Prólogo
El viento rugía con voz propia, las montañas se estremecen con los tambores de guerra y las nubes eran desgarradas por las bestias que pelean entre sí. Es un vals mortal, lleno de fuego y garras. Puesto que las criaturas que peleaban con tal ferocidad, eran las más poderosas bestias que han tocado esta tierra. Dragones.
Heraldos de poder sin igual, criaturas magníficas y gloriosas. Sirvientes de los dioses. ¿Qué ha pasado para que los dragones estuvieran en una guerra entre ellos? ¿Qué tipo de infortunio los ha guiado a este punto?
El cielo sangraba ríos de fuego y cascadas de cenizas. La tierra era calcinada por las fuertes ráfagas de lumbre y la luz del sol era eclipsada por el humo negro de la muerte. De entre los combatientes, uno resaltaba con vigor y determinación. Un dragón de bellas escamas plateada y cuyos ojos dorados reflejaban a un guerrero sin par. El dragón plateado se hace notar en la guerra de fuego en las nubes.
Enfrentándose a enemigos de tamaño más grande que el mismo. Sin miedo, sin dudar de su objetivo. Él rugió en las nubes, opacando a todos a su alrededor. Movió sus alas brillantes y con rapidez embistió a su enemigo. La cola que era una de sus armas, golpeó de manera violenta al dragón de escamas rojas. Usando sus afiladas garras, él arrancó violentamente las alas de su contrincante.
El dragón de fuego aulló en dolor, mientras que era calcinado por la lumbre de su destructor. Otro enemigo más es eliminado por el dragón de ojos dorados. Sin embargo, su breve victoria fue interrumpida por el grito de su jinete.
—¡Detrás de nosotros, Eliazor! —Su jinete exclamó desde su montura de metal. Una mujer con brillante cabello carmesí, con una armadura a la par de las escamas del dragón, ambos jinete y dragón. Peleaban sin parar, hasta el final.
—¡Lo veo, Maia! —Eliazor rugió, esquivando la mordida que era dirigida a su cuello. Los dos dragones golpearon sus cabezas con los cuernos que tenían. Eliazor tenía cuatro de ellos, eran gruesos, fuertes y filosos.
—¡No hay dioses que te salvarán, Eliazor! —El dragón enemigo dijo, atacando viciosamente el abdomen del Eliazor. Su negra piel y el pelo blanco de su espalda, camuflan al jinete que usaba su arco para abatir al jinete de Eliazor.
—¡Ellos nos abandonaron! —Eliazor no quería darle la razón y usando su frustración escupió una rafaga de fuego.
—¡Has perdido tu fe en ellos, Moran! —Eliazor respondió.
—¡Lise, por favor! —Maia grito al jinete de Moran—. ¡No sigas a Alteon, regresa con nosotros!
—¡Tu escucha, Maia! —Lise le reclamó—. ¡¿Porque sigues a Aterion?! —La mujer con corto cabello dorado y ojos grises. Miró a Maia triste y furiosa.
—¡Él no es mejor que los dioses que nos abandonaron! —Lise grito frustrada—. ¡Ríndete Maia, por favor, te lo suplico, no quiero tomar la vida de otra hermana!
—No puedo hacer eso, yo tome un juramento... igual que tú, Lise—. Lágrimas de melancolía son visibles en el rostro de Maia. Lise se mordió su lengua, ella trata fuertemente de no mostrar la misma expresión de Maia.
—Eres un idiota, Eliazor. Peleas sin razón, sin objetivo. No había necesidad de esto, de esta guerra. Aterion no sabe lo que hace, su desesperación en seguir el código de los celestiales, lo ciega. ¿Cuántos hermanos y hermanas hemos perdido? —Moran dijo, volando cerca de Eliazor. Ambos bailando sin tocarse, preparados para el último ataque.
—No importa, Moran. Lo que Alteon desea, no es mejor y lo sabes—. Eliazor respondió, preparando su ataque, dirigido a alguien que alguna vez llamó hermano.
—Acabemos con esto, Eliazor. Solo uno puede salir victorioso de esto. —Moran miró a su hermano, viejas memorias pasaban por su mente. Cosas que él no quería recordar, no en estos momentos.
Moran atacó primero, usando su larga cola, la cual tenía picos de diversos tamaños. Él embistió los lados de Eliazor. Quien rugió de dolor, tratando de no perder la altitud a los fuertes golpes de Moran. Maia y Elise, ambas usan magia para revitalizar a sus dragones. Mientras se atacan sin cesar. Maia con su lanza y Lise con su arco. Las flechas de Lise, están cubiertas por un brillo sin igual, cada una de ellas. El arco de Lise sus las flechas mágicas lograba perforar la fuerte armadura de Eliazor.
Que sentía el ardor dentro de su piel. Moran era más grande y sus extremidades más largas. Usa eso a su ventaja, castigando el pequeño tamaño de Eliazor a comparación. Maia fiereza usa su larga lanza para mantenerlo lejos. Perforando su piel descubierta, ya que Moran no tenía escamas igual de duras que Eliazor.
—¡Ultham! —Maia grito y una luz blanca rodeo a Eliazor. Empujando a Moran, que parecía haberse quemado por esa luz.
—¡Sanem! —Lise respondió a la encantación de Maia, curando las heridas de Moran.
—¡Ultham´Faelen! —De la lanza de Maia, un rayo de luz salió disparado con fuerte intensidad, Moran aulló en dolor, cuando esa luz perforó su ala izquierda. Lise grito en horror, tratando de usar su encantación de sanación, pero horas de combate la había dejado débil.
—¡Eliazor, ahora! —Maia exclamó. Su rostro se llenó de angustia, al presenciar el ataque de Eliazor.
El dragón plateado uso las mandíbulas para destrozar el cuello de Moran. Lise solo grita en horror y trato de usar su hechizo de curación sin éxito alguno. Eliazor despedazó el largo cuello de Moran, cuyo cuerpo parecía perder fuerza a cada instante. Maia, sin dudar uso su lanza para perforar el pecho de Moran y usando sus últimas reservas de magia. Usó de nuevo el mismo ataque de luz contra Lise dando una muerte rápida a su hermana. Ambos, jinete y dragón cayeron al vacío. Eliazor miró agotado, como el cuerpo de Moran y de Lise golpearon el suelo.
—Otro hermano más—. Él dijo con tristeza en su voz.
—Otra hermana más—. Repitió Maia.
Maia, no tuvo tiempo de llorar por Lise, porque noto a su alrededor y vio cómo están perdiendo la batalla.
—Tenemos que irnos, Eliazor—. Ella dijo.
—¡¿Qué?! —Eliazor respondió gruñendo.
—¡Maldita sea, Eliazor! ¡Mira a tu alrededor! —Miró en pánico a sus compañeros y la verdad lo inundó. Noto a los aliados quienes están perdiendo terreno rápidamente. Dos contra uno, incluso tres dragones y jinetes. Persiguiendo a uno solo. Era horripilante.
—¡Necesitamos retirarnos!
—¡¿Estas dementes?! —Eliazor rugió enfurecido.
—¡No podemos dejarlos destruir el templo! —La mujer rápidamente golpeó fuertemente la espalda del dragón sin miedo alguno. Atrayendo la atención de Eliazor quien lo miraba con esos brillantes ojos verdes.
—¡Al menos que queramos morir, tenemos que irnos! —Ella imploró—. ¡Perdimos, no hay nada que podamos hacer!
El dragón lo sabe, miró a su alrededor en dolor y sufrimiento. Observó cómo sus hermanos y hermanas caían uno tras otros.
—No podemos dejarlos… —Eliazor susurro en pena.
—Lo se mi amigo, lo sé, pero no podemos perder a más hermanos. Tenemos que afrontar que perdimos esta batalla, tenemos que sonar la retirada. Reunámonos con Aterion, la guerra no ha acabado aún—. Maia dijo suavemente, ella trata de tranquilizar a su dragón, cuyo dolor sentía Maia también. El dragón rugió en remordimiento y con una última mirada a su jinete. Ella sonó la retirada con una trompeta que cargaba.
Los otros dragones y jinetes rápidamente vieron a su líder. Entendieron que la batalla está perdida y que no se puede hacer nada para detener al enemigo. Los que sobrevivieron el enfrentamiento rápidamente abandonan el campo de batalla que era el cielo. Se dispersaron por las nubes y acantilados de las montañas. Algunos de ellos eran perseguidos y otros tenían suerte.
Él tomó viento, usando su velocidad para alejarse de las nubes negras, que huelen a azufre y muerte. Maia volteó y notó que muchos de sus amigos no los volverá a ver. El pesar en su corazón se solidifico cuando a los lejos, en una bella montaña en donde un templo gigante se alzaba majestuosamente como un faro de luz en las montañas, rápidamente fue destruido por los dragones enemigos.
—Esto no ha acabado—. Ella dijo.
—No, no mientras aún respire—. Eliazor respondió.
Ambos se quedaron callados por un momento, solo con el viento de acompañante. Ellos estaban exhaustos, la batalla duró días. La pérdida del templo sagrado solo es igual, a la pérdida de los amigos que cayeron del cielo a sus tumbas en la tierra helada de las montañas.
—Melan, Sirro, Ayeen, Fio, Saali… Lise—. Maia susurra con lágrima en sus ojos, los nombres de todos los hermanos y hermanas que perdió.
—Akinerion, Soyanen, Eron, Maeron, Falor… Moran—. Eliazor la acompañaba en su pesar, con su propia lista de hermanos y hermanas cuyas alas les fueron arrebatas.
Sin tiempo de seguir afligidos, un fuerte rugido se escuchó detrás de ellos. Los habían encontrado.
—¡Eliazor! —Ella exclamó, poniendo su escudo y gran lanza en defensa.
—¡Sujétate, Maia! —Eliazor dio un giro rápido, doblando su gran cuerpo. Tratando de perder al dragón que los encontró.
Pero sin éxito ya que el dragón enemigo está demasiado cerca como para dejarlos ir tan fácilmente. Maldiciendo, Eliazor decidido enfrentarlo rápidamente.
—¡Prepárate, Maia! —La jinete sin escucharlo dos veces suspiró profundamente. Cuando ambos dragones se embistieron en el aire, el sonido de las alas y las colas golpeándose entre ellas de manera violenta. Causó una fuerte explosión que esparció a las nubes a su alrededor.
Mordidas, aleteos, fuego. Cada ataque era más animal que el otro. Los jinetes pelean entre ellos, Maia con largas lanzas buscaban herir las alas de los dragones con escamas verdes. Ambos usan magia para atacarse entre ellos.
Eliazor logró zafarse de él, alejándose un poco y con una gran inhalación se preparó para rugir fuego.
La gran llama salió disparada con fuerza e ira. El aire alrededor parecía gemir de dolor. Maia aprovechó la distracción del jinete enemigo, quien se protegía del fuego infernal detrás de su escudo mágico. Ella tomó su lanza y con una precisión letal, logró perforar un ala del dragón. Quien rugía de dolor.
Eliazor aprovechó el momento y atacó el cuello descubierto de su enemigo. El dragón lloro en sufrimiento y Eliazor apretaba su quijada con mayor fuerza hasta que el sonido de los huesos que eran pulverizados por la mordida se escuchó. El jinete enemigo grito en rabia y en un desesperado ataque. Logró lanzar su lanza hacia Maia, quien no pude esquivar el ataque a tiempo usando su escudo.
—¡Maia! —Eliazor miraba desesperado como su jinete caía de su espalda al vacío. En su ira escupió fuego al jinete enemigo, quemándolo hasta que solo quedo cenizas. Rápidamente usó toda su velocidad para tratar de alcanzar a Maia quien se aproximaba al suelo.
—¡Maia! —Grito
—¡Por favor, dioses si aún están aquí! —Eliazor empezó a rezar, en un acto de desesperación—. ¡Si siguen con nosotros, si no nos abandonaron, por favor ayudenla!
Él extendió sus patas frontales tratando de salvarla, sin éxito alguno. El cuerpo de Maia sacudió al suelo en el que su cuerpo ahora reposa. Eliazor no paró su propio impacto, ya que el también golpeó el suelo brutalmente. Pero su dolor no le importaba. Lentamente se levantó y se arrastraba a ella. Ignorando cualquier sufrimiento que su cuerpo enorme gritaba.
Se acerco a el cuerpo sin vida de su compañera de tantos años. Su mejor amiga, su hermana, su jinete.
—Maia… —Con su larga uña, él movió su cuerpo. Lagrimas salían de sus grandes ojos dorados. Eliazor tocaba la mejilla de Maia, mirándola fijamente. Sentía como su alma se partía en dos, no había peor dolor alguno para un dragón que perder a sus jinetes. Eliazor había fallado.
—Perdóname, no pude protegerte—. Rugió en tristeza, dolor y angustia. Él desplomó su cuerpo al lado de ella, trayéndolo cerca de él con cuidado. Usó sus últimas fuerzas para mover sus alas para cubrirla, para cobijarla como él hacía cuando era pequeña. Por última vez, Eliazor rezo a los dioses, esperando una respuesta. Cualquier cosa.
Sin su jinete, la vida de Eliazor, la de cualquiera dragón no tiene sentido. Él lloraba lágrimas de cristal y mirando a las estrellas pidió a los dioses que lo guiaran a Maia. A su jinete otra vez.
Así fue que el gran dragón Eliazor durmió. Al lado de un bello río, cerca de un gran bosque, en la intemperie del mundo. Con el cuerpo de Maia cobijada en sus alas, esperando verla de nuevo. En cálidos campos verdes, en paz, cerca de un sol brillante.
Una gentil luz envolvió al dragón, quien parecía congelarse en el tiempo y lugar. Como una estatua viva, mientras lentas caricias de una bendición camuflada en luz, lo protegía.
Y pasarán milenios para que el despierte, para que sea guiado a un nuevo mundo. Muy distinto al suyo, pero con la esperanza en volver a ver a su amada Maia.
Merci pour la lecture!
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