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Evolución

Hace ya muchos años que el ser humano descubrió el universo de los genes y en su afán de poder lo quiso dominar. Desde que los biofísicos Maurice Wilkins, James Watson y Francis Crick lograron determinar la estructura tridimensional del ADN, la genética se impulsó a un ritmo imparable. La conquista de este terreno fue quizá la mayor batalla que pueda haber existido entre la ciencia y la ética. Muchos fueron sus retractores, pero la investigación nunca se detuvo. Día a día, los científicos presentaban nuevos descubrimientos que sorprendían al mundo y que representaban una esperanza para combatir gran parte de los malestares físicos que aquejaban a la humanidad. Pero la Biomedicina no era el único campo que se robaba la atención de los investigadores, especialmente de algunos estados y corporaciones, con gran poder económico e influencia en el mundo. La creación de un nuevo ser humano, genéticamente más inteligente, más fuerte, en fin, un ser perfecto, era la ambición de algunos y la pesadilla de otros, quienes avizoraban el nacimiento de una nueva forma de discriminación fundamentada en el origen genético.

A finales del siglo XX, la manipulación genética, convertida en toda una especialidad dentro de las ciencias biológicas, alcanzó su punto de quiebre cuando un científico escocés logró exitosamente la clonación de una oveja. Dolly, nombre con el que fue bautizada, mostró que era absolutamente factible crear una replica idéntica de un ser vivo con una estructura genética y molecular compleja. La técnica fue probada con distintas especies, pero muchos sectores en el mundo se opusieron rotundamente a que fuese aplicada en seres humanos, las autoridades políticas, religiosas y diversos grupos sociales del mundo se pronunciaron al respecto, provocando la creación de leyes que prohibieron la clonación humana.

Esto no detuvo en lo más mínimo el progreso de la investigación sobre la genética humana, al fin y al cabo, la clonación no era el principal interés de los expertos, además, esta tan solo representa una parte infinitesimal del enorme campo que encierran los genes. Desde la creación de nuevas especies, tanto animales como vegetales, hasta el desarrollo de vacunas y órganos humanos, aunado a intensas campañas publicitarias y el apoyo de sectores agroindustriales y sociedades médicas, la genética poco a poco fue introduciéndose en la cotidianidad de la sociedad, al punto que empezó a pasar desapercibida dentro de la misma.

Pese a que se prohibió la clonación humana, la posibilidad de diseñar seres perfectos no estaba al margen de la ley y con esta finalidad muchos científicos, especialmente médicos, empezaron a ofrecer la posibilidad de tener hijos con las características genéticas que les interesaran a sus progenitores. El diseño de embriones no tardó menos de veinte años en constituirse como la principal opción reproductiva de las parejas de los sectores más pudientes, dando origen a unas de las profecías más temidas por los opositores a la manipulación de los genes, la discriminación genética. Ya no eran los negros, los enanos, las mujeres, los feos, los gordos o los pobres, sino los genéticamente imperfectos. A estos se les prohibió el acceso a la educación superior, por considerarlos genéticamente incapaces de desarrollar el intelecto necesario para obtener una profesión académica. La educación estaba totalmente determinada por la calidad del material genético de los individuos, los gobiernos no intervinieron implacablemente en esta situación y con el tiempo se hicieron participes de la misma, lo que resultaba lógico, dado que los genéticamente perfectos, también eran gobierno. Los embriones a los que se les detectaba una baja calidad genética, eran abortados de manera obligatoria, despejando totalmente el camino hacia una humanidad artificialmente evolucionada.

Los avances que se habían conseguido con la genética, fueron asombrosos, pero aún faltaba algo. Así como la demostración del Último Teorema de Fermat ha frustrado a los matemáticos más destacados durante varios siglos, algo había hecho lo mismo con muchos de los genetistas más importantes de los últimos tiempos. Los genes aún guardaban un importante secreto, el misterio de la vida eterna en La Tierra. La inmortalidad era una de las pocas cosas que la genética no había logrado controlar. Muchas son las teorías planteadas y los experimentos realizados, pero el resultado siempre era el mismo, un fracaso tras otro. Esta situación había llegado a tal punto que hizo florecer el escepticismo de buena parte de las más respetables instituciones y sociedades de investigación del genoma a escala global, convirtiéndose en el mayor reto en la historia de humanidad, luego de que en la edad media, los alquimistas tuviesen las mismas pretensiones.

Se crearon instituciones dedicadas enteramente a este misterio, empresarios y estados invirtieron fuertes sumas en la investigación, pero debido a los continuos fracasos, el apoyo se fue atenuando progresivamente, y a falta de resultados concretos, las mismas instituciones cambiaron sus líneas investigativas,otras simplemente desaparecieron, las pocas que quedan se dedican esencialmente al retardo del envejecimiento externo con fines estéticos. Los resultados han sido satisfactorios, pero no han logrado alargar la vida y mucho menos vencer a la muerte, al menos eso era lo que creía.

16 Août 2016 14:16 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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Jason Torrealba Jason Torrealba
QUIERO GRITAR DE LA EMOCIÓN. Este es mi subgénero favorito de la Ciencia Ficción. Tu forma de narrar es sumamente atractiva, tu ritmo es igual de asombroso. Sigue con ese estilo y te ganarás a muchos lectores. ¡Saludos!
August 09, 2018, 15:49
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