Sé que te encontraré,
tal vez, al final de esa escalera.
He recorrido mundos,
pizcas coloridas dentro de pozos ocultos,
universos que trascienden
por aquellos sonidos suaves,
como las olas del mar.
Ahora que me detengo,
me siento de repente guiada
por un soplo de esperanza:
guardo en el alma esa añoranza
que me atrae, poco a poco,
hacia aquí. Hacia tu pista.
Por eso estoy aquí, y asciendo, lentamente,
la piedra tallada a mis pies.
Por eso creo que lo sé. Sí.
Hoy lo sé.
Sé que te encontraré
al final de esa escalera.
Porque así lo habías planeado.
Porque así, tal vez,
el destino lo había pactado.
Llegué a soñar
que corríamos por pasillos de una gran
casa infinita, fastuosa, vasta.
Íbamos de habitación en habitación,
buscando una salida que no tenía
intenciones de aparecer.
Había habitaciones con largos comedores
llenos de gente y vacíos de alimento,
lugares con montañas de candores,
con plagas de dulces vivos;
bibliotecas de habitaciones enteras,
cuartos de baño de ensueño, lugares
despejados donde pudimos haber dormido
o nadado, o solamente tomado un respiro.
En fin. De todo.
Íbamos de habitación en habitación,
tomados de la mano y sin soltarnos
ni un instante,
protegiéndonos de quien quisiera romper
nuestra bella unión.
Yo, siempre atenta, miraba
a todos lados, esperando
y protegiendo tu mano,
guiándola siempre por el camino más seguro,
más bonito.
Eso fue en aquel sueño,
tan hermoso, tan cautivador.
Pero, en la realidad, las cosas no
suelen ser tan bellas.
Resultó ser, mi amor,
que el que terminó alejándonos
fuiste tú.
¿Quién lo diría?
Yo luchando con el exterior,
cuando el que orquestó esta separación,
y llevó todo lo bello que creamos a una completa ruina,
fuiste tú.
Hojeaba en estos días aquellas libretas
llenas de notas tuyas y mías,
cargadas de aquellas añoranzas pasadas.
Palabras perdidas, a fin de cuentas,
llenas de promesas de tu puño y letra,
sonrientes ante un futuro que parecía, a la distancia,
eterno y perfecto.
Mi vida se derramó en esos anhelos alguna vez,
y hoy que las veo… ya no siento eso.
El golpe de la realidad
ha sido demasiado fuerte.
Ahora estos separadores,
más que apartar aquellas páginas,
nos separan a ti y a mí.
Después de recorrer juntos
tiempos, espacios y dimensiones,
decidiste marcharte.
La decisión tomaste.
Las maletas están hechas.
Las mariposas que alguna vez
fluyeron felices en tu estómago,
ahora fallecen sin remedio,
y toda aquella decisión tomada
ha fumigado el lugar en el que alguna vez
nos encontramos.
Como si se desprendieran de ti,
esos anhelos con los que alguna vez soñaste,
también se esfuman
y se levantan al viento, mientras tu ser serpentino
permanece enraizado, atándote a la realidad
con su cadena de peculiar textura.
Puedo verlo todo. Lo sé.
Puedo sentirlo también. No tiene caso que mientas.
Es inexplicable esta sensación.
Es, como si se cortara un lazo,
ese lazo mitológico que tenía
a las mariposas regocijadas
de placer todo el tiempo,
y que ahora no existe.
Ahora, ellas decaen.
Su vuelo se debilita,
hasta posarse con tranquilidad
en el hombro de la muerte.
¡Adiós, mariposas!
¡Adiós, vuelen ya!
¡Tal vez las alcance,
en un buen tiempo,
y a otra edad!
Merci pour la lecture!
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