Erase una vez…En la raíz oscura de un enorme árbol vivía una colonia de hormiguitas muy trabajadoras, todos los días muy por la mañana salían por todos los caminos hacia diferentes partes a trabajar, regresaban cargadas a sus espaldas de hojitas, trocitos de madera y mucha pero, mucha comida, para aquellas hormiguitas que se dedicaban a cuidar todos los huevecillos y larvas dentro del hormiguero.
La reina hormiga, madre de toda la colonia amaba a todas sus tiernas y trabajadoras hormigas, ya que, por ellas había mucho alimento para todas.
En el hogar hormiga todas tenían oficio dentro y fuera de la raíz del árbol:
Las trabajadoras y laboriosas hormiguitas ejercían su labor cargando todo tipo de cositas que les parecían útil y sirviera de mucho dentro de la raíz del árbol, a la colonia de hormigas; trabajaban todo el día sin importar el clima o temporal, si estaba lloviendo o soleado sencillamente, ellas siempre cumplían su objetivo de vida, el trabajo; se esforzaban hasta sus últimos momentos de sus vidas, por amor al trabajo. También había un ejército de valientes hormigas guerreras que se enfrentaban a cualquier peligro, con tal de mantener a salvo la colonia.
Las hormiguitas caseras se encargaban de ordenar todo dentro de su hormiguera casita…
Entre los huevecillos, germinaba una larva que muy pronto se convirtió en una hermosa hormiguita blanca, desde muy pocos segundos de haber nacido tenía el cariño y estima de sus compañeras, la muy vanidosa tenía los ojos grandes y azules como el cielo, unas patas muy largas y su cuerpecito como algodón, blanco y delicado. Su instinto no le inquietaba para nada… ¿Cuál sería el motivo de su existencia? –A la hormiguita, eso no le importaba para nada, solo se preocupaba de comer y dormir bien. Cuando cumplió cierta edad de madurez, sus compañeras le invitaban a trabajar o ayudarles en las labores de la colonia, pero ella estaba ocupada en sus asuntos, de mantenerse siempre hermosa y bella como una princesa.
La hormiguita se paseaba por cualquier parte de la colonia, sin topar siquiera el fruto del esfuerzo de las demás hormigas. Cada día le miraban asombradas como su sensual cuerpo crecía poco a poco. Y claro, siempre tenía admiradores y locos de amor a los fuertes guerreros o algún leal obrero, le lanzaban piropos como la más bella de las hormiguitas.
Un día la reina de la colonia llamo a todas las hormiguitas, pidió e hizo que la hormiguita blanca y más grande de todas estuviese junto a ella; –les habló de su vida, del amor que sentía por ellas como madre, y de lo feliz y orgullosa que se sentía por cada una de ellas, entonces señalando a la hormiguita blanca que estaba junto a ella, pidió mucha consideración, cariño, respeto y obediencia en adelante porque ella seria la próxima reina.
Unas hormiguitas aplaudían felicitando a la hormiguita blanca, la nueva reina; otras se admiraban atónitas por la sorpresa, y otras hormigas se reían por lo sorprendida que estaba la hormiguita blanca, por la responsabilidad que se le había asignado. Mientras la antigua reina de la colonia de hormigas, expiraba después de su largo reinado y de haber anidado millones de huevecillos hormiga.
Entonces, todas las hormiguitas tomaron a la hormiguita blanca y posicionaron como a su nueva reina y ella, comprendió cual era el destino de su vida, ser la nueva reina hormiga blanca.
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