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¿Alguna vez anhelaste ser como alguien más? Una abeja, una luciérnaga y un colibrí reniegan de su condición y desean ser como las moscas. Descubre el motivo y el aprendizaje que obtendrán.


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La abeja, la luciérnaga y el colibrí que querían ser moscas

Había una vez un conjunto de grandes, oscuras y agresivas moscas que paseaban todo el día alardeando ser poderosas, con su presencia intimidaban a muchos, se jactaban de ser las mejores, de ser modernas, zumbaban sin cesar, gozaban de humillar, menospreciar e insultar a abejas, colibríes y luciérnagas; decían que había llegado el momento de que pagaran tantas décadas anteriores en las que sus acciones eran ejemplo a seguir, las moscas aborrecían sentirse inferiores, por lo que aprovechaban el momento para su “venganza”, mientras que eran festejadas, apoyadas y vitoreadas por varios moscos de la región, como si lo que decían y hacían fuese ejemplar, motivo de respeto y celebración.

Un día una pequeña abeja cansada de trabajar y tener un comportamiento disciplinado, se reveló a sus padres, admiraba a aquellas moscas que parecían no tener límites, se veían libres y felices, la abejita quería ser como ellas, así que se salió de su enjambre y pidió unirse a las moscas, estas se miraron entre sí, acrecentando su ego por confirmar que eran maravillosas, porque hasta una abeja prefería dejar a su familia para unirse a su pandilla; una luciérnaga supo lo que hizo la abeja, así que deseosa de ser como las moscas, también dejó a su familia y pidió unirse a ellas porque ansiaba que los moscos la celebraran; un colibrí se enteró de eso y también quería sentirse como mosca, porque estas decían ser las mejores y los moscos lo aseguraban, así que se apartó de los demás colibríes e imploró unirse a las moscas, estas, con el ego elevado y la arrogancia a tope, aceptaron que se les unieran, con la condición de que hicieran expresamente lo mismo que ellas. Fue así como la abeja, la luciérnaga y el colibrí se unieron a la pandilla, estaban felices porque sentían que ahora sí serían reconocidos, valorados, admirados, porque esta vez harían lo que los moscos y las moscas afirmaban que era lo correcto, lo de moda, lo genial.

Volando junto a las moscas primero entraron a una casa, las moscas comenzaron a zumbar en los oídos de los humanos, molestándolos intencionalmente, se pararon e invadieron la comida que una amable madre preparaba a sus hijos, se reían porque sentían que de esa forma contaminarían los alimentos, los humanos se veían desesperados por sacarlas y estas sádicamente se burlaban y reían a carcajadas al ver a las personas intentarlo, luego fueron hacia la habitación de un joven estudiante y con su incómodo ruido le zumbaban en el oído para que no pudiera concentrase en sus estudios, después fueron hacia una tierna viejecita que intentaba ver la televisión, pero las moscas no dejaban de pasearse frente a la pantalla para incomodar a la ancianita hasta hacer que se parara del sillón y las persiguiera, querían provocar esto porque sabían que la ancianita con inmenso esfuerzo lograba ponerse en pie, por lo que molestarla y provocarla a hacer esfuerzos innecesarios les ocasionaba regocijo. La abeja, el colibrí y la luciérnaga estaban sumamente agitadas por el temor de que en algún momento las atraparan, no tenían experiencia en actividades como esas, así que inevitablemente sentían incomodidad por ser partícipes de tales sucesos, además de notar que los humanos veían a estos tres seres con total asombro, desconcierto y decepción, se veía que no entendían el motivo de que un colibrí, una abeja y una luciérnaga estuvieran con un grupo de horribles moscas.

Para finalizar su día de actividades, las moscas fueron a darse un festín con una pila enorme de excremento y amenazaron al colibrí, a la abeja y a la luciérnaga diciéndoles que, si no se revolcaban y comían del excremento, no eran dignas de estar en la pandilla. El colibrí, la abeja y la luciérnaga tenían mucho asco, en el fondo de su ser no querían probar el excremento, ni podían divertirse en él, pero estaban presionadas, si no lo hacían se sentirían miserables, apartadas de lo que los moscos consideraban agradable, correcto, valiente y de lo que las moscas consideraban delicioso y placentero; el excremento desde hacía muchos años había dejado de ser mal visto, ahora era lo que muchos consideraban valioso, apreciable, sólo grupos retrógradas como el de las abejas, los colibríes y las luciérnagas se negaban a aceptarlo y unírseles. Pero este colibrí, esta abeja y esta luciérnaga no querían sentirse inadaptados, aislados, querían vivir lo que ahora consideraban correcto, pese a que esto les incomodara; así que se dirigieron al excremento, tomando valor para embarrarse en él, 1, 2, 3 ¡ahora! y…. a segundos de hacerlo, teniendo ya muy cerca el excremento, se retractaron.

— No podemos hacerlo apesta y es oscuro—dijo la luciérnaga.

— Es que en verdad nos esforzamos por querer creer que esto es bueno, pero la realidad es más fuerte de lo que nosotros quisiéramos que fuera, el excremento es un desecho, por tanto, inservible, lleno de bacterias dañinas que pueden mermar nuestra salud, ningún bien nos puede dejar consumirlo, es dañino como todo lo que le hemos hecho en este día a las personas— dijo el colibrí.

— ¡Pero es que esto es lo de hoy! ¡es la moda! —dijo la abeja con desesperación—tenemos que hacerlo, de lo contrario seremos señalados, insultados y excluidos.

Llegaron muchos moscos totalmente agresivos a burlarse de la abeja, de la luciérnaga y del colibrí.

— Sabíamos que son unos cobardes, antiguos, reprimidos infelices, inadaptados, sí, sabíamos que no lo lograrían— dijo un mosco.

—¿Y por qué ustedes no lo hacen? ¿por qué no se revuelcan en el excremento? —dijo la luciérnaga ya enfadada.

— Porque reconocemos que no somos tan valientes y admirables como las moscas, pero somos sus fervientes seguidores, aplaudimos y reconocemos todas las proezas que hacen, pero nosotros realizamos todo lo que nos es posible para estar a la moda, molestamos impetuosamente a las personas, no las dejamos dormir con nuestro escándalo, les zumbamos en el oído con fuerza y si vemos que se molestan, lo hacemos todavía más. También extraemos toda la sangre que podamos de sus cuerpos, incluyendo los cuerpos de los bebés y de los niños, porque primero está nuestro derecho a ser felices y es así como lo somos, no nos importa que sus oídos se incomoden con nuestro ruido, ni que nuestras picaduras les causen comezón, a veces hasta hacerlos sangrar por su propia mano, en ocasiones les llegamos a transmitir enfermedades para impedirles llevar su vida con normalidad, de hecho nos da gusto— dijo el líder de los moscos con inmensa soberbia y empoderamiento absurdo bañado de agresividad tras una mirada amenazante y llena de odio.

En ese instante aparecieron varias abejas, muchos colibríes y toda la amplia familia de las luciérnagas.

— Estuvimos buscándolos ¿por qué han querido separarse? ¿qué hay de oscuro en nuestras familias? —dijo una luciérnaga.

— ¿Acaso perdieron la cordura? ¿por qué han repudiado sus orígenes dignos, por complacer a un montón de moscas y moscos? —dijo una colibrí con mucha tristeza.

— ¿En verdad se han sentido bien haciendo lo que las moscas? —preguntó con seriedad una abeja consternada.

La luciérnaga, la abeja y el colibrí fugitivos, se avergonzaron.

— Los moscos y las moscas nos ofenden, se burlan de nuestro labor y comportamiento, estábamos cansados de sentirnos diferentes, de ser raros, de no encajar con ellos y ser excluidos, de que siguieran amenazándonos, acorralándonos y agrediéndonos por no pensar ni hacer lo mismo que ellas —dijo la luciérnaga.

— Se siente bien cuando los demás te miran con admiración, cuando te aplauden y aprecian, eso es lo que hacen los moscos con las moscas— dijo la abejita.

— ¿Y qué es lo que aplauden y admiran estos moscos? —dijo una colibrí.

— Molestar a la gente, fastidiarla, lastimarla y además gozar de revolcarse en una pila de excremento, pero el problema es que lo intentamos y francamente no nos ha gustado todo lo que hacen, inevitablemente nos hemos sentido mal en el fondo de nuestras conciencias y nos desagrada el excremento, es repulsivo, algo en nuestro ser nos dice que todo lo que hicimos hoy con ellas está mal, que es dañino para las personas y para nosotros mismos, nos ha arrebatado la felicidad y la armonía que antes de esto no sabíamos que teníamos, ¿pero entonces por qué son tan aplaudidas y respetadas?— dijo la abejita.

— Sí ¿por qué nos sentimos así? ¿por qué no podemos ser como ellas? —dijo el pequeño colibrí con desconcierto.

— Porque ustedes de ninguna forma nacieron para ser moscas ni moscos, aunque la tentación y el deseo sea grande, jamás podrán cambiar lo que son por naturaleza. Nunca les hemos pedido a las moscas ni a los moscos que sean como nosotros ni que hagan lo que hacemos, porque aunque todo ser vivo es valioso, cada uno es distinto y tiene diferentes formas de aportar algo positivo, pero por la oscuridad que han permitido que predomine en su ser, nuestro comportamiento y acciones les incomodan y han decidido sentirse inferiores porque no pueden hacer exactamente lo que nosotros, se quejan de que antes los menospreciamos, pero jamás fue así, las moscas y los moscos tomaron la decisión de denigrarse a sí mismos, de corromper su ser, de llenarse de negatividad y enfatizarlo con odio en la actualidad a través de una falsa libertad en la que quieren someter a quien un bien puede hacer, ha sido tan grande su concentración hacia el mal, que lejos de ver una verdadera buena acción que puedan realizar, se aferran a ver cómo cometer más perversidad, pues es lo único que dan, porque su base es el egoísmo, pero irónicamente repudian a quien va en contrasentido de lo que por odio quieren imponer, es por ello que se empeñan en crear inseguridad en los demás, como ellas en realidad no se valoran a sí mismas, quieren contagiar su mal, para que los demás tampoco se valoren y así desistan de hacer el bien y abandonen el buen uso de su potencial, pues creen que de esta forma mitigarán la inferioridad que ellas mismas construyeron— le contestó otro colibrí.

— Así es y vean como su plan de vez en cuando funciona, las moscas y los moscos lograron que una espectacular luciérnaga, una maravillosa abejita y un valioso colibrí se sintieran miserables y necesitados de bañarse en el excremento para ser valiosos—dijo una abeja con decepción.

— Piensen en esto, tú colibrí, agradas y transmites armonía a toda persona que te mira, eres valioso para el bienestar del mundo por varios aspectos más complejos de lo que te imaginas y cada hermosa flor se abre para ti, cariñosa te alimenta para que vueles fuerte cumpliendo tu preciosa misión. Tú abejita, formas parte esencial para la sana vida de este mundo, al igual que al colibrí, las flores te esperan, alegres de que polinices para así cumplir el importante, necesario y hermoso labor que tienes, estando tú enfocada en esto, le permites a las bellas flores ser más que una decoración, les ayudas a formar parte importante de la vital misión que les compete y así ellas sabrán que han dejado algo positivo para el mundo más allá de una belleza efímera, además de eso, trabajando en equipo y con disciplina, nos brindan un gran ejemplo de vida a todos, pues ese esfuerzo que hacen en conjunto obsequia ricas y sanas mieles al humano, sí, su trabajo endulza el paladar de quien lo conoce. Y tú, querida luciérnaga, brillas con luz propia, basta tu luz por pequeña o grande que esta sea, para impedir que las tinieblas reinen en su totalidad y estando juntas como equipo podemos lograr que las penumbras se disipen totalmente, contigo la gente puede ver lo que antes no y así evita tropezarse y organizadas incluso podemos hacer formas hermosas que serenan y alegran el corazón de quien nos ve— dijo una luciérnaga.

— Entonces, con todas esas hermosas, relevantes y respectivas cualidades ¿por qué les interesa tanto la aprobación de unos moscos que prefieren estar en la oscuridad y viven de molestar y quitar la sangre a un humano, debilitándolo con su zumbido para causarle fatiga, irritación y cansancio cuando deba realizar sus deberes? ¿por qué les preocupa ser excluidos por moscas que perversas contaminan los alimentos que son fuente de energía y salud para los humanos y que no conforme con eso, zumban para irritarlos, provocándolos para hacerles perder valioso tiempo, mientras ellos intentan alejarlas? ¿es acaso eso algo positivo? Ellas además se sienten cómodas y felices en su excremento, ustedes no— dijo una abeja.

La luciérnaga, la abejita y el colibrí fugitivos se sintieron arrepentidos de haberse alejado de sus familias, de sus comunidades.

— Nunca antes lo reflexionamos—dijeron los tres.

Fue así como cada uno regresó con sus respectivas familias aprendiendo esta valiosa lección. Las moscas enfadadas y aferradas en su maldad y odio siguieron revolcándose en el excremento y haciendo sus perversidades, los moscos amando la oscuridad y esperándola para molestar, porque no siempre convencerás a alguien de que se valore, de que cambie para un auténtico bien, pero la luciérnaga, la abejita y el colibrí aprendieron que el hecho de que otros quieran seguir en la podredumbre y oscuridad no significa que tú tengas que hacer lo mismo, ellas aprendieron a valorarse y percatarse que tienen una relevante y positiva función en el mundo, rendirse y acostumbrarse al mal las haría infelices y sólo generaría total malignidad siendo ellas las principales dañadas.

11 Septembre 2019 00:37 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

AR TH Hola, soy ARTH, una aprendiz de escritora, autora de libros, reflexiones y cuentos. Estoy comprometida en brindarte historias entretenidas y constructivas con el objetivo de lograr que tu satisfacción de leer se extienda aún después de haber terminado la lectura y así nunca sea en vano el tiempo que inviertes en leer mis líneas. Instagram: @soyarth

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