El príncipe Guillermo de Denbrough creció alado de la persona mas importante en su vida, su madre, quien no era la reina, si no una campesina que conoció al Rey de casualidad. Durante su niñez, el pequeño príncipe solía jugar con unas amapolas que crecían en el jardín trasero del gran castillo, siempre le regalaba algunas a su madre.
Ninguno de ellos era bien vistos por nadie de la nobleza ni de la familia real, ya que el, era un hijo ilegitimo, y mostraba un peligro para el príncipe heredero.
A su corta edad, por si solo, comprendió el desprecio que existía por el y su madre dentro del castillo, donde era muy evidente que solo podía contar con la presencia de su madre, la única persona que lo amaba.
─ Mirame madre─ dice un pequeño niño de cabello rubio mientras corre entre el las siembras de amapolas.
─Claro que te veo mi pequeño─ Una mujer de larga cabellera del mismo color que el niño lo dice mientras observa al pequeño niño moverse de un lado otro entre las flores que abundan en el jardin.
Aquel aroma era tan asentado que podria distinguise entre los otros rosales.
El pequeño niño de apenas unos 4 años de edad le sonrie a su madre a lo lejos.
Mientras ve como la imagen de aquel recuerdo se desvanece poco a poco hasta ya no existir.
─¡Mamá!─
Aquel grito se escucha por toda la habitacion mientras Guillermo da un salto de la cama.
Una mucama sale a prisa para atender aquel quejido de su majestad.
─¿Esta todo bien señor?─ dice una anciana mientras coloca un paño humedo sobre la frente del hombre que yace sobresaltado en la cama. Sudando y un poco serio, la mira con mucha serenidad. Estas pesadillas habian estado regresando en sus sueños durante un tiempo ya, sin embargo nunca le ha contado a nadie que es lo que sueña en esas noches.
─Retirate─la voz de Guillermo sale en un tono muy bajo de sus labios. Pero la anciana lo comprende y se retira sin decir nada mas.
El se habia convertido en Rey despues de que toda la familia real mueriera, los nobles en busca de que el legado de los Denbrough siguiera tras mas de 100 de historia, le escribieron al Papa catolico que reconociera a Guillermo como hijo legitimo para ser coronado de inmediato.
Al conseguirlo, a los tan solo 15 años subio al trono.
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