Nace un caluroso verano una joven de aspecto peculiar,
su tormentosa infancia se convertiría en su refrán,
una enseñanza, o una tortura que tendrá presente a lo largo de su vida,
unas cicatrices en su cuerpo débil que jamás podrá olvidar.
En una fría tarde de invierno cree conocer la muerte,
en el interior del autobús no puede prever el tormentoso accidente,
siente el impacto del tranvía, siente su agonía, se rompe en mil pedazos
que se esparcen, y el sufrimiento, asegura: es aterrador.
Nunca más volvería a ser la misma, y sollozaba al no hallar su libertad,
era una libertad que ansiaba pero que sabía que nunca alcanzaría,
no podía llevar la cuenta de todas las fracturas en su cuerpo,
era demasiado tarde para buscar todos aquellos pedazos.
Dónde encontrar consuelo cuando no lo había,
y entonces, tumbada en su cama comenzó a pintar,
quería buscar una salida, poder desahogarse sin preocupar a sus seres queridos,
y en el lienzo encontró un amigo, y jamás lo volvió a soltar.
En sus obras su biografía, autorretratos de un alma partida,
transmitía su propio sufrimiento en el lienzo
porque no existían palabras suficientes que describieran su agonía,
sólo a través del óleo encontró sentido a su rítmica melodía.
Su mayor consuelo, su corazón todavía latía,
dedicó la mayor parte del tiempo al arte: su mayor vía de escape,
se rodeó de intelectuales en ambientes políticos y artísticos,
luchó por sobrevivir, vivió luchando, hizo todo lo que estaba en su mano.
Fue presa de los sentimientos y del amor,
encontró consuelo en un conocido pintor, una pareja peculiar,
lo describían como «la unión entre un elefante y una paloma»,
ella tan frágil, él tan fuerte, iniciaron su propia historia.
Se complementaban a pesar de todas las infidelidades que protagonizaban,
vivieron el desamor, la reconciliación, a pesar de todo se amaban,
ella con largos vestidos de colores y joyería exótica, su mayor crítica,
él su mayor apoyo, valoraba su talento y valentía.
Varios años tardó en asimilar que no podría engendrar una nueva vida,
lloró destrozada por la pérdida de quien sería su hija,
nuevamente se desahogó en los lienzos aunque permanecía el sufrimiento,
intentó ahogar sus dolores, pero aprendieron a nadar.
El último golpe, la estocada final,
las enfermedades y las infecciones no la dejaban avanzar,
intentó arrebatarse la vida en numerosas ocasiones,
pensó en su mayor amor pero su recuerdo tampoco lo podía evitar.
Un verano finalizó su vida en Coyoacán,
había sido un ejemplo de superación, y nadie lo podía negar,
con su característico entrecejo se convirtió en un icono feminista,
su último cuadro muestra varios cortes de sandía, y en el se puede leer:
«viva la vida».
Merci pour la lecture!
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