Histoire courte
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UNA PAREJA


1.

—Feliz 17, mi amor —dijo Federico a la entrada del apartamento, dándole un beso en los labios a Inés, quien lo recibía sonriente. Traía en la mano una botella de whisky, el favorito de ambos, en la otra mano una caja de bombones, los favoritos de ella.

—Feliz 17. Juro que pensé que te habías olvidado. —Coge la botella y los bombones—. Estaba lista para hacerte un lio, lo admito.

Federico sonríe. Entra y cierra la puerta tras él.

—No podía olvidarme. Cumplimos ya cuatro años y siete meses. Quería darte una sorpresa. Había pensado en que ordenemos algo delicioso para cenar.

Inés cruza la sala en dirección a los muebles, deja la botella en la pequeña mesa de centro.

—No suena mal. ¿Qué se te antoja? —pregunta ella.

—Pues creo que comida china.

—Odias la comida china.

—Pero a ti te encanta. —Se detiene tras el mueble de la sala y descansa los brazos sobre él. —No me hará daño comer un poco. —Se encoge de hombros.

—Muy bien. China entonces. ¿Vas ordenando? Iré a la cocina a traer unos vasos y algo para ir picando mientras esperamos la cena. ¿Te parece?

—Me parece fantástico.

2.

Inés regresó a la sala algunos minutos más tarde.

—Encontré las copas. —Las levanta y muestra, cruza el comedor y se dirige a la sala con Federico. —Estaban escondidas hasta atrás en los estantes. ¿Qué hacían ahí?

—No lo sé —responde federico, quien se encontraba en el mueble, frente al mueble del televisor, traía el control remoto en las manos y estaba buscando algún canal música—. La ultima ves que las usamos fue hace mucho, quizá las guardaste ahí.

—Es verdad. —Inés coloca las copas en la mesa de centro a un lado de la botella de whisky—. Iré por unas papas fritas, las olvidé. ¿Ordenaste la comida china?

Federico encuentra un canal música, lo deja ahí a un volumen bajo.

—Si, pero les dije que la trajeran dentro de una hora aproximadamente.

—Muy bien. entonces iré por las frituras. —Se inclina hacia el y le da un pico en los labios.

—¿Quieres mezclar el whisky con gaseosa o algún jugo?

—¡Ash! Que poco elegante… ¿Me viste cara de callejonera de barrio? —ríe.

Federico se encoge de hombros.

—Algo así… —ríe.

Inés le da un juguetón golpe en el hombro.

—No. Hay que beberlo con hielo nada más.

—Listo.

Inés se dirige a la cocina y luego de algunos segundos regresa con una bandeja de hielos y unas bolsas de frituras a medio comer.

—Hay papas y estos doritos de la semana pasada, están frescos.

—No hay problema. No quiero llenarme —mete la mano a la bolsa de Doritos y coge unos cuantos— de estos de todas formas.

—A mi si me encantan. —Irene deja las bolsas en la mesa de centro y toma asiento en el sillón al lado de donde estaba sentado Federico. Coge un poco entre las manos—. ¿Sirves tú, amor?

—Claro. —Se mete todos los Doritos en la boca y comienza a masticar.

Federico coge la botella de whisky y la destapa. Con cuidado, utilizando los dedos, coloca un par de hielos en cada copa y luego sirve un poco de licor en cada una. Le acerca a Inés una de las copas.

Ella sonríe.

El levanta su copa y la acerca.

Chocan las copas con suavidad.

—Por un mes más juntos, mi amor. —celebra Federico sonriendo.

—Un mes más, un lindo mes más. Y por los que vienen.

Beben un sorbo de sus copas.

3.

La música del televisor sonaba en el fondo, dando un alegre ambiente a la sala.

—Entonces era cierto… —dice Inés.

—Si. se van a divorciar. Te dije, te lo dije hace mucho. Esos dos eran pura apariencia. Nadie es tan feliz.

—Que malo eres —repone ella, bebiendo un sorbo.

—No es ser malo. —Se encoge de hombros—. Es simple lógica. Yo conocía Rey mucho mas que ella, por eso sabía que tarde o temprano se iba a aburrir.

—Pero ella es muy buena.

—Sera todo lo buena que quieras, Inés, pero eso de las fotos, de los globitos, de los paseos, de las —se inclina hacia delante, enfatizando— sesiones de fotos con mascota… —Bebe un sorbo de su copa y la deja en la mesa de centro—. No podía reconocerlo a mi amigo. Por eso nunca me creí que eso funcionaria. ¿Cuántos años le di?

—Mmm… Les diste un año.

—Un año. Creo que ni llegaron a los diez meses. —Se echó para atrás en el mueble.

—Igual, creo que es algo triste. Espero que eso no nos pase a nosotros cuando nos casemos.

—No pasará. Tu sabes que te amo, y a diferencia de ellos no nos casamos a los dos años. Es ilógico. Una relación se debe fortalecer con el tiempo. No te puedes casar a los dos años. Estas en toda la etapa del enamoramiento. —Coge su copa de la mesa de centro y la apura. La deja en la mesa y vuelve a arrellanarse en su asiento.

Inés seguía aun con la copa a medio beber.

—Si. Lo sé. Por cierto, mi hermana se casa.

—¿Se casa? ¿Con Larry? —sonríe.

—Si, con él. Ellos si tienen años juntos.

—Que bueno. Larry me cae muy bien.

Inés bebe un sorbo mas de su trago y deja la copa en la meza, se inclina y coge unas frituras.

—Es un buen hombre, ama a mis sobrinas, es un gran papá. —Se lleva las frituras a la boca.

—Es cierto. Ellos si debieron haberse casado hace mucho.

—Todo a su tiempo, ¿no dices?

—Si; pero por las niñas.

—Es decir que si hubiéramos sido padres —ella sonríe— ya estaríamos casados.

Federico frunció el ceño y ladeó el rostro, hizo una mueca y sonrió.

Se inclinó para servirse un poco más de whisky.

—Creo que sí.

—¿Crees?

—Si. Creo que sí, que estaríamos casados; pero sería por los niños.

—Ese es el tema. No sería por interés personal.

—Pienso que —coloca un hielo en su copa— si te casas debe ser por querer convertir tu relación en algo mucho mas formal. —Vuelve a echarse para atrás en el mueble, cómodo—. ¿Por qué estar casados es tan importante? ¿Te has preguntado eso?

Inés apura su copa y la deja en la mesa.

Se encoge de hombros y responde:

—Creo que es una expresión mas del amor entre dos personas. Tu sabes que me quiero casar algún día.

Federico asienta. Se inclina hacia delante y deja su copa al lado de la de ella. Coge la botella y le sirve un poco, coloca un pequeño hielo dentro de la copa y se la acerca a su pareja.

—Gracias —agradece ella.

—Yo —dice federico— también quiero casarme, que nos casemos, algún día; pero aun es pronto. Eso pienso yo. Es decir, tenemos mucho tiempo juntos, pero me gustaría primero hacer muchas cosas antes de casarnos.

—Coincido contigo en que hay algunas cosas que hacer antes.

—Por ejemplo, me gustaría poder ascender en la empresa antes de casarnos. Y eso me tomara al menos un año más. Me gustaría ahorrar y comprar una casa, eso nos tomara un poco más, aunque con un préstamo… Pero ya sabes como es eso. Tu estas con tu maestría, te faltan dos años. Creo que por ahora estamos bien, pero me gustaría que crezcamos más. —Bebe de su copa.

Inés asienta.

—Aun hay muchos proyectos. Solo a veces envidio a mis amigas que ya están casadas y con niños. ¿No te pasa igual? —bebe de su copa.

Federico hace una mueca.

—Mmm… —Eleva un hombro—. La verdad es que no. ¿Has visto a Paul?

—Si. ¿Qué tiene?

—Ha engordado como cuarenta kilos en un año y esta viejo, viejo y es menor que yo, debe tener veintisiete, parece de treinta y cuatro; es papá solo hace dos años, imagínalo. No quiero eso para mí. No ahora.

Inés entorna los ojos.

—Que malo. Pero se ve tierno con su pequeño.

—Si, pero no lo sé. Por ahora no esta en mis planes ser papá. —Bebe de su copa un pequeño sorbo—. ¿En los tuyos?

Inés se encoge de hombros y se echa para atrás en el mueble.

—A veces pienso, como te dije, que sería hermoso. Otras veces veo a mi hermana, a mis amigas, cuando la maternidad se pone seria, y me digo a mi misma que no es buena idea; otras veces veo a Jessica y a azucena y me derrito en amor… son tan lindas mis traviesas.

—Ser tío es diferente. Yo cada ves que voy a casa de Lorenzo y juego con Fernandito también pienso en que sería lindo tener un enano corriendo por aquí, jugar con él, pelear con él, contarle cuentos, no sé, ir al cine y cuidarlo juntos. —Inés sonrió—. Pero luego veo lo difícil que es para mi hermano tener que trabajar más, gastar el doble, los problemas con Judith. Dios mío. —Bebe un ultimo sorbo y deja la copa en la mesa—. Desanima —dice arqueando la ceja y con un gesto.

—Creo que serías un buen padre.

—Pienso lo mismo, sobre ti. Creo que serias una buena mamá; pero por ahora estamos bien asía.

Inés asienta.

—Algún día, Federico. Algún día. Solo espero —apura su trago— que no sea muy lejano ese día.

Federico la mira y sonríe.

4.

—¡Esa canción me encanta, no la pases! —dice Federico desde el baño.

—No puedo pasarla esta en la televisión —responde Inés sonriendo. Sostenía en sus manos su copa, se llevaba unos doritos a la boca.

Federico sale del baño, se había mojado un poco la cabeza y se acomodaba el cabello.

—Esa canción es buenísima. Olvidé que estaba en el canal musical, como siempre colocamos nuestra música en el equipo. —regresa a su lugar en el mueble grande.

—Tu pusiste ese canal.

—Si. Es que la misma música a veces cansa. —Se inclina hacia delante y se sirve un poco de whisky, aún tenía hielos en la copa—. He querido bajar nueva, pero no he tenido tiempo. Necesito unas buenas vacaciones, amor.

—Si. Estas llegando tarde estas últimas semanas.

—Hay muchos documentos que revisar, el mes pasa rápido.

—Pensé que tenias ayuda. ¿No sigue Claudia contigo?

—Si. Pero poco o nada hacemos los dos. Recuerda que ella es nueva y le falta un poco de experiencia en procesamiento de datos. Muchas veces tardo hora solo corrigiendo lo que ella hizo.

—Pide que la cambien, se trata de que avancen.

—No. —Bebe un sorbo—. Ella es una buena chica. Nos hemos hecho amigos, se que va a aprender rápido. Solo lleva unos meses.

—Se que se han hecho muy amigos —dice Inés, evadiendo la mirada.

Federico levanta una ceja y sonríe.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunta federica.

—Pues eso: que se han hecho buenos amigos. —Hace contacto visual y apura su trago.

Federico se encoge de hombros.

—No lo voy a negar me llevo muy bien con ella. Es una buena chica.

—¿Cómo puedes decir que es una buena chica? —repuso Inés frunciendo el ceño.

Federico, nuevamente, se encoge de hombros y niega con la cabeza.

—Por que pienso eso…

Inés rebufó.

—¿No me dijiste que te contó que la despidieron de su último trabajo por mantener… por tirar —corrigió— con un compañero de trabajo? Dime si eso es ser buena chica.

—¿Qué te diré? —Bebió un sorbo de whisky—. A mi me parece una anécdota graciosa. ¿Qué ya no te acuerdas cuando estábamos en la universidad? Si no fuera por que le di noventa billetes al vigilante, nos hubieran echado de la universidad.

—Es diferente —repone.

—¿Por qué?

—Eras mi pareja.

—¿Y qué? Es una anécdota.

—Si, pero lo de tu amiga es completamente diferente.

Federico se acerca a la botella, la coge y le sirve a Inés. Le hace un gesto para servirle hielo, ella niega con la cabeza. Le acerca la copa.

—Pues no veo lo diferente. Además, cada quien es libre de hacer lo que desee. La cosa es que no te descubran, ese fue su error.

Inés frunció el ceño y echó el cuerpo ligeramente hacia atrás.

—Espera un momentito. —Sonrió con el ceño fruncido—. ¿Ósea mientras no te descubran esta bien hacer lo que quieras? —Tomó su copa.

Federico soltó una risa. Se encogió de hombros. Balbuceó.

—¿Qué no es así? Es decir: depende de que quieras hacer. Yo. Yo que se. ¿Por qué me preguntas eso a mí?

—Por que me das a entender que uno es libre de hacer lo que dese mientras nadie sepa. Me suena a… me suena a una moral muy ligera —Explica ella.

—No. Me estas entendiendo mal. Lo que quiero decir es que, si “quieres” hacer cosas que sabes que están mal, pues hazlas bien para que no te descubran, pues sabes que habrá consecuencias. De lo contrario, ¿para que haces esas cosas? Mejor no hacerlas. —Bebe un poco más de Whisky—. No digo que este bien, tampoco mal; depende de cada quien. ¿O estoy equivocado?

—Mientras no tu hagas esas cosas.

—¿Yo que? A mi no me interesa hacen nada malo. Y tampoco juzgo a quien haga esas cosas, mientras no sean delitos, creo que cada quien es libre de vivir su vida como le salga del culo. —Coge unas cuantas frituras—. Además: ¿Quién no ha hecho alguna cosa mala a escondidas alguna vez? —Se Arrellana en el mueble mientras mastica y sonríe.

Inés bebe un sorbo de su trago y observa a Federico con los ojos entornados.

5.

La comida llegó.

—Son cuarenta y tres, con veinticinco —dice el repartidor en la puerta entregando la bolsa de comida.

—Si —responde federico—. Un favor, lleva esto a la cocina amor.

Inés se levanta de su asiento y se acerca, saluda con la mirada al repartidor y coge la bolsa.

Federico busca en su bolsillo su billetera y paga.

Inés lleva la bolsa a la cocina. Se oye la puerta cerrarse y los pasos de federico regresando al mueble. Sube nuevamente el volumen de la música, de la televisión, la habían apagado cuando sonó el timbre del apartamento.

—¿Vas a querer que te sirva ahorita? —pregunta Inés revisando la orden.

—¡No, todavía no tengo mucha hambre, además aun queda mas de la mitad del whisky! —Responde desde el mueble y cogiendo su copa— ¿¡Tu quienes comer?!

—No. Aun no. Comeremos juntos después entonces —dice ella.

Inés cierra la bolsa y regresa a la sala con federico. Se sienta en su lugar.

Federico bebe un sorbo de licor.

—¿En qué estábamos? —pregunta.

—Me contabas de Leo.

—¡Ah sí! Si. lo vi en el centro, la semana pasada que fui a comprar unas cosas para el auto. Estaba con una chica; al principio pensé que era Cecilia, pero no. Estaban muy acaramelados.

—Entonces esta engañando a Cecilia. Que horrible, ella va a ser mamá en muy poco.

Federico se encoge de hombros—. Dios, todos sabemos como es Leo. Ella sabe con quién se metía, no me sorprendería que lo sepa y se haga la loca. —Apura su trago.

—Igual es triste. Hablé con ella hace poco.

—¿Ah sí? —Arquea las cejas—. No sabía que eran amigas.

—No somos amigas, pero chidísimos en el centro comercial. Recuerda que la conozco de la universidad. Me contó muy emocionada sobre su embarazo. Me preguntó que yo cuando y cosas así. Esto que me cuentas me hace sentir un poco mal por ella.

—No le digas nada de lo que te comenté.

—No podría. Sería un golpe muy duro; ella esta muy enamorada de Leo. Ese leo es un idiota. ¿No crees? —pregunta.

—Me da igual realmente. Nosotros los hombres no nos juzgamos entre nosotros.

Inés arquea las cejas. Bebe un sorbo.

—Ustedes son unos apañadores. Si yo viera a una amiga siendo infiel… Al menos hablaría con ella.

—Pues nosotros no —repone—. Es cuestión de criterio. Yo entiendo que si el está engañándola es por que algo no va bien en esa relación. ¿Por qué entrometerme? Además, como te dije, Leo siempre ha sido un mujeriego. Mas bien me sorprendería que esta fuera la primera o la quinta. —Sonríe y apura su whisky.

—No le veo lo gracioso.

—No es gracioso. Sonrió por que me acorde de algo.

—¿De qué?

—De nada. Es una tontería.

—Vamos, dime.

—¿Recuerdas aquello que me contaste? Cuando solo éramos amigos.

—Te conté muchas cosas.

—Sobre tu ex.

—¡Ah! Pero eso fue hace tiempo. ¿Qué tiene que ver eso ahora? —Apuro el trago y dejó su copa sobre la mesa—. No hay punto de comparación.

—¿Cómo que no? Dijiste que leo es un idiota.

—Yo no engañe a mi ex.

—Me dijiste que te besaste con tu mejor amigo, al enterarte que tu ex iba a terminar contigo para salir con otra.

Federico se inclinó y sirvió un poco de whisky en ambas copas. Colocó dos pequeños hielos en cada una.

—¿Eso —continuó él— no es ser infiel? —pregunta y le alarga la copa.

Ella la toma y arquea una ceja.

Niega con la cabeza.

—No. El iba a dejarme por otra. Yo me sentí muy mal. Además, sabes bien que Lucho es homosexual y estábamos ebrios.

—Entonces no lo era —dice federico y levanta su copa, enfatizando. Bebe un sorbo de su copa—. Como yo lo veo, le fuiste infiel también. Y, es más, nunca me dijiste si el realmente te engañó. Solo se que el había comenzado a salir con esa otra chica. Eso no es ser infiel.

Inés entornó los ojos. Dejó su copa sobre la mesa.

—¿Qué me quieres decir? ¿Qué no puedo juzgar por eso que hice? Yo no veo eso como un engaño. No fue un engaño. Mi ex ya me había dejado en su mente, yo solo me enteré antes que el me dijera. Recuerda que el me terminó a mi y ahora está casada con esa mujer.

—Bueno, siempre hemos tenido conceptos muy diferentes de lo que es ser infiel.

—Pues sí. Además, tú no eres un santo. Tú también me contaste algo parecido, y a diferencia mía tu sigues viendo a Yolanda. —Inés cogió su copa con rudeza y bebió de ella, casi hasta acabarla de golpe.

—¿Es en serio?

—Si. —Evade la mirada.

—¿Hablas de Yolanda?, sabes que somos… amigos.

Inés deja su copa en la mesa.

—Te acostaste con ella. Teniendo novia. —Lo mira con ojos entornados.

—Si. Jamás lo he negado. Te lo conté siendo amigos. Y no es la primera ves que me lo… ¿sacas en cara?

—No. Pero tú también hablaste de algo que te conté “siendo amigos”. —Coge la botella y se sirve un poco de whisky. —¿Quieres?

Federico niega con la cabeza. Aun tenia un poco de trago en su copa.

—Creo que debemos cambiar de tema.

—¿Por qué? ¿Te molesta que mencionemos a tu mejor amiga? —dice con tono agudo y con las cejas arqueadas, con sarcasmo.

Federico ríe y apura su trago.

—Claro que no. No me molesta a mí.

—¿Que te va a molestar? Si te encanta hablar de ella. —Frunce el ceño y evade la mirada mientras bebe un sorbo.

—¿En serio? ¿Nuevamente con el tema de Yolanda? Te he dicho mil veces, amor, que solo somos amigos. Si, nos acostamos una vez, pero ahí quedó. Me sirvió para darme cuenta que no podía seguir en una relación donde no era feliz. ¿Qué hay de malo en eso?

—¡Que me jode! ¡¿Ok?! —apura su trago y deja con un ligero golpe la copa en la mesa.

Federico arquea las cejas y dirige la mirada a la copa.

Se inclina hacia delante y se sirve un poco de whisky. Coloca dos hielos. Se echa hacia atrás y bebe lentamente su trago en silencio.

6.

—¡No! —dice Federico, parado detrás del mueble donde antes estaba sentado. Sostenía en su mano su copa.

—¡¿Por qué no?! —espetó Inés desde su lugar en el mueble—. ¡¿Acaso es tan grabe?! —dice con sarcasmo.

—No es eso. Es solo que no le encuentro el sentido. Le haría sentir mal.

—¿Entonces? —se inclina hacia delante— ¿Crees que es bueno que ella siga manteniendo una ilusión contigo? ¡Es tu amiga! ¡Dices que no pasa nada; pero la dejas que piense cosas! —Golpea unas veces con su dedo su sien derecha— ¿Estás loco?

—Me arrepiento de haberte contado. En serio. —Apura su trago.

—¿Entonces era mejor mentirme?

—¿Mentirte por qué? Era una conversación entre ella y yo. Pude no decirte nada, pero me pareció importante decírtelo.

—E hiciste bien. Soy tu pareja y debía saber que una resbalosa siempre ha estado enamorada de ti.

—No le digas así.

—¡Es una resbalosa!

—¡Maldita sea!

Federico rodea el mueble y se acerca a la mesa. Coge la botella y se sirve un poco de licor. Busca hielo entre el agua que quedó de los hielos que se derritieron, encuentra uno muy pequeño y lo coloca en su copa.

Inés coge el recipiente, se pone de pie y se dirige a la cocina.

Regresa algunos minutos mas tarde con la bandeja lleva de hielos.

Se sirve un poco de whisky y coloca dos hielos en su copa. Federico coge uno también y bebe. Ambos en silencio.

—¿No vas a decirme nada? —dice Inés, colocando una rodilla sobre otra.

—¿Qué te voy a decir? Parece que quieres discutir, y justo hoy. —Se echa para atrás.

—No. No quiero discutir. Es solo que me incomoda mucho tu amistad con alguien que te confesó que siente cosas por ti. ¿Tú qué harías?

—Yo soy muy seguro de mí. Si tuvieras un amigo que le gustas me sentiría alagado, eres una mujer hermosa. ¿Qué sería lo raro?

—Raro seria que lo mantenga cerca dándole ilusiones que no deberían existir.

—¿Entonces alejarías a una amistad, a alguien que te aprecia, te quiere; solo por que tienes pareja y no le puedes corresponder?

—Pues sí. ¿Para que mantener cerca a alguien con esos sentimientos? ¿Por ego? No gracias. —Bebe de su copa, un pequeño sorbo.

Fernando se inclina hacia adelante.

—Si esa persona es importante para ti, y tu para ella; entonces entenderá. En mi caso fue así, no necesite alejar a una buena amiga solo porque se confundió.

—Pues no me gusta esa amistad que ustedes tienen. Pasó algo una vez. ¿Qué me asegura que no puede volver a pasar?

—¿Qué te asegura? —Fernando frunció el ceño y lamió sus labios—. ¿Qué te asegura que no pasó ya?

Inés levanta las cejas, sorprendida; rápidamente frunce el ceño y entorna los ojos. Presiona los labios y rebufa. Enfadada.

—¿Serian tan mierda de hacerme eso? —pregunta.

Federico se encoge de hombros y arquea las cejas.

—¿Tu que piensas? ¿Se supone que me conoces no? —Se echa para atrás—. Ahí tienes tu respuesta. Y no me la tienes que decir.

Inés asienta con sonrisa siniestra.

—Eres una basura.

Inés se pone de pie y se acerca a la ventana al lado del comedor, a unos pasos de la sala. Se queda ahí en silencio. Fernando apura su trago y se dirige al baño.

Cuando vuelve Inés seguía parada al lado de la ventaba. Observaba el cielo nocturno, estrellado aquella noche. Federico regresa al mueble y coge unos Doritos, se sirve un poco mas de whisky y se echa para atrás. Observa a Inés de espaldas. Sabía muy bien que estaba enfadada.

Para Inés el tema de Yolanda era difícil de procesar. Federico sabía muy bien que era un tema delicado, por eso trataba de tocarlo lo menos posible, pero muchas veces era la misma Inés quien lo sacaba a relucir, cuando se sentía insegura o notaba alguna actitud rara por parte de Federico. Por su parte, federico, tenia una fuerte amistad con Yolanda, la conocía desde hacia muchos antes; a pesar de ser tan cercanos y de haber pasado una noche juntos ellos nunca habían mantenido una relación real, es decir, una relación de pareja.

Para Inés era difícil comprender ese grado de amistad que había entre ambos, para Federico era difícil de entender por que Inés no confiaba en él. Pero lo mas complicado era alejarse de Yolanda, por que sabía que para ella también el era muy importante. No era la primera ves que el se arrepentía de haberle comentado a Inés la ocasión en que Yolanda le confesó que siempre ha sentido una atracción por el y sentimientos que a veces la confundían. Y a pesar de que aquella confesión fue ya hace muchos años, al principio de la relación, Inés seguía pensando que Yolanda podría representar un peligro, sobre todo por las veces en que, ella sabía, que Federico y su amiga se veía juntos y no había dicho nada.

7.

—Entiendo que me sobrepasé —dijo Inés, volviendo al mueble.

Federico seguía sentado arrellanado en el mueble, masticaba unas papas, se mostraba sombrío.

—Creo —continuó Inés— que es el alcohol. —Dejó la copa sobre la mesa y cogió unas papas. Las ultimas que quedaban en la bolsa—. No quise llamarte basura. Ya sabes que me molesta mucho el tema de tu amiga.

—No la menciones y ya.

—Me es difícil.

Fernando se encoge de hombros.

—Yo no hablo de Catalina del mar.

—Por dios… —Inés baja la cabeza y pasa sus dedos entre los cabellos, desde la frente hasta la nuca. —Vas a hablar ahora de Catalina del mar. Que maduro.

—¿Recuerdas lo que paso? ¿Recuerdas?

—Si. Y no tienes punto de comparación. Eso fue un mal entendido.

—¿Un mal entendido? —se inclina hacia ella— ¡Estuviste bebiendo con ese tipo hasta las tres de la mañana! —dice alargando el brazo. —¿Qué mal entendido? De no haber sido porque bajé a buscarte…

—¡¿Qué?! ¿Me iba a acostar con el como tu y tu amiga la prostituta?

—¡Que ya no insultes, maldita sea! ¡Puta madre! —Coge la botella y se sirve un poco de whisky. La botella estaba por debajo de la mitad.

—¡No voy a permitir que insinúes que yo me iba a acostar con ese tipo! —repone Inés con fuego en los ojos.

—¿Entonces por qué estaban “tan” —enfatiza— acaramelados? —pregunta encogiéndose de hombros.

—¡Estábamos en la barra del bar del hotel, en la playa!

—¡Me tomó treinta minutos encontrarte!

—¡Por qué no quería verte! ¡Habíamos peleado por tus celos idiotas!

—¡Ah! ¡Cuando yo soy celoso: que feo, que mal; pero cuando tú eres la celosa: ay que no me entiendes!! ¡No te pases! —se echa para atrás y bebe un sorbo—. Además, teníamos un año, yo después de aquel momento no he vuelto a joderte con mis putos celos. Es mas de lo que tú puedes decir.

—¡Ah! ¡¿Y si tanto te joden mis celos por que no me dejas entonces?! —dice retadora, levantando las cejas y la cabeza.

—¡Y dale con la misma cosa! ¡La que tiene —se golpea con el dedo índice la frente unas veces— clavado en la cabeza el terminar eres tú! A la que le jode algo aquí es a ti. Yo no tengo problemas contigo, solo esos malditos celos que no te dejan entender que puedo tener amigas sin que me las quiera tirar, como tanto piensas. —Apuró su trago—. Si aquí alguien tiene problemas eres tú. —Se inclina hacia ella—. ¿O me vas a decir que yo me la paso hablando de mis amigas y echándote en cara cosas?

—No. Y ese es el problema. A veces no me cuentas algunas cosas. ¿O me vas a decir que si lo haces? ¿No me ocultas nada?

—¿Ocultarte que, Inés? ¿Ocultarte…—apura su trago y deja fuertemente la copa en la mesa— que cosa? Yo no te oculto nada.

—¡¿Estas seguro?¡ —Inés sonríe siniestra.

Fernando se encoge de hombros.

Inés asienta. Coge la botella y se sirve un poco.

Comienza a abrir la caja de bombones.

—¿Recuerdas a Johana verdad?

—Claro, era amiga nuestra en la universidad.

—Pues ella te vio la semana pasada.

—¿Ah sí? ¿Dónde me vio? —dice frunciendo el ceño y echándose para atrás.

—Te vieron en la plaza de armas, en el centro de Catalina. En un muy bonito restaurante, cerca de la calle Roma. ¿Te suena?

Federico quedó en silencio, hizo una mueca y humedeció sus labios con la lengua. Negó con la cabeza para sí. Exhaló largamente.

—Entonces…

—¿Entonces qué? —repone ella con el ceño fruncido.

—¿Entonces donde esta lo malo?

—¡Que me ocultaste que te viste con esa mujer! —dice enfatizando con los brazos alargados—. ¡¿Por qué me tengo que enterar así?!

—Para empezar, no tenías que enterarte.

—¡¿Que dices?! —Inés frunce el ceño y arruga la nariz.

—Que fue una reunión que tuvimos, fue algo que salió de la nada; no fue planificado, solo nos encontramos y fuimos a almorzar. Tus sabias que voy muchas veces al centro a dejar documentos en el ministerio. Y no te tengo que contar cada cosa que hago.

—¿O sea que puedes haberte visto mil veces con esa mujer, con otras, con cuantas quieras y yo como una idiota? —pregunta con sarcasmo y con una mueca—. No te pases.

—Solo digo que tu piensas que por salir con una amiga necesariamente debe pasar algo más que solo pasar un rato ameno conversando. No todas las salidas acaban en sexo.

—¿Yo como se? Según tu mientras lo hagas bien y nadie se entere puedes hacer lo que quieras. Claro… ¡Que buena raza! —Apura el trago y lo deja en la mesa. Coge unos bombones y se los lleva a la boca.

—¿Y yo cuando demonios dije eso?

—Lo diste a entender. Además, la cuestión aquí es que me mentiste.

—No te mentí. Solo no te conté que me vi con ella ese día. —Coge la botella de whisky y se sirve. Le sirve a ella también.

—-¿Te has visto mas veces con esa mujer? —pregunta Inés con seriedad.

Fernando cierra y presiona los ojos, inhala y exhala largamente.

Bebe un sorbo de su trago, parpadea y mira a Inés.

—La he visto algunas veces en estos…

Inés se pone de pie y se va a la alcoba. Cierra la puerta fuertemente detrás de ella.

Fernando se echa para atrás en el mueble.

Bebe unos sorbos de su whisky mientras pasa su mano por la frente.

8.

Federico toca la puerta unas veces.

—Inés. Abre por favor. Hablemos. Aun es diecisiete, no arruinemos el día con una discusión tonta. Sabes muy bien que no tienes por qué ponerte asía. Dios, Inés. Sabes que no te engañaría con otra mujer; pero tampoco me voy a pasar la vida diciéndote que hago o dejo de hacer para que te sientas segura.

Inés escuchaba desde el otro lado, recostada en la cama.

Federico bebió un sorbo de whisky.

—Sal y sigamos celebrando. Hablemos de otra cosa. Ya está, se acabó este tema. No debí ocultarte que salí con Yolanda. Pero si te comentaba ibas a ponerte a discutir y tu sabes como odio pelear contigo, mas por cosas sin importancia. Ella es solo una amiga, si, me comentó alguna vez que sentía algo por mi y no fui capaz de… De dejarle claro que nunca pasaría nada, pero tú y yo recién estábamos formando algo, yo era celoso, inseguro y ella pues estaba ahí. Siempre ha estado ahí; pero tu has estado en otros momentos, no puedes comparar. Seria ridícula. Tu eres mi pareja, no compites con una amiga. Por mas importante que sea para mí, tú eres lo más importante.

Federico apura su trago. Se mete a la boca el pequeño hielo y lo mastica. Camina en dirección al mueble.

—Ya sal, sé que no estás dormida. —Toma asiento y sirve las dos copas. Coloca unos hielos—. Vamos, aun no cenamos.

Se echa para atrás y bebe unos sorbos de whisky.

La puerta se abre unos instantes más tarde.

Inés sale, con rostro serio, se dirige al mueble donde estaba anteriormente y toma asiento.

Coge su copa y unos bombones.

Fernando la mira y sonríe.

—Debí traer vino. Con ese te duermes. Olvidé que el whisky te hace hablar mucho, mi amor.

Inés sonríe.

—Ya cállate.

—¿Estamos bien entonces?

—Solo no me mientas. Si te encuentras con… Una de tus amigas, quiero saber. Si no hay nada de malo en ello, ¿Por qué no contarme?

—¿Prometes no hacer un escándalo? ¿Prometes no hacer comentarios? Solo asentir y decir: muy bien, mi amor, que bueno que regresaste bien.

Inés mastica los bombones, no responde. Evade la mirada.

Federico se encoge de hombros.

—Entonces pues… Como te digo, es mejor a veces no preguntar sobre cosas que no deseas saber, o no puedes comprender. No es para que lo tomes a mal. Solo pienso que, si vas a preguntar algo para enfadarte, es algo tonto. Yo no te pregunto cosas de tus amigos, o amigas, o de tu familia incluso. No si no es de mi incumbencia.

—No puedo prometerte nada. Me sigue fastidiando mucho el tema de esas amigas que tienes. Principalmente el tema de Yolanda.

—Yolanda es una amiga y punto. Lo que pasó con ella fue hace mucho, tu aun no estabas en mi vida. Y ella ni siquiera debe caerte bien, no deben verse, no es necesario; me gustaría, si, que fueran amigas. —Inés bufó—. Pero ya lo intenté una vez, y fue desastroso; así que, de la misma forma que ella no me pregunta nada, ni comenta nada sobre ti, pues te pido lo mismo. Y no hagas muecas.

—Solo no me mientas. Yo no te miento a ti.

—¿Y prometerme que ya no habrá más escenas de celo y no cumplir, no seria una forma de mentir? —Apuró el whisky.

Inés evadió la mirada. Suspiró y bebió un sorbo de whisky.

—Esta bien. Trataré de ya no mencionar a tus amigas. Aunque eso no quiere decir que me van a comenzar a caer bien.

—Mientras no discutamos, la verdad, me da igual. Tú lo sabes.

—A veces quisiera tener tu frescura. —dice Inés entornando los parpados—. A veces parece que te sientes tan seguro de todo.

—¿Cuál sería el chiste de volver a lo mismo de antes? Ser celoso e inseguro fue una mala etapa de mi vida. No recuerdas lo difícil que era. ¿O me dirás que te gustaba que fuera celoso?

—Pues tenía cierto encanto.

Federico soltó unas carcajadas.

—¿En serio? —Se inclinó y sirvió un poco de whisky en su copa.

—Pues sí. Creo que me hacía sentir… Valorada.

—¿Valorada? Me la pasaba dudando de lo que sentías por mí. ¿Dónde está la valoración ahí? Eso es inseguridad, nada más. —Toma un poco de Whisky. Se echa para atrás.

—No lo sé. Solo creo que un poco —hace un gesto con los dedos— de celos sería algo normal.

—Pienso diferente, amor. A mi no me gusta para nada los celos. —Se encoge de hombros.

—A veces pienso que te sientes demasiado seguro de mí.

—Pues no deberías. Te he dicho mil veces que sé que eres una mujer hermosa, lo eres, seria normal, “normal”, que un sujeto —se encoge de hombros— se fije en ti.

—¿Y eso no te importa? —toma un sorbo de la copa.

—Claro que me importaría; pero creo que seria tu decisión completamente. ¿Por qué yo debería intervenir? Solo tu sabrás que sucedería. Sería tu decisión. ¿Qué no es así?

Inés hizo una mueca. Se encogió de hombros.

Bebe un sorbo más de whisky.

—Pues es verdad. ¿Qué tal si ya ha pasado? ¿No te gustaría saber? —pregunta con rostro sombrío.

Federico levanta una ceja. Bebe de su copa y sonríe.

—No sería importante. No para mí. Tu estas aquí conmigo, eso es lo que importa.

—¿Y no te porta si la razón por la que continuo contigo es que, como dijiste, he podido probar lo que es estar con alguien más y decidí que es contigo con quien prefiero permanecer? ¿No te incomoda que a tus espaldas haya estado con alguien más? Alguien que no conoces, alguien de quien no te he hablado, alguien que sabe quien eres y no te interesas, por que no significas nada para él; pero envidia que este a tu lado en vez de con él. ¿Qué tal si fuiste también una elección?

Federico escuchaba atento. Llevó la copa a sus labios y bebió lentamente.

Terminó y dejó la copa sobre la mesa.

Dirigió la mirada a su copa vacía; sin hacer contacto visual, sonrió.

Levantó la mirada y la dirigió a Inés.

—Hay ocasiones —dijo aun con la sonrisa en los labios— en las que pasa así. Hay veces en las que la vida te pone en esas circunstancias: la tentación; un momento de debilidad, si deseas llamarlo así; o simplemente un gesto de amor prohibido. A veces, simplemente, no eres capaz de decir que no a un gesto de confianza, de complicidad, y un beso termina convirtiéndose en algo mas y cuando menos te lo esperas estas haciéndole el amor a otra persona. Después abres los ojos y nada ha cambiado; siguen siendo los mismos, aunque quizá ahora más cómplices. Te duchas, te vistes y regresas a casa. —Se encoge de hombros—. Nada ha cambiado. No tuviste que elegir, simplemente lo sabías.

Ambos quedan en silencio.

Inés apura su trago, manteniendo contacto visual con Federico.

Dejó la copa sobre la mesa.

Sonrió.

Federico sonrió también.

—¿Sabes que es lo bueno del whisky? —preguntó.

—Dime.

—Que es muy probable que mañana al despertarnos no nos acordemos de nada.

—En este momento creo que sería lo mejor, Federico.

—Tienes razón, mi amor.

Federico coge la botella y sirve el resto del whisky en ambas copas. Coloca el ultimo par de hielos, que no se habían derretido, en las copas.

Cada uno coge su copa.

Federico levanta la suya y la acerca a la de Inés, ella acerca la de ella también.

—¿Por qué? —pregunta Inés frunciendo el ceño.

—Por nada en especial. Por ti, por mí…

Inés sonrió mientras meneaba la cabeza levemente.

—Aun quedan cuarenta minutos del diecisiete. —Apura el trago, deja la copa en la mesa, y se pone de pie. Alarga la mano hacia Federico. Éste sonríe también, con rostro pícaro.

Él tomó la mano de Inés y se puso de pie. Apuró su whisky y dejó la copa sobre la mesa.

—Esto es otra cosa que me gusta del Whisky —comenta Federico.

—A mi también.

Ambos cruzan la sala de la mano y se dirigen a la alcoba.

Cierran la puerta detrás de ellos.

FIN.

Franck Palacios Grimaldo

12 de febrero del 2020

17 Février 2020 15:27 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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