A golpe de timón una pequeña embarcación surca nervaduras salobres en el momento en que un marino otea desde el rabillo de su único ojo, el ruido de las crestas de infinitos oleajes que bambolean a contra suerte la diminuta goleta.
En otro momento impreciso, transcurre una acción personal, donde un viejo capitán transgrede la ética de su silencio al sentenciar la suerte del grumete que arroja al mar sin más preámbulos titubeantes.
Abajo, desde las arenas de los oscuros fondos se prepara la funesta suerte de la tripulación que entresueña, arriba, henchida a ron, tabaco y furor rapaz por cuanto significó, días atrás, el haber obtenido tan innumerable botín, no sin excesos de extrema violencia cumplida.
Es entonces, en dicha suma de instantes acordes y discordes, cuando las circunstancias humanas atestiguan el entreveramiento del ensueño colectivo de cambiar de signo, aunque en ello les vaya la vida, tras un parpadeo nervioso y atrofiado pasado por agua.
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Ante las veleidades humanas que, de suyo, son inestables, la suerte no hace excepción entre cambio de estado de fortuna y riqueza mal habida tras consumado un golpe de "suerte", como es el caso de este relato. La experiencia no suele multiplicarse y la vida, de por medio, es un precio inestimable...
¿Qué nos suscita hablar de brujas tradicionales y, de manera icónica, en cuanto a su poder innegable y sus diversas formas caprichosas para metamorfosear sus figuras inconfundibles? A imagen y usanza, ellas siempre han estado adelantadas a sus tiempos respecto a todo mortal de hoy día sin discusión.
En el transcurso del mundo natural las sorpresas de su irrupción interna, externa, celeste o terrestre, no deja de sorprender a propios y a extraños, ante la explicación científica de lo ocurrido en ese lugar. La fragilidad y pequeñez humana expone su razonamiento y aún así, hay indiferencia supina
Cuando departir el conocimiento del bien y del mal suscita controversias como las enunciadas, queda el recurso de esperar a que una segunda persona resuelva lo que ya está escrito por el autor de lo creado universal. Y, en ciertas ocasiones no deja de presentarse el eterno conflicto de intereses...
Cuando la curiosidad nuestra, ajena o de alguien más cuestiona la duda o sorpresa de cuanto deba de esconder la ventanita de la marca corporativa de ordenadores que funcionan en el mundo actual, su reflejo o de su opacidad tecnológica pueden depender de la idea de ver el mundo distinto a esa figura.
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