Las calles de Buenos Aires le resultan desconocidas. Quizás sea su color opacado por la luz de la noche, el tránsito reducido; tal vez las gotas de lluvia la distorsionan ante su mirada.
Su mirada. Extraña, indefensa, perdida, profunda. ¿Alguien podría estar viéndola?Quizás. Nunca se sabe cuándo se está siendo observado. Su puño apretado.
Una melodía mueve su cuerpo lentamente de un lado a otro, aún con la firmeza de su puño. Su respiración se entrecorta, gira sobre sí misma: la habitación vacía. El reloj marca las 03:19 A.M. El tiempo es veloz y aún nadie ha logrado detenerlo. Ella anhela hacerlo, ha estado buscando la forma desde hace un par de días.
Vuelve hacia la ventana. Un colectivo ha detenido su marcha y los pasajeros se acercan.
Toma su bolso. Es pequeño, ¿cuántas cosas conservará en él? No puede recordarlo.
La puerta detrás de ella parece atraerla. Sus pasos se apresuran, pero aún hay una distancia considerable entre su ser y la salida.
Decide. Sí. Suspira profundo y avanza.
Su cabellera desaparece, se ha marchado. Quién sabe si alguien la espera.
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