Rio de inspiración que fluye, manchando, llenando de lado a lado los márgenes. Rica fauna saltando de su infinito filo. Colores donde se vea: celeste, amarillo, verde manzana, rojo, naranja, dorado y celeste, todos juntos, inseparables aunque brillando cada uno por sí mismo.
Los grises se reúnen alrededor de esta insubordinación del mundo. Perplejos ante tanta inconciencia. El rio calma ante tanta indiferencia.
Viento
Un pequeño gris, pesado de realidad, liviano de vida, se voló. Lo voló el viento al río, al color.
Preocupación entre los vecinos al ver que el niño era llevado al río, depositado como una hoja hamacándose en la caída de su rama. Consternación al ver al niño hundirse entre los colores. Resignación al observar la última mirada de auxilio del pequeño, mientras todos se veían unos a los otros, culpandose hipócritamente.
Sorpresa. Sorpresa al escuchar un grito, un grito no de ayuda o desesperado, sino más bien, la risa de un niño jugando, con su papá, con su mamá: un alarido de felicidad.
Discusiones al lograr rescatar al pequeño. Este no quería salir de la bendita agua y, a decir verdad, incitaba a sus -ya no tan- pares. Nadie le hizo caso.
Nunca nadie lo volvió a escuchar. Este pequeño humano no fue tomado mas en cuenta por los grises, prefirió dejar de hablar y su voz fue el lápiz, y escribió con la fuerza de un río, con la constancia de los mares, con la tinta que su cuerpo había absorbido.
Ahora, cada vez que un gris toma uno de los libros escritos por este ser ya adulto, se siente volando, como si el viento lo tratara dulce y suavemente, meciendolo en el aire, cayendo. Al llegar a la última hoja, la tinta ya fluye por todo su cuerpo, destiñe todo a su paso, renace todo en su curso.
Merci pour la lecture!
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