rospacebunny Rocio <3

A Rose le gustan las historias de amor, sobre todo si se las escribe Manuel.


Romance Tout public.

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Siempre había sido malísimo llevando el ritmo, incluso en una canción conocida. Sin importar las veces que la escuchara, los golpes de la batería de aquella canción de Billy Joel se le escapaban entre los dedos y todo terminaba en un desastre de golpecitos en la superficie de la mesa del comedor ¿Cuántas veces le había dado al botón de repetición? Ya no llevaba la cuenta, pero si lo hacía Jacob desde otro lado del mesón de la cocina.


La canción había terminado. Manuel tardó unos segundos en salir de sus pensamientos y reaccionar. Lo hizo única y exclusivamente para estirar el brazo hasta el notebook. Planeaba averiguar el número máximo de veces que una persona era capaz de escuchar la misma canción antes de volverse loca.

–He intentado darte tu espacio esta vez. – dijo Jacob acercándose a la mesa para cerrar de golpe la pantalla del computador. – pero haces que mi trabajo sea muy difícil.

–Quisiera poder hacer algo para ayudarte. – le respondió Manuel volviendo a mirar las gaviotas que sobrevolaban la costa.

–Claro que puedes hacer algo. – le dijo recargándose en la mesa. – toma un lápiz y esa mente brillante que tienes y ponte a escribir.


Manuel levantó la cabeza. La había tenido apoyada en la mano durante las (ahora lo recordaba) 26 repeticiones. Pero no tenía sentido seguir esforzándose para estar erguido si ya no podía oír su canción.

–Solo tienes que decidirte a empezar y ya verás como todo se hace más sencillo a medida que avances.

–Está bien, ¿Qué opinas de esto?: “Había una vez, en un reino muy muy lejano…”

–Manuel.

–O tal vez prefieras esto: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía recordaría aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…”

–Manuel, ¿Puedes por favor tomarte las cosas en serio por una vez en tu vida? – dijo tomando el computador para llevarlo consigo hasta el sillón de la sala.


Lo primero que vio al cerrar el reproductor de música es la blancura aterradora y absoluta de la página de Word vacía. El indicador parpadeaba en el inicio pidiendo explicaciones, también a Jacob le hubiera gustado saber qué estaba pasando.

–Tuviste dos semanas para enviarme los avances, pero decidiste que preferías quedarte mirando por la ventana ¿Qué se supone que les diga a los de la editorial?

–No lo sé, tú eres el editor. – respondió Manuel mientras resbalaba por la silla. – es tu trabajo hablar con esos chupasangre.


Jacob tenía que contar hasta diez cada vez que le tocaba lidiar con un escritor problemático. Manuel no tenía un manuscrito que entregarle, ni siquiera una historia que presentar y la migraña no tardaría en hacerse presente. Debió escuchar a su madre y dedicarse a la medicina cuando tuvo oportunidad. No tendría que gastarse su juventud siendo el niñero de Manuel.

–Al menos podrías hacer el intento.

–Escucha, Jacob. – le dijo poniéndose de pie. – nada me gustaría más que ayudarte y escribirle a los de la editorial una historia que puedan vender, pero en serio no puedo hacerlo. Mi cerebro está seco.

–Siempre dices lo mismo y luego publicas algo espectacular. – le recordó Jacob mientras dejaba el computador en la mesa de centro y se aflojaba la corbata.

–Pero ya no quiero hacerlo más. – dijo Manuel pasándose una mano por el pelo. – estoy cansado de escribir tonterías para adolescentes.

–Esos adolescentes pagan tu sueldo y el mío. Así que te agradecería que usaras algo de empatía y sentido común y te pusieras a trabajar. – el editor se puso de pie y tomó su inseparable maletín.


El reloj de su muñeca marcaba las doce menos cinco. En cinco minutos se suponía que estaría llegando a la editorial con un manuscrito recién salido del horno. Y sin embargo, no había mucho más que hacer si su escritor era así de obtuso. No se explicaba cómo aún no lo había hecho quedar calvo por el estrés.

–Jacob. – lo llamó cuando se disponía a salir. Jacob se detuvo con la mano en el pomo de la puerta para mirarlo con el ceño fruncido y los labios apretados. – en serio lo estoy intentando.


Él resopló e intentó desviar la vista de la cara de Manuel como el padre que se arrepiente luego de regañar a su hijo.

–Solo llámame cuando tengas algo. – le dijo antes de salir por la puerta dejando tras de sí el silencioso y solitario departamento y a su dueño a merced de su canción pop repetida.


Las historias de amor no crecen en los árboles, pensó. No importa lo que los productores de blockbusters norteamericanos nos hayan hecho creer. Manuel lo sabía, así como sabía que el resto del mundo estaba al tanto de la mentira en la que vivían. No existía algo como el amor para siempre y los encuentros casuales entre dos jóvenes propensos a gustar uno del otro.


Sabía que nada de lo que ponían las películas y los libros era cierto ¿Por qué entonces la gente insistía en consumir romance? ¿Por qué él debería continuar escribiéndolo?


Con tan solo doce años descubrió que quería dedicarse a contar historias. Ahora a sus veintisiete volvía a plantearse la interrogante sobre lo que haría con su vida. Tal vez aquel muchacho no estaba del todo equivocado. Le gustaban las buenas historias, solo que estaba harto de contar mentiras.


Pero a Jacob poco le importaban sus cavilaciones, él necesitaba algo que vender. Y si las historias de amor no crecían en los árboles mucho menos lo harían en los rincones de su casa o sobre sus muebles de segunda mano. Se lavaría la cara, tomaría su chaqueta e iría en busca de algo que contar. Nunca era tarde para empezar, incluso podía fingir que era un periodista en busca de corazones rotos que quisieran hablar. Partió con un rumbo fijo trazado en la mente, bien sabía que el mejor lugar para encontrar la desgracia era en los labios de una mujer.

29 Mars 2020 21:22 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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