“Aprendí que el verbo querer nunca termina queriendo.”
Desde la tinta hasta el cuarto piso de tu mirada ausente, reviviremos el inmenso vértigo de nuestros primeros "para siempre".
Nunca supe cómo escribirte sin que el bolígrafo fallara al abrirte las puertas de mi falda.
Pero ahí estabas tú, infinito como libertad, inmenso en el cielo azul que acaba con mi pobre soledad.
Seamos inmarcesibles de nuestros besos, como aquellas rosas de cristal que aún guardan todos nuestros secretos.
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