vladstrange01 Vlad Strange

Un joven guerrero Águila, tras la llegada de los hispanos a la Gran Tenochtitlán, recibe una misión por parte del dios Tezcatlipoca: Proteger a la ciudad de la invasión.


Historique Tout public.

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Lágimas del enemigo



Era yo un pequeño niño cuando los hispanos llegaron a la Gran Tenochtitlan y se aprovecharon de la nobleza (e ingenuidad) del Tlatoani Moctezuma, quien los confundió con el grande y divino señor Quetzalcóatl, tras haber prometió regresar para reinar sobre nosotros.

Recuerdo a mi ciudad natal como el paraíso mismo, con sus edificios multicolores, la tecnología que nos mantenía flotando sobre el lago de Texcoco y todas las virtudes de nuestra gente. Yo no era más que un niño cualquiera, hijo de un artista y de una sacerdotisa de menor rango, prima de la esposa del señor Tlatoani.

Quizá fue por eso que pude entrar fácilmente al ejército de los guerreros águila y observar de cerca la caída de mi amada Tenochtitlan.

Primero fueron las enfermedades, sobre todo una que nos llenaba la piel de manchitas rojas y nos hacía temblar mientras nuestra piel ardía de caliente… esas cosas diezmaron nuestros números, tanto de guerreros como el pueblo mismo. Y Moctezuma guardaba silencio y alimentaba con una sonrisa de oreja a oreja a los blancos con cabellos de cebolla.

No íbamos a estar muy felices al ver este tipo de situaciones en la que una vez fue la ciudad más próspera del continente. Y todo se fue a peor cuando, en nuestra festividad del renacimiento de Tezcatlipoca, los hispanos iniciaron una masacre en el Templo Mayor.

Tampoco nuestro señor Tezcatlipoca lo vio con buenos ojos, y lo sé porque lo vi bajar enfurecido por las escalinatas del Palacio, con su pata de palo y el rostro negro de ira y pintura de ceniza. Arrastraba un arma de obsidiana por el suelo de piedra, y sin detenerse ni ver a alguien más (que bueno, nadie más lo veía a él), fue hacia mí y me la entregó.

No dijo nada, pero no fue necesario, sabía lo que tenía que hacer.

No tuve más que esperar unos días en los que ocupé mi tiempo para planear el asesinato del Tlatoani en secreto, aunque obtuve la aceptación por parte de los nobles mexicas, quienes ya comenzaban a elegir a un nuevo emperador. Sin embargo, tras una metida de pata de Moctezuma, siendo la marioneta más poderosa del blanco traidor, todo el pueblo se levantó contra él una tarde y lo hirieron de gravedad al lanzarle todo tipo de objetos filosos o pesados hasta su balcón.

Quizá murió a manos de su gente… o de su otra nueva gente.

El caso es que, cuando nuestro buen Tlatoani Cuitlahuac subió al poder y los hispanos no tuvieron otra más que huir como gallinas, entendí que era el momento de llevar a cabo mi misión.

Sabía que esos cobardes iban huyendo en dirección a Tlacopan, así que ordené a mi ejército que esperara silenciosamente en las oscuras aguas de la laguna, y cuando sonó la alarma, todos atacaron a nuestros enemigos.

Fue una batalla gloriosa, y como era el deseo de mi señor Tezcatlipoca, mi arma entregada por él se llenó de sangre hispana. Pero aún no estaba conforme. Vi los cuerpos, miles de ellos, flotando en el agua y a los guerreros arrasando con los blancos y con los traidores, observé canoas y hombres hundirse por el peso de oro robado… y no estaba conforme.

Así que dejé escapar a Cortés con su dama traidora y las hijas aún más traidoras de Moctezuma, pero los seguí de cerca, siendo muy silencioso. Quería ser yo quien acabara con esa enfermedad de ser humano. Entonces, al salir de la ciudad, acompañado de la Malinche, se sentó bajo un ahuehuete y de la nada comenzó a llorar.

La lluvia caía a cántaros, el ejército hispano estaba realmente reducido y herido, la victoria de los mexicas era inminente. Las lágrimas de Cortés fueron suficientes para saciar mi venganza, así que sonreí ante su dolor y di media vuelta en dirección a casa.

Lo hubiera degollado ahí mismo.

Con arrepentimiento, dejo el arma divina de mi señor sobre las escalinatas de piedra, su filo aún está fresco con mi sangre, pues tras la caída posterior de mi ciudad, Tenochtitlan, a manos de los tlaxcaltecas y Cortés, supe que había fallado mi misión.

Y mientras entrego mi cabeza a mi señor Tezcatlipoca a quien no me atrevo a encarar, en mi mente se repite aquella escena en que las lágrimas del invasor caían sobre el bendito suelo mexica, cuando sentí la victoria en mis manos y la ciudad a salvo. Entonces repito una vez más:

«Lo hubiera degollado ahí mismo».

20 Mai 2019 23:50 5 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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Margarita Lapina Margarita Lapina
Grazia! Esta historia muchas perfecto!!
September 27, 2019, 09:20
Zaycko Joria Zaycko Joria
Esta historia a mi criterio, acercándose al final se torna casi metáforica. ¿Estoy en lo cierto? Su narración y composición se asemeja a los poemas de verso libre. Espero esa sea tu finalidad. De lo contrario te diré que como lo hiciste me agrada, me transporta, es una fuerte apuesta.
July 29, 2019, 00:48
md m�a driarci
Ha sido perfecto, muchas felicidades, soy tu fan. XD
May 27, 2019, 19:11
Francisco Rivera Francisco Rivera
Hubiera deseado un poco de diálogo pero cumple su cometido en la narración breve de este capítulo. ¿Habrá continuidad?
May 21, 2019, 16:40
Cuenta Borrrada Cuenta Borrrada
Muy intenso, retrata muy bien los sentimientos de aquella época y para ser un relato corto, el épico de principio a fin, ¡me encanta!
May 21, 2019, 00:54
~