seungliluna203 Victoria Luna

Todos los días lo veo en la cafetería, se ve tan lindo, tan calmado, pero no soy capaz de acercarme a hablarle. Lo miro cada mañana, desde lejos, a dos mesas de distancia de la mía donde me he enamorado.


Romance Contemporain Tout public.

#cuento #romance #amor #amoraprimeravista #timidez
Histoire courte
3
4.5mille VUES
Terminé
temps de lecture
AA Partager

A dos mesas de distancia.

La primera vez lo vi parecía recién salido de la cama. Se veía tan lindo. Completamente despeinado, pálido, ojeroso, con una desgastada sudadera gris y pantalones negros que pedían una planchada. Estaba sentado a dos mesas de la mía y al igual que yo, nadie más se sentaba con él, en parte porque a esa hora el comedor se encuentra casi vacío al ser más tarde de la hora normal de almuerzo. Yo prefiero ir a esa hora a comer, lo de socializar no se me da muy bien, mucho menos en una universidad de intercambio en un país completamente diferente al mío.


Creo que es guapo. Cada que lo veo me convenzo más de que es guapo, muy atractivo y eso que está recién levantado. No es del tipo por el que todas las demás chicas babean, sino del tipo extraño que solo llama a un tipo extraño de chica. Es alto y de eso me doy cuenta cada que se levanta por servilletas, las cuales siempre se le olvidan cuando se sienta a comer, eso me encanta, es alto y me gusta verlo caminar. Sus manos son grandes, no he estado tan cerca, pero tomo de referencia el tamaño del vaso donde nos sirven la bebida.  Su cabello es castaño y un poquitín largo, sus ojos son pequeños y hasta le he descubierto las marcas del acné que de seguro tuvo años atrás.


11:23 es la hora en que siempre se sienta a comer, bueno, varía un minuto o dos, pero casi siempre es la misma hora. Ha de ser una criatura de hábitos como yo, porque hace lo mismo todos los días y yo lo he agregado a la mía. Llega, da un bostezo, se forma en la fila para servirse, da otro bostezo, se acomoda la enorme mochila negra en su hombro, se sirve un poco de fideos, un poco de arroz, carne cuando hay, da otro bostezo que dura más, y sigue agregando un poco de todo en su bandeja. Lleva la bebida sobre la bandeja y se sienta en el mismo lugar, en la misma mesa, a la misma hora y vuelve a bostezar. Debe odiar las mañanas, porque siempre viste como alguien con mucha pereza y de hecho fueron sus bostezos sonoros los que llamaron mi atención el primer día de clases. A veces usa sus cubre-bocas negros y en otras ocasiones, bufandas largas y viste maso menos similar todos los días. ¡Combina tan bien con el otoño!


¿Cómo sé todo esto? Porque a veces dejo la lectura de lado y le observo discretamente mientras revuelvo la sopa. ¡Tiene tanto sueño que no se da cuenta! Tampoco intento llamar su atención, solo he tratado de llegar más temprano para topármelo en la fila del almuerzo, pero no da resultado porque somos tan pocos los alumnos que asisten a esa hora a la cafetería que la fila no es de más de dos personas.  He tratado de acercarme a su mesa y pedirle que si me puedo sentar ahí. ¿Y qué le diría? ¿Qué no hay lugar? ¡Si todo el comedor está casi vacío! Además, parece tan entretenido con su teléfono.  Debe hablar con su novia. Un chico así debe tener una linda novia y no mostrar interés por alguien como yo. Es lo más seguro. Eso no evita que lo mire cada que estamos en la cafetería.


Pronto he aprendido todas sus  pequeñas manías. Me he dado cuenta que compartimos muchas de ellas y en otras somos polos opuestos. Si yo pido té en el almuerzo, él toma café y viceversa; pero, por ejemplo, apoyamos siempre el brazo izquierdo en la mesa y recargamos la mejilla en la mano; Yo como muy condimentado y él sufre cuando la comida tiene mucho curry o picante (sus ojos se hacen pequeño y se pone color rosado) y cuando hace frío, usamos la bufanda de la misma manera y entre más largas mejor.


Debo ser una loca. Las personas normales no hacen este tipo de cosas. Cuando te gusta alguien vas y solo vas y tratas de acercarte. Pero es que tengo tanto miedo a su rechazo o algo peor que prefiero quedarme a dos mesas de distancia y verlo tomar pequeños sorbos de café o té o lo que esté bebiendo. Es la cafetería el único lugar donde le puedo ver. ¡Come demasiado! Y yo que como rápido me tengo que servir un poco más para tener más tiempo. ¡Ash! Dudo que le guste o siquiera se fije en mí con esta pancita que me ha provocado por comer demás. Cuando me acerque finalmente a él le diré: “Mira la barriguita que ha creado este enamoramiento”.


11:23 es la hora en la que se sienta con su bandeja a comenzar a almorzar. Parece un zombie y si me he fijado en él es por el gran bostezo sonoro que ha dado. Me ha sacado de mi lectura y hace que lo mire. ¡Grave error! Porque coincidimos en nuestras miradas y él me vio, así como yo lo vi.  No me atreví a mantener su penetrante mirada café, así que bajé la mía y pronto sentí el calor en mis mejillas. ¡Qué vergüenza! Me ha atrapado mirándolo. Algo no andaba bien y me animé a mirar de nuevo en su dirección, pero ¡equivocación! O no tanto… porque me sigue viendo, pero esta vez sonríe, sonríe de forma tan linda y con sus labios cerrados en esa perfecta mueca que casi hace que me caiga de la silla. Bajo de nuevo mis ojos. ¡Ha de ser un error y hay alguien detrás de mí! Mejor levanto mi libro y me cubro la cara, así como que estoy leyendo.


De repente, siento que alguien me mira, ese peso de las miradas es inconfundible, uno sabe cuándo alguien está observando con detenimiento, los pelitos detrás de mi cabeza me lo dicen. Cuando levanté la mirada me topé con esos ojos somnolientos, pero que ahora parecían más grandes y me miraban a mí. ¡Diablos! ¡Diablos! ¿Y ahora qué hago? ¿Puedo seguir como si nada? Lo dudo mucho.  Está bien haré como si nada, sin embargo, se levanta de su lugar con todas sus cosas, no deja de voltear a mi lugar y, ya listo, camina hacia mí, más y más y más cerca. ¡Nunca lo había tenido tan cerca! Tanto así que percibo el aroma maderoso de su shampoo o su colonia o no sé, pero era el aroma que precisamente iba con él y que yo había imaginado. Sostiene su bandeja del almuerzo y es aún más alto de lo que mis cálculos habían dado y me seguía sonriendo y me miraba desde arriba divertido. ¡Y cómo no! Y había cachado a una acosadora en pleno movimiento. Pasa a un lado de mí y se dirige a la salida de la cafetería.


 ¡Qué segundos tan más brutales! Me han dejado exhausta y muy confundida de lo que ha pasado. Volteo esperando que no me mire, pero parece que se lo pido porque justo voltea hacia mí, me regala una de sus preciosas sonrisas somnolientas y se detiene a sacar de su mochila sin dejar de verme. Mis pies no dejan de moverse ante el peso de su mirada. Regreso mi vista a mi mesa, ¿qué debo hacer? La verdad es que soy una cobarde, otra chica en mi lugar hubiera aprovechado su cercanía, hubiera hecho plática, hubiera pedido su número…. Ah pero soy tan torpe que de seguro el coreano se me iba… pero, aunque hubiese tomado valor, mis pies están clavados al suelo. Volteo de nuevo y ya no está; ni él, ni su mochila negra, ni su cabello revuelto ni sus ojos dormidos.


Me rindo. De todas formas, una chica como yo, especialmente yo, nunca tendría chance de estar cerca de alguien así, mucho menos serle interesante. El sentimiento de derrota me tiene cabizbaja y me hace plantearme la posibilidad de gastar un poco de la beca para comprar comida preparada o ramen y no regresar a ese lugar. Debió verse muy chistosa esa escena de chica fan, pero a mí me tiene intranquila. Guardo mis cosas en mi mochila el hambre me ha dejado y sinceramente no creo que regrese a ese lugar. Llevo mi bandeja con los pequeños sobrantes del desayuno, me dirijo al mismo lugar donde él estaba a dejar mi charola. Estoy a punto de dejarla arriba de la pila de bandejas hasta que, de reojo, veo una servilleta en la bandeja que él dejó. Tiene escrito algo, así que la tomo para leerlo mejor, quizás dice algo como “deja de acosarme” o “te denunciaré” o “eres fea”, pero no, lo que tiene escrito me hace querer soltar la bandeja que a duras penas sostengo con mis dedos temblorosos. Mi estómago ahora no se siente vacío, sino lleno de revoloteos y me hace preguntarme qué ha sucedido esa mañana. La servilleta tiene escrito en bolígrafo negro, en inglés y con preciosa caligrafía:


“¿Y si comemos juntos mañana? 11:23, entre tu mesa y la mía. -K”.

 

19 Décembre 2018 05:16 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
0
La fin

A propos de l’auteur

Victoria Luna Escritora aficionada con muchas ideas en la cabeza esperando salir.

Commentez quelque chose

Publier!
Il n’y a aucun commentaire pour le moment. Soyez le premier à donner votre avis!
~