UNO:
El anacoreta sabía que se encontraba a un lado del texto sagrado, manteniendo la convicción de que aprendería la palabra enunciada, cuyos filones de riqueza verbal le otorgarían poder tal, que no haría falta recurrir a la escritura.
No obstante, en un parpadeo inicial, que se convirtió en tic recurrente, le impide pronunciarla fuera de su persona, y, de manera sacrosanta y silenciosa, pasa a engrosar el texto como una nueva y siguiente palabra.
DOS:
Ahora me encuentro confrontando gramáticas antiguas, comparándolas con las modernas, dentro de posibilidades inciertas de mi idioma nativo.
Derramo alrededor mío, textos referenciales en proporción ajustada al conocimiento de ciertas verdades religiosas, sustentadas en palabras descubridoras de influencias literarias arcanas, proto míticas, concelebradas por el Demiurgo a imagen y semejanza de ese ser tipificado por él como "humano"...
¿O, no era así...?
TRES:
Querido Diario:
No me consagro a la palabra mágica como debiera; me gana lo mundano y no cumplo ajuste cabal e individual al estado de sencillez prometido.
Esta última, resulta profunda y la claridad y dirección espiritual se han fugado de mi ser de modo irresponsable...
¿Encontraré una estación de recarga a la vuelta de la esquina, sobre lo que te he contado para volver a intentarlo...?
¡Chaucito y mañana te cuento o escribo lo que haya ocurrido...!
CUATRO:
¡Aquí, comando orbital a Tierra...cambio!
¡Responda, comando orbital a Tierra!
¡Me dirijo en lengua peshita para remitir las expresiones coloquiales con los técnicos de órbita lunar, afables discípulos de vuelo interestelar...!
¡Acá, técnico orbital a punto de hacer contacto con los selenitas del hemisferio oscuro, cambio!
¿Me escuchan, orbital a Tierra? ...
Y en esa estaba Flash Gordon, cuando su nave fue derribada por un fragmento de meteoro que días antes había colisionado con el planeta Tierra...
Francisco Rivera
