En el frio espacio interestelar: Imperious Frontier navegaba plácida y sin culpa en dirección a Próxima B.
—Capitán Rogers, permiso para descansar… la batalla me dejó...
—¿...Tensa, Thomas?, proceda.
—Casi nos vaporizaron esos malditos tardígrados —acotó Stevenson, ajustando la pantalla con las ventosas de sus manos—, gracias Hilary.
—De nada...
Thomas emergió de la cabeza de su malvavisco-traje. Era un cerebro, protegido por una coraza con múltiples sensores, que se arrastraba sobre un apéndice retráctil ubicado en su base.
—¡Qué bien!, necesitaba “estirar las piernas”.
—Llegamos, despierte a su gato de la stasis, nosotros despertaremos a los nuestros. ¡Larga vida al Imperio Humano! —exclamó el capitán.
Mici miraba el atardecer en su nuevo hogar.
«Estos humanos creen que la expansión se debe a ellos», comunicó Fuss.
«Son patéticos», miau, ja, ja, ja, miau, miau —rió Kitty.
«¡Larga vida al Imperio Felino!» —maulló el líder Mici. Un imperceptible pensamiento ajeno provino de su cabeza:
«Por fin tendremos nuestra dulce venganza contra los cabeza de perro, hijos de Anubis» —mentalizó el emperador Toxo.
«Gracias a nuestros huéspedes felinos», acotó Plaz.
«Los humanos idiotas transportándonos», rió Moses.
«¡Un nuevo mundo por conquistar! ¡Larga vida al Imperio Gondii!», exclamaron al unísono: Toxo, Plaz y Moses.
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