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Llegamos a este momento, sin saber cómo y sin saber por qué, mientras reposo entre sabanas y abrazado a ti, con ganas de dormir y convencido de que no encontrare en mi sueño, nada parecido a lo que acabo de vivir en esta noche que atesorare para siempre.


Érotique Interdit aux moins de 21 ans.

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CAUTIVO

Y llegamos a este momento… Sin saber cómo y sin saber por qué, de repente nuestro mundo se expande entre las cuatro paredes de un cuarto y nosotros somos dos nómadas que encuentran refugio en el silencio de esta habitación. Es este el lugar que había soñado compartir contigo sin restricciones. Un espacio habitado solo por ti y por mí. Perfecto para lidiar con la pasión y la ternura albergada en nuestra piel. Un paraíso que solo nosotros conoceremos. Una tierra sin reglas, solo deseo.

Afuera quedó el vino y las risas. Aislados de cualquier mirada, sé que la mía me delata haciéndote saber que no soy inmune a tus encantos y que estoy ansioso por descubrir tu intimidad. Tal vez te quiero. Quizás te amo. Esta noche me encuentro frente a ti pensando en cuanto deseo tomarte en mis brazos, para encarnar lo que con el paso de los días, ha sido una fantasía recurrente en mi cabeza; hacerte mía. Siento una desesperada iniciativa de entregarme y complacerme. He sobrecargado de trabajo mi imaginación, ensayando este momento noche a noche, después del beso en la mejilla que anuncia el “hasta mañana” de cada despedida frente a tu puerta. En mis fantasías me has dado placer absoluto y en mis sueños te hice el amor tantas veces, que siento conocer la suavidad de tus manos acariciando mi espalda.

Esta noche, pretendo ser tormenta en la calma de tu vientre. Deseo dejar caer en ti tantos besos, que llegues a sentir cosas que no hayas sentido antes. Poco a poco, liberarte y regalarte una noche de total plenitud. Quiero hacer desaparecer todos tus problemas. Quiero hacerte creer, perdonar y olvidar. Siento que nací para este momento, en el que me doblego a los antojos de tu cuerpo. Hoy no despertaste siendo princesa pero, esta noche, me tienes rendido a tus pies.

“¿Cómo comenzar?”, se repite en mi cabeza, mientras aumenta el deseo por desnudarte. Lentamente me acerco a ti. Con mis manos rodeo sigilosamente tu cuello, para enredar mis dedos entre tus cabellos. Te traigo a mí y beso tus labios. Inmediatamente siento tu piel erizarse. Te aferras a mí y mi corazón se dispara al saber que también me deseas. Nuestras bocas se degustan con la evidente intención de no parar. Mis manos, despacio comienzan a hurgar debajo de tu ropa y encuentran tu cintura. La calidez de tu cuerpo declara la fortuna de que esta noche seas para mí.

Separo mis labios de los tuyos, para observar lo que se va descubriendo con cada botón que suelto de tu blusa. Admiro tu busto. Tus poros se sobresaltan una vez más. Tu camisa cae al suelo y siento que el tiempo se detiene. Seguramente ya notaste en mi cara, lo que estoy callando; ¡me encantas! Me es imposible dejar de contemplar los lunares que decoran tus senos, mientras ideo como besar cada uno de ellos y deseando vivir en tu pecho para siempre. Tus manos comienzan a subir por mi tronco, al mismo tiempo que me llevas a levantar los brazos para quitar mi camisa. Tus caricias me hacen sentir un fervor celestial que expulsa todos los demonios de mi cabeza. No recuerdo si fue hace un minuto o ha pasado un siglo, desde que estábamos envueltos de personas y de ruido. Todo quedó detrás de una puerta que al cerrarse, abrió el cielo de tu cuerpo.

Nuestras bocas vuelven a la carga y mis dedos a recorrerte. Sospecho que dos manos no son suficientes para saciar mis ganas de tocarte. Me dejo llevar por tu piel. Subo por tu espalda cálida y me encuentro con tu sujetador. Espero ser menos torpe acariciando tu cuerpo, que con los accesorios que lo cubren. Finalmente lo suelto y sé que ya no hay vuelta atrás. Esta noche me perderé en tu cuerpo y vagare por tus sentidos. Nos abrazamos y me amarro a tu torso desnudo, que se acopla al mío, para que mi corazón advierta lo cerca que está de su dueña, latiendo más fuerte que nunca. Mis manos bajan hasta estar dentro de tu pantalón. Te llevo a la cama. Te contemplo un segundo para fascinarme con lo bendecido que soy al verte ahí acostada, esperando por mí. Toda tú eres virtud. Deseo que esta noche no termine nunca.

Me poso sobre ti para seguir besándote. Mi mano baja por tu escote y toco tus senos turgentes, perfectos. Mis dedos juegan con tu pezón, tu espalda se arquea y llevas mi boca a tu cuello. Me deleito con tu olor, mientras con el roce de mis labios paseo por tu garganta, bajando hasta tu pecho. Tu sudor es el elixir de esta velada. Tu pezón erguido pide de mi boca; con la punta de mi lengua lo acaricio, lo rodeo, lo envuelvo con mis labios y devoro sutilmente tus senos. Con tus manos dentro de mi cabello, comienzo a responder a mis fantasías, esas en las que recorro tus lunares dibujando besos en el firmamento de tu vientre. Me detengo un segundo en tu ombligo y quito el botón de tu pantalón, el cual rápidamente borramos de esta historia, al igual que el resto de tu lencería. Ahora estás completamente desnuda recostada entre las sábanas blancas, que contrastan con el azabache de tu cabello.

Aun no lo puedo creer. “¡debo estar soñando!”, retumba en mi cabeza y mi respiración se acelera con un leve temor a equivocarme y hacer de esta, una noche menos que perfecta. Aun con tus dedos dentro de mis cabellos, me paseas por tus ganas. Mi boca roza los labios entre tus piernas. Ahí me retienes y te aferras al colchón. Con la punta de mi lengua paseo todo tu sexo, de arriba abajo, hasta que me atrapas con tus muslos indicándome el punto exacto donde debo aumentar la intensidad de mis besos. En pocos segundos; te siento gemir y luego temblar. Tu cuerpo se contorsiona. Tu mirada se pierde. Toda tu piel se exalta. Los gemidos se aceleran. Tus manos empuñan con más fuerza las sábanas. Inhalas profundamente y por un instante contienes la respiración, para finalmente exhalar el tributo que me lleva al edén; tu orgasmo. Sentirte gozar, me hace sentir grande. Hacemos una pausa momentánea hasta que, aun jadeando, me devuelves a tu boca. Me atas con los brazos y con las piernas. Nuestros cuerpos parecen corresponderse y se ajustan celestialmente el uno al otro. Con tus labios muy cerca de mi oído, susurras: “esto, apenas comienza”.

Al verte desnuda sobre mí, entiendo que paso a ser el esclavo de tus ganas y del furor para sofocarlas. Ya no está mi pantalón. Ágilmente me libraste de toda mi ropa para continuar con tu majestuosa faena. Estoy expuesto a tu merced. Con una ternura angelical, besas mis labios. Me miras fijamente y sonríes con malicia, antes de bajar por mi ombligo y comenzar a hacerme el amor con tu boca. No tardo ni un segundo en darme cuenta que ninguna de mis fantasías más pervertidas, me habrían podido preparar para este momento. Estar dentro de tu boca, me estremece y me fascina. Al mismo tiempo, con las manos me acaricias y me llevas más dentro de ti. Contenerme, es casi imposible, pero no quiero que esto termine. Asisto tus movimientos con mis manos en tu cabello. Te detienes lentamente. Tu cuerpo sube y baja en armonía con tu cabeza.

Con tu lengua das un último recorrido antes de reincorporarte sobre mí. Apoyas una mano en mi pecho y con la otra, haces rozar la punta de mi pene, con los labios al sur de tu ombligo. Me regalas un gemido mientras, divinamente, me recibes dentro de ti y yo, irremediablemente, desvarío y pierdo la razón en este delirio de tenerte.

No me queda ninguna duda; eres naturalmente hermosa. Una sublime mezcla de ángel y demonio, que me seduce y me hace cautivo para su deleite. Me elevas en llamas y me sumerges en las nubes. La sensualidad de tus caricias, es magia en mi piel. Al hacer el amor, tu cuerpo expresa bellamente los pecados del corazón. Con tus manos en mi pecho, bajas la mirada hacia mí y, con picardía, sonríes antes de acelerar el vaivén de tu cuerpo. Soy convicto de tus caderas. Te sacudes y me agarro a tus muslos. El mundo dejó de dar vueltas y se detuvo en esta habitación. Cierro los ojos. Escucharte gemir, enloquece mis sentidos. Es el sonido de la gloria. Es el canto de tu gozo. En mi garganta se hace un nudo. Todos mis músculos se tensan. Comienzo a temblar y me aferro a tu cintura. Nos miramos fijamente y un escalofrío divino despierta mis poros. Me dejo llevar por mis ganas y caes sobre mi pecho, mientras llego al paraíso que hay dentro de ti. Nunca estuve tan vivo como esta noche arropado por ti.

Nos quedamos abrazados y nuestros cuerpos, aun temblando, vuelven suavemente a la calma. Siento paz. Siento gozo. Me siento frágil. En este recital de gemidos y derroche, borraste todos mis tormentos y liberaste, en mí, una dulzura inmensa. Toda ella, para ti.

No quiero dejar de abrazarte. Es increíble la dicha de ser quien te acompaña entre estas sabanas. Mi cuerpo inerte, dócilmente reposa sobre esta cama que acaba de presenciar el desahogo de tanto arrebato e infinita ternura. Mientras recupero el aliento, espero haberte dicho con las manos lo que mi corazón gritaba con cada latido; ¡te amo! y lo que acabamos de vivir no tiene un ayer. Esta noche, en la que me llevaste a sentir el cielo, he sido solo para ti. En este momento deliciosamente compartido, fuiste la colonizadora de mi piel; Eres mi reina. La primera en invadir con pasión, mi intimidad. La pionera de las sensaciones de mi carne. Hoy me hiciste tu amante. Hoy me hiciste hombre. La luna merodeando entre las cortinas, se sonroja y se conmueve, al ser testigo de cómo esta noche desnudé mi cuerpo y también mi corazón.

Llegamos a este momento, sin saber cómo y sin saber por qué, mientras reposo entre sabanas y abrazado a ti, con ganas de dormir y convencido de que no encontrare en mi sueño, nada parecido a lo que acabo de vivir en esta noche que atesorare para siempre.

30 Mars 2020 12:34 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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