vladstrange01 Vlad Strange

Un castillo es atacado por masivas olas en la Isla Flannan, en las tierras de Eilean Mor; un grupo de variopintos personajes intentarán escapar mientras la torre se cae a pedazos.


Drame Tout public.

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Eilean Mor



I



—¡Oh, Dios! ¡Señor Herbert, mire eso!

—Eso es…

—Una ola, señor, es una maldita ola.

—¿Qué dem…? Salgamos de aquí.

—¿Y los prisioneros?

—¡Déjalos! Al fin iban a morir en algún momento.

—¡Joven Lissel, Herbert! ¡Las llaves de las celdas! ¡Tenemos que sacarlos a todos!

—Señorita Joseline, ¿qué está haciendo aquí?

—He venido a…

—Seguramente estaba alimentando a la escoria. ¿Cuándo escuchará las palabras de su padre, Laird de Mor y se mantendrá lejos de esta pocilga?

—Cuando se trate a estas personas con respeto y dignidad, señor Herbert.

—¡¿Qué respeto y diginidad se merece la mierda de la sociedad?!

—Eso mismo debería preguntárselo usted mismo, Herbert.

—¡Cállate, bruja!

—Lissel, las llaves, por favor.

—Señorita Joseline, tenemos que salir inmediatamente…

—No podemos dejarlos morir aquí.

—Pero si no salimos moriremos con ellos.

—Lissel, por favor. Tú eres un caballero lleno de bondad y valentía, sé que no puedes dejar a esta gente perecer en…

—¡Mierda! ¿Qué fue eso?

—Las olas han llegado a la Torre.

—¡Lissel! ¡Las llaves!

—¡Los dioses! ¡Los dioses nos están castigando! ¡Nos castigan por usurpar las tierras de Eilean Mor sin su permiso! ¡Corramos todos, salgamos y quizá nos salvemos!

—¡Runa!

—¿Usted quién es? ¿Cómo ha entrado a la Torre?

—Mi nombre es Fenrir, pero no hay tiempo de explicaciones. Todos debemos salir de este lugar antes de que quede en ruinas o no podremos contar la historia. Ahora, señor Lissel, por favor, permítame la llave de esta celda.

—¡No puede dejar salir a esta bruja! ¡Ha sido condenada a muerte y hoy llegaría a su destino! Seguramente ha sido ella quien ha enojado a los dioses… Si morimos será por su culpa.

—Sir Seer, con todo respeto, usted está invitado a salir de la Torre. Mire allá, el señor Herbert ya se ha adelantado. Corra, vaya.

—¿Y tú quién te crees que eres para hablarme de este modo? ¡Yo soy el gran Seer, vidente, confidente y consejero del buen Laird de Mor!

—Ya me he presentado, soy Fenrir. ¡Qué fastidio! ¡Nos queda menos de cuarto de hora para salir de aquí!

—No le permitiré que libere a la bruja.

—Suélteme, Sir Seer, o lo lamentará.

—Joseline, usted ha oído al joven, tenemos quince minutos. Salgamos de aquí cuanto antes, hagámoslo rápido. Yo sé que desea salvar a todos los prisioneros, pero son más de seis docenas, no hay tiempo.

—La amenaza es real, señores, las olas destruirán el castillo de Eilean Mor y nadie que se encuentre en el acantilado sobrevivirá. Se nos agotan los minutos hablando. Necesito las llaves de esta celda y si no me las entregan por las buenas, las conseguiré a la mala.

—Tenga, señor Fenrir.

—Muchas gracias, señorita Joseline. Adelántense a la salida Este, tienen los minutos contados.

—¿Pero qué dice? La puerta del Este ha sido bloqueada años atrás.

—Es nuestra única salida, deben confiar en mí.

—¡Bien! Vamos, Runa, salgamos de aquí.

—No, no dejaré que libere a esta bruja…

—Usted, Señor Seer, me da muy mala espina. No hay mucho de usted en la historia, pero… por algo ha de ser. Lo siento, usted me está retrasando mucho en la misión y ocasionará mi muerte y la de mi querida Runa.

—Das muchas explicaciones, Fenrir. Solo mátalo de una vez y larguémonos de aquí.

—Runa, sabes que no me gusta la violencia…

—Déjame hacerlo a mí, torpe.

—¡¿Qué?! ¿Cómo ha hecho eso?

—¡Les dije que era una bruja! ¡Hechicera! ¡Sirviente del demonio! ¡Ella debe morir!

—¿Qué sucede? ¿Quieren que les suceda lo mismo?

—Runa…

—¿Qué?

—Solo… ¡Dios, Runa! Solo salgamos de aquí. Ustedes, Lissel, señorita Joseline, síganos.

—¿Cómo podemos confiar en ustedes? Lo más sensato sería…

—¿Encerrarnos y soltar al vidente? Hagan lo que quieran, pero les daré un spoiler… digo, un adelanto: Si deciden meternos en una celda y seguir su camino con el embustero este, van a morir en menos de diez minutos. Nosotros tampoco somos buena compañía, pero nos resulta conveniente que ustedes sobrevivan. Pero es su decisión. Ah, vamos Runa, solo salgamos de aquí y volvamos a casa de una vez por todas.

—Perfecto, Fenrir, eso es lo único que deseo.




II



—¿En dónde están Romeo y Julieta?

—Deben estar explorando sus posibilidades nulas en la puerta Norte. Nos encontraremos con ellos en unos minutos, no te preocupes, Runa. Mejor cuéntame cómo llegaste a esa celda.

—Buff. Larga historia, Fen.

—Tengo tiempo: exactamente ocho minutos. Tic, tac, tic, tac.

—Llegué con el Laird y pedí una audiencia. Le dije que yo era una vidente de las Islas de Lewis, que traía un mensaje y que venía en son de paz. Todo iba de acuerdo al plan: logré que partiera cuanto antes a Skye a pesar de las advertencias de su fiel consejero. Pero… tal como estaba planeado, el Laird tardó más tiempo de lo esperado en su destino y Sir Seer me acusó de traición y de enviar a su Señor a una muerte segura. Ha tomado el poder del castillo mientras tanto y tiene a todos engañados. Me sometió a un juicio injusto y… bueno, conoces la historia. Por un momento creí que no llegarías a tiempo y moriría ahogada en esa celda.

—Nunca te dejaría morir, Runa. Nunca.

—Bueno, Fen, no soy inmortal como tú y tendrás que enfrentar mi muerte tarde o temprano. ¡Wow! Esto de la locura del mar sí que aterra. Puff. ¿Estás seguro de que sobrevivimos a esto?

—Sí, Runa. Sobrevivimos.

—Vale.

—Perfecto. Aquí debemos girar a la izquierda y… a unos metros debe estar la puerta.

—¿La dejaste abierta?

—Claro que sí, ¿por quién me tomas?

—Eres Fenrir Black, siempre se te escapa el .009% de lo que debes hacer… y casi siempre terminamos metidos en líos por eso.

—Esta vez no será así. ¿Sabes por qué lo sé?

—¿Porque ves el pasado, presente y futuro, dragón?

—No. O sea, sí, pero no. Lo sé porque esta vez tú, señorita perfecta, te has equivocado y he tenido que venir a salvarte.

—Ah… ¿Cuánto dices que falta para que lleguen los amantes?

—En unos cuatro minutos… Hay tiempo para que me digas si vale la pena salvar a alguien más de aquí. Tú los conoces mejor.

—Emm… no. Solo salvemos al guardia Lissel y a la hija del Laird. Todos los demás son escoria, y quienes no lo eran ya han pasado a mejor vida.

—Uy, ¿intuyo algo en esa frase? ¿Qué ha pasado?

—Nada, lo normal.

—¿Lo normal?

—Pues sí, Fenrir, estuve una semana encerrada en una celda en esta desahuciada Torre. No creas que lo disfruté como a un fin de semana de spa, tampoco vi televisión de cable o Netflix. Solo pude ver aberraciones e injusticias. Como dije: lo normal.

—Sácalo de tu sistema, Runa. Tienes tres minutos enteritos para desahogarte.

—Tu preocupación genuina por mí ha tocado mi fibra sensible… Es increíble.

—Es genuina, mujer.

—Sí, claro.

—… Vamos, no te quedes en silencio.

—Te contaré únicamente lo peor que vi esta semana, y eso para explicar la razón por la que esa mierda de Herbert morirá lentamente al quedar atrapado en los escombros de Eilean Mor.

—¿Siempre eres tan vengativa? Okey, ya me callo, cuéntame.

—Esa vil rata disfrutaba de meter su sarnosa cosa en las prisioneras. Las llamaba escoria y después las mancillaba a pesar de los gritos, patadas y llantos de las pobres mujeres. Presencié un total de trece atroces actos. Y como está en las reglas que no puedo interferir con nada que no concierna a la misión, pues tuve que aguantar la frustración… por lo menos hasta la número trece. Justo cuando comenzaba, ¡twin! Que le desaparece la erección. Y créeme que nunca volverá a aparecerle y no solo porque no verá llegar el día de mañana.

—Escorias de la edad media. Seguramente, de no ser porque su muerte está escrita, habría salido impune de los crímenes y estos se habrían repetido regularmente durante muchos años. No hay mucha diferencia con nuestros tiempos… Ah, en un minuto llegan, prepárate.

—Eh… ¿decías un minuto? Creo que ya pasaron tres…

—¡Ahh! ¡Maldición!




III



—¡¿Ustedes de nuevo?!

—Pero, ¿qué hacen?

—¡La puerta está atascada!

—¡Pues claro que está atascada! Afuera el mar está lanzando olas tan fuertes que han destruido parte de la Torre, las rocas han caído de este lado y han tapado la salida.

—¿Cómo puedes saber eso?

—Yo lo sé todo. No preguntes más.

—Si la puerta está atascada, ¿por dónde podremos salir?

—La puerta Este, señorita Joseline. Como lo he indicado cuando nos conocimos.

—Pero esa puerta lleva años bloqueada…

—Señor Lissel, yo he entrado por ahí… ¡Ah! ¡Detesto explicar este tipo de cosas cuando nos quedan menos de cinco minutos para abandonar este recinto y correr al centro de la isla para sobrevivir!

—¡Por el amor de Dios! Solo síganos a la salida Este y en cuanto pase el peligro engendren un hijo y… ¡no sé! Solo no nos hagan más difícil este trabajo.

—¿Los seguimos, Joseline?

—No queda otra, Lissel, no creo que podamos salir por aquí a tiempo. En todo caso, seguramente moriremos de todas formas.

—Bien dicho. Por aquí.

—¡Ahhh!

—¡Dios santo! ¡Runa! ¿Puedes mover las rocas?

—Déjame intentarlo… Demasiado pesadas y tensas, no puedo moverlas.




IV



—¿Cuánto tiempo crees que nos quede de vida, Lissel?

—Quizá la libremos, querida.

—Es bueno soñar… Lissel… Si nos hubiésemos salvado, ¿habrías pedido mi mano a mi padre?

—Sabes que seguramente iba a ser mi muerte, Joseline, pero esa era mi intención desde el inicio.

—¿Desde el inicio?

—Sí, cuando te vi en la playa y nos hablamos por primera vez, ¿lo recuerdas?

—Claro que si… Fue la primera mañana soleada de Agosto.

—La marea estaba especialmente baja.

—Y yo estaba triste porque mi hermana había partido a Lewis con su esposo.

—Y aun así estabas radiante.

—Lo dices porque estás cegado por el enamoramiento. No hay nada radiante en una llorona con rostro hinchado, ojos llorosos y un exceso de fluidos.

—A lo mejor tiene razón, señorita Joseline Mor. Aun así, para mí usted siempre fue, es y ha sido la mujer más radiante del universo. Ni siquiera una Veela podría competir con usted por mi amor.

—Lo dices porque estamos a punto de morir, porque el agua nos llega ya a las rodillas y no parece detenerse.

—Lo afirmo y aseguro desde el fondo de mi corazón, Joseline.

—¿Lissel?

—¿Qué pasa, querida?

—¿Puedes abrazarme?

—Claro que sí.

—No me sueltes ni cuando tu alma deje tu cuerpo, ni aunque yo parta primero.

—Nunca te soltaré, te lo prometo.

—¿Quiénes habrán sido aquellos… ese extraño par?

—¿La bruja y el joven llamado Fenrir?

—Ajá.

—Gente rara.

—¿Qué será de ellos?

—Bueno, lo más seguro es que logren escapar. Quizá si les hubiera hecho caso desde un inicio habríamos salido con ellos. No lo sé…

—No me sueltes.

—No te suelto.

—Ay, Lissel, tengo miedo.

—Tranquila, Joseline, tranquila. Estaremos juntos después de esto… Lo sé.

—El agua ya está en nuestra cintura…

—Perdóname, Joseline. Ha sido culpa mía…

—No, claro que no. No fue tu culpa.

—Lo es. Yo insistí en venir a esta puerta…

—No es fácil confiar en dos seres como aquellos, Lissel. No es tu culpa.

—Joseline, creo que nuestra vida está por terminar. ¿Podemos cerrarla con un beso?



V



—Vaya fracaso monumental, Fen.

—Cosas que pasan…

—Sí, el 0.009%

—Vamos, querida Runa, si las misiones fuesen fáciles las habríamos abandonado hace tiempo y el mundo ya se habría ido a la mierda.

-¿Crees que aun podamos salvarlos?

—Están atrapados por todos lados; este par ya fue.

—Entonces solo los dejamos morir y ya.

—Por ahora sí.

—¿Cuál es tu plan?

—Regresar a casa.

—Pequeño detalle, Fenrir. Esos dos de adentro son tus antepasados… No creo que podamos regresar a casa tan fácil.

—Tenemos que regresar al momento en que aun preparamos la misión… Espera, tienes razón. A ver, piensa, Fenrir, piensa… ¡Ya sé! ¡Vayamos al pasado!

—¿Al pasado? Estamos en el pasado…

—Vamos al día en que llegaste a este tiempo.

—¿Y esperar toda la semana hasta este momento?

—Vaya, rayos. Quizá podemos regresar al día de ayer y…

—Solo regresemos una hora o menos. Vuelve a entrar a la Torre, sácame de la celda, lleva a Joseline y Lissel a la salida y nos encontraremos en donde teníamos planeado para regresar a casa.

—Pues a la carga…

—Primero salgamos de la Torre.



+++



—Perfecto, son la una menos cinco de la tarde y la locura está por comenzar. Yo voy a aparecer por esa puerta en…

—Permíteme un segundo, Fen. Cuando yo me lleve a tu yo del pasado, tú entras y haces lo que tienen que hacer.

—Bien pensado… ¿Qué? ¡¿Pero qué me acabas de decir?! ¡Dios santo! ¡Runa, me vas a volver loco, mujer! Bueno. A la carga. Vamos, Fenrir, solo debes entrar a la torre una vez más. Arriba escalones… ¡Maldición! Son demasiados. Okey, vuelta a la izquierda, corre por el pasillo, derecha… Ahí están.

—Señorita Joseline, tenemos que salir inmediatamente…

—No podemos dejarlos morir aquí.

—Pero si no salimos moriremos con ellos.

—Lissel, por favor. Tú eres un caballero lleno de bondad y valentía, sé que no puedes dejar a esta gente perecer en…

—¡Mierda! ¿Qué fue eso?

—Las olas han llegado a la Torre.

—¡Lissel! ¡Las llaves!

—¡Los dioses! ¡Los dioses nos están castigando! ¡Nos castigan por usurpar las tierras de Eilean Mor sin su permiso! ¡Corramos todos, salgamos y quizá nos salvemos!

—Este imbécil de nuevo… ¡Runa!

—¿Usted quién es? ¿Cómo ha entrado a la Torre?

—Mi nombre es Fenrir, pero no hay tiempo de explicaciones. Todos debemos salir de este lugar antes de que quede en ruinas o no podremos contar la historia. Ahora, señor Lissel, por favor, permítame la llave de esta celda.

—¡No puede dejar salir a esta bruja! ¡Ha sido condenada a muerte y hoy llegaría a su destino! Seguramente ha sido ella quien ha enojado a los dioses… Si morimos será por su culpa.

—Sir Seer, con todo respeto, usted está invitado a salir de la Torre. Mire allá, el señor Herbert ya se ha adelantado. Corra, vaya.

—¿Y tú quién te crees que eres para hablarme de este modo? ¡Yo soy el gran Seer, vidente, confidente y consejero del buen Laird de Mor!

—Ya me he presentado, soy Fenrir. ¡Qué fastidio! ¡Nos queda menos de cuarto de hora para salir de aquí!

—No le permitiré que libere a la bruja.

—Suélteme, Sir Seer, o lo lamentará.

—Joseline, usted ha oído al joven, tenemos quince minutos. Salgamos de aquí cuanto antes, hagámoslo rápido. Yo sé que desea salvar a todos los prisioneros, pero son más de seis docenas, no hay tiempo.

—La amenaza es real, señores, las olas destruirán el castillo de Eilean Mor y nadie que se encuentre en el acantilado sobrevivirá. Se nos agotan los minutos hablando. Necesito las llaves de esta celda y si no me las entregan por las buenas, las conseguiré a la mala.

—Tenga, señor Fenrir.

—Muchas gracias, señorita Joseline. Adelántense a la salida Este, tienen los minutos contados.

—¿Pero qué dice? La puerta del Este ha sido bloqueada años atrás.

—Es nuestra única salida, deben confiar en mí. He venido a salvarlos.

19 Juin 2019 03:22 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
4
La fin

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