricos. Velaron el cuerpo de un joven aún con vida, supongo que la música sería para no escuchar sus gritos...

Tu compañero de piso es de pocas palabras. Cada día que sales al trabajo lo encuentras en la sala, en silencio. Te marchas, regresas pasada las siete de la noche y encuentras todo limpio y la cena sobre la mesa. Cada día pasa lo mismo y, día a día, tu compañero se descompone más y más, como lo haría cualquier cadáver. Fue un accidente, no era tu intención lanzarlo por las escaleras, pero ¿por qué sigue actuando como si estuviera vivo? ¿de dónde saca la deliciosa carne que devoras cada noche?

Llegas a tu apartamento luego del trabajo, abres el refrigerador y bebes una cerveza, ahí mismo, con la puerta de la nevera abierta. De pronto, notas que el frasco grande de mayonesa no está. El sudor llena tu rostro, empiezas a sacar todos los demás frascos y recipientes herméticos. Nada. Tu corazón late tan fuerte que lo sientes en la garganta; asqueado, decides dejarlo para mañana. Vas a la cama y piensas, ¿dónde estará el frasco grande de mayonesa con el corazón de la vecina en él?

Esa noche hacia frío, cosa que no era habitual para la fecha. Por alguna razón salí a la calle, estaba inquieto. Las nubes tenían un color rojizo muy peculiar, justo cuando las observaba, el cielo se despejó. Sobre mí, una luna, roja como la sangre, se desplomaba sobre la tierra. Su luz parpadeaba y emitía un sonido que inyectaba pánico en cada uno de mis huesos. Apenas tuve tiempo de adentro, deseaba abrazar a mis hijos y a mi esposa por última vez. Desperté llorando de madrugada...

Muchas veces los cadáveres suelen realizar ciertos movimientos debido a los procesos químicos durante la descomposición, movimientos tal vez sutiles, no obstante, hoy sucedió algo sin precedentes. No solo se sentó sobre la mesa, sino que además se acercó a la orilla y me pidió el cigarrillo que fumaba. Ahora está ahí, confundido pero consciente. Estoy en silencio, no sé por donde comenzar a explicarle lo sucedido y, sobre todo, no sé cómo decirle que ya removí todos sus órganos internos.

Sobre la mesa, las herramientas estaban relucientes. En silencio, sentí el corte del bisturí al realizar una incisión del lado derecho del abdomen. La navaja quirúrgica atravesó cuantas capas debía, hasta llegar su objetivo, extirpándolo en un solo tajo. Nadie escuchaba mis gritos, nadie atendió mi lamento. Fue una enfermera la que advirtió que estaba llorando en medio de mi apendicectomía, en la cual nunca estuve realmente anestesiado. Aún siento la mano del cirujano hurgando en mis entrañas.

Tú eres mi más alta bandera / mi sombrero infinito / mi flor imposible / mi rosa de los vientos / mi marea / la ventana por donde me escapo / mi más suave trinchera, la granada de mi cariño / el as de corazones que escondo bajo la manga / mi dado cargado / el azúcar de mi café envenenado / mi almohada predilecta / mi mejor estado / mi tierra prometida, ahí bajo tus pies / mi santo grial / la fruta de mi pecado / mis 10 mandamiento / mi tentación / eres entre todas, mi más alta bandera...

Ayer estaba nublado como pocas veces he visto por estas fecha. Salí a cazar un alce para garantizarme alimentos hasta la primavera, sin embargo, fui empujado a un acantilado. Me he atrasado bastante en busca de ayuda, pero mi pierna rota no me deja avanzar. Empieza a anochecer y me preocupa, no los lobos, sino aquella bruja que me lanzó al vacío sin poder oponer resistencia. Sé que anda por ahí, escucho sus pasos cada vez más cerca, su risa gutural me espanta, pero no me iré sin dar lucha...

La lluvia comenzó sin previo aviso. El aroma del expreso llenaba la habitación, y a pesar de mezclarse con el olor a sangre, no dejaba de ser exquisito. En el sofá un cadáver. Un casquillo sobre la mesa que aún humeaba. Las luces rojas y azules no se hicieron esperar, no deseaba ofrecer resistencia, sin embargo no salí hasta terminar mi bebida. Podría ser uno infelices y haber lastimado a mi hija de una manera atroz, razón por la cual le volé los sesos, pero que buen gusto para el café tenía.

El cuchillo entró sin encontrar resistencia, el sudor corría por la frente del perpetrador y en su rostro se marcaba una amplia sonrisa de satisfacción. Había cumplido su cometido, el crimen perfecto, un asesinato sin pruebas, sin testigos. Abrió los ojos, deseaba ver el brillo de la muerte en la mirada de su víctima, pero no había nadie. Tardó un poco en sentir la cálida sangre que se derramaba por su costado. Logró cumplir el deseo de toda su vida, asesinar a un monstruo, al peor de todos...

De estas manos torcidas, como ramas de un árbol muerto cuelgan versos y gusanos en un códice indescifrable, soy uno con la sombra en las madrugadas cuando, inerme pienso en estas cosas que se germinan en mí transformando mi habitación en un capullo de pesadillas, una a una van marchando todas mis penas una a una se acumulan en mis ojos las horas oscuras y el corazón uno a uno manda sus latidos al patíbulo del tiempo donde mueren llenos de una algarabía sangrienta que no logro entender nunca.

La masa gigantesca que invoqué, cosa de la cual me arrepentí de inmediato, saco al demonio sonriente que yacía bajo tierra. Lo olfateó y dijo algo en un idioma inentendible. Luego lo devoró y regresó al pozo de oscuridad de dónde había salido. Todo regresó a la calma, la madrugada era fría y ahora silenciosa. Me quedé sentado en el lugar donde antes había una casa abandonada, me encontraba solo y herido. Mi familia aún no aparecía y el hueco donde antes estaba mi corazón, seguía palpitando...

Y ahora, el final está cerca. El hongo nuclear se eleva sobre el horizonte, imagen que se repite en todas las ciudades del mundo. La idea era crear un sistema que nos defendiera, pero todo salió mal. El sistema nos consideró la causa de todo los problemas, eliminarnos fue una respuesta lógica. El cielo se oscurece y las llamas forman un contrastes hermoso. Estamos tomados de las manos en el centro de mando, los que alguna vez fuimos enemigos. Quien diría que una catástrofe nos uniría

Los colmillos era lo de menos temía más a su tamaño y presencia era una montaña viviente y reptante que engullía todo a su paso desearía no haberla invocado...

Anoche soñé que me disparaban, sentí desde el impacto de la bala hasta la cálida hemorragia subsecuente. Estaba en el frío asfalto, la lluvia empezaba a caer y yo no sentía nada más que la sangre derramada. Cuando desperté, mi costado no tenía herida alguna, no me dolía nada, la lluvia había casado. Pero vi a un lado y ahí yacía mi cuerpo, su costado si estaba herido y padecía de dolor. Su mano intentó alcanzar la mía en vano. -Lo siento. Atiné a decir, cuando las primeras patrullas llegaron.

El dolor de mis manos fue disminuyendo hasta desaparecer. La sangre se había mezclado con la tierra de mis manos formando un fango rojizo, con un olor bastante acre. Luego de matarlo cientos de veces al fin dejó de moverse, sin embargo no logré hacerlo hablar. El agujero donde lo enterré está cubierto, pero escucho con terror como, desde abajo, sigue riéndose de mí. Invocarlo fue la peor de los decisiones, pero creo que aún puedo solucionarlo todo. Aún tengo un corazón para el sacrificio....

Una vez más tuve que arrancarle la sonrisa del rostro. Me dejó sin opiniones desde que empezó a burlarse de todo cuanto hacía. Mis esfuerzos le servían de entrenamiento y eso me asqueaba. Por tal razón empecé a arrancarle la sonrisa y los labios e incluso la quijada en una ocasión. Pero, helo ahí, con esa mueca de satisfacción que me enferma mientras se regenera. Mis manos están sangrando y no sé cómo le haré confesar el lugar donde tiene cautiva a mi familia, pero la noche recién comienza...

De entre los escombros, solo algunos cuántos pudieron ver las sombras y los espectros que salieron arrastrándose. Otros cuántos observaron a los seres alados que, victoriosos, alzaban el vuelo. La noche del Banquete había terminado, sin que los seres humanos perdieran más de que merecían perder. Los sobrevivientes se abrazaban entre ellos y todos hablaban de un milagro. El hospital de la Santísima Trinidad yacía en ruinas, pero lo que ahí sucedió aún perdura dentro de sus corazones.

El caos era tremendo, nadie entendía lo que sucedía, el hospital empezó a sacudirse de manera desenfrenada. No había nada que quedara en su lugar, el sonido del crujir de las estructuras que conformaban el nosocomio sonaban como lamentos. Pacientes y personal médico no tuvieron más opción que salir a las calles. Minutos después todo el hospital había sido reducido a escombros. Eran las doce de la madrugada con veinte minutos, cuando todo terminó. Habían muerto cuarenta y cinco personas.

El silencio era casi total luego de diez minutos pasada la media noche. Todos los gritos de hasta hace un momento, callaron. Los lamentos, las súplicas. Tanto los espectadores que sufrían, como aquellos que se regocijaban, cesaron de emitir sonido alguno. De un cuerpo apenas con vida había salido un ser pálido y ruin y de su boca solo salían maldiciones. El hospital permaneció en silencio hasta que, unas alas blancas y unas espadas de fuego, cayeron del cielo con voz de trueno...

Unos hilos delgados se anclan a los huesos y a los tendones. Haciendo que los cadáveres bailaran a un son distorsionado y horrendo. Debía aprovechar que estaban frescos y llevarlos de un lado a otro arrastrando sus miserias. Un miembro del personal médico observa con horror el espectáculo macabro que ocurre en la morgue. Escucha grifos y escucha a los muertos diciendo que esto apenas comienza y es verdad, los cuerpos han salido de la morgue, están hambrientos y nada puede detenerlos...

Su piel negra y fría recordaba la de un molusco. Mientras serpenteaba entre las camas de los pacientes, dejaba una miasma asquerosa. Su hombre significaba cáncer y todo aquel que lo tocase de forma directa, moría al instante. Fue el primero de los invocados, el primero en dar muerte y en vanagloriarse de ello. Había llegado a un festín como nunca antes había existido y su hambre era voraz. Fue el primero de muchos, de aquella noche que fue recordada como La Noche del Banquete.

-Mira, sinceramente no esta funcionando. ¿Lo sabes verdad? El corazón se pasa de estúpido en estas situaciones, vos mejor que nadie lo sabes. Pero hoy desperte pensándote, ¿te parece extraño? ¿después de cuatro años, yo, pensándote? Así son las cosas, tengo el amor jodido. -Estamos jodidos verdad... -Estás siendo condecendiente, siempre te pones así cuando tengo la razón. Vístete, ya es tarde. -No importa, sigamos jodiendo al amor, que sea una especie de venganza...

Llegué al hospital a las seis de la tarde. Fui atendido de inmediato, luego esperé buenas horas para que el doctor me enviara a casa. Por alguna razón, empecé a sentir un molesto escozor en los ojos, los cerré unos segundos y al abrirlos, el infierno estaba frente a mí. No tuve más opción que arrancar mis globos oculares. Un enfermero intentaba ayudarme, pero lo que vi, aún en la oscuridad total a la que me condené, sigue abierto. Nada puede detener la que sucederá en este nosocomio maldito...

No puedo moverme, hace dos semanas tuve un accidente de tránsito y quedé cuadrapléjico. Veo pasar al personal médico de un lado a otro, llorando, gritando o en silencio. Los pacientes hacen lo mismo. Huyen, al parecer alguien abrió las puertas del infierno. Eso dice el ser negro que está sentado a lo lado, parece disfrutar de todo y parece que le agrado. Dice que la fiesta ha comenzado y que al final la muerte estará asegurada para todos. Yo me limito a escucharlo. Quiero ver el final del show.

Todos duermen, yo no puedo. Casi es medianoche, a lo lejos escucho los pasos de aquel espectro que nos visita cuando oscurece. Es delgado y su piel es fría, no tiene ojos ni lengua y dudo mucho que posea un corazón. Sin embargo, se detiene a acariciar la frente de los que cayeron dormidos después de tanto llorar. Escucho gritos por todo el hospital y desconozco la causa, solo sé, que aquel espectro esta nervioso y trae consigo una guadaña de filo negro y que de alguna forma busca protegernos.

Jeringas, catéteres, sondas y drenajes. En eso me he convertido. Los doctores hablan de malos diagnósticos, las enfermeras frías, aunque amables. Soy el paciente de la cama ocho, el complicado, al que visitan parientes que no conoce. Estoy harto, harto, harto. Mi único consuelo es esa masa deforme y negra que se arrastra por todos lados y se alimenta de nuestro dolor. Nadie puede verla al parecer. —Todo terminará pronto. Dice, mientras me sacan de mi última crisis. Yo espero que así sea...

Nada pudo detenerla, sus alas eran como su misma alma...

Es la primera vez internado en un hospital, nunca pensé que el dolor en la cabeza era en realidad un pequeño tumor. Por alguna razón las enfermeras y los médicos van y vienen en medio de susurros y lamentos. Intento mantener la calma, el señor a mi lado parece haber muerto. Con sus últimas palabras me dijo que debería irme, que las puertas del infierno habían sido abiertas. Debería creerle, de sus ojos brotaba sangre negra y el olor que emanaba me recuerda al del mismísimo azufre...

Las noches en la morgue suelen ser tranquilas, sin embargo, esta noche ha sido ajetreada, han enviado ya varios cuerpos. Pese a que son pacientes diferentes y con diagnósticos diferentes, todos comparten la misma peculiaridad: A eso de la medianoche, los cadáveres sin vida de han sentado en sus mesas, algunos durante la autopsia. Estoy escondido atrás de un escritorio, uno de ellos se ha puesto de pie y se dirige hacia mí. Dice, mientras camina de forma torpe, que esto apenas comienza...

Había elegido una de las venas del dorso de la mano, luego de la asepsia, coloqué el catéter a unos centímetros de la vena, pero, justo antes de iniciarse el procedimiento, la vena empezó a retorcerse de formas imposibles. Los gritos de la paciente se escuchaban por doquier. Con un bisturí hice un corte y extraje aquello que causaba tal dolor, comprobando con horror que era un gusano negro. Antes de hacer algo para evitarlo, el gusano entró en mí, ahora ha empezado a susurrarme cosas terribles.

El bisturí cortaba con suma facilidad todas las capas de la piel. Su filo quirúrgico no encontraba obstáculo en hacer la incisión necesaria para llegar a la cavidad abdominal. Suponía que el procedimiento sería sencillo, extirpar una neoplasia cerca del la vesícula biliar. Sin embargo, al romper el peritoneo, un líquido negro y pestilente comenzó a salir a borbotones. El líquido no ha parado de salir y todos los que tuvimos contacto con él vimos salir del cuerpo inerte a un ser pálido y ruin...

El hospital no es un lugar apacible, mucho menos en el área de emergencias. Las personas heridas llegan sin descanso y debemos encontrar la manera de salvarles la vida. A veces no es posible, como hace diez minutos. Un hombre llegó en plena fibrilación, poco pudimos hacer por él. Sin embargo, aún con el corazón detenido, se puso de pie y no deja de señalar algo a mi espalda. Él no me asusta, parece preocupado, pero la idea de voltear a ver a mis espaldas, es algo que me hiela la sangre.

Sus signos vitales eran indetectables por los medios electrónicos, aunque sabía que todavía había vida en ese cuerpo laserado y viejo. Quizás por la tibieza de su piel o por la sensación que me causaba al presionar mis dedos sobre su carótida. Sea como sea, no podía resignarme, tenía que sacarlo de ese paro a como diera lugar. Era necesario que me dijera que fue lo que vio antes de arrancarse los ojos en mi presencia.

Sus manos gruesas y firmes apretaban mi cuello, había en ellas una fuerza acogedora y una tibieza que, por alguna razón, me conmovía. Antes de hacerme perder el conocimiento detuvo el acto de estrangularme. Nuestras fantasías, aunque parecidas, no eran iguales. El encontraba placer en la lucha, la resistencia de su víctima. Yo solo quería entrar en esa oscura habitación y no volver a salir, al menos por mi propio pie. Nos vestimos en silencioso y terminamos tomando un café en la sala.

La casa contigua a la de mi abuela tenía un corredor muy largo, con una puerta de madera negra al centro y dos ventanas pintadas de azul. A diario observa a una anciana que pasaba sus días en una silla mecedora. Sus ojos eran negros y sus manos eran delgadas y frías; lo sé porque muchas veces tomé de ellas dulces artesanales que me ofrecía al pasar. Hoy me enteré que esa anciana, Matilde, murió hace ya quince años. Recién esta mañana comí de sus dulces y sé que mañana regresaré por más...

Llevó uno de sus largos dedos pálidos hasta su boca, la cual estaba llena de filosos dientes amarillentos. Pretendía hacerme callar, que ahogara mi grito de horror, ese que me hacía desde las entrañas. Estaba sobre mí, podía sentir su peso aplastándome. Una gruesa lágrima escapó de mi ojo y rodó por mi mejilla. Aquella cosa parecía extasiada. Lamió mi llanto y desapareció de inmediato. Desperté segundos después en mi habitación. Aún no soy capaz de limpiar la baba que me dejó en el rostro...

Hace una semana el abuelo se levantó de repente y señaló uno a uno a varios presentes, familiares la mayoría. Al hacerlo, una marca roja se les grabó en la frente, una herida que parecía la letra de algún idioma antiguo. Fuí el último en ser marcado, luego regresó al ataúd, sin que nadie más se percatara de ello. Hoy murió uno de mis tíos, el primero de los señalados. No sé cuánto tarde en llegar hasta mí. Creo que debimos hacerle caso cuando dijo que no lo lleváramos al asilo...

Al abrir los ojos pude verme a mí mismo parado a un lado de lo que después advertí que era una especie de mesa de autopsias. El otro yo permanecía inmóvil, viéndome con mis ojos, pero de una manera fría, como nunca antes habré visto a nadie. Luego de un rato, entró a la sala un hombre vestido de blanco y comenzó a realizar cortes en mi cuerpo. El otro yo observaba, con una sonrisa espeluznante en el rostro mientras era diseccionado. Nunca fui tan consciente de lo mucho que me odiaba.

Su familia siempre consideró nuestra relación como tóxica, sus amigos hablaban al respecto a mis espaldas. Aunque intentábamos aparentar lo contrario frente a los demás, la verdad era que nos odiábamos. La toxicidad paso a otro nivel cuando puse cianuro en su bebida. Fue una lástima que no hiciera efecto hasta después de que apretara el gatillo. Debí especificar en mi testamento que no nos sepultasen juntos...

El cuchillo no encontró obstáculo alguno al hundirse en la carne, para ser mi primer corte no estuvo nada mal. Pero la sangre, pese a que en mi mente estaba seguro de lo que hacía, todo ese líquido rojo me causaba náuseas. Continué, no obstante, debía terminar lo que había comenzado, los comensales esperaban y los de la morgue necesitaban con urgencia el resto del cuerpo...

Por alguna razón no sentí miedo. Ver a esa figura antropomórfica sin piel ni músculos frente a mí, no logró causarme mayor reacción. Sabía que era, por así decirlo, mi hora. No sentía dolor, quizá un poco de frío. Más aún con eso, para lo que no estaba preparado, era para ver la mitad de mi cuerpo al otro lado de la carretera.

Mientras ella descorchaba una botella de Malbec, él terminaba el filete de salmón a la crema con el que pensaba impresionar a su invitada. Al servir los platillos, observó el color intenso del vino que era como la sangre. —Pensé que el maridaje sería con Viognier. —Lo que sucede es que esta noche pienso comer carne roja... El silencio fue incómodo y solo fue roto por un sonido gutural. —Lo que me importa es tu interior —dijo ella. Y no era mentira, el corazón del anfitrión se cocía a la sartén.

A pesar de haberlo dibujado cientos de veces, debo decir que el último cuatro del cual fue modelo es el mejor de toda mi carrera como pintor. Su ojos tristes, su boca entreabierta, cuerpo firme y trabajado... Los golpes de mi pincel grabaron todo aquello sobre el lienzo con una perfección que me dejó sin palabras. No sé cómo explicaré su muerte, era mi amante desde hace mucho y sabía que era asmático, esconder su inhalador y dejarlo morir asfixiado fue una decisión difícil, pero valió la pena.

—Solo será un fin de semana... Una vez terminado el ritual serás uno de los nuestros —dijo Noah. Eran seis, incluyéndome, los que se adentraron al bosque. Al principio la idea era cazar algo pequeño y beber de su sangre, todo para dejarme unirme a su grupo. Vaya mentira. Cuando sus escopetas apuntaron hacia mí, lo entendí todo, el animal pequeño siempre fui yo. Se rieron mucho. Creo que no esperaron que volteara la situación, aunque no los culpo, supe mantener mi máscara desde el principio.

Cuando terminé de enterrar todos los cuerpos, regresé al interior de la cabaña a llorar. Estaba lleno de sangre y lodo, los manos estaban heridas y había perdido la piel de algunos dedos. Era un desastre total. Al amanecer del siguiente día volví sobre mis pasos, por los senderos por los cuales había sido cazado como un animal. Ellos no eran mis amigos, no debí confiar en ellos, el ritual de iniciación solo era una cacería humana. Justo cuando decidí cambiar mi vida, ellos me obligaron a matar.

Dejé de sentir mis pies luego de unas cuantas horas de andar en la nieve. Era de esperarse, andar descalzo en pleno invierno tendría un costo elevado. Una vez en la frontera, cruce a rastras por una alcantarilla, para luego esconderme detrás de un mesón. Libertad, ese sentimiento inundó mi pecho. Aunque aquello duró poco, había sido engañado. El gobierno construyó una ciudad falsa para idiotas como yo, nunca salí del país realmente. Desearía no haberme cortado los dedos congelados...

Cuando la máquina por fin terminó de procesar la información, todos quedaron en silencio. Los números no mentían, la hipótesis que nos aterraba era proyectada sobre la pantalla del ordenador. Nos limitamos a vernos las caras con resignación, apagar el equipo y regresar a casa. Nadie supo lo que descubrimos ese día, nadie se enteró del más grande hallazgo científico de la historia. Cuando el sol murió, no nos sorprendió, no al menos a los del laboratorio. Hace frío, el fin llegará pronto...

Ha pasado una semana desde el naufragio, desde mi sacrificio voluntario a la bestia que es el océano. Aunque la voz de las profundidades sigue tocando mi oído cuando el sol se oculta. He notado que una mancha oscura rodea mi bote y que la marea actúa de forma extraña cuando eso ocurre. El sol se ha ocultado de nuevo, creo que es la última vez. La voz dice que soy una ofrenda que debe ser entregada y que vendrá por mí. Unos tentáculos me han rodeado, no tengo miedo, el profundo me prometió paz...

Ellos dijeron que debían calmar la marea, que de otra forma el barco y todos sus tripulantes estarían perdidos. No presenté resistencia al escuchar lo que harían conmigo, para ser sincero, me daba igual lo que sucediera. Me colocaron en un bote y me entregaron al océano. Cosa que no sirvió, vi a lo lejos cuando las olas lo devoraron. Supongo que el mar no aceptó mi sacrificio. Aunque siento mucha angustia por esa voz que escucho por las noches, una voz que viene desde lo profundo...

La muerte nos observa con singular indiferencia. Lo supe cuando aquel hombre vestido de gris me separó del resto junto a mi hermana, él tenía esa mirada. Hannah me abraza tan fuerte que me duele, será lo último que sentiré y eso me reconforta. La cámara ha sido cerrada y los adultos dicen que debemos cerrarlos ojos, pero, yo no lo haré. Cuando venga la muerte en forma de gas, quiero que vea que en mis ojos vacíos que también hay indiferencia. Haré que recuerde mi mirada hasta que se pudra...

La enfermera apretó con lentitud el émbolo de aquella jeringa, su líquido verdoso entró una de sus venas, causándole dolor. Sabía que el tratamiento sería largo según lo que dijo el médico. Sin embargo, cuando las últimas gotas entraron a su organismo, vio en la mujer que vestía de blanco una sonrisa macabra. —Siempre deseé verte de nuevo, infeliz. Ahora tengo mucho tiempo para saldar cuentas conmigo. No volvió a moverse nunca, la mujer a quien dañó hacía años, había cobrado venganza.

Apenas pude hacer un torniquete, en el muñón de mi brazo amputado, antes de caer rendido sobre la nieve. Sabíamos que escalar esa pared sería arriesgado y que una tormenta arruinaría nuestros planes, y así fue. La montaña nos golpeó sin clemencia, las ráfagas parecían querer arrancarnos la piel, sin embargo, esa cosa apareció de repente y devoró a los demás sin que pudiéramos hacer algo. Sé que anda por ahí, puedo olerlo desde mi escondite. Ya probó el sabor de mi sangre y creo quiere más de mí.

El primer plano llegó a mí mediante un sueño, el segundo también, el tercer plano llegó mediante una señal de radio, captado con lo que resultó del primero. La idea era construir lo que cada archivo nos dictara y luego preguntarnos para qué. El último plano fue recibido dos años atrás. Hoy terminamos lo que parece ser un portal. No sabemos lo que aparecerá cuando lo encendemos, pero, realmente no importa. Sacrificamos la mitad del planeta para lograrlo, sea lo sea, ya estamos condenados...

No noté cuando mis piernas se empezaron a congelar. Estaba tan concentrado en avanzar, en llegar a la cumbre, que poco me importó ponerle atención a lo que sucedía con lo cuerpo. Cuando me quité las botas, descubrí que mi piel estaba cuántica, pasando el punto de lo reversible. No obstante, debo continuar, aunque pierda las extremidades. Mi pequeño necesita la medicina que llevo en la mochila, tuve que matar para conseguirla. Falta menos de un kilómetro, solo debo aguantar unos pasos más...

Llegas a casa luego de un día pesado. Deseas lanzarte a la cama y dormir temprano, pero te conoces, sabes que no dormirás tranquilo sudado como estás. Vas al baño y encuentras la tina lista, te sumerges, la temperatura del agua es perfecta. Un par de velas aromáticas dan el toque final. Luego reaccionas: ¿quién preparó esto, si vivo solo? Escuchas los pasos apresurados de alguien; sales y encuentras un cuerpo ensangrentado en la entrada, el tuyo. Te degollaron apenas abriste la puerta.

El bosque florecía a su paso. Ahí donde reposaba para soñar, amanecía un árbol con una fruta imposible o el nido de algún ave de colores nunca antes vistos. Era alto como un sauce y firme como una montaña y en sus venas corría sangre verde como el musgo. Sabía la cantidad exacta de hormigas que marchaban en sus dominios y el día en que los venados nacerían. Por eso fue tan amargo su llanto y tan profunda su pena cuando los primeros hombres llegaron.