En el cuarto habitaba una fría oscuridad, la sencillez de una cama y un tocador de madera. Un armario y una silla se arropaban entre las sombras. El clamor de los gritos corto el silencio de la noche y Clara se levanto tan velozmente que en su salto golpeo el borde de la cama –Clara, Clara la luna, clara, no está, clara no está- Al escuchar las voces aturdidas de sus amigas, que reconoció inmediatamente pues no había podido conciliar el sueño en toda la noche, dio un sobresalto entre angustia y desconcierto que le propino el golpe en seco contra la cama. Desnuda, la oscuridad de la noche limitaba la vista de un cuerpo juvenil, una silueta curveada y delineada, sus senos limitaban con la dulzura del Caribe y sus pezones, marcados por el frio de sus corrientes europeas, Clara corrió a la ventana y observo a la periferia a sus amigas inquietas en la acera pero su vista se centraba en el firmamento oscuro, negro, nunca antes tan oscuro como esa negra noche. Pero Clara no tenía miedo como si lo tenían sus amigas que vieron la enorme roca luminosa caer al vacío. Clara observo desde la ventana un cielo oscuro pero sus ojos se asombraron al ver las millones de estrellas que antes eran opacadas por la luz que relucía sobre la Luna. Era el cielo mas estrellado que nunca se había visto. Era una planicie total cubierta de una inmensa red de pequeños centelleos luminosos que titilaban cada tanto en un recital de pequeñas luces. No se distinguía el horizonte y Clara quedo plasmada bajo aquella imagen que la hizo sentir desolada, la belleza del instante estelar le arrebato lagrimas de sus ojos hasta llegar al sollozo que la obligo a desplomarse en la silla.
Unos minutos antes que la Luna cayera, un barco de origen lusitano había ingresado al espacio marítimo de esta nación que se quedaría sin la Luna unos minutos después, sobre un mar tranquilo el Capitán guiaba el timón destino al puerto. No fue el sino su segundo al mando quien veía la Luna y se quedo perplejo cuando la vio descender como si alguien le hubiera cortado los hilos que la sostenían en el firmamento, no hubo tiempo para que el navegante le avisara a su Capitán lo que acababa de ver. El mar se oscureció en un instante y el Capitán no atino con su mirada experimentada la aparición de una ola de más de cincuenta metros que emergió de un mar tranquilo y que golpeo al Gandolfo y lo arrastro con todo el resto físico de la nave y su contenido a las aguas desproporcionadas, bestiales e incontrolables. Los veinticinco navegantes lusos murieron instantáneamente ahogados y algunos fallecieron ante la colisión de las maderas. El barco colapso en un bajo fondo a metros de donde había sido golpeado por primera vez y unos segundos sus restos sucumbieron bajo la fuerza inexorable del mar descontrolado. El repentino cambio del oleaje que provoco esta catástrofe era una causa inusual, los navegantes saben en qué épocas lunares los mares están desbocados y se rehúsan a ser navegados, pero en este tiempo el mar debería de haberse mantenido manso, eso era algo que sabían los navegantes del Gandolfo pero nunca se había registrado una catástrofe consecuencia de una Luna averiada. Todos saben que la Luna ejerce una fuerza sobre la atmósfera terrestre, esa presión constante que varía de acuerdo a la rotación de la tierra en el espacio a su vez varía en intensidad sobre los océanos y mares. Eso explicaría la influencia lunar sobre las aguas, entonces, poniendo a prueba la hipótesis, ahora teoría, en un país que haya visto a la Luna caer por consecuencia la presión que ella ejerce sobre la atmósfera, se diluiría con su descenso hasta que no existiese presión sobre el mar, entonces su oleaje se descontrolaría y emergerán olas gigantescas y unos bajos fondos, que constituyeron la causa de muerte de los navegantes lusitanos. Un mar desmandado a expensas de una Luna ausente era un mar sin nada que lo rigiera hacía la superficie. Las olas superarían los cincuenta metros y descenderían a una velocidad mortal. En un caso similar con respecto a las resultas pero en escenarios totalmente diferentes como lo es la junta dirigente de una nación, estamos hablando del Presidente y sus ministros que en ciertos momentos de la historia, tras movimientos populistas de la mano de la violencia, la opresión, la exclusión y el hambre han logrado zafarse vilmente de la presión invisible de los ojos participes y organizados de sus ciudadanos, causando en estas figuras políticas una pérdida de sus limitantes y una pérdida también de la ciudadanía, limitándose a llamar pueblo a sus habitantes. Estos seres exacerbarían sus abusos. Comenzaron así por las propiedades de los subordinados, se apoderaron de ellas y además se escarnecían argumentando que era un fin social. Explotaron los recursos naturales y los vendían como si no valieran nada, solo para inflar sus bolsillos más rápidamente. Hacían guerras o las inventaban, mataban y robaban. Prohibían y censuraban cualquier cosa que les molestara y todo esto disfrazado por encima con una mísera gota de caridad. Era un asalto descarado, un juego demacrado y lunático que se elogiaba por una bolsa de comida repartida en una comunidad o la inauguración de alguna institución no terminada en cuanto a obras, pero que ya se conocía lo corrupta que se manejaría. Esa mísera caridad sintió el anciano que pidiendo limosnas en una esquina vio pasar una encantadora pareja, el joven al pasar se detuvo quizás para demostrar algo que carecía pero que quería aparentar. Se llevo las manos a los bolsillos y de uno de los dos salieron un par de billetes inválidos y con una sonrisa en su rostro tiro ambos a las piernas del anciano, este replico instintivamente –que Dios te lo multiplique- y vio como se alejaba la pareja tomadas de las manos. El anciano quedo allí sin contar los dos billetes y se llevó sus manos sucias a la cara. Tenía ya varios meses sin volver a sentirse la mierda humana más pisoteada del mundo y comenzó a llorar entre la basura. El pequeño acto de lastima, tan común en las calles de una gran ciudad, repetido en los ciudadanos de cualquier lugar le causo dolor a este hombre de la tercera edad, que podría tener menos si la historia lo necesitara. Tan solo ver la sonrisa, esa sonrisa que hasta su respiración se entre dificultó. Se preocupó en recomponerse y fue en búsqueda de una botella entre sus mantas. Tomo la botella de caña y abrió su tapa, tembloroso se dio un largo sorbo que lo estremeció en el alma pero no en la garganta y luego se percato que a su botella no le quedaba lo suficiente para olvidar lo suficiente, quizás solo esa sonrisa, y no la miseria de su vida, todo lo que ha perdido. De acabarse su botella no habría forma de sobrevivir a la noche y sus demonios, las ganas de matarse superarían sus ganas de seguir sobreviviendo y no sentiría que ponerle fin a su vida, o lo queda de ella sería un suicidio pues no considera que sea de animales suicidarse y se sentía como un infeliz animal desahuciado.
Los acontecimientos que subsistieron en la tarde de aquel triste anciano se resumieron en recoger las monedas o billetes suficientes para otra garrafa de alcohol. Discutirán ustedes que el viejo alcohólico prefiere comprar alcohol que un trozo de pan y que esa sea el origen de su condición, su vicio. Pero si la pieza de pan le devuelve a ese pobre hombre un mínimo de conciencia capaz de hacerle recordar aquellos momentos felices que pudo haber vivido hace un par de décadas, los recuerdos le arrebataran lágrimas así como la imagen del cielo estrellado le robó a Clara lágrimas y tanto ella como el anciano que en distintas condiciones la soledad fue la razón de sus tristezas, no fue el hambre desgarrador que ardía en el estomago ó el sobresalto de ver un cielo sin su acostumbrada Luna. Son los recuerdos felices que se presentaron en ocasiones distintas pero devastadoras que revelaron las realidades de sus condiciones. Clara se sintió sola en esa habitación, a pesar del acompañante que aguardaba durmiendo entre las sabanas.
Observo inmóvil desde la silla la silueta del hombre que se movía ligeramente frente a ella, aun seguía llorando y se olvido del frenesí de sus amigas, también olvido el hecho de que la Luna se había caído y solo pensaba en el anciano pidiendo limosnas en la calle, recordó su rostro carcomido por los años en desgracia, desnutrido y con los ojos vidriosos por el consumo del alcohol. El instinto le llevo las manos al rostro y con sus dedos aparto las lágrimas. Se levanto y volvió a contemplar a través de la ventana el cielo estrellado. Unas cuantas calles más abajo, cercana a donde estaban aún las amigas de Clara perplejas, el anciano que ya se había tomado una buena parte de su más reciente compra logrando sepultar las voces de los recuerdos, apaciguar los demonios del tiempo y atenuar los gritos del silencio. Se permitió concentrar la mirada en el cielo como si se mirase una gran obra de arte. Rodeado de basura sobre un cartón, arropado con sus trapos viejos y sucios, desplazando el frío cada tanto con tragos amargos. Pensó que lo había imaginado porque ya estaba acostumbrado a las apariciones, que a veces eran buenas y le permitían imaginar el olor de la comida recién hecha cuando hurgaba en la basura. La parosmia le hacía tomar cualquier cosa masticable que encontrase y poder digerirlo pero en otras ocasiones, las apariciones ocurrían en las noches oscuras y hambrientas, donde se veía así mismo desde arriba contemplar el cielo postrado en el suelo titiritando de frío y veía llegar las figuras, empezaba a temblar aún más, esta vez de miedo. Podría saber que era una aparición pero eso no querría decir que no le dolieran los golpes y las patadas emanadas por aquellas siluetas humanas que solían parecerse a jóvenes muchachos recién salidos de las parrandas que hasta le hacían imaginar el sabor de su propia sangre en la boca. Nunca recordaba las caras al día siguiente, solo el dolor.
El anciano vio caer la Luna, pensando que era el aura de una nueva aparición y tembló de miedo, otra vez. Fue un descenso rápido que oscureció la noche en seguida, tal como lo había visto el segundo al mando en el Gandolfo. Luego como un mecanismo de emergencia, el anciano vio como millones de estrellas se encendieron en el firmamento como una red de destellos luminosos se alzaran en código de luces frente a sus ojos ya llorosos, fueron los segundos entre la oscuridad y la aparición de las estrellas en que el anciano recordó el rostro de uno de los jóvenes que lo golpeo una de tantas noches. Una aparición que se hizo realidad en segundos, la sonrisa de aquel joven durante las envestidas de patadas y golpes le hicieron doler otra vez sus entrañas. El anciano se desplomo y comenzó a llorar bajo aquel manto de estrellas y Clara volvió a la cama, se olvido por completo de sus amigas en la calle y trajo a su mente una imagen que le estrujo el corazón y le dolió tanto recordar el rostro de su padre y todos los años que pasaron desde el ultimo día que lo vio ya hace un par de décadas antes de huir de casa. Recordó su mirada tenue y apagada que volvió a ver esa misma tarde y en ese momento fue que su amante se despertó, tomo una de las manos temblorosas de Clara y ella entre las tinieblas observo la misma sonrisa que el anciano había visto a uno de los jóvenes la noche que le asaltaron a patadas y golpes.
Merci pour la lecture!
Nous pouvons garder Inkspired gratuitement en affichant des annonces à nos visiteurs. S’il vous plaît, soutenez-nous en ajoutant ou en désactivant AdBlocker.
Après l’avoir fait, veuillez recharger le site Web pour continuer à utiliser Inkspired normalement.