Observa su mirada, atiende a sus palabras e ideas, dirige su atención hacia su ser, sin prisas ni incomodidad descansa en su preciosa compañía y luego comprende que no es prudente confesar el encanto desvelante. Pobres tormentas internas desordenan su cabeza, se entrelaza la ansiedad y en cada minuto resulta más pesado el deseo por compartirle su atracción.
Días atrás se ha estacionado en su torpe corazón, por encima del temor ante su total inexperiencia, el inquietante por besar su boca. "Aún no es el momento indicado", resuena en su cabeza. Instantes después, sin prisas ni el más diminuto plan previo, sin forzar tiempo ni espacio, le expresa el delirio prudente, la atracción por su ser, por su cuerpo y su estructura de carácter.
Risas, sutil temblor en ella y de inmediato corresponde en agrado y gusto. Continua el instante, anhelado con previos y amargos latidos, amontonados en sin fin de años pasados. Él describe con detalles las razones de su atracción, ella le expresa los atributos que encuentra graciosos e interesantes en él.
¿Cómo resumir el frenético y suave estado que desveló su esencia, durante tales minutos de reciprocidad?. Por vez primera una mujer irrepetible, única, corresponde en atracción. Ajeno a toda percepción, su existencia ha iniciado una especie de desconexión por poco inconsciente, suave y lenta, en que profundiza paso a paso, en que se entrelazan quietud delirante y leve tristeza.
Llanto lento, acariciado dulcemente por torpes sonrisas, oculto de todo humano, dualidad encantadora que permea su existencia. Carente de experiencias para el presente, actúa por entero en inocencia, llevando por bandera su decisión por quererla, por brindarle consuelo y robarle sonrisas.
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